La iluminación espiritual

La esencia de la verdadera paz

POR: JIDDU KRISHNAMURTI

Imagen; La esencia de la verdadera paz; Jiddu Krishnamurti

El precio de la paz

El culto se convierte en hipocresía cuando estáis cultivando las causas de la guerra; vuestras oraciones os conducen a la ilusión si os entregáis en brazos del odio y la mundanalidad. Si no borráis en vos mismo las causas de enemistad, de ambición, de codicia, entonces vuestros dioses son dioses falsos que os llevarán a la miseria. Solo la buena voluntad y la compasión pueden traer orden y paz al mundo y no los pactos políticos y las conferencias.

Debéis pagar el precio de la paz. Debéis pagarlo voluntaria y dichosamente y ese precio es estar libre de concupiscencia y mala voluntad, mundanalidad e ignorancia, prejuicio y odio. Si hubiese tal cambio fundamental en vos, podríais contribuir a la existencia de un mundo pacífico y sano. Para tener paz debéis ser compasivo y reflexivo.

Podréis no ser capaces de evitar la Tercera Guerra Mundial, pero podéis libertar vuestro corazón y mente de la violencia y de las causas que producen la enemistad e impiden el amor. Entonces en este mundo de obscuridad habrá algunos que sean puros de corazón y mente y de ellos tal vez venga a nacer la semilla de una cultura verdadera. Purificad vuestro corazón y mente, porque solo por vuestra vida y acción puede haber paz y orden.

No os perdáis y quedéis confusos dentro de las organizaciones, sino manteneos por completo solo y sencillo. No busquéis meramente evitar la catástrofe, sino más bien que cada uno desarraigue profundamente las causas que alimentan el antagonismo y la contienda.

¿Se puede detener la guerra rezando por la paz?

No creo que se pueda detener la guerra mediante la oración. ¿No es rezar por la paz una simple forma de alivio emocional? Como pensamos que somos incapaces de impedir la guerra, encontramos en la oración un alivio a ese horror. ¿Piensa que rezando por la paz va a detener la violencia en el mundo? La oración se convierte en un escape de lo que es la realidad. El estado emocional que se siente a través de la oración también lo pueden conseguir los propagandistas con propósitos de guerra y odio.

De la misma manera que uno reza por la paz, con el mismo entusiasmo, uno se puede persuadir de las bellezas del nacionalismo y de la necesidad de la guerra. Orar por la paz es completamente inútil. Las causas de la guerra son producto del hombre, y no sirve de nada apelar a una fuerza externa para lograr la paz. La guerra es el resultado de motivos psicológicos y económicos y, mientras no se alteren estas causas de manera fundamental, existirá la guerra. Rezar por la paz no tiene ningún valor.

Paz interior

Una mente que comprende la naturaleza del placer y del miedo deja de ser violenta y puede, por tanto, tener paz en su interior y con el mundo.

Hemos estado examinando los diversos factores que originan deterioro en nuestras vidas, en nuestras actividades, en nuestros pensamientos; y hemos visto que el conflicto es uno de los principales factores de este deterioro. Y la paz, tal como se la entiende generalmente, ¿no es, acaso, también un factor destructivo? ¿Puede la paz ser producida por la mente? Si tenemos paz por intermedio de la mente, ¿no conduce eso también a la corrupción, al deterioro? Si no estamos muy alerta y atentos, esa palabra paz se vuelve como una ventana estrecha a través de la cual miramos el mundo y tratamos de comprenderlo. A través de una ventana estrecha podemos ver solamente una parte del cielo y no toda su vastedad, su magnificencia. No es posible tener paz persiguiendo meramente la paz, lo cual es por fuerza un proceso de la mente.

Quizás haya una pequeña dificultad para comprender esto, pero trataré de hacerlo tan simple y claro como pueda. Si podemos comprender qué significa ser pacífico, tal vez comprendamos el verdadero significado del amor.

Pensamos que la paz es algo que debe ser alcanzado mediante la mente, la razón, ¿pero es así? ¿Puede la paz llegar jamás mediante cualquier tipo de aquietamiento, control o dominio del pensamiento? Todos queremos paz; y para la mayoría de nosotros, la paz significa que nos dejen tranquilos, que no nos perturben ni interfieran con nosotros; de ese modo construimos un muro en tomo de nuestra propia mente, un muro de ideas.

Es muy importante que ustedes comprendan esto, porque a medida que vayan creciendo se enfrentarán con los problemas de la guerra y la paz. ¿Es la paz algo que ha de ser perseguido, atrapado y domesticado por la mente? Lo que la mayoría de nosotros llama paz es un proceso de estancamiento, un paulatino deterioro. Pensamos que encontraremos la paz aferrándonos a una serie de ideas, construyendo internamente una valla de seguridad, un muro de hábitos, de creencias; pensamos que la paz es cuestión de perseguir un principio, de cultivar una tendencia, una fantasía o un deseo particular. Queremos vivir sin perturbaciones, de modo que encontramos un rincón del universo o de nuestro propio ser, dentro del cual nos arrastramos viviendo en la oscuridad de nuestro propio encierro. Eso es lo que casi todos buscamos en nuestra relación con el marido, con la esposa, con los padres, con los amigos. Inconscientemente deseamos la paz a cualquier precio, y así es como la perseguimos.

¿Pero puede la mente encontrar la paz alguna vez? ¿Acaso no es la mente misma una fuente de perturbación? La mente solo puede adquirir, acumular, negar, afirmar, perseguir. La paz es absolutamente esencial, porque sin paz no podemos vivir creativamente. ¿Pero es la paz algo para ser realizado por medio de luchas, renuncias, sacrificios de la mente? ¿Entienden de qué estoy hablando?

Puede que mientras son jóvenes estemos descontentos, pero cuando vayamos creciendo, a menos que seamos muy sensatos y estemos muy alerta, ese descontento será canalizado en alguna forma de resignación pacífica a la vida. La mente está buscando perpetuamente aliarse en un hábito, en una creencia, en un deseo, en algo que le permita vivir y estar en paz con el mundo. Pero la mente no puede encontrar la paz, porque solo puede pensar en términos de tiempo, en términos de pasado, presente y futuro: lo que ha sido, lo que es y lo que será. Está constantemente condenado, juzgando, sopesando, comparando, persiguiendo sus propias vanidades, sus propios hábitos, sus propias creencias, y una mente así jamás puede ser pacífica. Puede engañarse a sí misma con un estado al que llama paz, pero eso no es paz. La mente puede hipnotizarse mediante la repetición de palabras y frases, siguiendo a alguien o acumulando conocimientos; pero no es pacífica, porque una mente semejante es ella misma el centro de la perturbación; por su propia naturaleza es la esencia del tiempo. Por lo tanto, la mente con la que pensamos, con la que calculamos, con la que ideamos y comparamos, no puede encontrar la paz.

La paz no es el resultado de la razón; no obstante, si ustedes observan las religiones organizadas verán que se hallan presas en esta persecución de la paz por medio de la mente. La paz es tan pura y creativa como destructivo es la guerra, y para encontrar esa paz uno tiene que comprender qué es la belleza. Por eso es importante, mientras somos muy jóvenes, tener belleza a nuestro alrededor: la belleza de los edificios que tienen proporciones apropiadas, la belleza del aseo, de la conversación sosegada entre los mayores. En la comprensión de lo que es la belleza conoceremos el amor, porque la comprensión de la belleza es la paz del corazón.

Paz del corazón, no de la mente. Para conocer la paz tenemos que descubrir qué es la belleza. La manera como hablamos, las palabras que usamos, los gestos que hacemos, estas cosas importan muchísimo, porque a través de ellas descubriremos el refinamiento de nuestro propio corazón. La belleza no puede ser definida ni explicada con palabras. Sólo puede ser comprendida cuando la mente está muy quieta.

Por lo tanto, mientras son jóvenes y sensibles, es esencial que tanto ustedes como quienes son responsables por ustedes, creen una atmósfera de belleza. La manera como visten, como caminan, como se sientan, como comen, todas estas cosas y las que les rodean son muy importantes. Cuando sean mayores se encontrarán con las cosas feas de la vida; las construcciones feas, la gente fea con su malicia, su envidia, su ambición, su crueldad; y si no han cimentado y establecido la percepción de la belleza en sus corazones, serán fácilmente arrebatados por la enorme corriente del mundo. Entonces quedarán presos en la interminable lucha por encontrar la paz mediante la mente. La mente proyecta una idea de lo que es la paz y trata de perseguirla, quedando de ese modo atrapada en la red de las palabras, en la red de las fantasías y las ilusiones.

La paz puede llegar únicamente cuando hay amor. Si tienen paz meramente gracias a la seguridad financiera o de otra clase, o gracias a ciertos dogmas, rituales o repeticiones verbales, no hay creatividad, no existe la urgencia de producir una revolución fundamental en el mundo. Una paz semejante solo conduce al contentamiento y a la resignación. Pero cuando en ustedes exista la comprensión del amor y de la belleza, encontrarán que la paz no es una mera proyección de la mente. Ésta es la paz creativa, la paz que elimina la confusión y genera orden dentro de nosotros mismos. Pero esta paz no llega mediante esfuerzo alguno por encontrarla. Llega cuando estamos observando constantemente, cuando somos sensibles tanto a lo bello como a lo feo, a lo bueno como a lo malo, a todas las fluctuaciones de la vida. La paz no es algo mezquino creado por la mente; es inmensamente grande, infinitamente extensa y solo puede ser comprendida cuando hay plenitud en el corazón.


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