La iluminación espiritual

La verdadera vida

POR: JEBUNA

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VIVIR PARA VIVIR

Sentimos un deseo imperioso de vivir acorde a las leyes de la naturaleza, sin dañarla, sin contaminarla. Infaustamente, contrario a nuestros deseos, contaminamos día a día porque nos encontramos encadenados a un sistema destructivo que nos obliga a hacerlo: Tenemos que usar el automóvil, derrochamos energía porque nuestros aparatos son derrochadores, producimos basuras con la cantidad con catones, papeles, servilletas, empaques que nos habituamos a consumir, nuestro deseo imperioso de ser honestos es truncado.

Esas acciones son totalmente contrarias a nuestros pensamientos y razonamientos; nuestra mente se confunde y no encontrará sosiego hasta no habernos retirado juntos y unidos de este medio asfixiante que nombran como progreso, y no es más que el ego mundo. Progresando hacia la inconsciencia con tanto escombro comercial, el hombre va apartándose cada vez más de la naturaleza y se va tornando más desgraciado.

Es muy humano quejarnos por la imbecilidad de los actos que se cometen a diario en el ego mundo: nuestra naturaleza nos impulsa a desahogarnos mediante quejas, pero debemos ser como la rueda de la carreta que chilla pero nunca deja de avanzar. Cantamos, lloramos o reímos según pensemos en cosas legres, tristes o cómicas.

Comprendamos que en nuestro interior se ocultan oscuras sombras, dudas silenciosas y famélicas debilidades… pero también se ocultan destellantes luces, músicas sublimes y poderosas fuerzas con las cuales podemos alzarnos sobre nuestra ignorancia y lograr descubrirnos como criaturas de perfección, habilidad e inteligencia suma… basta derrumbar el muro de nuestras resistencias interiores. Con seguridad la voluntad es más fuerte que la duda, lo bueno se mudará en mejor y lo mejor en óptimo.

Finalmente, la realidad la vida es lo que queramos hacer con ella. Mas, después de agotado el plazo, la comedia terminará, bajará el telón, se cerrará el teatro y caerán las caretas de las riquezas y las realezas; se borrarán los antifaces del poder y los rangos; se escurrirán los maquillajes de los doctorados y dignidades… y el Cosmos solo podrá distinguirnos y calificarnos siguiendo el rastro de nuestras propias obras.


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