La iluminación espiritual

Perdonar y estar en paz

OJOS DEL AMOR

Hay un tesoro más valioso que el buscaban los piratas: el de un perdón generoso reflejado en estos apartes de la hermosa y sincera carta del hijo de Pablo Escobar a los hijos de Luis Carlos Galán: Deben creer en mi buena fe y que solo me impulsa una buena y sensata intención. ¿Cómo le escribes a una familia a la que tu padre le causó tanto daño? ¿Qué les dices a unos jóvenes de tu misma edad y profundamente dolidos? ¿Además de pedirles perdón en nombre de tu padre y aún sabiéndote en la ignominia, es eso acaso realmente suficiente? ¿Qué te sirve de verdadero consuelo cada día como para levantarte y seguir? La Paz. La que busco cada día dentro de mí para poder dormir y pensar en los hijos que aún no he tenido con mi adorada esposa. Para luchar por el mundo que quiero que encuentren cuando Dios les permita llegar. Soy consciente del daño que mi padre le ocasionó al país y la humanidad. Estoy acá para buscar la paz y ayudar a construirla.

Sebastián Marroquín, nombra actual del hijo de Pablo Escobar, se reunió con el hijo de Rodrigo Lara y los hijos de Galán. Fue un encuentro sanador descrito así por Carlos Fernando Galán, concejal de Bogotá: Él reconoció el dolor que su papá le causó a Colombia y a nosotros, y la forma como sus acciones truncaron las esperanzas del país. Hubo momentos en los que no oí la conversación. Me limité a ver una imagen que resume lo impactante del momento: a mi izquierda estaba mi hermano Claudio, con un parecido físico increíble a mi papá, y a mi derecha Sebastián, con un parecido impresionante a su padre. Los dos, en el mismo recinto, dialogando. Luego sentí un gran alivio, una paz interior que no había sentido casi nunca. Pensé en el país, que vive atado por cadenas de odio y de venganza, sumido en círculos de sangre y de muerte que nos han llevado a muchos a dudar sobre la posibilidad de lograr algún día la tan anhelada paz y una verdadera reconciliación.

El desafío es desterrar el odio e iluminar la vida con la generosidad y el amor auténtico. No es fácil pero es el único camino para derribar murallas y construir una patria grande y apacible. Hay que abandonar las oscuras cavernas del odio, sacar rencores atorados en el alma y sanar viejas heridas.

Elijamos eliminar cualquier vestigio de juicio, condena, exclusión o desamor y superar la clásica separación entre buenos y malos. El malo es un maestro de amor que nos pule y también tiene un Yo sagrado, aunque falle. En lugar de juzgarlo podemos amarlo, en lugar de condenarlo hay que tratarlo con compasión.

Cuando yerra no sabe lo que hace, tal como lo vio Jesús. Por eso dijo un líder filipino en un encuentro de paz: Hay futuro si no deshumanizas al enemigo y valoras su dignidad, a pesar de sus fallas. Ver al rival con ojos del amor es un gran descubrimiento y abre las puertas para lograr acuerdos de mutua ganancia.

Le preguntaron a una persona a la que le habían asesinado a la esposa y a un hijo:

¿Cómo logró usted apagar el fuego de la ira y cambiar su sed de venganza por un perdón generoso?

Esta fue su respuesta:

En un principio rumiaba ideas locas de retaliación con el odio como permanente compañero. Cierto día un buen amigo se sentó a mi lado y con una paciencia infinita me mostró las ganancias de cicatrizar las heridas. Me regaló un pequeño folleto y un libro sobre el tema y allí encontré testimonios que me sobrecogieron. Entendí que cuando uno sufre agravios y graves ofensas tiene dos opciones: sanar la herida o envenenarse con el odio. Me acerqué de nuevo a Dios, vi a los que odiaba con los ojos del amor y, un día, respiré hondo y sentí una paz infinita. No fue fácil, pero ahora llevo a otros la luz y les ayudo a perdonarse, perdonar y estar en paz. Todo se puede perdonar.