La iluminación espiritual

Sigue las palabras del sabio y no las del necio

POR: RUMI

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LAS PALABRAS DEL SABIO

Fíate de las palabras del sabio, no son meras afirmaciones.

Si eres mi amigo del alma y te llama, durante la noche, y te dice, no temas, soy tu pariente, las palabras no serán meras afirmaciones, sino realidades porque reconoces la voz familiar. La cercanía y el parentesco interior son más que afirmaciones, son realidades para el que entiende.

La proximidad de las voces interiores da testimonio de que las palabras brotan de un amigo próximo. La alegría de oír la voz familiar da fe de lo cercano de tu alma. El que no comprenden o distingue la voz interior amigable, es porque para él las palabras son meras afirmaciones.

La ignorancia es la causa de que no distinga la voz interior de la exterior, y es la fuente de su incredulidad. Para el que tiene luces espirituales, la naturaleza misma de la voz es la prueba de la realidad. El que Es habla desde dentro, como el más cercano y próximo, como el amigo y pariente querido. La proximidad y el sonido mismo de su voz dan testimonio de quién es. Cuando uno habla, el hecho de hablar ya dice que sabe hablar.

Si alguien escribe un texto, su mismo escrito es prueba de que es un instruido. Las palabras del maestro suenan en tu propio interior y son como las mismas palabras de tu voz interior. Aunque sean formulaciones, sabes que son un milagro nuevo que habla de oro viejo, y tu corazón y tu mente dirá: sí.

La sabiduría es como la voz interior perdida; quien la encuentre, no podrá dudar de ella, porque la conocía desde antiguo.

El sabio dice al sediento: hay agua en la copa. El sediento, si no es necio, no lo tomará como una mera afirmación, ni exigirá pruebas de que es agua de la fuente, sino que la beberá y lo comprobará por sí mismo y así saciará su sed.

Cuando en un grupo humano hay capacidad de gustar el sabor de lo sutil, el rostro y la voz del profeta son un milagro evidente. Aunque el profeta clame desde el exterior, el alma de la comunidad le reconocerá, porque jamás habrá oído un grito como ese.

La percepción inmediata de esa nueva y vieja voz, la más cercana de las cercanas, testifica que es la lengua de Dios.

LAS PALABRAS DEL NECIO

No te fíes de las palabras del necio, son meras afirmaciones.

Cuando el sufí y sus compañeros terminaron sus cuestiones espirituales y trajeron la comida, el sufí se acordó de su burro y llamo a su sirviente para darle una serie de encargos: que le preparara la paja y la cebada para el animal; que mojara la cebada para facilitar la masticación al burro ya viejo; que le quitara la montura y le pusiera ungüento en el lomo; que le diera agua tibia; que pusiera poca paja en la cebada; que barriera el suelo de estiércol, apartara las piedras y echara tierra seca; que le peinara el lomo.

A todo, el sirviente contestaba asintiendo y afirmando Que Dios me guarde, sintiéndose casi ofendido por que tuvieran que darle semejantes ordenes. En conclusión, el sirviente no cumplió ninguno de los encargos, si no que se fue con sus amigos a divertirse.

El sufí se durmió por el cansancio, pero tuvo pesadillas con respecto a su burro. Empezó a sospechar del sirviente. Pero se prohibió pensar mal sin tener más datos. El sufí se angustiaba, mientras el asno estaba en un estado miserable: entre tierra y piedras, con la silla torcida y el ronzal roto, agotado del viaje y sin alimento ni bebida. Hasta el amanecer el animal daba vueltas y vueltas tumbado a causa del hambre.

Al día siguiente cuando llegó el sirviente, le puso la silla al asno y, como los tratantes, golpeó con el aguijón al animal, para que se pusiera a saltar y así hacer creer a su amo que el burro estaba listo para otra jornada.

Cuando el sufí lo montó y se puso en camino, el asno se caía constantemente. Creían que estaba enfermo. Le retorcieron la oreja, le miraron la lengua, las patas, por si tenía clavada alguna piedra, le miraron los ojos, para ver si los tenía sucios.

El sufí, que sabía que su asno era fuerte, adoptando una actitud positiva, pensó que quien se alimenta de noche de Dios me guarde, se postra durante el día y que eso explicaba que el asno cayera de bruces tan frecuentemente.

SE CAUTELOSO CON LAS PALABRAS

La mayor parte de la gente es comedora de hombres. Y esa actitud no se debe a una maldad especial, se debe al simple hecho de que los humanos somos depredadores. Es prudente, pues, no fiarse de todos los que dicen La Paz sea contigo. Cuando se actúa como depredador es como si los hombres estuvieran endiablados.

No engullas fácilmente el engaño de quienes ponen cara de amigos, pero lo hacen buscando su interés, buscando devorar de una u otra forma. Si te tragas el engaño, caerás de cabeza en tu camino, como caía el asno. No escuches las lisonjas del mal amigo, advierte la trampa, no te confíes.

No pruebes el opio de los enemigos, porque te despellejarán como carniceros. Esta actitud no es ni pesimismo, ni enjuiciamiento del prójimo, es solo el realismo de saber cuál es nuestra condición para sobrevivir. Solventa tú mismo tus asuntos, valete tú mismo tus asuntos como un verdadero sabio.

Prescinde de halagos. Mira que no te ocurra como al sufí con el sirviente que usó palabras amables e incluso religiosas para engañar y hacer daño. Más vale no tener a nadie, que tener a alguien que se escuda en santidad.

No establezcas tu hogar en tierra de otros. Haz tu trabajo sin fiarte de extraños; y cuenta que tú mismo eres un extraño. Tú mismo eres un depredador, para otros y para ti mismo. Tu mismo eres la causa de tu padecer. Si cuidas y satisfaces al depredador que hay en ti, engordará a costa del espíritu.

No perfumes tu cuerpo, sino tu corazón. Y hazlo con el sagrado nombre de Él. No seas como los hipócritas que perfuman su cuerpo y dejan al espíritu en el estercolero. En su lengua está en nombre de Dios, pero su corazón es una fuente de perversión. No guardes resentimiento, también tú eres un depredador.

El rencor lleva a la malevolencia y ambos son enemigos de tu espíritu. ¡Guárdate! porque ese infierno está en ti. El rencor es hijo del ego y lo promueve. El ego y el rencor son el infierno. El resentido está con los amargados.

REFLEXIONES DE RUMI

Estate alerta porque eres tu pensamiento.

Si tu pensamiento es una rosa, tú eres una rosaleda; si es un cardo, eres un campo de cardos solo apto para el fuego. Si tu pensamiento es como agua de rosas, te rociarán con ella la cabeza y el pecho; si tu pensamiento es como orina, se te expulsará.

No mezcles lo bueno con lo malo en tu mente.

Cuando lo bueno y lo malo se mezcló, Dios envió a los profetas con la revelación, para que podamos separar lo bueno de lo malo. Antes de los profetas éramos una comunidad mezclada, la moneda falsa y la auténtica circulaban juntas. Todo era noche, hasta que se levantó el sol de los profetas. Gracias a ellos el ojo puede distinguir el rubí de la piedra, la joya de la inmundicia.

Los que son inmundicia son enemigos del día.

Los que son oro aman al día. Dios llamó día al día de la resurrección, al día de la discriminación. El día es la conciencia interior de los santos, que luce más que la luna. El día es el relejo de la conciencia iluminada del santo, como la noche es su ocultación. La mañana es la luz de la mente del Profeta.

La mañana, el amanecer, es también signo, es relejo del que Es. No juraría por la mañana si la mañana fuera algo perecedero. La mañana es su signo, es Él. Cuando el sol se levantó en el cielo, le dijo a la noche del cuerpo: no te he abandonado.

Cada expresión es el símbolo de un estado, y el estado de conciencia es como una mano, y la expresión es su instrumento. Cada estado de conciencia tiene un instrumento de expresión. La herramienta del orfebre no puede estar en manos de un zapatero, ni la del zapatero en manos del labrador.

Yo soy Dios, en boca de un sabio es luz; en boca de un faraón es pura mentira. Por eso Jesús no enseñó a su compañero de viaje necio, el nombre del Señor, no sabría cómo utilizarlo. Se podría atribuir el mal uso al nombre. La expresión del que Es en boca del sabio es luz y vida; en boca del necio es descarrío. El necio hace al que Es una entidad entre las entidades.

Si golpeas una piedra con arcilla, se quebrará la arcilla y no surgirá la luz. Si golpeas una piedra con hierro, saldrá la luz. Somos piedra y el necio arcilla. No habrá luz. Si el sabio golpea nuestra piedra con su hierro, habrá luz.

Pero el sabio no es otro de Él, porque el Uno no tiene a nadie junto a sí, ni herramienta alguna. Solo el necio se cree alguien junto a Él. Donde hay pluralidad surge esta duda: de todo esto, ¿qué es lo real? El Uno está más allá de toda duda. No temas a la duda, porque te llevará a Lo Real, al Uno.

Cuando dejes de bizquear, afirmaras la Unidad.

Presta atención a estas palabras, porque el bizco se aplica el colirio por la oreja. La palabra del sabio limpia los ojos. La palabra sagrada, que eliminar la visión doble, no entra en los corazones ciegos, sino que vuelve a la Luz de la que salió.

Por el contrario, el hechizo del padre de la mentira entra en los corazones torcidos. ¿Por qué las palabras sabias, que eliminan la visión doble, no entran en el corazón de los ciegos? Porque los necios dan por real lo que sus ojos y su sentir ven.

No discutas al sabio, medita, si no comprendes, pregunta.

De nada te servirá aprender la sabiduría de memoria, ni escribirla, ni jactarte de ella, ni explicarla. Si eres un discutidor es que no la comprendiste, la sabiduría se alejará de ti. No discutas, sino intenta comprender la sutilidad. La sutilidad no se puede discutir. Si discutes te afirmas en tu supuesta realidad. No te pido que creas, sino que intentes comprender y que solo después preguntes.

Aunque no la leas, si la sabiduría ve el amor de tu corazón, será como un dócil pájaro en tu mano. La sabiduría no habita en cualquier principiante inexperto, como el pavo real no habita en casa del campesino.


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