La iluminación espiritual

Perdonar es amar en libertad

LEY DEL PERDÓN

Perdonar es un acto liberador, exclusivo de los seres espiritualmente superiores.

Tú y yo nos hemos encontrado muchas veces en situaciones difíciles con personas cercanas. En varias ocasiones hemos sido lastimados o defraudados. Y al igual que en la vida tenemos la posibilidad de ahogar ese resentimiento en nuestro interior, o perdonar. Si optamos por la primera opción, tal como sucede con una herida en la piel que cubrimos impidiéndole el contacto con el aire, reprimimos que la lesión cicatrice y tal vez ocasionemos que se infecte. En cambio, si elegimos perdonar, despojamos nuestra historia de esas capas invisibles que no nos permiten amar en libertad. Siempre tenemos la posibilidad de elegir. Pero si decidimos perdonar debemos dar el primer paso. Y no siempre encontraremos del otro lado la respuesta que deseamos. O tal vez sí.

Solo alcanzan la plenitud de la vida quienes asimilan y practican el perdón. Al perdonar a la persona que se dañó, no le estoy haciendo un favor a ella, sino que me lo estoy haciendo a mí mismo, porque la paz me inunda.

IRA, RENCOR O PERDÓN

La ira es un fuego que quema repentinamente como reflejo sano de todo ser humano que ha sido afectado por otro. Es normal enfadarse con los demás, con uno mismo y hasta con Dios; sin embargo, el fuego de la ira debe consumirse hasta las cenizas del perdón. Si la ira no culmina en perdón, desemboca en rencor. El rencor es la ira crónica. Las personas llenas de rencor llegan a calumniar, a golpear e incluso a asesinar.

El perdón verdadero son las cenizas de la ira extinta. Se ha perdonado cuando ya no se sienten deseos de venganza, cuando se recuerda el ayer con nostalgia pero sin tratar de encontrar culpables. El perdón es la aceptación pacífica de los hechos, la conciencia de que todo lo ocurrido nos ha dado mayor madurez, la renovación del amor propio y del amor a Dios.

TERAPIA LIBERADORA

La mejor manera de extraer de nuestra alma el veneno que nos inyecta otras personas es perdonado. Quien perdona no le hace ningún favor a su agresor, se lo hace a sí mismo.

PROCESO DEL PERDÓN

Para perdonar se requiere:

  1. Enfrentar abiertamente el dolor. Reconocer con humildad que estamos heridos, pues alguien nos afectó injustamente y ese daño nos causa enorme sufrimiento.
  2. Evaluar el costo de aquello que perdimos. Hacer un recuento real y reconocer el valor de cuanto nos quitaron.
  3. Regalar lo que perdimos. Volvernos mentalmente amigos del agresor, tratar de comprender sus razones y decirle con nuestro pensamiento: Lo que me quitaste, te lo regalo; no lo mereces, pero te lo doy; es tuyo, no me debes nada. Esto nos conduce al verdadero perdón, es el último dígito de la combinación, sin él no hay nada; con él todo.

EL REGALO DEL PERDÓN

El amor real no es un premio. El amor es un regalo. Perdonar es un acto de amor, por lo tanto, el perdón es, también, un obsequio. Resulta imposible perdonar al ofensor después de hacerle pagar su error. Se perdona antes de cobrarle o no hay perdón. A un hombre que cumplió su condena, después de diez años en la cárcel, nadie puede decirle: estás perdonado, simplemente porque aquel hombre ya pagó su deuda.

Perdonar es declararle NO a la venganza, NO a ser verdugo del que ha fallado.

PERDONAR

He aquí una historia muy interesante del autor Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

Había un hombre cuyo matrimonio se deshizo porque él le fue infiel a su mujer. El hombre pasó por toda una crisis de emociones, pero finalmente se dio cuenta de su gran error y acudió a su esposa herida. Ella se había enterado del adulterio unas semanas antes y cuando el llegó arrepentido a solicitarle su perdón, ella ya había tomado una decisión. Le dijo a su marido que una infidelidad era algo que simplemente no se podía perdonar. Le indicó que por el bien de los tres hijos que tenían, iban a seguir viviendo juntos, pero que definitivamente las cosas ya no iban a poder volver a ser iguales.

A partir de entonces ella le negó todo contacto íntimo y le hizo la vida imposible. En las reuniones familiares o de amigos, ella se burlaba de él y lo humillaba ante los demás. Así fueron transcurriendo los años en ese infierno, hasta que por fin los tres hijos se casaron y ellos se quedaron solos. La mujer se sintió sola y llena de nostalgia y le dijo a su marido: ¿Te acuerdas de aquella infidelidad? ¡He decido perdonarte! El hombre soltó una carcajada y le contestó: No gracias, ya no puedes perdonarme; he sufrido humillaciones, malos tratos, burlas y desprecio por el error que cometí; yo lo acepté porque sabía que era mi merecido, pero ahora no puedes perdonarme ¡simplemente porque ya pagué mi culpa!

El perdón es una cicatriz que embellece; es un regalo inmerecido que al igual que el amor nunca puede ser un premio. Perdonar es la única manera de extraer de nuestro cuerpo el veneno que quizás alguien nos ha inyectado pero es a nosotros mismos a quien nos daña. No le estás haciendo un favor al otro al perdonarlo, te lo estás haciendo a ti mismo. Cuando el odio hecha raíces en tu alma, aunque no lo quieras te invade la pesadumbre, pero cuando perdonas sinceramente, te inunda una paz inmensa. No estás castigando ni beneficiando con el odio o con el perdón, al agresor, el castigo o el premio te lo das a ti mismo.

La sanación interior total solo puede ocurrir, cuando perdonamos a aquellos que nos han herido, cuando le entregamos por completo al Señor nuestras heridas del pasado. Sea cual sea la experiencia que has tenido, las heridas que hayas sufrido, Jesús quiere curarlas y sanar tu corazón roto. Quiere llenar el vacío que hay en tu vida con Su amor. Quiere liberarte de todo cautiverio para que puedas sentirte realizado (a). Después que le hayas pedido a Dios que te libere, después que le hayas orado para que rompa todas las cadenas que te han atado, después que Él haya limpiado todas tus heridas de las cosas que las infectaban, después que hayas perdonado a todos los que te hirieron; estarás listo (a) para pedirle a Jesús que sane tus recuerdos dolorosos. ¡Y la noticia maravillosa, gloriosa, es que Él sanará todas tus heridas!

PERDONAR

¿Qué significa perdonar?

Perdonar no es lo mismo que justificar, excusar u olvidar. Perdonar no es lo mismo que reconciliarse. La reconciliación exige que dos personas que se respetan mutuamente, se reúnan de nuevo. El perdón es la respuesta moral de una persona a la injusticia que otra ha cometido contra ella. Uno puede perdonar y sin embargo no reconciliarse, como en el caso de una esposa continuamente maltratada por su compañero.

El perdón permite liberarse de todo lo soportado para seguir adelante. Usted se acuerda del frío del invierno, pero ya no tiembla porque ha llegado la primavera.

El perdón opera un cambio de corazón. Debemos ponerle fin al ciclo del dolor por nuestro propio bien y por el bien de futuras generaciones. Es un regalo que debemos proporcionarles a nuestros hijos. Podemos pasar del dolor a la compasión. Cuando perdonamos, reconocemos el valor intrínseco de la otra persona.

El perdonar no borra el mal hecho, no quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Tampoco le quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho... Perdonar es un proceso complejo. Es algo que solo nosotros mismos podemos hacer... Paradójicamente, al ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el poder para sanarnos... Al ofrecer este regalo a la otra persona, nosotros también lo recibimos.

EL DEBER DE PERDONAR

¿Por qué debemos perdonar?

Un psicólogo norteamericano, Robert Enright, afirmó que las personas que han sido profunda e injustamente heridas pueden sanar emocionalmente perdonando a su ofensor. El insigne fraile dominico Henri Lacordaire dijo: ¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona.

Un discípulo de Jesús le preguntó: ¿Maestro, cuántas veces he de perdonar a mi hermano? ¿Siete veces? Siete veces no, setenta veces siete, le contestó Jesús. Perdonar es un don de Dios. La oración sincera, procedente de un corazón limpio de pecado, ayuda a desmantelar la ofensa, a perdonar al que nos hirió.

A la pregunta sobre por qué perdonar, los creyentes respondemos que la experiencia de haber sido perdonados muchas veces por Dios nos compromete a perdonar a nuestros semejantes. Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado.

En una parte del Padre Nuestro Dios nos dice: ...perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Perdonar, es una decisión que deja en libertad tu corazón, y deja limpia toda herida, la amargura en ti ya no reinará. Si tú quieres experimentar el perdón del Señor, debes primero perdonar.

Jesús dijo: Yo soy la vid y ustedes la rama, ustedes lejos de mí no pueden hacer nada y nada incluye todo, incluye perdonar. Dejemos que Dios nos ayude con nuestra decisión de perdonar. No fuimos hechos para odiar, sino para amar...

REFLEXIONES

  • Se perdona mientras se ama.
  • Vencer y perdonar, es vencer dos veces.
  • Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.
  • Perdonar y pedir perdón, es dejar que actúe el Espíritu en el lugar donde existe nuestro orgullo y nuestro resentimiento.
  • Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.
  • Y cuando estén orando, perdonen lo que tengan contra otro, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.
  • Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados.
  • Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal.