La iluminación espiritual

Jesucristo el divino Maestro

POR: CRISTIANOS ORIGINARIOS

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TU AMOR ES PRODIGIOSO

El Reino de los cielos está dentro de ti.

Tu belleza, Señor ha iluminado a la humanidad a través de los siglos. Tu enseñanza no pierde vigencia. Amigo de todos, sabio Maestro, brillaste y despertaste el amor en millones de seres humanos. Un reconocimiento a tus inmortales lecciones de vida. Las palabras de estas páginas las ofrezco con toda humildad a los lectores, como una expresión personal de lo que Él ha significado en mi vida. Las comparto con el mejor ánimo de que sean de inspiración.

Tratar de un tema tan elevado como son las enseñanzas del Señor Jesucristo siempre será un reto debido a la magnitud de Su mensaje y de su Divinidad, siempre inabarcable. Pero lo hago con todo el amor, gratitud y entusiasmo.

Hablar de iluminación es hablar del hermoso Jesús, faro inextinguible de luz para la humanidad.

Frases como:El Reino de los cielos está dentro de ti y Busca y encontrarás, toca y se te abrirá, pide y se te dará se han constituido en fuente de claridad en mi vida. Son una referencia para mi corazón.

Un sentimiento profundamente dulce, una dicha inmensa, me acompañan al evocar a este Maestro maravilloso que trajo enseñanzas de amor en un entorno de odio, y que mostró un cielo interior cuando imperaba tanta desdicha.

Es tanto lo que Él ha aportado a mi vida que las palabras siempre serán cortas. Mi fe en Dios se ha visto enriquecida con la belleza de su mensaje. Al final de mi adolescencia leí con interés y cuidado todo el evangelio, y la figura del Maestro me impactó por su grandísima bondad.

Más adelante en mi vida pude leer Jesús el Hijo del Hombre, de Jalil Gibrán, el cual me mostró facetas nuevas y profundas en el mensaje del Maestro.

El hecho de que Él curó leprosos, ciegos, y otras clases de enfermos, me ha producido verdadera admiración. Igualmente el hecho de reviviera a Lázaro habla de una bondad indescriptible.

No juzguen y no serán juzgados

Fue otra de sus bellas máximas.

¡Cuánta vigencia tiene esa frase en nuestras vidas!

Desde joven también encontré preciosa la enseñanza de que el cielo esta dentro de ti. Esto me desconcertó bastante porque sentía que podía ser verdad, pero yo comprendía que con los elementos que tenía en aquel entonces no me era posible alcanzar tal sentimiento de dicha superior. Con el paso de los años, con mucho amor de la vida, he entendido que la paz real, la satisfacción, sí provienen del corazón, no de las cosas materiales ni de las circunstancias.

Muchas veces escuché en mi infancia este verso que me gusta mucho:

Dulce Jesús mío
Mi niño adorado
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

Y me enseñaron muchos otros estribillos como el anterior. Y en los comienzos de mi adolescencia Cristo me parecía un ser hermoso, pero un tanto inalcanzable para mí.

Cuando adulto leí muchos pensamientos preciosos, como este de San Juan de la Cruz:

SUMA DE PERFECCIÓN

Olvido de lo creado
memoria del Creador
atención a lo interior
y estarse amando al Amado.

Con el paso de los años conocí más de las obras de San Juan de la Cruz y también de Santa Teresa de Ávila, y mi amor hacia Jesús aumentó.

Las facetas de su enseñanza en mi vida han sido múltiples. Otra de ellas está condensada en el pasaje:

Mirad las aves del cielo: no siembran ni cose­chan, ni almacenan en graneros y, sin embargo, vues­tro Padre celestial las alimenta. ¿No estáis vosotros mucho más cobijados que ellas?

¿Y por qué os preocupáis tanto por vuestras vesti­duras? Mirad los lirios en el campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan. Y en cambio os digo que Salomón, en todo su esplendor y gloria, no estaba tan bien ataviado como ellos.

No os preocupéis pues, preguntándoos: ¿qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? pues vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todo eso. Aspirad primero al Reino de Dios y a Su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura.

¡Tanta profundidad en esas palabras! Inmejorable mensaje sobre la confianza. Saber que estamos en las manos de tan grandioso amor que nos cuida es siempre un alivio y un motivo de gran alegría.

Otra fuente de grandes y dulces enseñanzas en mi vida está en el sermón de la montaña. El autor ya fallecido, Jalil Gibrán, es mi autor predilecto y EL PROFETA es uno de sus libros que más aprecio. Para terminar estas páginas me permito ofrecer la traducción que hice de apartes del capítulo 14 del libro JESÚS EL HIJO DEL HOMBRE de GIBRÁN, tomada de la versión directa del inglés. Aclaro que Gibrán no presenta su libro como un estudio histórico del mensaje de Jesús, sino que lo presenta desde un ángulo especialmente poético y artístico, pero conservando todo el respeto hacia la figura del Señor.

MATEO: El Sermón de la Montaña

En un día de cosecha Jesús nos llamó junto con otros amigos a las colinas. La tierra estaba fragante, y como la hija de un rey en su fiesta de bodas, lucía todas sus joyas. Y el firmamento era su novio.

Cuando alcanzamos las alturas, Jesús se detuvo en un bosquecillo de laureles, y dijo, Descansen aquí, serenen sus mentes y afinen sus corazones, porque tengo mucho que compartirles.

Entonces descansamos en la hierba, y nos rodeaban las flores de verano, y Jesús se sentó en medio de nosotros.

Y dijo:

Así habló Jesús, y fue mi deseo postrarme y adorarlo a Él, pero en mi timidez no me moví ni articulé una palabra.

Sin embargo al final hablé, y dije:

Me gustaría orar en este momento, pero mi lengua es pesada. Enséñame a orar.

Y Jesús dijo, Cuando vayas a orar, deja que tu anhelo pronuncie las palabras.
Es mi anhelo ahora rezar así:

Padre nuestro en la tierra y en el cielo, sagrado es Tu nombre.
Tu voluntad se cumpla en nosotros, como lo es en la inmensidad.
Danos de Tu pan lo suficiente para el día.
En Tu compasión perdónanos y engrandécenos para perdonarnos unos a otros.
Guíanos hacia Ti y danos Tu mano en la oscuridad.
Porque Tuyo es el reino, y en Ti está nuestra fuerza y plenitud.

Y caía la tarde y Jesús bajó por las colinas y todos Lo seguimos. Y al seguirlo yo iba repitiendo Su oración, y recordando todo lo que El había dicho; porque yo sabía que las palabras que habían descendido como copos de nieve aquel día, irían a permanecer y a difundirse como cristales, y que las alas que se habían batido por encima de nosotros estaban destinadas a recorrer la tierra con la solidez de cascos de hierro.


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