Rey triste y pastor feliz - Felicidad
Cada uno tendrá que juzgar según lo que entiende por pobreza y por riqueza y a qué aspira en está vida. Habrá quien teniendo mucho no lo tiene todo.
MONICA ALVAREZ
ESTADOS INTERNOS
Cuento sobre espiritualidad y finanzas.
Cada uno tendrá que juzgar según lo que entiende por pobreza y por riqueza y a qué aspira en esta vida. Habrá quien teniendo mucho no se sienta nunca a gusto y busque por encima de todo tener más y más. Yo creo que la crisis mundial que estamos presenciando no es más que la manifestación externa de cómo estamos interiormente. SANA TU INTERIOR y lo exterior será sanado automáticamente
Todos llevamos dentro al viejo rey triste aunque rodeado de riquezas; llevamos dentro también al joven feliz aunque pobre como las ratas. Una dicotomía que impera en nuestra vida como si no pudiéramos más que lograr o lo uno o lo otro. Llegó el tiempo en el que vamos a poder INTEGRAR AMBOS ARQUETIPOS y vivir una existencia plena de felicidad y prosperidad
Mónica Álvarez
Un breve cuento sobre un rey deprimido y un humilde joven encierra
enseñanzas sobre nuestro concepto del dinero.
Mónica Álvarez, coach, terapeuta y escritora, reflexiona sobre espiritualidad y finanzas a través de él.
¿Quién dijo que la espiritualidad está reñida con las finanzas?
Sí, ya sé que eso es lo que aprendimos en la escuela, en casa, en el barrio… Nos lo dijeron nuestros padres, nuestros maestros, el cura de la catequesis… ¿Puede ser que todas esas personas estuvieran equivocadas? Pues sí, puede ser.
Tal vez esa manera de enfocar el dinero y la economía fuera propia de una época de postguerra, de escasez, de dura lucha por la supervivencia diaria. Pero los tiempos han cambiado. En nuestro llamado primer mundo, cualquier pobre vive mucho, pero muchísimo mejor que cualquier pobre de otras zonas de la tierra. Vivimos en la abundancia de tener un montón de pequeñas cosas que nos hacen ricos a ojos de quien no puede ni soñar de lejos con algo así…
Y sin embargo, nuestras mentes siguen programadas mediante patrones de pobreza más propios de la época de nuestros padres y de nuestros abuelos que de la nuestra propia.
Estamos asistiendo a un cambio de paradigma, una crisis mundial que está sacudiendo todo el planeta a muchos niveles. ¿Es que somos hoy más pobres que ayer cuando no había crisis?
Bueno, cada uno tendrá que juzgar según lo que entiende por pobreza y por riqueza y a qué aspira en esta vida. Habrá quien teniendo mucho no se sienta nunca a gusto y busque por encima de todo tener más y más. Yo creo que la crisis mundial que estamos presenciando no es más que la manifestación externa de cómo estamos interiormente. Sana tu interior y lo exterior será sanado automáticamente.
Habrá quien no teniendo nada, sea la persona más feliz de la tierra.
Había una vez un rey en un país muy lejano, hace muchos, muchos años que contrajo una rara enfermedad para la que no encontraban cura. No tenía ningún mal físico que le causara gran dolor, era más bien una enfermedad del alma que lo recluía en un estado perpetuo de melancolía. Muchos sabios pasaron por su palacio, atraídos por la recompensa ofrecida a quien pudiera sanar al rey, pero nadie consiguió hacer nada por él.
Un día llegó un anciano, casi un pordiosero, que tras ser alimentado y debidamente bañado pudo por fin lograr su audiencia con el monarca. El viejo curandero le recetó un curioso remedio: Debes emprender un viaje por todo el mundo y buscar a una persona que sea feliz; cuando la encuentres, debes pedirle su camisa y ponértela.
El monarca ilusionado por poder encontrar un resquicio de esperanza y por tener por fin una razón por la que luchar en la vida se preparó para realizar su viaje del alma. Como le recomendó el anciano, viajó corto de equipaje y con una sola persona de su séquito como acompañante. Recorrió ciudades y países y fue preguntando a todo el mundo que encontraba si era feliz, pero nadie le dio la respuesta deseada. Por fin una tarde, en un collado se encontró a un pastorcillo que regresaba a su casa con las ovejas después de una jornada en los prados. –Joven, ¿eres feliz? –le preguntó el monarca. Él no se lo pensó dos veces y con una amplia sonrisa en su cara y desde la profundidad de sus ojos negros le respondió que sí.
El rey no cabía en sí de gozo, pero cuál sería su sorpresa al pedirle por favor que le vendiera su camisa (por la que pensaba darle varios saquitos de oro que llevaba bien guardados a prueba de ladrones) el joven, le contestó que era tan pobre, que no tenía camisa…
Sí, así es la vida, el joven más feliz de la tierra no sabía lo que era llevar una camisa…
Pero ya estamos otra vez alabando a quien es pobre, y dejando como un viejo caprichoso capaz de comprar hasta la felicidad con su dinero al pobre rey que solo buscaba recuperar su amor por la vida.
La historia no cuenta qué pasó después. Pero si yo hubiera sido ese rey, habría contratado a ese joven para trabajar en un buen puesto en mi palacio. Le habría pagado un buen sueldo, le habría llevado a los mejores costureros del reino para que le hicieran los mejores trajes. Habría puesto profesores que lo instruyesen en los entresijos de los negocios.
No sé cómo continuó la historia, pero desde luego el rey, si se volvió a casa con sus saquitos de oro intactos solo porque el joven no tenía camisa, diría que más que un rey era un solemne majadero y que se merecía todo el mal del alma que llevaba encima.
Porque lo más importante de aquel joven no era su camisa, sino su corazón. Si siendo pastor era capaz de ser feliz y cumplir con su trabajo con toda la responsabilidad que conlleva, yo querría a alguien así si fuera rey incluso para que me sucediera en el trono y fuera el monarca de mis súbditos cuando yo muriese. Porque una persona así, con la formación debida, es un tesoro en potencia.
Allí donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
Mt. 6, 19-23
Este joven, con su corazón bondadoso y su espiritualidad desarrollada (por eso era capaz de ser feliz) es como tú que llevas años depurando tu espíritu, asistiendo a cursos, estudiando todo aquello que cae en tus manos que te acerca al nuevo paradigma y hace que crezcas como persona y como ser de luz. Has conquistado la felicidad, tras mucho trabajo personal, de aprendizaje y desprendimiento de todo aquello que te sobraba, ya no tienes ni camisa, y eres feliz volviendo a casa con tu rebaño con el sol calentándote la espalda. Pero aún te queda un último paso antes de conquistar la felicidad plena y es reconciliarte con esa energía de vida que es el dinero.
Te falta lo más importante, que el rey que hay en tu interior sepa qué hacer con el tesoro intacto que hay en tu corazón. Saber invertir ese oro en el aprendizaje adecuado, en el cambio de mentalidad correspondiente para abandonar los viejos patrones hacia el dinero que te mantienen anclado en un patrón de escasez absurdo y obsoleto para el mundo de abundancia que vives en otros planos diferentes al económico.
Y no es muy complicado ni te va a llevar mucho tiempo. Se trata de aprovechar los recursos existentes para aprender a reconocer los patrones obsoletos que quieres apartar de tu vida, substituirlos por otros que te resulten adecuados y acordes a tus deseos y necesidades e ir disfrutando por el camino de las sincronías y casualidades que irán poblando tu vida llevándote a una situación financiera de abundancia.
Todos llevamos dentro al viejo rey triste aunque rodeado de riquezas; llevamos dentro también al joven feliz aunque pobre como las ratas. Una dicotomía que impera en nuestra vida como si no pudiéramos más que lograr o lo uno o lo otro. Llegó el tiempo en el que vamos a poder integrar ambos arquetipos y vivir una existencia plena de felicidad y bonanza económica.