La mente es el cristal que distorsiona la realidad
Alonso del Río, estudioso de la Ayahuasca explica porque la mente es el cristal que distorsiona la realidad e impide el desarrollo total de nuestro ser.
ALONSO DEL RIO
MENTES Y CRISTALES DE LA REALIDAD
La mente es el cristal que distorsiona la realidad e impide el desarrollo del ser.
La mente no es un demonio que exorcizar, un monstruo que domar, algo que someter. Si se utiliza bien y se le comprende, también puede ser vista como algo hermoso, como una fuente inagotable de creatividad, imaginación y poesía. Lo que nos esclaviza se convierte en aquello que nos libera y lo que nos libera se vuelve aquello que nos esclaviza, incluidos la mente, las religiones y los caminos espirituales.
La mente también es un mecanismo, un sistema de percepción. No podemos echarle la culpa al fabricante si usamos mal la máquina porque no la comprendemos.
Ahora que la mayoría conoce el funcionamiento básico de una computadora, es más fácil entender la mente humana. El cerebro es el hardware – incluidas las redes neuronales- y el software es la manera de pensar. Cada ser humano tiene un software único y personalizado, en algunos casos con versiones muy antiguas, en otros con las actualizadas; y mejor ni hablar de los que tienen virus y no se dan cuenta.
La mente es un instrumento muy fino y maravilloso, pero necesita siempre algunos ajustes. También hay que considerar –y esto es parte de su mágica naturaleza- que cuenta con su propio sistema de perfeccionamiento. Lo que hay que saber es que este es opcional, se activa mediante la conciencia y la voluntad y no es ni puede ser mecánico ni automático. Por eso, no puede haber formula mágica, rito ni mantra mecánico para la evolución o el autoconocimiento. Cada uno debe adaptar las enseñanzas a su propia realidad.
La mente no solamente es un monstruo que muchas religiones enseñan, también es un niño tierno, desprotegido y casi abandonado por la vida, que solo aprendió a ganarse el pan en las calles y que no pudo desarrollar plenamente todo su potencial como ser humano. La ayahuasca me mostró ese niño y decidí criarlo, protegerlo, alimentarlo, enseñarle, comprenderlo y amarlo. Entender mi mente como si fuera realmente la mente de un niño me ayudó mucho a comprenderme y, sobre todo, a comprender a los demás. Cada día me volvía un poco más tolerante en mis apreciaciones, pues veía a todos los seres humanos en las diferentes etapas de evolución de este niño-mente.
Me parece ridículo juzgar el comportamiento de alguien que cumple perfectamente su rol dentro de su etapa evolutiva; tanto como juzgar el comportamiento de mi hija de dos años cuando contesta el teléfono –lo hace lo mejor que puede- En todo caso, sería un problema si, al llegar a los 30 años, ella continuara comportándose de la misma manera. Y eso es lo que mayormente nos pasa.
En este momento, recuerdo las palabras el hijo del hombre. ¿Qué nos habrá querido decir?, ¿será tal vez el hijo de la mente?., ¿aquel que reeduca su propia mente? La palabra Cristo viene del griego y comparte la misma raíz que la palabra cristal.
Según la tradición, Cristo no era un hombre sino un título, un nivel al cual se llegaba. Esto puede significar que se otorgaba el título de Cristo a aquel que lograba la cristalinidad, la transparencia de la mente. Percibimos parte de la realidad a través de la mente.
Si vemos la mente como un cristal a través del cual miramos la realidad, cada ser humano posee un cristal personalmente teñido y con un diferente grado de distorsión respecto a la realidad. Por eso, es inútil tratar de convencer a alguien de que vea las cosas como nosotros. Cada ser ve su teñida y distorsionada realidad así como nosotros vemos la nuestra. Hasta quienes se creen maestros iluminados ven su relativamente teñida y distorsionada realidad. Todo es cuestión de grados y niveles. Lo que ves, ves. Lo que no ves, no ves. Y lo que tú n ves, ¿acaso no existe?.
Pero esto no significa resignarnos y dejar las cosas como están. Sería bueno que cada uno se ponga a limpiar la ventana a través de la cual mira la vida y no se esté fijando en cuán sucias están las del vecino. Tal vez, algún día veamos más o menos lo mismo. Sería divertido saber si realmente estamos viendo la misma película. Que cada uno limpie su cristal.
LA MENTE TRABAJA COMO LOS CRISTALES
De manera curiosa, la mente trabaja en muchos sentidos como los cristales.
Un a de las propiedades de nuestra mente es la capacidad de separar o descomponer la realidad única en sus diferentes elementos. Como el prisma descompone la luz en sus siete colores, nuestra mente tiene esa capacidad llamada analítica, que nos permite descomponerlo todo, analizarlo en sus partes y seguir así hasta donde pueda. Estos tiempos son el perfecto ejemplo del análisis y la especialización. Hemos logrado tal nivel de especialización en las profesiones, que a veces resulta difícil la comunicación entre dos personas de diferente especialidad. No estoy en contra de la especialización ni del análisis, siempre y cuando seamos conscientes del proceso opuesto y complementario, que es la síntesis.
Necesitamos dar el gran salto en nuestra mente como humanidad y ya no solo en forma individual, como ha venido ocurriendo desde los inicios del tiempo. Dar el salto a la simultaneidad en forma colectiva. Debemos desarrollar el pensamiento analítico pero también el sintético, tener la capacidad de observar la realidad de afuera pero también la de adentro, desarrollar el pensamiento pero también el amor. El ser humano es razón y sentimiento.
Creo sinceramente que la imagen de la mente como un cristal es una de las mejores analogías para describirla. Imagínate que vuelves a ser niño y te acercas a estas grandes citrinas que tienen las tiendas delante de sus lindos objetos. Te acercas tanto al cristal con el propósito de ver mejor o de estar más cerca de las cosas que tanto deseas, que terminas aplastando tu nariz, como suelen hacer los niños. La realidad es muy parecida. Tú eres el niño y el gran cristal es tu mente. Cuando estás totalmente pegado al cristal – a la mente- ves muy bien los objetos y, por un momento, te olvidas de que el cristal está delante. Si estás totalmente identificado con la mente, no reconoces su existencia ni sus límites. Pero si tomas un poco de distancia, no solo sigues viendo los objetos detrás del cristal, sino que ves el cristal y también los objetos; Y si te retiras un paso más atrás, ya no solo ves el cristal y los objetos, sino que empiezan aparecer tu reflejo – tu verdadero ser- y todo lo que está detrás. El momento en que puedes ver, los objetos, el cristal, tu reflejo y lo que pasa detrás es lo que algunos denominan iluminación. Prefiero usar las palabras estar despierto o consciente.
Todo el trabajo apunta a que resuene en ti el deseo de ser consciente, lo que muchos llamamos despertar al testigo. El primer paso es reconocer que la mente es parte de mí, pero que yo no soy solo la mente.
Una mente que ha madurado y evolucionado se ha sutilizado, se ha vuelto fina, ágil, flexible, finalmente sensible. Ha perdido el miedo a experimentar lo desconocido, ya no necesita recurrir a la violencia, a la fuerza o al engaño para hacer prevalecer su criterio. Por el contrario, esa mente aprendió a escuchar atentamente hasta las posiciones totalmente contrarias –especialmente estas- pues sabe que puede quedar presa en su totalitarismo y dejar de ver lo verdadero y lo esencial en cada situación. Pero este tipo de mente no siempre existió y, en los comienzos de la humanidad, de hecho, fue más escasa. Solo la lograron unos cuantos y muy esporádicamente. Con el tiempo esto fue cambiando, los intervalos fueron cada vez menores y ahora estamos ante la puerta del gran fenómeno de este siglo: la mente sensible.
PERSPECTIVA FINAL
En los tiempos de nuestros antepasado cromañones, el jefe no era necesariamente el más sabio o el de mejores ideas. Mayormente, era un tipo alto, con un poderoso brazo capaz de levantar un pesado garrote que pudiera aplastar de un solo golpe las ideas y el cráneo de su opositor. Así pudo haberse establecido el primer patrón de liderazgo. No solo había que tener una buena idea, sino los medios para hacerla prevalecer. Por cuestiones totalmente inherentes a nuestra especie, el macho del género humano es –por lo general- ligeramente más grande y más fuerte que la hembra. Por ello, se reprodujo ese mismo patrón cavernario desde las cuevas hasta nuestros hogares y, en el camino, se forjaron muchas culturas y sociedades, evidentemente incluidas las religiones.
Al callar ese absurdo monólogo mental creas el vacío necesario para que la mente se inunde de la verdadera sabiduría de la existencia.
Alonso del Río