La iluminación espiritual

La sabiduría de Alberto Cortez

POR: ALBERTO CORTEZ

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SABIDURÍA DE ALBERTO CORTEZ

Murió Alberto Cortez el gran cantautor de las cosas simples. Comparto parte de su sabiduría con un famoso escrito y dos canciones que llegan al alma.

En su balance dejas millones de almas tristes y un gran legado musical y como persona nos enseñó como debería ser el mundo, la vida y la amistad. Como el Callejero te bebiste de un sorbo las estrellas, te quedaste dormido para ya no despertar. Nos dejas el espacio como testamento, lleno de nostalgia, lleno de emoción... Dejas un espacio vacío que no se puede llenar ni con las aguas de un río. Buen viaje Maestro.

FANÁTICOS

Desde siempre he sentido un inmenso rechazo a cualquier tipo de fanatismo que pueda existir. Me repele el anglicismo fan tanto como el castellanismo fanático, es algo superior a las coordenadas de mi entendimiento. La Real Academia dice del fanatismo: tenaz preocupación, apasionamiento del fanático, del cual dice el diccionario que un fanático es quien defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sean políticas, deportivas, religiosas o de cualquier otra índole social.

Hace unos días nos tocó vivir un episodio de fanatismo deportivo que intentaré narrar sin pisar el palito de la exageración; fue en Barcelona. Mis compañeros y yo recalamos en una casa de comidas de Barcelona atraídos por un televisor que al pasar vimos encendido desde la acera en donde se emitía un encuentro de fútbol entre el Real Madrid y el Olympique de Lyon. Debajo del aparato ondeaba una gran bandera del Fútbol Club Barcelona, de todos conocido como el eterno rival del equipo madrileño. Un grupo de personas de distinto sexo ocupaban una mesa de aquel comedor. Al entrar todos se volvieron y yo fui reconocido por las féminas que compartían la mesa, ese tipo de féminas habituadas a reconocer por mínima que sea cualquier atisbo de fama que decore la figura de alguien.

Al parecer aquel reconocimiento no gustó demasiado a los hombres que las acompañaban; sabidas son en España mis simpatías por el Real Madrid, simpatías que nunca pasaron de ser solamente eso, inapasionadas simpatías. Al entrar vimos que el equipo madrileño ganaba al francés por un gol a cero, aquellas personas y muy especialmente un camarero comenzaron a insultar con todo tipo de improperios a los jugadores madridistas con epítetos irrepetibles por recato en estos escritos. La cosa iba dirigida a nosotros según pudimos entender. A gritos desaforados manifestaban un rencor irrefrenable a todo lo que tuviera que ver con Madrid, cualquier jugada del equipo blanco era rubricada con expresiones tales como chulos asquerosos y otras lindezas. Aquí en Cataluña todos somos del equipo francés y ojalá que a estos energúmenos blancos los revienten a patadas etcétera, etcétera. Pedimos algo de comer y seguimos viendo entre el griterío aquel encuentro deportivo (?).

Cuando aquel camarero nos sirvió lo pedido, aquello era incomible y justo entonces los franceses marcaron un gol con el que eliminaban al equipo español de la competición europea que estaba en juego. El griterío llegó al paroxismo y los insultos llegaron a la máxima expresión de lo tolerable. Pedimos la cuenta y nos dispusimos a salir cuanto antes de allí. Todos se volvieron hacia nosotros con una agresividad inusitada tildándonos de cobardes, madrileños de m... y que se yo cuantas cosas más. Repetían insistentemente que ellos eran catalanes y culés de pro y que nosotros, sucios merengues derrotados debíamos volver a esa maldita ciudad de Madrid.

Salimos cabizbajos y por supuesto un tanto asustados temiendo una agresión más allá de las palabras insultantes.

El asunto nos llevó a reflexionar mientras nos alejábamos del lugar que aquella era una pobre gente enferma de madridítis, fanáticos irremediables y que era mejor olvidarnos del incidente en beneficio de nuestro equilibrio mental. Uno no termina de entender porqué un acontecimiento deportivo puede provocar una pasión tan desmedida que permite exteriorizar el lado más oscuro de la conducta humana.

Me imagino a aquellas personas una vez en sus casas, quizás con sus hijos, habrán comentando como una hazaña fantástica lo ocurrido, con el regocijo de haber sido protagonistas de acto de inconcebible justicia contra unos seres que solo tenían la intención de comer algo al tiempo que veían el espectáculo deportivo que sucedía en un estadio lejano y que emitía una lejana televisión.

CALLEJERO

¿Quien no se ha mirado alguna vez en los ojos de ese perro callejero que te sigue hasta el portal de tu casa y se te queda mirando mientras tú cierras la puerta y giras la cabeza avergonzado?.

Permanecerá unos minutos sentado, llorando, luego se levantará e irá en busca de un alma a quien entregar generosamente todo el amor de su corazón. Pero a veces ¿no hemos sido nosotros como ese chucho mendigando una caricia, una palabra amable, una mirada tierna? ...perros callejeros por los callejones de la vida, buscando desechos de amor por entre los cubos de basura.

Era callejero por derecho propio;
su filosofía de la libertad
fue ganar la suya, sin atar a otros
y sobre los otros no pasar jamás.

Aunque fue de todos, nunca tuvo dueño
que condicionara su razón de ser.
Libre como el viento era nuestro perro,
nuestro y de la calle que lo vio nacer.

Era un callejero con el sol a cuestas,
fiel a su destino y a su parecer;
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.

Era nuestro perro y era la ternura,
esa que perdemos cada día más
y era una metáfora de la aventura
que en el diccionario no se puede hallar.

Digo nuestro perro porque lo que amamos
lo consideramos nuestra propiedad
y era de los niños y del viejo Pablo
a quien rescataba de su soledad.

Era un callejero y era el personaje
de la puerta abierta en cualquier hogar
y era en nuestro barrio como del paisaje,
el sereno, el cura y todos los demás.

Era el callejero de las cosas bellas
y se fue con ellas cuando se marchó;
se bebió de golpe todas las estrellas,
se quedó dormido y ya no despertó.

Nos dejó el espacio como testamento,
lleno de nostalgia, lleno de emoción.
Vaga su recuerdo por los sentimientos
para derramarlos en esta canción.

A MIS AMIGOS

A mis amigos les adeudo la ternura
y las palabras de aliento y el abrazo;
el compartir con todos ellos la factura
que nos presenta la vida, paso a paso.

A mis amigos les adeudo la paciencia
de tolerarme las espinas más agudas;
los arrebatos de humor, la negligencia,
las vanidades, los temores y las dudas.

Un barco frágil de papel,
parece a veces la amistad
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad
porque ese barco de papel,
tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel:
un corazón.

A mis amigos les adeudo algún enfado
que perturbara sin querer nuestra armonía;
sabemos todos que no puede ser pecado
el discutir, alguna vez, por tonterías.

A mis amigos legaré cuando me muera
mi devoción en un acorde de guitarra
y entre los versos olvidados de un poema,
mi pobre alma incorregible de cigarra.

Un barco frágil de papel,
parece a veces la amistad
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad
porque ese barco de papel,
tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel:
un corazón.

Amigo mío si esta copla como el viento,
adonde quieras escucharla te reclama,
serás plural, porque lo exige el sentimiento
cuando se lleva a los amigos en el alma.


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