Sabiduría de abuelos para la adolescencia
La sabiduría de los abuelos de la adolescencia son cuatro enseñanzas de Leopoldo Abadia y un aparte de su libro: Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón.
LEOPOLDO ABADIA
SABIDURÍA DE LOS ABUELOS
Los abuelos tienen la sabiduría para guiar a sus nietos a la madurez
Pretender abarcar el significado y los retos de la adolescencia en un artículo es una tarea imposible. Es más, cuando hablamos del rol de un abuelo cuando tiene que relacionarse con un nieto que está viviendo esa etapa, definir pautas es más complicado ya que habría que analizar cada circunstancia, cada relación, cada ser humano.
Sin embargo, lo que sí podemos hacer es dar cuatro ideas generales sobre esta etapa de la vida, que invite a los abuelos de adolescentes a reflexionar y a investigar un poco más sobre lo que implica acompañar a un ser humano en este momento en el que se pone en juego algo tan importante como avanzar hacia la autonomía responsable, poner bases sólidas para la adultez psicológica y la adaptación social.
REFLEXIONES DE LOS ABUELOS
Reflexiones de abuelos para entender a los nietos.
LA ADOLESCENCIA
La adolescencia no es un capítulo de reality.
Hay una idea que debido a la proliferación de contenidos mediáticos pareciera que es universal: la crisis de la adolescencia es una etapa terrible en la que los que viven junto a los adolescentes deben tener escudos y lanzas listos para poder superarla. Eso no es cierto. La adolescencia no se manifiesta, necesariamente, en rebeldía cuasi delincuencial y demencial. Esos jóvenes perdidos que se ven en televisión, que llegan hasta agredir físicamente a los padres, son eso: casos sensacionalistas para la pantalla que no llegan al 15% de los adolescentes en general.
Es más, normalmente este tipo de conducta tiene correlación directa con problemas familiares más estructurales. Si se ha hecho un buen trabajo en formar a los chicos desde la infancia, lo más probable es que se tenga un adolescente viviendo su crisis de crecimiento y cuestionamientos personales sin sangre ni rejas. Considerar la adolescencia como una crisis con tintes patológicos solo hará que se interpreten todas las conductas del nieto como algo negativo y generará una actitud defensiva por parte de los abuelos.
La adolescencia sí es una crisis, pero de camino a la madurez, a ser mayores.
LOS ABUELOS GUÍAS
Los abuelos son los guías de la montaña, no los montañistas.
La adolescencia es un proceso de construcción personal. Esto quiere decir que nadie puede suplir el protagonismo del adolescente en esta etapa. Si bien los padres, principalmente, son artífices de la educación de sus hijos, la sabiduría de los abuelos también pueden ayudar a ser una autoridad para ellos. Aquí nos referimos a autoridad de la misma manera que cuando decimos: El doctor López es una autoridad en pediatría. Es decir, cuando confiamos plenamente en el criterio del doctor López para que trate a un niño y no porque López grita o impone, sino porque demuestra con su quehacer profesional que es competente.
Los abuelos, entendemos la autoridad como esa competencia que poseen para conducir a sus nietos a la madurez.
Y para lograr esto no se puede esperar resultados a corto plazo ni vivir por los nietos. El rol de un abuelo es ser guía. El guía de montaña no camina por los excursionistas, son ellos los que deben caminar hasta llegar al destino. Tampoco el guía puede quedarse en el refugio y decirles a los excursionistas que sigan sus indicaciones; el guía y los excursionistas caminan juntos, la diferencia es que éste tiene más experiencia que los otros.
EL TSUNAMI DEL ADOLECENTE
La adolescencia es el desborde afectivo que descuadrar a los adultos.
Y no es para menos. El chico empieza a experimentar cambios físicos en la pubertad que luego se trasladan hasta la intimidad, generando crisis de personalidad, para terminar, si se hizo un buen recorrido desde el inicio, en una etapa de equilibrio y entusiasmo por la vida. Todo esto en un periodo de aproximadamente 10 años. En ese tour de montañista aparecen respuestas exageradas, gritos, portazos, llantos e ira que revolucionan la hasta entonces tan pacífica convivencia.
Esta avalancha de emociones también se puede manifestar en retraimiento, incomunicación y abatimiento. O ensoñación. Sea como sea, lo importante es saber que el adolescente no se ha vuelto loco ni lo ha poseído un ente desconocido que suplantó al tierno niño que teníamos hasta hace poco.
Antes de llamar al exorcista del barrio, es más recomendable tratar de entenderlo, aceptarlo y saber guiarlo (acompañarlo, ayudarlo). Para lograr esto, es responsabilidad de todo abuelo o formador, informarse y buscar ayuda para dar los pasos certeros como guías, creando un ambiente que favorezca la adaptación del chico. Literatura sobre el tema, hay de sobra; personas calificadas para dar consejo, también. Lo que no se debe hacer es pasar por alto esta etapa sin saber cómo actuar. Prevenir es mejor que lamentar.
EL AMOR FAMILIAR
La familia se ama por ser, no es un amor condicionado
En la familia se ama permanentemente por ser, por existir, sin importar el rol social o profesional: no es un amor condicionado. Es en la familia donde uno entra libremente y con confianza, dejando todas las máscaras afuera, porque dentro del hogar ya no son necesarias. Y es con ese amor con el que se debe amar a los nietos adolescentes, a pesar de sus gritos, malcriadeces o crisis existenciales.
No se trata solo de aceptarlos y por eso amarlos con resignación.
Es algo más grande: es solo a través de un amor incondicional —sin abandonar la firmeza y la exigencia— que ellos van a lograr ese gran paso de la infancia a la adultez de manera armoniosa, sintiéndose seguros de sí mismos, con una autoestima saludable y con ilusión por el futuro. Amarlos no es algo que se les debe dar como premio por la buena conducta. Al contrario. Solo con un amor sereno y maduro por parte de sus padres y de sus abuelos es que ellos aprenderán, también, a amar de manera madura, completa e incondicional a sí mismos y a su prójimo. Algo, sin duda, imprescindible para alcanzar la verdadera felicidad.
LOS ABUELOS GRUÑONES
No me gusta que ser mayor supone asumir que necesitas ayuda.
Un aparte de su libro: Cómo hacerse mayor sin volverse un gruñón.
No es que lo de por sentado que hacerse mayor le convierte a uno en un gruñón, es que en esta sociedad tenemos establecida la idea de que llega un momento en la vida en que nos hacemos mayores para hacer imposible la vida a los demás. Es decir, parece que los mayores solo refunfuñamos por lo mal que están las cosas, lo imprudente de los jóvenes, el cambio social, el en mi época no pasaba.... Y, eso, no puede ser. Los mayores, y los no tan mayores, tenemos que descubrir que ésta es también nuestra época y que podemos ser felices haciendo la vida más feliz a los demás.
Los abuelos están preparados para protagonizar este mundo actual.
Sólo hay que querer y animarse. A mí me parece una lástima que haya mayores que dicen aquello de yo no quiero saber nada del ordenador. No se puede uno bajar del mundo a la primera dificultad que aparezca..., a no ser que queramos estar aislados. Hay que subirse al tren de la modernidad, estar al día... Debemos dejar patente y demostrar que las generaciones más jóvenes no pueden hacer nada sin nosotros.
Los abuelos que nos son gruñones disfrutan la vida.
El abuelo que alcanza la sabiduría suficiente disfruta su edad echándole gracia a la vida, luchando por ayudar a la gente, intentando hacer más feliz a los demás, dejándose ayudar y asumiendo las limitaciones. Y, sobre todo, entendiendo que su edad no es la de un joven y que hay cosas que ya no se pueden hacer a una edad avanzada... o, que hacerlas, a veces roza el ridículo.
Ser mayo implica entender que en muchas cosas se necesita ayuda.
Y, eso, a veces no gusta. Me encanta lo de para servir, servir. A esta frase yo le añado y dejarse servir. Todavía tenemos muchísima capacidad para trasmitir nuestra experiencia e iluminar a mucho joven que hoy se quiere comer la vida a bocados. A veces no te da tiempo –el futuro es corto– y uno se cansa más..., pero hay que ser optimista y hacer lo que se pueda ahora mismo. Hay que saber estar en lo que le toca a cada uno a su edad.
La familia es lo único que realmente te queda en la vida.
Es también el primer negocio. El más importante. El que hay que cuidar por encima de cualquier cosa que nos rodea. La familia es nuestro mayor activo. De hecho, es nuestro mayor éxito. Una familia descompuesta es un fracaso, aunque pueda ser reversible.
La conciliación es más difícil hoy y antes.
Siempre ha sido muy difícil. Lo que ocurre es que el modelo social actual en el que el hombre y la mujer trabajan –lo que es excelente–, implica asumir una serie de roles distintos. Hay que compartir las tareas familiares. Y digo compartir y no colaborar. Cuando yo estaba en activo, conciliaba todo lo que podía. Me salía a cuenta volver de mis viajes cada noche en lugar de enlazar ciudades y no ver a mi familia. Y eso que mi mujer trabajaba en casa. Hay una cosa común a cómo se conciliaba entonces y ahora: cuesta mucho esfuerzo. Y es muy cansado. Pero la recompensa es sensacional.
Para el final hay que trabajar siempre para irse por la puerta grande.
Humildad, respeto y serenidad... Como dice el Papa Francisco no se ha visto que tras un coche fúnebre vaya un camión de mudanzas. Pues eso. El mejor éxito es intentar ser buena persona e intentar hacer felices a los demás a toda costa.
Llega la tormenta. Tengo que hacer muchas cosas aprovechando la tormenta. Ya amainará.
Leopoldo Abadia