La filosofía y los consejos de Soren Kierkegaard
La filosofía y los consejos de Soren Kierkegaard son una muy buena recopilación de los pensamientos filosóficos y religiosos de este gran teólogo Danés.
SOREN KIERKEGAARD
FILOSOFÍA SOREN KIERKEGAARD
Filósofo y teólogo danés, considerado el padre del existencialismo
A pesar de sus ataques a la Iglesia, los expertos afirman que toda la filosofía de Soren Kierkegaard estaba basada en la fe. La influencia de su padre le llevó a pensar que esa fe era la que iba a salvar al ser humano de la desesperación.
Kierkegaard, al contrario que Marx o Feuerbach, opinaba que el hombre se relaciona con si mismo mediante el espíritu, por la fe personal entendida desde el ámbito religioso.
Dentro de la historia de la filosofía, se considera a Kierkegaard como el padre del existencialismo. El autor afirma la realidad del individuo y lo relaciona con su comportamiento dentro de la sociedad.
Veamos la esencia de la filosofía Soren Kierkegaard...
FIDEÍSMO
Quizás por su propia realidad personal, Kierkegaard tuvo como centro de su filosofía la creencia de que la existencia humano está llena de ansiedad y desesperanza, unida a una sensación pecaminosa. Para él, solo había una cura para esto: el compromiso total con Dios.
Kierkegaard admitía que adquirir ese compromiso, ese acto de fe, no era sencillo. Lo definió como algo aterrador y, desde luego, no racional. Comparaba a la vida de fe con estar en medio del océano sobre setenta mil brazadas de agua.
Sin embargo, afirmaba que era necesario dar ese salto de fe, ya que solo en la trascendencia podía el hombre encontrar alivio a la ansiedad.
LA FE
La Fe sobre la que hablaba Kierkegaard iba mucho más allá de lo racional. Además, la auténtica fe era, para el autor, equivalente a tener dudas. De esta forma, llegó a la conclusión de que había que dudar de la existencia de Dios para tener verdadera fe en su existencia.
La explicación a esta aparente contradicción es que Kierkegaard entendida esa duda como la parte racional del ser humano. Esa parte racional empuja al hombre a no creer, pero solo la fe que se ha enfrentado a la duda tiene validez real.
Entonces la paradoja de la fe es esta: que el individuo individual es más alto que el universal, que el individuo individual determina su relación con el universal a través de su relación con Dios, no su relación con Dios a través de su relación con el universal a menos que así sea cómo es, la fe no tiene lugar en la existencia; y la fe es entonces una tentación.
RELATIVISMO
Otro aspecto muy tratado por Kierkegaard en sus trabajos filosóficos es sobre la subjetividad. En Migajas filosóficas, afirmaba que subjetividad es verdad y verdad es subjetividad. Para los expertos, esas expresiones están relacionadas con su punto de vista sobre la fe. Para el filósofo fe y verdad son lo mismo.
Kierkegaard distinguió en su obra entre tener la verdad y estar en la verdad. De esta forma, alguien puede conocer todos lo fundamentos de la religión, pero no vivir de acuerdo a ella. Para el autor, lo importante era estar en la verdad, viviendo como dicta la religión aunque no se conozcan todos sus vericuetos.
Los estudiosos de la obra de Kierkegaard ponen el ejemplo de alguien que vive creyendo que las doctrinas religiosas pueden ser ciertas. Ese alguien, para el autor, no sería verdaderamente religioso. Solo el que consigue una relación subjetiva de compromiso total con las doctrinas alcanza la verdadera fe.
ALINEACIÓN DEL YO
Dentro del pensamiento de Kierkegaard, la desesperación vital tiene una especial importancia. El autor afirmó que esa desesperación no es equivalente a la depresión, sino que proviene de la alienación del yo.
El filósofo danés dividió la desesperación en varios niveles. La más básica y común provenía de la ignorancia acerca del yo. Sin embargo, Kierkegaard afirmaba que esa ignorancia era similar a la felicidad, por lo que no la consideró importante.
La auténtica desesperación, aquella que lleva a la parte negativa de la persona, procedía de la conciencia amplificada de yo, unida a un odio hacia ese yo.
El ejemplo que Kierkegaard usó para explicar ese concepto fue el de un hombre que intentó llegar a ser emperador. Para el filósofo, aunque lograra su objetivo, sufriría por haber dejado atrás a su antiguo yo. Es más, al intentarlo ya denotaba un intento de dejarlo atrás. Esa negación de si mismo llevaría a la desesperación.
La manera de evitarlo, para el autor, era intentar aceptarse y encontrar la armonía interior. Se trataría, en definitiva, en ser uno mismo, en lugar de querer ser otro. La desesperación desaparece cuando uno se acepta a si mismo.
Las personas dicen que no conocerse a uno mismo es un engaño y una imperfección, pero no están dispuestas a entender que alguien que realmente se conoce a sí mismo percibe precisamente que no es capaz de ser nada por sí mismo.
CUERPO Y ALMA
Uno de los temas recurrentes en la filosofía universal ha sido la existencia del alma y su relación con el cuerpo físico. Kierkegaard también entró en esa controversia, afirmando que cada ser humano es una síntesis entre ambas partes.
Según sus escritos, esa síntesis entre alma y cuerpo se presenta gracias al espíritu, que, en el proceso, despierta la autoconciencia de la persona. Este despertar del yo tiene, para el autor, un componente ontológico, pero también religioso.
DIOS COMO FUNDAMENTO
Relacionado con el anterior punto, Kierkegaard afirmaba que el despertar de la autoconciencia puede venir por la elección por parte del yo de Dios como fundamento. Ese Dios, que define también como Absoluto, representa la libertad.
En cambio, el filósofo consideraba que aquellos que no eligen el Absoluto para autoafirmarse, sino que solo se eligen a si mismos, caen irremediablemente en la desesperación.
De esta forma, el ser humano que no se basa en Dios, entra en un bucle continuo de reflexión y no acaba de determinarse como espíritu. Para él, se trata de un yo no real.
...donde ya no escuche la lengua madre de la mentalidad secular terrenal, las palabras de los seres humanos, el ruido de los comerciantes, al sitio donde las palabras se explican por sí mismas y le confían el secreto de la perfección: que necesitar a Dios no es algo de lo cual avergonzarse sino la perfección misma, y que es la cosa más triste si un ser humano pasa toda toda su vida sin descubrir que necesita a Dios.
EL NUEVO HOMBRE ANTE DIOS
Algunos autores afirman que esta parte de la filosofía de Kierkegaard adelantó algunos conceptos que, más tarde, Nietzsche iba a tratar en profundidad. Su conclusión, no obstante, es muy diferente a la que llegaría el filósofo alemán.
Kierkegaard analizó la desesperación que ahoga al yo que quiere ser si mismo, sin presencia de Dios. Para el danés, para alcanzar esa conciencia del yo infinito, el ser humano trataba de separarse del Absoluto, de ese Dios que todo lo fundamenta. Se trataría, por lo tanto, de una especie de rebelión ante la deidad.
Esto entronca con la idea del superhombre que, más tarde, plantearía Nietzsche. Sin embargo, mientras que para el alemán era imprescindible matar a Dios para que el hombre se libere, Kierkegaard opinaba lo contrario. Ese superhombre, por usar terminología nietzscheana, es el que se postra ante Dios, no quien lo rechaza.
EL ESPÍRITU
El hombre es espíritu. Mas, ¿qué es el espíritu? El espíritu es el yo. Pero ¿qué es el yo? El yo es una relación que se relaciona consigo misma, o dicho de otra manera: es lo que en la relación hace que ésta se relacione consigo misma. El yo no es la relación, sino el hecho de que la relación se relacione consigo misma. El hombre es una síntesis de infinitud y finitud, de lo temporal y lo eterno, de la libertad y la necesidad, en una palabra: es una síntesis. Y una síntesis es la relación entre dos términos.
Entonces en un sentido hermoso el corazón humano gradualmente (la gracia de Dios nunca es tomada a la fuerza) se hará más y más descontento -eso es, deseará más y más ardientemente, anhelará más y más intensamente ser confortado por la gracia-.
Con respecto a lo terrenal, uno necesita poco, y entre menos uno necesite, más perfecto uno es. Un pagano que sabía hablar solo de lo terrenal ha dicho que la deidad es bendita porque no necesita nada, y cerca de ella está el hombre sabio, porque necesita poco.
LA EXISTENCIA
Lo inmediato, lo estético, no encuentra contradicción con existir; existir es una cosa, la contradicción es algo distinto que viene de afuera. Lo ético halla contradicción, pero dentro de la autoafirmación. La Religiosidad A comprende la contradicción como sufrimiento en la auto anulación, pero dentro de la inmanencia; pero acentuar éticamente la existencia impide que un existente permanezca abstractamente en la inmanencia o llegue a ser abstracto al querer permanecer en la inmanencia. Lo paradójico-religioso rompe con la inmanencia y hace que existir sea la contradicción absoluta; no dentro de la inmanencia, sino en oposición a la inmanencia. No hay afinidad inmanente que subyazca entre lo temporal y lo eterno, porque lo eterno ha entrado en el tiempo y quiere establecer parentesco ahí.
CONSEJOS PARA VIVIR
Las mejores consejos de Soren Kierkegaard vivir plenamente
La vida no es un problema a ser resuelto sino una realidad que debe ser experimentada.
Uno de los consejos de Soren Kierkegaard más bellos sienta sus orígenes en el taoísmo, el cual nos dice que la mejor fuente de conocimiento es la experiencia. El propio filósofo explica las cosas más sublimes y bellas de la vida no se deben escuchar, ni leer, ni ver, se deben vivir. Nos anima a experimentar, ser proactivos, equivocarnos, volver sobre nuestros pasos y avanzar. No debemos caer en el error de convertirnos en teóricos de la vida, es mejor vivirla.
Muchos perseguimos el placer con tanta prisa que nos quedamos sin aliento y nos apresuramos en dejarlo atrás.
Este consejo de Soren Kierkegaard es más actual que nunca. Imbuidos en el frenesí del consumismo y de la satisfacción rápida de las necesidades, es fácil caer en una espiral hedónica, un placer inmediato pero precisamente por eso también fugaz, muy alejado del equilibrio emocional que es la fuente del bienestar y la felicidad duradera. Su remedio es muy simple: saborear la vida lentamente.
La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno empuja, la cierra cada vez más.
Kierkegaard nos habla de que la auténtica felicidad es una decisión personal. La felicidad duradera es aquella que proviene del interior, no la que se obtiene a través de las cosas, la cual es efímera. También nos alerta de que necesitamos un poco de introspección, silencio y soledad para encontrarla. La felicidad es el fruto natural de un estilo de vida equilibrado, no es preciso perseguirla porque mientras más nos empeñemos en alcanzarla, más elusiva será.
Hay dos formas de ser engañado: una consiste en creer en lo que no es cierto y la otra en negarse a creer lo que es cierto.
Este consejo de Soren Kierkegaard nos alerta sobre el engaño, poniéndonos sobre aviso de las creencias erróneas que a veces cultivamos nosotros mismos. Creencias que muchas veces se basan sobre generalizaciones erróneas pero que tomamos como ciertas y verdades que nos negamos a aceptar porque no se corresponden con nuestra visión del mundo o de nosotros mismos y generan demasiada disonancia cognitiva.
Lo que me etiqueta, me niega.
Todas las etiquetas son una reducción, una generalización que apenas contiene un pedazo de una realidad mucho más rica y compleja. Por eso, debemos tener especial cuidado con las etiquetas personales que utilizamos ya que se convierten en límites que nos autoimponemos y nos impiden desarrollar al máximo nuestro potencial. Cada etiqueta implica una negación de lo que podríamos ser.
La angustia es el vértigo de la libertad.
A medida que pasamos de una elección a otra, experimentamos cierto grado de angustia, la cual aumenta a medida que tenemos más opciones debido a la incertidumbre. Kierkegaard piensa que preferiríamos vivir sin tener que elegir constantemente, por lo que aunque clamamos por la libertad, en realidad esta nos genera una angustia existencial. El antídoto consiste en aceptar el grado de incertidumbre, asumiendo que los errores forman parte del proceso de aprendizaje.
La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante.
Soren Kierkegaard nos anima a comprender cómo somos mirando al pasado, pero también nos alerta que debemos hacer las paces con lo ocurrido para poder mirar hacia adelante. Somos el resultado de nuestro pasado, pero lo que nos impulsa son las metas y sueños que se encuentran en nuestro futuro. Quedarse atrapado en el pasado, en situaciones que ya no podemos cambiar, implica morir lentamente.
El estado más doloroso del ser consiste en recordar el futuro, sobre todo el que nunca tendrás.
Una de las cosas que más nos angustia es la pregunta: ¿Qué habría pasado si nos hubiéramos atrevido a…? Kierkegaard nos alerta del peligro que representa quedarnos de brazos cruzados, resignados a imaginar un futuro que nunca tendremos porque no tenemos el coraje para luchar por él. Es el camino directo a la insatisfacción y la infelicidad. Lamentarse por lo que no tendremos no es la mejor apuesta. La solución consiste en luchar por lo que deseamos o ajustar la mira.
Atreverse implica perder el equilibrio momentáneamente. No atreverse implica perderse a uno mismo.
Kierkegaard anima a la acción. Toda decisión arriesgada implica una pérdida del equilibrio y a veces también significa perder los referentes, lo cual genera ese vértigo al que hacía referencia el filósofo, pero a la larga es mejor desequilibrarse momentáneamente que no atreverse a dar el paso. Cuando dejas atrás tus sueños, te conviertes en la sombra de la persona que habrías podido ser, te pierdes a ti mismo en el camino.
Las personas piden libertad de expresión como compensación por la libertad de pensamiento que rara vez usan.
La libertad de expresión es importante. No hay dudas. Debemos sentirnos libres para expresar nuestras opiniones y sentimientos. Sin embargo, esa libertad también implica una responsabilidad: la responsabilidad de reflexionar sobre el alcance y consecuencias de nuestras palabras. De hecho, otro consejo de Soren Kierkegaard es aún más incisivo: ¡Los hombres son absurdos! Nunca usan las libertades que poseen, sino que demandan libertades que no tienen. Tienen la libertad de pensamiento, pero demandan la libertad de expresión.
Solo si asumes lo que eres podrás cambiar quien eres.
El cambio solo es posible cuando asumimos nuestros defectos y debilidades. Si partimos de una autoimagen distorsionada, en la que no nos reconocemos plenamente, ese cambio será un simple maquillaje que se ha olvidado de la esencia. Por eso, la aceptación es el primer paso del cambio interior.
La fuente más común de la desesperación es no ser quien eres.
Incluso las personalidades más ricas no han sido nada antes de elegirse a sí mismas. Por otra parte, incluso lo que podríamos denominar una personalidad pobre, puede llegar a serlo todo si se elige a sí misma porque el objetivo no es ser esto o aquello sino ser uno mismo, añadió. Kierkegaard se refería al hecho de que necesitamos ser auténticos, encontrar nuestra propia voz y escucharla.
Si alguien a punto de actuar se juzgara a sí mismo por los resultados, jamás comenzaría.
Soren Kierkegaard hace referencia a la necesidad de ser pacientes, sobre todo cuando nos proponemos metas muy ambiciosas en la vida. Solo con la perseverancia, sin alimentar falsas expectativas, se puede llegar lejos. Si caemos en el error de desear resultados inmediatos, lo que conseguiremos es una inmediata desmotivación.
La única respuesta estratégicamente inteligente a los horrores de la vida es desafiarlos con la risa.
En la vida, antes o después la adversidad tocará a nuestra puerta. Podemos derrumbarnos o, al contrario, podemos poner buena cara al mal tiempo, como aconseja este pensamiento de Soren Kierkegaard. De hecho, se ha descubierto que uno de los pilares de la resiliencia es precisamente el sentido del humor, la capacidad para reírnos de nosotros mismos y de lo que nos sucede.
Es una sátira aterradora y un epigrama de la era moderna que el único uso que se le da a la soledad es convertirla en un castigo, una sentencia de cárcel.
Kierkegaard, al igual que muchos otros grandes filósofos y escritores, hace una oda a la soledad porque cree que es fundamental para el trabajo creativo, así como para conocerse a sí mismo. Por eso, nos anima a reconciliarnos con la soledad y volver a darle el justo lugar que merece en nuestras vidas como terreno fértil para la reflexión.
Solo la persona que es capaz de permanecer en silencio, es capaz de hablar de manera importante.
Este consejo de Soren Kierkegaard nos remite a otra idea: no rompas el silencio, a menos que tus palabras sean más bellas. Se refiere a la importancia de reflexionar antes de hablar y escuchar antes de hablar, de manera que nuestras palabras no se conviertan en un discurso vacío sino que estén llenas de significado y aporten auténtico valor a nuestro interlocutor.
Gritarle al mundo nuestra infelicidad es más fácil que golpearse el pecho y gemir sobre uno mismo.
Con esta metáfora, Kierkegaard se refería a nuestra tendencia a buscar chivos expiatorios, a poner la culpa en los demás, desligándonos de toda responsabilidad. Sin duda, es más fácil buscar culpables ajenos, pero eso no nos llevará a ningún punto más que a un bucle de lamentaciones. En su lugar, deberíamos preguntarnos qué cuota de responsabilidad tenemos y, sobre todo, qué podemos hacer para cambiar lo que no nos gusta.
Lo que me hace grande no es lo que me sucede, sino lo que hago con ello.
No son los acontecimientos lo que da forma a nuestra vida, sino cómo reaccionamos a lo que nos ocurre. Podemos ganar experiencia de los sucesos y salir fortalecidos de la adversidad, pero solo si afrontamos cada capítulo de nuestra vida como un aprendizaje.
Nuestra vida siempre es la expresión de nuestros pensamientos dominantes.
Nuestros pensamientos, lo queramos o no, dan forma a nuestra vida ya que determinan la manera en que reaccionamos y comprendemos el mundo. Por eso, si queremos tener una vida mejor, debemos prestar más atención a nuestros pensamientos.
Es mejor perderse por la pasión que perder la pasión.
La pasión era uno de los temas recurrentes de Kierkegaard, quien pensaba que sin ella estamos condenados al inmovilismo, a languidecer en una zona de confort donde nada pasa o se replican los problemas. Por eso, prefería cometer errores guiado por la pasión que perder el entusiasmo por la vida.
Todo lo que me etiqueta, me niega.
Soren Kierkegaard