El Tiempo no es existencia absoluta
El tiempo no existe como algo absoluto. Es otro artificio del pensamiento. Creamos el tiempo, mediante el movimiento del pensamiento y la imaginación.
DEEPAK CHOPRA
LA EXPERIENCIA DEL TIEMPO
La Experiencia del Tiempo es algo que Nosotros Creamos,
el Tiempo no existe como algo Absoluto.
El cuerpo es un campo de ideas, en transformación, que se vuelven a crear como consciencia pura. Ese campo de consciencia, interactúa consigo mismo, se convierte en ideas en el cuerpo, en el Universo físico y en su experiencia. Sí, no solo es una sopa de energía. Nosotros transformamos esa sopa de energía a formas materiales, color, etc. Así que nosotros somos literalmente unos creadores. Pero, eso es lo que tenemos que descubrir, que averiguar.
Hasta la experiencia del tiempo es algo que nosotros creamos. Por supuesto, todos creemos que el tiempo existe. Usamos relojes para medirlo. Pregúntenle a un físico y le dirá que no hay ningún experimento que pruebe la existencia del tiempo. Sir Thomas Gold, el eminente físico británico, dice que la descripción del mundo como tiempo lineal con pasado, presente y futuro, es una descripción totalmente inexacta del mundo físico que simplemente es. En realidad, nosotros creamos el tiempo por medio de nuestra imaginación. ¿Cuándo ha experimentado el pasado fuera de su imaginación? ¿Cuándo ha experimentado el futuro, sino en su imaginación? El hecho real, es que ese mismo campo unificado es una continuidad de posibilidades infinitas que contiene lo pasado, lo presente y lo futuro como una continuidad de posibilidades infinitas, obtenidas en un eterno momento de ahora. Solo existe la eternidad, pero la dividimos, mediante fragmentos de percepción en una experiencia de tiempo lineal.
El tiempo no existe como algo absoluto. Es otro artificio del pensamiento. Nosotros creamos el tiempo, mediante el movimiento del pensamiento. Si uno dice que, necesariamente debe existir el tiempo, entonces comienza a hablar en términos de comienzos y finales. Pero entonces, se vuelve muy vulnerable porque ¿qué hubo antes del comienzo? ¿Qué hay después del fin? Estas son solo armazones conceptuales.
Steven Hawkins, el renombrado físico, dice que el Universo no tiene bordes en el espacio y que no tiene ni comienzo, ni fin en el tiempo. Así, es como comienza su libro. Y hoy, todos lo sabemos. Cuando creamos el tiempo, estructuramos una experiencia perceptual del mismo. Y luego, creamos una determinada realidad del tiempo. En última instancia, el tiempo es un diálogo interno; eso es lo que es.
Hace unas semanas, en un vuelo de Boston a Londres, me encontré con un viejo amigo mío. Y la pasamos tan bien que el tiempo voló... Como dijo mi amigo, llegamos en dos segundos. El vuelo en verdad duró ocho horas, pero nos pareció que habíamos llegado en veinte minutos. Nos olvidamos de comer, de ir al baño, hasta de meditar. ¿Qué pasó?
Nuestro diálogo interno del tiempo de vuelo, estructuró una biología completamente diferente que tiene sus propios ciclos de descanso, de actividad, de sueño, de despertar, de apetito, etc. Con esa frecuencia de interacción con uno mismo, la consciencia interactuando, creó una experiencia distinta del tiempo. Y por supuesto, también están las personas que uno ve diariamente, que dicen que se les acaba el tiempo. Ellos ven el mismo reloj que vemos ustedes y yo, pero éste se mueve más rápidamente para ellos. Estudien a esa persona, biológicamente hablando, y encontrarán que su reloj biológico también está acelerado: el ritmo del corazón es más acelerado, la presión sanguínea es más alta, los niveles de insulina y glucosa son más altos, etc. Generalmente, caen muerto a los cuarenta o cincuenta y pico, debido a afecciones coronarias. Entonces, sí se les acabó el tiempo. Ellos convierten su frecuencia interior de auto interacción que dice que se les está acabando el tiempo con la experiencia física del tiempo, acabándose.
Ustedes también conocen gente que aparentan tener todo el tiempo del mundo. Estos tienen una biología completamente diferente. O han escuchado decir que la belleza de la montaña cortaba el aliento, cuando el tiempo se detuvo. Esa expresión, en sí misma, es una clave de lo que es la naturaleza: la belleza de la montaña cortaba el aliento, porque el tiempo también se paró.
A medida que nos introducimos en el Yoga (practica algunas técnicas respiratorias), veras que la respiración no es más que el movimiento de la consciencia. Y cuando se detiene la respiración, también se detiene la consciencia y se detiene el tiempo. Es la experiencia de unidad. En la literatura Ayurvédica, decimos que esta es la experiencia de Samadhi. Samadhi es la experiencia, donde el observador, lo observado y la experiencia de observar (y hay términos técnicos para cada uno de ellos) se hacen una sola cosa.
Por eso, al Samadhi lo llamamos una experiencia de unidad. Uno lo puede experimentar cuando se vive una experiencia impactante en la naturaleza, o quizás ante una obra musical o una danza, o durante la apreciación artística de una obra de arte. De hecho, la misma existencia del arte es un tratar de experimentar esta unidad. Poetas y filósofos han pasado toda su vida tratando de volver a captar una experiencia de ese tipo y luego escriben sobre ello por el resto de sus vidas. Porque una vez vivida, no se puede olvidar. Produce un cambio en uno. Es como un bebé que nace,... ya no puede regresar al vientre materno.
EL TIEMPO NO ES ABSOLUTO
La realidad subyacente de todas las cosas es eterna, y lo que llamamos tiempo es, en realidad, eternidad cuantificada.
Aunque nuestro cuerpo y todo el mundo físico son un despliegue de cambio constante, la realidad es más que el proceso. El universo nació y se desarrolla. Cuando nació surgieron la existencia, el tiempo y el espacio. Antes del momento de la Gran Explosión, el tiempo y el espacio no existían tal como los conocemos. Sin embargo, para la mente racional es casi imposible formularse preguntas tales como:
- ¿Qué había antes del tiempo?
- ¿Qué puede ser más grande que el espacio?
El mismo Einstein, cuando elaboraba en su juventud los principios cuánticos por primera vez, retenía la antigua idea, abrazada por Newton, de que el universo era estable, de que el tiempo y el espacio eran constantes eternas, que nunca habían nacido y jamás morirían.
Esta versión estable de la realidad sigue siendo la que nos brindan nuestros cinco sentidos. No se puede ver ni sentir el tiempo cuando se acelera o se retarda, aun cuando Einstein demostró que así actúa el tiempo; no se puede sentir el espacio cuando se expande o se contrae, aunque también eso es parte de un universo rítmico. Para ir más allá, imaginar esas regiones sin dimensión donde nacen el tiempo y el espacio requiere un cambio radical en la percepción. Este cambio se nos impone porque el universo debe tener algún tipo de fuente atemporal... y lo mismo vale para nosotros.
Consideramos que existimos en el tiempo porque el cuerpo está compuesto de cambio; para cambiar, es preciso tener un flujo o secuencia. En esta secuencia existe un antes y un después: antes de este aliento hubo un último aliento, después de este latido vendrá el latido próximo. Pero teóricamente, si dispusiéramos del tiempo y el equipo necesarios, se podría hacer un electrocardiograma de todos los latidos que tuvo un corazón en su existencia y, con el gráfico en la mano, tendríamos pasado, presente y futuro contenidos en un mismo lugar. Podríamos mirarlo en posición invertida o de atrás hacia delante; podríamos plegarlo por la mitad, para que el último latido y el primero estuvieran el uno junto al otro.
Este tipo de manipulación es lo que revela la física cuántica sobre los hechos más básicos del espacio-tiempo en la Naturaleza. Cuando dos partículas intercambian estados de energía, pueden moverse hacia atrás en el tiempo con tanta facilidad como hacia delante; las cosas que ocurrieron en el pasado se pueden alterar por hechos de energía en el futuro. Toda la noción del tiempo como flecha disparada inexorablemente hacia delante ha quedado para siempre hecha trizas en las complejas geometrías del espacio cuántico, donde hebras y curvas multidimensionales llevan el tiempo hacia todos lados y hasta lo detienen.
El único absoluto que nos resta es lo atemporal, pues ahora comprendemos que nuestro universo entero es solo un incidente que brota de una realidad mayor. Lo que percibimos como segundos, minutos, horas, días y años son trozos cortados de esa realidad mayor. A ti, el perceptor, te corresponde cortar lo atemporal del modo que desees; tu conciencia crea el tiempo que experimentas. Quien experimenta el tiempo como un artículo escaso que se escapa sin cesar crea una realidad personal muy diferente de la que crea quien percibe tener todo el tiempo del mundo. ¿Pasas el día presionado por la falta de tiempo? ¿Padeces esos síntomas de pánico y ahogo que provoca la enfermedad del tiempo, traducida por el cuerpo en ritmo cardiaco acelerado o irregular, ritmos digestivos distorsionados, insomnio y alta presión sanguínea? Estas diferencias individuales expresan nuestra manera de percibir el cambio, pues la percepción del cambio crea nuestra experiencia del tiempo.
Cuando fijas tu atención en el pasado o en el futuro, estás en el campo del tiempo, creando envejecimiento. Un maestro indio, que parecía notablemente joven para su edad, explicó esto diciendo: La mayoría pasa la vida en el pasado o en el futuro, pero mi vida está supremamente concentrada en el presente. Cuando una vida se concentra en el presente es más real, porque el pasado y el futuro no la afectan. En este momento, ¿Dónde están el pasado y el futuro? En ninguna parte. Sólo existe el momento presente; pasado y futuro son proyecciones mentales. Si puedes liberarte de estas proyecciones, sin tratar de revivir el pasado ni de dominar el futuro, se abre un espacio para una experiencia completamente nueva: la experiencia del cuerpo sin edad y la mente sin tiempo.
EJERCICIO DE ATEMPORALIDAD
Es de una gran importancia poder identificarse con una realidad que no esté limitada por el tiempo.
De lo contrario no hay forma de escapar a la decadencia que el tiempo trae inevitablemente. Un simple ejercicio de mente-cuerpo te permitirá captar un atisbo de la atemporalidad: elige un momento del día en que te sientas relajado y sin presiones. Siéntate tranquilamente en una silla cómoda y quítate el reloj, dejándolo a mano para que puedas consultarlo fácilmente sin necesidad de recogerlo ni de mover mucho la cabeza. Ahora cierra los ojos y toma conciencia de tu respiración. Deja que tu atención siga la corriente del aliento que entra en tu cuerpo y sale de él. Imagina que todo tu cuerpo se alza y cae con el flujo de cada aliento. Al cabo de uno o dos minutos sentirás que el calor y la relajación invaden tus músculos.
Cuando te sientas muy asentado y sereno por dentro, abre lentamente los ojos y echa un vistazo al segundero de tu reloj. ¿Qué hace? Según tu grado de relajación, el segundero se comportará de maneras diferentes. Para algunas personas se habrá detenido por entero, efecto que durará entre uno y hasta tres segundos. Para otros, la manecilla vacilará medio segundo, para luego volver de un salto a su marcha normal. Otros verán que se mueve, pero a un paso más lento que el habitual. A menos que hayas intentado este pequeño experimento, parece muy improbable, pero una vez que hayas pasado por la experiencia de ver detenerse un reloj no volverás a dudar de que el tiempo es producto de la percepción. El único tiempo existente es el que capta tu conciencia.
Puedes aprender a llevar tu conciencia a voluntad a la región de atemporalidad. Para dominar esta experiencia, la meditación es la técnica clásica. En la meditación, la mente activa se retira hacia su fuente; así como el universo cambiante debió de tener una fuente más allá del cambio, tu mente, con su incansable actividad, surge de un estado de conciencia más allá del pensamiento, la sensación, las emociones, el deseo y la memoria. Se trata de una experiencia personal profunda. En el estado de atemporalidad o conciencia trascendente, experimentas la sensación de plenitud. En vez de cambio, pérdida y decadencia, hay estabilidad y satisfacción. Sientes que el infinito está en todas partes. Cuando esta experiencia se convierte en realidad, desaparecen los miedos asociados con el cambio; la fragmentación de la eternidad en segundos, horas, días y años se torna secundaria, y primaria la perfección de todo momento.
Ahora que la meditación ha entrado en la experiencia cultural de Occidente, los investigadores han aplicado mediciones científicas a la experiencia subjetiva del silencio, la plenitud y la eternidad. Han descubierto que el estado fisiológico de los meditadores sufre cambios definidos hacia un funcionamiento más eficiente. Cientos de hallazgos individuales demuestran un ritmo respiratorio más lento, una reducción en el consumo de oxígeno y un ritmo metabólico disminuido. En cuanto al envejecimiento, la conclusión más significativa es que se revierte el desequilibrio hormonal asociado con el estrés, del cual sabemos que acelera el proceso de envejecimiento. Esto, a su vez, retarda y hasta revierte el proceso de envejecimiento, según mediciones de diversos cambios biológicos asociados con la decadencia. Por mi experiencia con estudios de personas que practicaban la meditación trascendental, se ha establecido que quienes han meditado mucho tiempo pueden presentar una edad biológica entre cinco y doce años menor que su edad cronológica.
El aspecto más fascinante de esta investigación, que se prolonga desde hace más de dos décadas, es que el proceso biológico del envejecimiento en sí no necesita ser manipulado; se pueden alcanzar los resultados deseados solo por medio de la conciencia. En otras palabras, la meditación altera el marco de referencia que brinda a la persona su experiencia del tiempo. En un plano cuántico, los hechos físicos del espacio-tiempo, tales como el ritmo cardiaco y los niveles hormonales, se pueden afectar simplemente llevando la mente a una realidad donde el tiempo no ejerce un mando tan poderoso. El nuevo paradigma nos demuestra que el tiempo tiene muchos planos y que todos están a nuestra disposición en nuestra propia conciencia.