La iluminación espiritual

Reflexiones sobre la verdad

EL SENDERO DE LA VERDAD

¿Qué es la verdad? El asunto contiene sus dificultades. En lo que me concierne, las he resuelto diciendo que es la voz interna que nos habla. Me preguntarán: ¿Cómo sucede entonces que hay diversos espíritus que conciben verdades disímiles y hasta opuestas? Ocurre que el espíritu humano tiene que pasar por innumerables intermediarios antes de elaborar una conclusión, y su evolución no es la misma en todos.

La verdad jamás daña a una causa justa.

En la verdad, percibo la belleza: Ia descubro a través de la verdad. Todo lo que es verdad, no apenas las ideas exactas, sino también los rostros francos, los retratos fieles y los cantos más naturales son objetos de belleza, e inclusive de inmensa belleza a veces. Son poquísimos los que saben discernir la belleza que emana de la verdad.

No tengo nada nuevo para enseñarle al mundo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Todo lo que hice fue tratar de experimentarlas en la mayor escala posible.

El silencio ayuda mucho a quien, como yo, procura la verdad. En un estado de silencio, el alma encuentra el sendero iluminado por la luz más clara, y lo que era esquivo y engañoso, es resuelto por una claridad cristalina. Nuestra vida es una prolongada y ardua búsqueda de la verdad.

Y para alcanzar la cima más elevada, el alma requiere reposo interior.

Las creaciones realmente bellas aparecen cuando surge la comprensión verdadera. Si estos momentos son raros en la vida, también son raros en las artes.

La verdad es como un inmenso árbol que brinda más y más frutos cuanto más se lo nutre.

Cuando más hondo se excava en la mina de la verdad, más ricos son los descubrimientos de las gemas allí existentes, lo cual abre todavía mayores variedades de servicio al prójimo.

Cuando la contención y la cortesía se unen a la fortaleza, esta última se vuelve irresistible.

Si aspiramos a ser hombres que caminan con la cabeza erguida y no sobre cuatro patas, comprendamos de una vez por todas que debemos someternos voluntariamente a la disciplina y a las restricciones...

Mis sueños no se ciñen a sentimientos inconsistentes: hago lo posible para convertirlos en realidad.

No soy otra cosa que un buscador de la verdad. Considero que encontré un sendero que me conduce hacia ella, y hago todo lo posible para concretar mi propósito. Aunque confieso que no la alcancé todavía. El hecho en sí de descubrir la verdad significa que uno ha alcanzado la perfección y ha cumplido su destino. Conozco bastante bien mis lamentables defectos, pero toda la fuerza me viene de tal conocimiento.

No hay belleza sin verdad. Por otra parte, puede ser que la verdad se manifieste de modo tal que, externamente, no revele belleza alguna. Dicen que Sócrates era el mayor amigo de la verdad en su época y, entretanto, consta que sus facciones eran Ias más feas de Grecia. En mi opinión, él era bello, porque toda su vida estaba empeñada en la búsqueda de la verdad.

La verdad reside en cada corazón humano, y uno debe procurarla allí, dejándose guiar por la verdad tal como la percibe. Nadie tiene el derecho de aplicar coerción a otros para que actúen según su propia visión de la verdad.

El sendero de la paz es el sendero de la verdad. Conquistar la veracidad es más importante que conquistar la paz. Por cierto, la mentira es la madre de la violencia. El hombre veraz no logrará ser violento durante mucho tiempo: en el curso de su búsqueda advertirá que no precisa ser violento. Después, descubrirá que mientras persista en él un mínimo rastro de violencia, no conseguirá encontrar la verdad que procura.

La verdad abstracta no tiene valor a menos que se encarne en los seres humanos que la representan, probando su disposición a morir por ella.

Existen muchas cosas de las que no podemos huir así nomás, inclusive evitándolas. Esta implicancia terrestre en la que estoy aprisionado es el tormento de mi vida, pero tengo que entenderme con ella, y hasta aceptarla con buena voluntad.

El hombre es un ser limitado. Como tal, nunca conocerá plenamente la verdad y el amor, que son infinitos. Pero poseemos un conocimiento suficiente de ellos, suficiente para guiar nuestros pasos. En nuestros esfuerzos por avanzar es posible que nos engañemos, y a veces muy seriamente. Pero como ser, el hombre debe ser su propio director: con tal autonomía puede cometer errores y enmendarlos, así como lo hace frecuentemente.