Siete reflexiones sobre el apego

El mundo está lleno de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el apego; la supresión del sufrimiento significa eliminación, abandono de los apegos.

ANTHONY DE MELLO

LOS APEGOS

Un pájaro herido no puede volar, pero un pájaro que se apega a una rama de árbol, tampoco.

¡Deja de apegarte al pasado!

Dice el proverbio hindú: El agua se purifica fluyendo; el hombre, avanzando.

El mundo está lleno de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el apego la supresión del sufrimiento significa la eliminación, el abandono de los apegos. Hay un deseo común, que es el cumplimiento de lo que se cree que va a dar felicidad al yo, al ego. Ese deseo es apego, porque ponemos en él la seguridad, la certeza de la felicidad.

Es el miedo el que nos hace desear la felicidad, y ella no se deja agarrar. Ella es. Esto solo lo descubrimos observando, bien despiertos, viendo cuándo nos mueven los miedos y cuándo nuestras motivaciones son reales.

Si nos aferramos a los deseos, es señal de que hay apego. ¿Abandonar los apegos significa apartarse del mundo material? La respuesta es: ¡No! Uno usa el mundo material, uno goza el mundo material, pero no debe hacer depender su felicidad del mundo material.

¿Está esto suficientemente claro? Uno comienza a gozar las cosas cuando está desapegado, porque el apego produce ansiedad. Si estás ansioso cuanto te aferras a algo, difícilmente podrás gozarlo. Por lo tanto, lo que te propongo no es una renuncia al goce: es una renuncia a la posesividad, a la ansiedad, a la tensión, a la depresión frente a la pérdida de algo.

  • ¿De dónde crees que provienen todos los conflictos?
    De los apegos.
  • ¿De dónde crees que proviene el sufrimiento?
    De los apegos.
  • ¿De dónde crees que proviene la soledad?
    De los apegos.
  • ¿De dónde crees que proviene el vacío?
    Tú lo sabes: el origen es el mismo.
  • ¿De dónde crees que provienen los temores?
    También de los apegos. Sin apego no hay temor.
  • ¿Lo pensaste alguna vez?
    Sin apego no hay temor.

CORAZÓN VACÍO

He aquí una historia que un Maestro contaba a sus discípulos para mostrarles lo dañoso que un simple e insignificante apego puede resultar para quienes han llegado a ser ricos en dones espirituales.

En cierta ocasión, un aldeano, montado en su asno, pasaba por delante de una cueva que había en la montaña, en el preciso momento en que la cueva, por arte de magia, y como ocurría muy raras veces, se abría para que entrara en ella quien quisiera enriquecerse con sus tesoros. El hombre se introdujo en la cueva y se encontró ante verdaderas montañas de joyas y piedras preciosas con las que se apresuró a llenar las alforjas de su asno, porque sabía que, según la leyenda, la cueva solo permanecería abierta durante unos breves instantes,, de modo que había que darse prisa para hacerse con el tesoro.

Una vez cargado el asno, el hombre salió de allí felicitándose por su buena suerte; pero, de pronto, recordó que se había dejado el bastón en la cueva. Entonces volvió sobre sus pasos y se introdujo otra vez en la cueva. Pero había llegado el momento en que la cueva debía cerrarse de nuevo, con lo que el hombre desapareció en su interior y nunca más se le volvió a ver. Después de esperar su regreso durante casi dos años, los habitantes de la aldea vendieron el tesoro que habían encontrado a lomos del asno, convirtiéndose en los auténticos beneficiarios de la buena suerte del infortunado aldeano.

Nosotros acumulamos cosas porque tenemos el corazón vacío.

Cuando el gorrión hace su nido en el bosque, no ocupa más que una rama.

Cuando el ciervo apaga su sed en el río, no bebe más que lo que le cabe en la panza.

CORAZÓN INSTRUIDO

Uno de los seguidores de Junaid acudió a éste con una bolsa llena de monedas de oro.

¿Tienes aún algunas monedas más de oro?, le pregunto Junaid. Sí, muchas más.

¿Y estás apegado a ellas? Sí, lo estoy.

Entonces debes guardar también éstas, porque tu necesidad es mayor que la mía. Como yo no tengo ni deseo nada, soy mucho más rico que tú, ya ves...

El corazón del instruido es como un espejo: No se apodera de nada ni rechaza nada; recibe, pero no guarda.

LAS ABEJAS

En la vida de las abejas encontramos una gran lección. En general el hombre construye para sí, piensa en el valor de la propiedad, ambiciona conseguir más bienes, sufre y pelea ante la inminencia de perder aquello por lo que luchó por conseguir. Prisionero en un plano denso, pierde oportunidades de experiencias superiores.

En cambio las abejas fabrican su alimento sin destruir nada, además, donan la mayor parte. La lección de las abejas está en su espíritu de donación. En un acto poco común de desapego, abandonan lo que les llevó una vida construir. Simplemente lo sueltan sin preocuparse por el destino que tendrá.

ACEPTA LO QUE TIENES

¿Qué tiempo cree usted que vamos a tener hoy?, le preguntó un individuo a un pastor en el campo. El tiempo que yo quiero, respondió el pastor. ¿Y cómo sabe usted que va a hacer el tiempo que usted quiere?

Verá usted, señor: cuando descubrí que no siempre puedo apegarme a lo que quiero, aprendí a querer siempre lo que tengo. Por eso estoy seguro de que va a hacer el tiempo que yo quiero.

La felicidad y la desdicha dependen de cómo afrontemos los acontecimientos, no de la naturaleza de los acontecimientos en sí.

LA VERDAD

Un joven sentía una obsesiva pasión por la Verdad, de modo que, abandonando a su familia y a sus amigos, se marchó en su busca. Viajó por infinidad de países, navegó por muchos mares, subió innumerables montañas... En suma, pasó todo tipo de dificultades y sufrimientos.

Un día, al despertar, se encontró con que tenía setenta y cinco años y aún no había descubierto la Verdad que tanto había buscado. Entonces, lleno de tristeza, decidió desapegarse a dicha búsqueda y regresar a su casa.

El viaje de vuelta le llevó varios meses, porque ya era bastante viejo. Al llegar a su casa, abrió la puerta... y descubrió que la Verdad había estado esperándole allí pacientemente durante todos aquellos años.

Pregunta: ¿Le ayudaron sus andanzas a descubrir la Verdad?

Respuesta: No, pero sí le prepararon para reconocerla.

EL APEGO Y LA ILUMINACIÓN

Anand era el más fiel de los discípulos de Buda. Años después de que Buda muriera, se proyectó celebrar un Gran Consejo de la Iluminación, y uno de los discípulos fue a decírselo a Anand. Pero para entonces Anand no había alcanzado aún la iluminación, aunque se había esforzado durante años. De modo que no tenía derecho a asistir.

El día anterior a la inauguración del Consejo, Anand tomó la decisión de ejercitarse durante toda la noche y no cejar hasta haber alcanzado la iluminación. Pero lo único que consiguió fue quedar exhausto, sin haber hecho el más mínimo progreso a pesar de todos sus esfuerzos.

Por eso, al amanecer decidió desapegarse y concederse un descanso. En aquel estado, perdida toda ansia, incluida el ansia de la iluminación, recostó su cabeza sobre la almohada... ¡y de pronto alcanzó la iluminación!

Le dijo el río al buscador: ¿Crees realmente que hay que inquietarse por la iluminación? Por muchas vueltas que dé, yo siempre estoy rumbo a mi origen.

SER CONSECUENTE

Mamiya llegó a ser un celebérrimo Maestro Zen, pero para ello tuvo que aprender el Zen con mucho esfuerzo. Cuando era discípulo, su Maestro le pidió que explicara el sonido del aplauso con una sola mano.

Mamiya se entregó a ello con toda su alma, ayunando y robando horas al sueño para dar con la respuesta correcta. Pero su Maestro nunca quedaba satisfecho. Un día llegó incluso a decirle: No trabajas lo suficiente. Te gusta demasiado la vida cómoda y estás demasiado apegado a las cosas placenteras de la vida; incluso demasiado apegado al deseo de dar con la respuesta lo antes posible. Más te valdría morirte.

La siguiente vez que Mamiya se vio delante del Maestro, hizo algo espectacular: cuando el Maestro le pidió que explicara el sonido del aplauso con una sola mano, él cayó al suelo y se quedó inmóvil, como si hubiera muerto.

El Maestro le dijo: Muy bien. De modo que te has muerto... Pero ¿qué me dices del sonido del aplauso con una sola mano?

Abriendo sus ojos, Mamiya respondió: Hasta ahora me ha sido imposible resolverlo.

El Maestro estalló furioso: ¡Insensato! ¡Los muertos no hablan! ¡Fuera de aquí!

Tal vez no hayas alcanzado la iluminación, pero al menos ¡podrías ser consecuente!