Siete reflexiones sobre el perdón
Si lo comprendes todo, lo perdonas todo, y solo existe el perdón cuando te das cuenta de que, en realidad, no tienes absolutamente nada que perdonar.
ANTHONY DE MELLO
PENSAMIENTOS SOBRE EL PERDÓN
La única dificultad está dentro de ti.
No existen dificultades ante las otras personas. La única dificultad está dentro de ti. El problema no son los otros, sino tu forma de reaccionar ante ellos. Descubre por qué reaccionas de determinada manera. Así te volverás capaz de romper con tus ilusiones. El responsable de tus enfados eres tú, pues aunque el otro haya provocado el conflicto, el apego y no el conflicto es lo que te hace sufrir.
Es el miedo a la imagen que el otro haya podido hacer de ti, miedo a perder su amor, miedo a tener que reconocer que es una imagen la que dices amar, y miedo a que la imagen de ti, la que tú sueñas que él tenga de ti, se rompa.
- Todo miedo es un impedimento para que el amor surja.
- Y el miedo no es algo innato sino aprendido.
- Si lo comprendes todo, lo perdonas todo.
Y solo existe el perdón cuando te das cuenta de que, en realidad, no tienes nada que perdonar. En realidad, nadie tiene la capacidad de ofenderte. Lo que te ofende es la forma en que interpretas el lenguaje.
METANOIA
Arrepentimiento: una trampa.
En la cárcel real, es el guardián el que tiene la llave. Pero en la cárcel psicológica (en la que estamos metidos por nuestra programación), es el prisionero el que tiene la llave, pero lo malo es que no se da cuenta. ¡Ay de ti, si ves esto claro, porque irremediablemente vas a salir de tus prisiones psicológicas y vas a cambiar para llamar a las cosas, personas y situaciones por su nombre! Entonces ya no hay vuelta atrás. Te va a ser duro, pero más duro es vivir a ciegas, adormilado.
Jesús insiste en la metanoia, en vivir la vida bien despiertos, sin perderse nada. El arrepentimiento es morir de verdad al pasado para instalarse en el presente mirándolo con ojos nuevos. El concepto de arrepentimiento, tal como nos lo explicaron, era como una trampa. Si no hubiese arrepentimiento quizá no habría pecado, porque mucha gente peca para arrepentirse. Es un juego psicológico con nosotros mismos en el que buscamos terminar el juego con el arrepentimiento. Es una forma de desahogarse emocionalmente y recibir aceptación, aprobación, con el perdón. Por eso, metanoia no quiere decir estar arrepintiéndose una y otra vez, sino despertar a la verdad.
Todo miedo es un impedimento para que el amor surja. Y el miedo no es algo innato, sino aprendido.
SABER AMAR
Cuando sabes amar es señal de que has llegado a percibir a las personas como semejantes a ti.
Nadie hay mejor ni peor que tú. Es posible que el otro haya obrado mal en determinada circunstancia y tú no, pero habrá sido por su programación, o por circunstancias anteriores que ahora le han hecho, por miedo, comportarse así. Todos tenemos las mismas inclinaciones, y la prueba es que, si nos molestan las fallas de los demás es, precisamente, porque nos están recordando nuestras propias fallas, y si nosotros no nos permitimos fallar (o no queremos reconocerlo), ¿cómo vamos a aceptárselo a los demás? En cuanto se reconoce lo propio, ya no molesta verlo en los demás.
De haber sido yo víctima de la violencia, de la crueldad o el sadismo y, además, estar drogado por una programación que me da inseguridad y dispara mis deseos de poder, ¿quién sería yo? Sería seguramente dictador, o asesino, o cualquier otra clase de malhechor. Jesús se daba cuenta de que, como todo hombre, no era mejor que los demás. Y lo dijo: ¿Por qué me llamáis bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios.
Era mejor porque estaba despierto, con los ojos bien abiertos a la realidad, porque había vivido mucho, conocido a muchas personas y había aprendido a amarlas de verdad, pero sabía que eso no es ser más que los demás. Jesús no rechazaba a los malos, porque los comprendía, pero sí rechazaba a los hipócritas que falseaban la verdad y eran crueles con los débiles. Lo que rechazaba era su actitud, y se lo decía en la cara para que despertasen. Hasta que no veas inocentes a las personas, no sabrás amar como Jesús.
Si lo comprendes todo, lo perdonas todo, y solo existe el perdón cuando te das cuenta de que, en realidad, no tienes nada que perdonar.
SER OBJETIVOS
Examinar, observar y comprender es perdonar.
Piensa ahora en personas que te desagraden. Observa, en primer lugar, qué es lo que te desagrada de ellas; estudia sus defectos con imparcialidad y objetividad. Para ello, naturalmente, no puedes hacer uso de clichés referidos a ellas: orgulloso, holgazán, egoísta, arrogante... El cliché es producto de la pereza mental, porque resulta muy fácil aplicarle a alguien un estereotipo o una etiqueta. En cambio, es difícil y arriesgado ver a las personas en su singularidad y unicidad.
Debes examinar esos defectos clínicamente, es decir, debes cerciorarte de tu objetividad. Ten en cuenta la posibilidad de que lo que ves en esas personas como un defecto tal vez no lo sea en absoluto, sino que en realidad puede ser algo hacia lo que tu educación y las circunstancias te han hecho sentir aversión. Si, a pesar de todo, todavía sigues viendo en ello un defecto, trata de comprender que el origen del mismo reside en sus experiencias de la infancia, en sus condicionamientos del pasado, en una defectuosa forma de pensar y de percibir y, sobre todo, en su inconsciencia, no en su malicia. A medida que hagas esto, tu actitud se trocará en amor y perdón, porque examinar, observar y comprender es perdonar.
PERDONARSE
La negativa a perdonarse a sí mismo.
Dios no desea otra cosa que perdonarnos. Por nuestra parte, ni siquiera tenemos que decir: lo siento. Lo único que tenemos que hacer es desear volver a Él, que ni siquiera dejará que el hijo pródigo acabe de pronunciar el breve discurso de arrepentimiento que había preparado para la ocasión. Nada hay más fácil en el mundo que obtener el perdón de Dios, el cual está más dispuesto a conceder el perdón que nosotros a recibirlo. El problema, por tanto, no es de Dios, sino nuestro. La verdad es que son muchos los que se niegan a creer que el perdón sea algo que puedan obtener tan fácilmente. Y, lo que es peor, se niegan a perdonarse a sí mismos. Están constantemente obsesionados pensando en lo malos y miserables que han sido, deseando no haber pecado nunca y haber conservado siempre limpio el expediente.
LOS TRES PERDONES
La oración de un devoto al Señor Vishnú.
Señor, te pido perdón por mis tres mayores pecados: ante todo, por haber peregrinado a tus muchos santuarios olvidando que estás presente en todas partes; en segundo lugar, por haber implorado tantas veces tu ayuda olvidando que mi bienestar te preocupa más a ti que a mí; y, por último, por estar aquí pidiéndote que me perdones, cuando sé perfectamente que nuestros pecados nos son perdonados antes de que los cometamos.
PERUGINI
La profesión de Dios consiste en perdonar.
Es costumbre entre los católicos confesar los pecados a un sacerdote y recibir de éste la absolución como un signo del perdón de Dios. Pero existe el peligro, demasiado frecuente, de que los penitentes hagan uso de ello como si fuese una especie de garantía o certificado que les vaya a librar del justo castigo divino, con lo cual confían más en la absolución del sacerdote que en la misericordia de Dios.
He aquí lo que pensó hacer Perugini, un pintor italiano de la Edad Media, cuando estuviera a punto de morir: no recurrir a la confesión si veía que, movido por el miedo, trataba de salvar su piel, porque eso seria un sacrilegio y un insulto a Dios.
Su mujer, que no sabia nada de la decisión del artista, le preguntó en cierta ocasión si no le daba miedo morir sin confesión. Y Perugini le contestó: Míralo de este modo, querida: mi profesión es la de pintor, y creo haber destacado como tal. La profesión de Dios consiste en perdonar; y si él es tan bueno en su profesión como lo he sido yo en la mía, no veo razón alguna para tener miedo.
LOS NAZIS
El perdón y el olvido.
Un ex-convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia.
¿Has olvidado ya a los nazis? le preguntó a su amigo.
Si, dijo éste.
Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.
Su amigo le dijo apaciblemente:
Entonces, aún siguen teniéndote prisionero.