La iluminación espiritual

Primero reconciliaos

LA LEY Y EL AMOR

La ley es amor impuesto; el amor es ley espontánea.

Moisés trajo la ley al mundo. Jesús trae amor. Antes de Jesús tiene que haber un Moisés. La ley es amor impuesto; el amor es ley espontánea. La ley viene desde el exterior; el amor desde el interior. La ley es externa, el amor es interno. El amor solamente puede suceder cuando existe un cierto orden, una cierta disciplina, una cierta ley. El amor no puede existir en la jungla. Moisés civiliza al hombre, Jesús lo espiritualiza. Por esto Jesús dice una y otra vez No he venido a destruir, sino a cumplir.

Moisés proporciona los mandamientos, Jesús nos da su comprensión. Uno puede seguir los mandamientos en un nivel formal, superficial. Uno puede ser una persona justa, un puritano, un moralista, y en lo más profundo no cambia nada; todo continúa siendo igual. La vieja oscuridad, la vieja inconsciencia siguen estando allí. Realmente no ha cambiado nada; simplemente has pintado tu fachada. Ahora llevas puesta una hermosa máscara. No hay nada malo en llevar una máscara —si tu cara es fea, es mejor no mostrársela a los demás. ¿Por qué ser tan duro con los demás? Si tienes una cara fea, ponte una máscara—, al menos evitará que los demás te vean. Sin embargo, la máscara no va a cambiar tu fea cara. Nunca olvides ni por un solo momento que la máscara no es tu cara. También tienes que transformar tu cara.

Moisés le dio una disciplina muy cruda a la sociedad. No pudo hacerlo mejor, no había otra forma. La consciencia humana era muy, muy primitiva. Un poquito de civilización era más de lo que se podía esperar. Pero Moisés preparó el camino, y Jesús, la realización. Lo que Moisés comenzó, Jesús lo completó. Moisés puso los cimientos, Jesús levantó todo el templo. Aquellas piedras de los cimientos tenían que ser crudas y feas. Solo sobre aquellas crudas y feas piedras podía construirse un hermoso templo de marfil. Recuerda siempre esto: que Jesús no está en contra de Moisés. Pero los judíos lo malinterpretaron, porque Moisés habla sobre la ley y Jesús habla sobre el amor.

Para los judíos, particularmente sacerdotes y políticos, parecía que la ley iba a ser destruida por Jesús, por eso se enfadaron. Y también tenían razón. En un sentido, la ley iba a ser destruida porque una ley más elevada iba a ser introducida. La ley más baja tenía que desaparecer. Lo inferior tiene que cesar para dar paso a lo superior.

La ley se basa en el miedo, en la avaricia; la ley te castiga. La idea central de la ley es la justicia, pero la justicia no es suficiente, porque es cruda y dura, violenta. Solo la compasión permite que tu ser pueda florecer, te puede ayudar a llegar a tu cima más alta —no la justicia—. La ley es mejor que el desorden, pero comparándola con el amor, la ley en si misma es desorden —comparada con el amor. Es relativa, porque la ley depende de los mismos demonios contra los que lucha.

Si alguien asesina, la ley lo asesina a él. Entonces, se está haciendo lo mismo que ha hecho la otra persona. No es más elevado, aunque sea justo. No es religioso, no hay ninguna espiritualidad en ello; es matemático. Uno ha matado a alguien…, la ley lo mata a él. Pero si matar está mal, ¿cómo puede tener razón la ley? Si matar está mal, la ley tiene una gran carencia. Depende del mismo demonio, recuérdalo.

Cuando Jesús empezó a hablar sobre el amor, la gente que había sido respetuosa con la ley tuvo mucho miedo. Porque sabían que si se eliminaba la ley, entonces emergería el animal que se esconde dentro de ellos, destrozando toda la sociedad. Sabían que sus caras solo eran bellas en la superficie —en lo más profundo, hay una gran fealdad. Y cuando Jesús les dijo: Quitaos todas las máscaras, les dio miedo, se enfadaron. Este hombre es peligroso, este hombre ha de ser castigado y destruido antes de que él destruya toda la sociedad.

Pero lo malinterpretaron, Jesús no estaba diciendo que se quitaran las máscaras. Él decía: Os he traído una alquimia, de manera que podéis hacer que vuestra cara sea hermosa. ¿Por qué llevar una máscara? ¿Por qué llevar ese peso? ¿Por qué llevar esa cosa falsa de plástico? Yo puedo daros una ley superior que no requiere ni miedo, ni avaricia, ni ser aplicada desde el exterior. Que nace en el ser por medio de la comprensión, no por miedo. Recuerda, esta es la diferencia: del miedo surge la ley, de la comprensión, el amor.

Moisés es un deber, pero también tiene que marcharse. Moisés ha hecho su trabajo, ha preparado el terreno. Cuando Jesús aparece, el trabajo de Moisés está realizado.

Pero los judíos se enfadaron. Es muy difícil para la gente desligarse de su pasado. Moisés se había convertido en el centro para la mente de los judíos. Creían que Jesús estaba en contra de Moisés. Y así ha sido durante años —el malentendido.

En la India los hindúes creían que Buda estaba en contra de los Vedas —el mismo problema, exactamente lo mismo. Buda no está en contra de los Vedas— en un sentido sí, pero solo en un sentido. Él está trayendo algo desde lo profundo y, una vez desvelada esa profundidad, ya no son necesarios los Vedas. Por eso parece estar en contra, hace que los Vedas no tengan sentido. Y este es todo el propósito de Jesús, cumplir con Moisés y, sin embargo, hacer que tenga sentido. El nuevo designio ha tomado lugar.

Jesús era un hombre de amor, de inmenso amor. Amaba esta tierra, amaba el olor de esta tierra. Amaba los árboles, amaba a la gente. Amaba a las criaturas porque este es el único modo de amar al creador. Si no puedes alabar la pintura, ¿cómo puedes elogiar al pintor? Si no puedes enaltecer la poesía, ¿cómo puedes ensalzar al poeta?

Jesús es muy afirmativo, decidor del sí. Y conoce un hecho muy significativo que una y otra vez introduce en sus sentencias: que Dios es una abstracción; no puedes estar cara a cara con Dios. Dios es una abstracción tanto como lo es la humanidad. Cuando te cruzas con alguien, lo haces con seres humanos, nunca es con la humanidad. Siempre es con lo concreto. Nunca te cruzarás con un Dios abstracto, porque no tiene rostro alguno. No tiene semblante. No podrás reconocerlo. ¿Cómo encontrarlo?

Mira a los ojos de las personas con las que te cruzas, mira a cada ser que encuentres. Esta es la forma de Dios en concreto: Dios materializado. Todo en el mundo es una encarnación de Dios —las rocas, los árboles, la gente y todo. Ama a esta gente, ama a los árboles, a las estrellas, y a través de este amor empezarás a sentir la inmensidad de ser. Pero tendrás que atravesar la pequeña puerta de un ser en concreto.

Jesús ha sido muy incomprendido. Fue malinterpretado por los judíos, a pesar de significar el clímax de inteligencia que habían estado esperando a través de los tiempos. Cuando por fin llegó, fue rechazado. Después fue incluso más incomprendido por los cristianos. Un gran decidor de sí fue convertido en un decidor del no. Los cristianos describieron a Jesús como una persona muy triste, de cara larga, con un gran sufrimiento como si estuviera siendo torturado. Esto es falso, ¡no es verdad! ¡NO PUEDE! ser la verdad sobre Jesús! De ser así, ¿quién habría reído, quién habría amado y quién habría celebrado? Jesús es la celebración del ser y la más elevada celebración posible. Recuérdalo, solo entonces podrás comprender estos sutras.

Una anécdota tremendamente hermosa:

  • Jesús estaba en la cruz y debajo estaba San Patricio rezando por su alma, pues su Maestro moriría pronto.
  • Jesús lo llamó, Patricio, sube. Tengo que decirte algo.
  • Patricio, sin mirar hacia arriba, le contestó: Señor, no puedo porque estoy rezando por tu alma.
  • Jesús lo volvió a llamar un poco más alto, con un asomo de urgencia.
  • Patricio, por el amor de Dios, deja esa estupidez y sube, es muy importante lo que tengo que decirte.
  • Señor, no puedo. ¡No te he dicho que estoy rezando por tu alma, caramba!
  • Jesús, una vez más, casi gritando, llamó Patricio, ¡te lo digo por última vez, sube aquí! ¡Es sumamente urgente, no te lo puedes perder!.
  • Patricio cedió de mala gana diciendo para sus adentros: ¡Maldita sea! ¡Este hombre es un tonto! ¡Me pide que suba ahora que estoy ocupado rezando por su alma!, y se fue a coger una escalera. Colocó la escalera junto a la cruz y despacio, con deliberada mala gana, empezó a subir peldaño a peldaño hasta llegar arriba. Bien, Maestro, aquí estoy. Ahora, ¿quieres decirme para qué me has hecho llegar hasta aquí?
  • Mira, Patricio, dijo Jesús, más allá de aquellos árboles puedes ver nuestra casa.
  • Jesús, muriéndose en la cruz…, y dice Mira más allá de aquellos árboles.
  • ¿Puedes ver nuestra casa? Amaba tremendamente esta tierra. Esa es la única manera de amar a Dios; no hay ninguna otra forma.

Si niegas la existencia, intrínsecamente estás negando a Dios. Si dices no a la vida, estás diciendo no a Dios, porque es la vida de Dios. Y recuerda siempre que Dios no tiene labios propios; él besa a través de los labios de otro. No tiene manos propias; te abraza mediante las manos de otro. No tiene ojos propios, porque todos los ojos son suyos; te mira a través de los ojos de otro. Te ve a través de los ojos de otro, es visto por tus ojos y sigue viendo a través de tus ojos también.