La iluminación espiritual

No Juzgar y permitir ser

NO JUZGAR

No necesitas juzgar a otro ser.

Sé compasivo, sé inteligente y amoroso. Mira a los demás sin juzgarlos. Y nunca empieces a sentirte una persona recta, ni em­pieces a sentir una especie de santidad. No te conviertas en Su santidad. Nunca. Mantente común; no seas nadie. Y en ese no ser nadie llega el último huésped... en ese no ser nadie tú te conviertes en el anfitrión.

Hay que acabar con este constante deseo de juzgar a los demás. No ayuda a los demás y te hace daño a ti, solamente te hace daño a ti. ¿Por qué tienes que preocuparte? . No tiene nada que ver contigo. Si se quiere quedar en lo de siempre y continuar por la misma ruta, en la misma rutina, es su gusto. ¡Bien! . Es su vida y tienen todo el derecho a vivirla a su manera...

Veamos que nos dice Ram Dass (Dr. Richard Alpert)...

OBSERVA CÓMO TU MENTE JUZGA

Observa a tu mente juzgar. El juzgar surge, en parte, de tu propio miedo.

Juzgas a los otros porque no estás cómodo en tu propio ser. Al juzgar, descubres dónde estás en relación a los demás. La mente juzgadora busca dividir. Separa. La separación cierra tu corazón. Si cierras tu corazón a alguien estás perpetuando tu sufrimiento y el de ellos. Dejar de juzgar significa aprender a apreciar tu dilema y el del otro con un corazón abierto en lugar de juzgar. Entonces puedes permitir a ti y a los otros simplemente ser, sin separación.

La única alternativa disponible es el ser y ésta incluye tanto los puntos altos como los bajos. Cada vez que apartas algo se mantiene ahí. El montón debajo de la alfombra se hace enorme. Tus puntos bajos resultan ser más interesantes que tus puntos altos porque te muestran en dónde no estás, en dónde aún tienes trabajo por hacer.

Simplemente dices, Gracias por enseñarme No necesitas juzgar a otro ser. Lo único que debes hacer es trabajar en ti mismo.

Cuando alguien te provoca enojo, la única razón por la cual te enojas es porque te aferras a cómo crees que algo debe ser. Estás negando cómo realmente es. Entonces ves que son las expectativas de tu propia mente las que están creando tu propio infierno. Cuando te frustres porque algo no es de la manera que pensabas que sería, examina lo que pensaste, no solo aquello que te frustra. Verás que gran parte de tu sufrimiento emocional es creado por tus modelos de cómo crees que el universo debería ser y por tu incapacidad de permitirle ser como es.

El juicio viene, en parte, de tu propio miedo. Juzgas a otras personas porque no te sientes cómodo en tu propio ser.

Al juzgar, descubres dónde te encuentras en relación con otras personas. La mente que juzga es muy divisiva. Lo que hace es separar. La separación cierra tu corazón. Si cierras tu corazón a alguien, estás perpetuando tu sufrimiento y el suyo.

Dejar de juzgar significa aprender a apreciar tu predicamento y el predicamento del otro con un corazón abierto en lugar de juzgar. Entonces puedes permitir a ti y a los demás para ser, sin separación.

CULTIVANDO AL TESTIGO

No juzgar o criticar, simplemente observando es la calidad de estar despierto.

Una forma de liberarte del apego es cultivar la conciencia testigo, para convertirte en un observador neutral de tu propia vida. El lugar del testigo dentro de ti es la simple conciencia, la parte de ti que está al tanto de todo – solo nota, observa, no juzga, solo está presente, aquí y ahora.

El testigo es en realidad otro nivel de conciencia. El testigo coexiste junto a tu conciencia normal, como otro nivel de conciencia, como la parte de ti que está despertando. Los seres humanos tienen la capacidad única de estar en dos estados de conciencia a la vez.

Ser testigo de uno mismo es como dirigir el haz de una linterna hacia ti mismo. En toda experiencia – sensorial, emocional o conceptual – existe la experiencia, datos sensoriales o emocionales o de pensamiento, y tu conciencia de ello. Ese es el testigo, es el que solo nota, observa y no juzga.

El testigo es la conciencia de los propios pensamientos, sentimientos y emociones. Ser testigo es como despertarse por la mañana y al mirarse en el espejo darse cuenta de sí mismo – no juzgar o criticar, simplemente observando neutralmente la calidad de estar despierto. Ese proceso de volverte hacia ti, te saca de estar sumergido en experiencias, pensamientos y sensaciones del exterior.

Junto con esa conciencia de ti mismo llega la sutil alegría de estar aquí, vivo, disfrutando de estar presente en este momento. Con el tiempo, flotando en esa percepción subjetiva, los objetos de la conciencia se disuelven, y entrarás en el Ser espiritual, el Atman, que es conciencia pura, alegría, compasión: el Uno.

El testigo es la herramienta para centrarte. Guía el trabajo interno hacia ti mismo. Una vez que entiendes que hay un lugar en el que no estás apegado, puedes liberarte de los apegos. Casi todo lo que observamos en el universo es un reflejo de nuestros apegos.

Jesús nos advirtió, No os hagáis de tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho corrompen. . . Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará tu corazón también. El deseo crea tu universo. Es la forma en que funciona.

Así que tu primera tarea es trabajar en ti mismo. Lo mejor que puedes hacer por otro ser humano es tener tu propia casa en orden (tu vida) y encontrar tu verdadero corazón espiritual que solo nota, observa y no juzga.

DEJA DE JUZGAR

Tú no juzgas. Tu vida es simplemente un proceso desenvolviéndose.

Cuando vas al bosque y miras a los arboles, ves todos esos arboles diferentes. Y algunos de ellos están torcidos, y algunos de ellos están derechos, y algunos de ellos son de hojas perennes, y algunos de ellos son lo que sea. Y tu miras al árbol y lo aceptas. Tu ves porque es de la manera en que es. Tu de alguna forma entiendes que no obtuvo suficiente luz, y por eso se ha vuelto de esa manera. Y no te pones emotivo por ello. Tu solo lo aceptas. Tu aprecias el árbol. En el minuto en que te acercas a los humanos, tu pierdes todo eso. Y estas diciendo constantemente tu eres muy esto, o yo soy muy esto. Esa mentalidad de juzgar entra en juego. Y entonces ve y practica transformar a las personas en arboles. Lo que significa, apreciarlas solo por la forma en que son.

Deja de juzgar y permite que lo que venga pase y se vaya.