La iluminación espiritual

La lógica de la existencia

LA INMORTALIDAD DEL ESPÍRITU

El Ateísmo solo considera el lado superficial de los seres y de las cosas.

Los ateos se imaginan que dan pruebas de objetividad, de lucidez, de lógica: ellos, al menos, se pronuncian según lo que ven, lo que oyen, tocan, miden, etc., a diferencia de esos creyentes tan obnubilados por su fe que han perdido todo sentido de la realidad. Pues bien, no, por muy inteligentes que sean algunos, si no aceptan la existencia de Dios, la realidad del alma, la inmortalidad del espíritu, siempre les faltará un elemento esencial para perfeccionar sus observaciones y sus opiniones. La ausencia de este elemento les limita, porque se detienen en las formas superficiales de la existencia.

Un ateo es comparable a aquél que, ante un ser humano, solo considera su anatomía. Basta con identificar y describir los miembros, los órganos, la anatomía puede ser suficiente. Pero quedarse en la anatomía significa ocuparse de un cuerpo sin tener en cuenta la vida que lo anima. Solo la conciencia de la vida del alma y del espíritu, y por tanto de un mundo superior, el mundo divino en el que tenemos nuestro origen, puede darnos la verdadera dimensión de los seres y hacernos sensibles a las corrientes que circulan en ellos.

Historia del Corazón, Intelecto, Alma y Espíritu

La luz que está en la inteligencia se encuentra un poco alejada del instinto. Así pues no es gracias a las explicaciones ni los razonamientos como podemos vencer y dominar un instinto, es a través de otro instinto que lo conseguiremos. Puede suceder que la razón apacigüe el miedo, pero el resultado final no es seguro. Tocad el corazón de alguien, haced aquello que ama y se tirara al fuego por vosotros. Si le habláis a través de la lógica, no obtendréis ningún resultado y su miedo subsistirá. Una joven cuando descubre que alguien está en peligro. Duda si debe salvarlo. Pero si se da cuenta que es su bien amado, ella estará dispuesta hacer cualquier esfuerzo para salvarlo.

El corazón y el alma son los vehículos de nuestras emociones, de nuestros sentimientos y de nuestros‏ deseos; pero mientras que el corazón es la sede de‏ los sentimientos y de las emociones ordinarias, ligados a los dolores, a las penas y a la sensualidad,‏ así como a las alegrías y placeres puramente físicos, el alma es la sede de las emociones y de los‏ impulsos espirituales y divinos.

Entre el intelecto‏ y el espíritu existe la misma relación que entre el‏ corazón y el alma. El intelecto es la sede de los pensamientos y de los razonamientos ordinarios que‏ solo apuntan a la satisfacción de los intereses personales y de las necesidades materiales. Por el contrario, el espíritu es el principio del pensamiento y‏ de la actividad puramente desinteresados.‏

El corazón y el alma se refieren a un mismo y‏ único principio, el principio femenino, que puede‏ manifestarse en una región inferior, el corazón o‏ plano astral, o en una región superior, el alma o‏ plano búdico. El intelecto y el espíritu provienen‏ también de un principio único, el principio masculino, que se manifiesta en dos regiones: la inferior‏ del plano mental, o la superior del plano causal.

Los‏ dos principios, masculino y femenino, utilizan pues,‏ cuatro vehículos; el corazón y el intelecto, el alma‏ y el espíritu. Estos dos principios y estos cuatro vehículos habitan en una misma casa, el cuerpo‏ físico.‏

‏Con el fin de clarificar más esta cuestión, que‏ sigue siendo todavía demasiado abstracta para‏ muchos, les contaré una historia.

LA HISTORIA

Imaginen una‏ casa en la que viven el amo y el ama con un criado‏ y una criada. Sucede a veces que el amo de la casa‏ se va de viaje y su mujer se queda un poco triste‏ y lánguida, esperando la vuelta de su marido y ‏ velando por la buena marcha de la casa. Y cuando‏ vuelve el marido, cargado de regalos, hay una gran‏ fiesta en la casa.

Otras veces, el amo y el ama se‏ van juntos o hacen un largo viaje, y cuando el criado‏ y la criada se encuentran solos y sin vigilancia, deciden aprovecharse de esta libertad; empiezan a explorar las almacenes en los que descubren toda clase‏ de provisiones, y puesto que es más divertido ser‏ muchos que pocos para festejar algo, invitan a los‏ vecinos y vecinas

Después de unas horas de‏ juerga, evidentemente, encontramos mesas y botellas tiradas, e incluso algunas cabezas fracturadas. Cuando vuelven los amos, se horrorizan ante‏ tal espectáculo; naturalmente hay reprimendas y‏ vuelven a poner orden en la casa.‏

‏Interpretemos ahora esta pequeña historia. La casa es‏ el cuerpo físico; la criada es el corazón; el criado‏ es el intelecto; el ama de la casa es el alma, y el amo‏ el espíritu. A menudo el espíritu se va, y entonces‏ nuestra alma se siente abandonada; pero cuando‏ vuelve, trae inspiración, abundancia y luz. Cuando‏ el alma y el espíritu se van de viaje, el corazón y‏ el intelecto se funden y cometen todas las tonterías‏ posibles... ¡en compañía de otros corazones y de‏ otros intelectos!