La conciencia pura
En realidad es la conciencia la que ilumina los objetos. Si el objeto desaparece no tenemos ya más conciencia de él pero la Conciencia Pura permanece.
JEAN KLEIN
LA CONCIENCIA SIN OBJETO
Hay que admitir en la práctica la posibilidad de una Conciencia sin objeto. Por lo general, solo conocemos la conciencia en su relación con los objetos. En realidad, es la conciencia la que ilumina los objetos. En ella aparecen los pensamientos, las emociones, las sensaciones, como un despliegue de energía; y es en ella también, que desaparecen.
Cuando el objeto desaparece, no tenemos ya más conciencia de él, pero la Conciencia Pura permanece.
Los intervalos entre los pensamientos y entre las percepciones son habitualmente considerados como vacíos. El sueño también es contemplado como una relación sujeto-objeto y al no experimentarse en él conciencia alguna de un objeto, se concluye que constituye un estado sin conciencia. Sí, por el contrario, se admite la existencia de una conciencia autónoma, se advertirá que los objetos aparecen de una manera discontinua y que esta discontinuidad está originada por una continuidad: La Conciencia.
Es entonces cuando es posible experimentar la conciencia sin la presencia del objeto. En este sentido, debe aceptarse en la Meditación cualquier percepción que se presente, sea ésta cual fuere. Gracias a esta aceptación sin reservas la percepción se desvanecerá, antes o después, de forma natural en la conciencia.
Si por otra parte, se hace de la Meditación una disciplina cuyo objeto sea integrar, por medio de un esfuerzo de la Voluntad, un estado de conciencia sin pensamiento, se podrá alcanzar ese estado, pero se habrá generado un nuevo dinamismo; el pensamiento rechazado violentamente permanecerá a la espera, dispuesto a resurgir ; incluso con mayor energía.
Hay momentos en que estamos efectivamente sin percepción. Pero no estamos habituados a gustar de ese estado. Creamos constantemente situaciones y objetos, a fin de poder encontrarnos en algo. Cuando fortuitamente vivimos la experiencia de un estado de conciencia sin objeto, tenemos la tendencia a vivirlo como una privación, como si fuera una pantalla sin imágenes.
Si se acepta en la práctica la posibilidad de una conciencia autónoma, se produce un soltar con respecto a la tendencia a crear continuamente una relación sujeto-objeto; el sujeto queda completamente reabsorbido, pues su existencia está condicionada por la existencia de objeto. Se trata en realidad de una Vivencia donde no hay nadie que contemple ni nada contemplado.
Este no-estado se producirá esporádicamente; más adelante se presentará con mayor frecuencia, en particular en la Meditación; después lo viviréis también en presencia de los objetos. La ausencia de objeto es, quizás, menos frecuente que su presencia, pero eso no tiene importancia.
Lo importante es vivir lo que hay detrás de la presencia y la ausencia, es decir, la Conciencia.
En consecuencia, no hay que hacer ningún esfuerzo para eliminar absolutamente nada en la Meditación. No hay nada que eliminar. Una actitud de escucha desprovista de intención basta para que el pensamiento se agote por sí mismo; se desvanece en cuanto cesa la voluntad de mantenerlo mediante asociaciones de ideas.
Todo esfuerzo generaría tensión desde un punto de vista en cierta forma experimental, resulta, pues, fecundo aceptar la posibilidad de un estado donde no existe ni observador ni cosa observada.
La Meditación puede considerarse como un laboratorio, pero también como un arte, como redactar un poema o componer música. Son medios de expresar la alegría de ser; también la Meditación Celebra la alegría de ser.
No es una disciplina, sino un medio de Autoconocimiento y, a la vez, un cántico silencioso. Más adelante la Meditación se prolongará en la vida cotidiana. Será el plano a fondo de donde fluye esta alegría, esta plenitud de ser, se revela presente en cada instante al alcance de nuestra lucidez, permanentemente disponible como un manantial inagotable.
Esta plenitud puede expresarse de múltiples formas, pero permanece idéntica a través de todas ellas. Dicho en otros términos: todos los objetos que aparecen son expresión de la conciencia.
En última instancia, no son otra cosa que conciencia.
En la Meditación se reconocerá primero el ir y venir de los pensamientos; después, y mediante la actitud interior que consiste en no alimentar más el pensamiento, llegará el día en que percibiréis la pulsión, la vibración que precede al pensamiento.
Esta pulsión es la que percute el cerebro en sus profundidades y desencadena los procesos de simbolización y formulación. En un momento dado, la complicidad con esta tendencia a dar continuidad a las pulsaciones mediante el pensamiento y el lenguaje, desaparecerá de vosotros.
La energía que se manifiesta en estas vibraciones debe absorberse, pero queda, al principio, como un condicionamiento con el cual no hay que identificarse. Desde el momento en que las vibraciones son observadas y no hay ya más identificación con ellas, éstas disminuyen y no originan ninguna expresión por medio del lenguaje.
Por supuesto, no se debe caer en la trampa de mantener estas vibraciones con baja frecuencia, pues entonces se identificarán con ellas. Todo esto debe quedar en el marco dentro de una relación entre el observador y la cosa observada. Luego se instalará la contemplación, toda volición relativa al dinamismo del pensamiento cesará y el fenómeno de la energía se reabsorberá él mismo en vuestro Ser.