La capacidad y el coraje de estar en soledad
Se debe dar a una persona la capacidad de estar solos y el coraje de confiar en sus ojos, mente y corazón, observaciones, pensamientos y sentimientos.
ANTHONY DE MELLO
AMOR Y SOLEDAD
La soledad es necesaria para comprenderte fuera de toda programación.
¿No se te ha ocurrido nunca pensar que solo eres capaz de amar cuando estás solo? Pero ¿qué significa amar? Significa ver a una persona, una cosa, una situación tal como realmente es, no tal como tú la imaginas, y reaccionar ante ella como merece. No puedes amar realmente lo que ni siquiera ves.
¿Y qué es lo que te impide amar?
Tus conceptos, tus categorías, tus prejuicios y proyecciones, tus necesidades y apegos, los clichés que tú mismo has elaborado a partir de tus propios condicionamientos y experiencias pasadas. Ver es la más ardua tarea que un ser humano puede emprender porque requiere una mente alerta y disciplinada, mientras que la mayoría de la gente prefiere ceder a la pereza mental antes que tomarse la molestia de ver a cada persona y cada cosa de un modo siempre nuevo, con la novedad de cada momento.
Liberarte de tus condicionamientos para poder ver es bastante difícil. Pero el verte exige algo aún más doloroso: liberarte del control que la sociedad ejerce sobre ti; un control cuyos tentáculos han penetrado hasta las raíces mismas de tu ser, hasta el punto de que liberarte de él es tanto como despedazarte. Si quieres comprenderlo, piensa en un niño al que se le inocula el gusto por la droga. A medida que la droga penetra en su cuerpo, el niño se va haciendo adicto y todo su ser demanda a gritos dicha droga. Llega un momento en que la falta de la droga le resulta tan insoportable que prefiere morir.
Pues bien, esto es exactamente lo que la sociedad hizo contigo cuando eras un niño. No te estaba permitido disfrutar del sólido y nutritivo alimento de la vida: el trabajo, la actividad y la compañía de las personas y los placeres de los sentidos y de la mente. Se te hizo tomar afición a unas drogas llamadas aprobación, aprecio, éxito, prestigio, poder… Una vez que les tomaste el gusto, te hiciste adicto a ellas y empezaste a temer la posibilidad de perderlas. Sentías terror con solo pensar en los fallos, en los errores o en las críticas. De modo que te hiciste cobardemente dependiente de los demás y perdiste tu libertad. Ahora tienen otros el poder de hacerte feliz o desdichado. Y, por más que detestes el dolor que ello supone, te encuentras completamente desvalido.
No hay un solo minuto en el que, consciente o inconscientemente, no trates de sintonizar con las reacciones de los demás, marchando al ritmo de sus exigencias. Cuando te ves ignorado o desaprobado, experimentas una soledad tan insoportable que acudes de nuevo a los demás mendigando el consuelo de su apoyo, su aliento y sus palabras de ánimo. Vivir con los demás en este estado conlleva una tensión interminable, pero vivir sin ellos acarrea el agudo dolor de la soledad. Has perdido tu capacidad de verlos con toda claridad tal como son y de reaccionar adecuadamente ante ellos, porque, en general. tu percepción de ellos está oscurecida por tu necesidad de conseguir la droga.
La aterradora e ineludible consecuencia de todo ello es que te has vuelto incapaz de amar nada ni a nadie. Si deseas amar, has de aprender a ver de nuevo. Y si deseas ver, has de renunciar a tu droga. Tienes que arrancar de tu ser esas raíces de la sociedad que se te han metido hasta los tuétanos. Tienes que liberarte de ellas. Externamente, todo seguirá como antes y tú seguirás estando en el mundo, pero sin ser del mundo. E internamente serás al fin libre y estarás absolutamente solo. Es únicamente en esa soledad, en ese absoluto aislamiento, como desaparecerán la dependencia y el deseo y brotará la capacidad de amar, porque ya no verás a los demás como medios de satisfacer tu adicción.
Solo quien lo ha intentado conoce el terror de semejante proceso. Es como si te invitaran a morir. Es como pedirle al pobre drogadicto que renuncie a la única felicidad que ha conocido y la sustituya por el sabor del pan, la fruta, el aire limpio de la mañana y el frescor del agua del torrente, mientras se esfuerza por hacer frente al síndrome de abstinencia y al vacío que experimenta en su interior una vez desaparecida la droga. Para su enfebrecida mente, nada que no sea la droga puede llenar ese vacío. ¿Puedes imaginar una vida en la que te niegues a disfrutar de una sola palabra de aprobación y de aprecio o a contar con el apoyo de un brazo amigo; una vida en la que no dependas emocionalmente de nadie, de manera que nadie tenga ya el poder de hacerte feliz o desdichado; una vida en la que no necesites a ninguna persona en particular, ni ser especial para nadie, ni considerar a nadie como propio? Hasta las aves del cielo tienen nidos y los zorros guaridas, pero tú no tendrás dónde reposar tu cabeza a lo largo de tu travesía de la vida.
Si alguna vez llegas a ese estado, al fin sabrás lo que significa ver con una visión despejada y no enturbiada por el miedo o el deseo. Y sabrás también lo que significa amar. Pero para llegar a esa región del amor deberás soportar el trance de la muerte, porque amar a las personas supone haber muerto a la necesidad de las mismas y estar absolutamente solo.
¿Cómo se llega ahí?
A base de un incesante proceso de concienciación… y con la infinita paciencia y compasión que deberías tener para con un drogadicto. También te ayudará el emprender actividades que puedas realizar con todo tu ser; actividades que de tal manera te guste realizar que, mientras te ocupas en ellas, no signifique nada para ti ni el éxito ni el reconocimiento ni la aprobación de los demás. E igualmente útil te será volver a la naturaleza: despide a las multitudes, sube al monte y comulga silenciosamente con los árboles y las flores, con los pájaros y los animales, con el cielo, las nubes y las estrellas. Entonces sabrás que tu corazón te ha llevado al vasto desierto de la soledad, donde no hay a tu lado absolutamente nadie. Al principio te parecerá insoportable, porque no estás acostumbrado a la soledad. Pero, si consigues superar los primeros momentos, no tardarás en comprobar cómo el desierto florece en amor. Tu corazón romperá a cantar, y será primavera para siempre.
LA SOLEDAD
Dichoso el varón que soporta la prueba, porque, al salir airoso, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió a los que lo aman.
PENSAMIENTOS
La misma alegría y exaltación de cuando llega el amigo, es proporcional al miedo y al dolor de cuando se marcha ... o cuando lo esperas y no viene... ¿Vale la pena? Donde hay miedo no hay amor y puedes estar bien seguro de ello. Es el miedo a la imagen que el otro haya podido hacer de ti, miedo a perder su amor, miedo a tener que reconocer que es una imagen la que dices amar, y miedo a que la imagen de ti, la que tú sueñas que él tenga de ti, se rompa.
No existen dificultades ante las otras personas. La única dificultad está dentro de ti. El problema no son los otros, sino tu forma de reaccionar ante ellos. Descubre por qué reaccionas de determinada manera. Así te volverás capaz de romper con tus ilusiones. E l responsable de tus enfados eres tú, pues aunque el otro haya provocado el conflicto, el apego y no el conflicto es lo que te hace sufrir.
Todo miedo es un impedimento para que el amor surja. Y el miedo no es algo innato sino aprendido. Si lo comprendes todo, lo perdonas todo. Y solo existe el perdón cuando te das cuenta de que, en realidad, no tienes nada que perdonar. En realidad, nadie tiene la capacidad de ofenderte. Lo que te ofende es la forma en que interpretas el lenguaje.
Amor es pura gratitud, y nosotros nos ponemos condiciones. Y si nos ponemos condiciones a nosotros mismos, ¿cómo no vamos a ponérselas a los demás? Convertimos eso que llamamos amor en un egoísmo refinado que utilizamos, o para darnos placer, o para evitar sensaciones desagradables, sensaciones de culpabilidad, o miedo al rechazo. Para evitar esto, comerciamos con lo que llamamos amor. Si somos capaces de ver esto y de llamar a las cosas por su propio nombre, ya vemos claro.
La más linda redención y libertad es experimentada cuando se deja a las otras personas solas, existiendo, amando y creciendo, y no imponiéndoles, interfiriendo y amoldando sus vidas. Los hombres buscan y huyen de muchas cosas, y no entienden que, tanto lo que buscan fuera como aquello de lo que huyen, está dentro. Cámbiate a ti mismo. Cuando cambies, las personas cambiarán. El problema no está del todo en ellas, sino en la forma en que interaccionas con ellas. Sólo el día en que no nos importe lo que piensen de nosotros las personas, comenzaremos a saber amarlas como son y darles la respuesta adecuada. El día en que cambies, cambiarán todas las personas para ti, y cambiará tu presente. Entonces vivirás en un mundo de amor.
No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. Sólo es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable. Si a veces dices sí por no desilusionar a la gente, eso no es amor, es cobardía. Un gran ejercicio para el amor es saber decir no. Nunca te enamoras por alguien. Te enamoras por las ideas esperanzadas y por los sentimientos agradables que creas con respecto a alguien.
Percibe qué fascinante es estar sin un solo amigo o consejero con quien contar. Cuando ves la torpeza de los otros para ayudarte, descubres el Reino dentro de ti.
Piensa en uno de los pasajes del Evangelio en que Jesús, después de despedir a la gente, se queda solo. ¡Qué hermoso es ese amor! Sólo el que sabe independizarse de las personas sabrá amarlas como son. La soledad es necesaria para comprenderte fuera de toda programación.
Piensa en alguna temporada en que te sentiste rechazado, desatendido o humillado. A ver si consigues comprender la situación con realismo, mirándola con sinceridad, en profundidad; y puedes descubrir que, si tú no te dieras por ofendido, no existiría rechazo, ni humillación alguna. El vacío que llevamos dentro hace que tengamos miedo de perder a las personas que amamos. Pero ese vacío se llena solo con la realidad. Y cuando estás en la realidad ya no echas de menos nada, ni a nadie. Te verás libre y lleno de felicidad, como las aves.
Tú no puedes exigir a nadie que te quiera pero, en cuanto no seas exigente y sueltes los apegos, podrás reconocer cuántas personas te quieren así como eres, sin exigirte nada, y comenzarás a saber lo que es el amor.
EJERCICIOS
- Ponte frente a un amigo y dile: Te dejo libre para que seas tú mismo, para tener pensamientos propios, para seguir tus inclinaciones, para entregarte a tus predilecciones, para vivir la vida de la forma que quieras. No tendré exigencias, no quiero que seas como yo deseo. No alimentaré expectativas con respecto a lo que tú debes ser o hacer en el futuro.
- Entra dentro de ti mismo con la imaginación. Oscuridad y vacío interiores. Muévete hacia el centro del ser. Imagina que se ven allí diminutas llamas de amor que apuntan en dirección a Dios, o manantiales que brotan hacia arriba, o movimientos ciegos de amor.
REFLEXIONES
- La primera cosa que la educación debe dar a una persona es la capacidad de estar solo y el coraje de confiar en sus propios ojos, mente y corazón, observaciones, pensamientos y sentimientos. ¿Estás de acuerdo?
- Piensa en todos los controles a los cuales te sometiste a causa de tu necesidad de compañía y aprobación de otras personas. Renunciaste a la libertad, a favor de tu comodidad. ¿Por qué? ¿Qué ganaste con eso?
- Antes de cambiar a los demás, cambia tú. Limpia tu ventana para ver mejor. ¿Cómo lo harías?
- Todos somos necesarios. El valor para tener en cuenta es ser feliz y buscar tu sitio en la vida. ¿Qué harías para lograrlo?