La iluminación espiritual

El mecanismo religioso

POR: OSHO

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LA MECÁNICA RELIGIOSA

La esencia de la verdadera religión.

MATEO 9

9 Y habiendo partido de allí, vio Jesús a su paso a un hombre llamado Mateo sentado en el recibo de impuestos, y le dijo: Sígueme. Y él, levantándose, le siguió. 10 Y he aquí que, estando Jesús a la mesa en la casa, muchos publicanos (*) y pecadores vinieron y se sentaron a la mesa con él y sus discípulos. 11 Y cuando los Fariseos vieron esto, les dijeron a sus discípulos: ¿Cómo es que vuestro Maestro come con publicanos y pecadores? 12 Pero Jesús, oyéndoles, les dijo: No tienen los sanos necesidad de médico, sino los que están enfermos. 13 Id, pues, y aprended lo que eso significa; más estimo la misericordia que el sacrificio. Pues no he venido a llamar a los virtuosos al arrepentimiento, sino a los pecadores.

LUCAS 9

23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome cada día su cruz a cuestas, y sígame. 24 Pues quien quisiera poner a salvo su vida. la perderá; mas quien perdiera su vida por mí, la salvará. 25 Pues ¿qué provecho saca el hombre obteniendo el mundo entero, si se pierde o perjudica a sí mismo?

(*) Cobradores de impuestos de los Romanos (N. M T.)

LA RELIGIÓN

La religión es, básicamente, esencialmente, una rebelión. No es conformidad, no guarda relación con la pertenencia a ninguna organización, sociedad, iglesia; porque toda pertenencia proviene del miedo y la religión es libertad. El estar solo produce temor. A uno le gusta pertenecer a una nación, a una iglesia, a una sociedad porque cuando perteneces a una multitud te olvidas de tu soledad. Esta no desaparece, pero te olvidas de ella. Te engañas a ti mismo, creas un sueño a tu alrededor, como si no estuvieras solo. Permaneces solo de todas maneras; esto es solo un intoxicante.

La religión no es un intoxicante. No te da inconsciencia, te da consciencia. Y la consciencia es rebelde. Cuando llegas a estar consciente, no puedes pertenecer a ninguna sociedad, a ninguna nación, a ninguna iglesia, porque cuando te vuelves consciente, también te das cuenta de la austera belleza de la soledad. Percibes por primera vez la música que está continuamente ocurriendo dentro de tu alma ... pero nunca te habías permitido el estar solo para oírla, estar en consonancia con ella, estar unido a ella.

La religión no es conformidad, porque toda conformidad es mecánica. Haces ciertas cosas porque se supone que las hagas. Las haces porque tienes que vivir con la gente y tienes que seguir sus reglas; las haces porque has sido condicionado a hacerlas. Vas a la iglesia, vas al templo, rezas, sigues ciertos rituales, pero todo eso está vacío. A menos que tu corazón esté en ello, todo es muerto y mecánico. Puede que hagas todo tal como está prescrito, sin ningún error ‑puede ser perfecto‑ pero aún así estará muerto.

He oído que el Presidente Kennedy tenía que firmar tantas cartas, autógrafos y retratos personales que inventaron un pequeño mecanismo para él. La máquina firmaba por él, y la firma era tan perfecta que ningún experto era capaz de distinguir la mecánica de la verdadera ‑ni siquiera el mismo Presidente Kennedy era capaz de distinguir la falsa de la verdadera. Malcolm Muggeridge afirma que cuando Kennedy fue asesinado, olvidaron desconectar la máquina, y ésta siguió funcionando. El Presidente siguió firmando cartas personalizadas aún después de muerto. Un mecanismo es un mecanismo.

Te conviertes en un Cristiano: te transformas entonces en un mecanismo. Te comportas como si realmente amaras a Cristo, pero ese como si debe recordarse. Te haces Budista: te comportas como si siguieras a Buda, pero no debieras olvidar ese como si. Tu firma puede ser perfecta, pero surge de un mecanismo muerto.

La religión no es conformidad. La conformidad ocurre entre el individuo y el pasado, y la religión es algo entre el individuo y el presente ‑la poesía es algo entre el individuo y el futuro‑. La conformidad significa conformarte con aquellos que ya no son, los muertos ‑conformarte con Moisés, con Mahavir. Conformarte ahora con Jesús es una cosa muerta; te estás conformando con el pasado. Si te relacionas con el presente, es totalmente diferente. Te revoluciona; te hace renacer.

La conformidad es algo que ocurre entre el individuo y la sociedad. La religión es algo que sucede entre el individuo y la existencia misma. La sociedad es nuestra creación: Dios creó a Adán ‑no a la humanidad; Dios creó a Eva ‑‑no a la humanidad. Dios crea individuos; la humanidad es nuestra invención.

Pero la ficción puede apoderarse de ti; puedes olvidar lo real y aferrarte a la ficción. Conozco personas que quieren amar a la humanidad, y no pueden amar a otro ser humano. ¿Dónde está la humanidad, y cómo vas a amar a la humanidad? Solo puedes hacer gestos vacíos en el aire.

La humanidad no está en ninguna parte. Donde sea que te la cruces, te cruzarás con seres humanos reales y concretos. La humanidad es una abstracción, una mera palabra. No tiene realidad en sí ‑una pompa de jabón, nada más. Sólo puedes cruzarte con seres humanos reales. Amar a un ser humano real es muy difícil, pero amar a la humanidad es muy fácil. Es casi igual que no amar a nadie. Amar a la humanidad es igual, equivalente, a no amar a nadie. Entonces no hay problema, no hay dificultad alguna.

La religión es algo que sucede entre la existencia concreta y tú. No tiene nada que ver con ficciones. Y la religión no es tradición. La tradición pertenece al tiempo, la religión pertenece a la eternidad. Para incursionar en la religión, tienes que moverte en el ahora eterno. La religión no tiene historia. En esto, Occidente tiene que aprender algo del Oriente.

En Oriente, nunca nos hemos preocupado por la historia. La razón ... la razón es simple. Toda la historia se refiere al tiempo: lo que sucede en el tiempo es registrado en la Historia. La historia es un libro muerto. Nunca nos hemos interesado por la historia, porque la religión pertenece a la eternidad; no puedes registrarla como un acontecimiento, es un proceso eterno. Sólo puedes registrar su hecho esencial, su verdad esencial; no las ondulaciones que ocurren en el río del tiempo.

Por eso, si vas a un templo Jaina y ves los veinticuatro teerthankaras, estarás confundido, no sabrás quién es quién. Todos se parecen. No le encontrarás ningún sentido ‑¿por qué los veinticuatro teerthankaras de los Janas se parecen? No pueden parecerse ‑existieron en diferentes épocas, eran diferentes individuos pero no nos hemos preocupado acerca de los acontecimientos que ocurrieron en el tiempo.

EL CUERPO

El cuerpo es un acontecimiento en el tiempo. La diferencia entre los cuerpos es historia pasada, pero el ser más interno, que está en la eternidad, es el mismo dentro de mí, dentro de ti, dentro de todo el mundo. La forma difiere, pero el centro más interno es el mismo. Aquellos veinticuatro teerthankaras de los templos Jainas dicen algo acerca del ser más interno. Es por ese motivo que fueron esculpidos en forma idéntica. Mira a Buda. También se parece a Mahavir; no hay diferencia. No son hechos, son verdades.

A la religión no le interesan los hechos, le interesa la verdad. Los hechos pueden ser aprendidos en los libros ‑la verdad nunca lo será. Si te llegas a interesar demasiado por los hechos, tus ojos se nublarán y confundirán, y no podrás conocer la verdad. ¡Cuidado con los hechos! ‑te pueden hacer equivocar el camino. Escoge la verdad. Trata siempre de encontrar la verdad; no te molestes demasiado con los hechos. Los hechos son irrelevantes.

Lo que cambia es el hecho, y lo que permanece siempre igual es la verdad. Tu cuerpo es un hecho: un día fuiste un niño, ahora eres un joven o un viejo; un día naciste, un día morirás ‑el cuerpo cambia. pero el tú que habita en el cuerpo, que lo ha convertido en su morada temporal ‑ese tú es eterno, ésa es la verdad. No tiene forma, no tiene cualidades. Es inmortal; es eternidad.

La religión no es una tradición; por lo tanto, no la puedes pedir prestada. Tendrás que arriesgarte tú mismo; tendrás que ganártela. Tendrás que jugarte la vida por ella‑, ésa es la única forma que hay. No puedes llevártela a un precio barato. Si la quieres barata, te llevarás una imitación.

La religión no es una consolación. Es, por el contrario, un desafío: Dios desafía al hombre, Dios ronda al hombre, Dios grita una y otra vez: ¡Retorna! ¡Entronízame!. No te dejará tranquilo. Seguirá tocando a tus puertas; seguirá creando tormentas en tu ser, en tu espíritu; te seguirá agitando. No dejará que te conformes con menos. A menos que obtengas lo supremo, no se te permitirá descansar. La religión es un desafío, es una gran tormenta. Es como la muerte; no es una consolación.

Las mal llamadas religiones, las religiones organizadas, son consuelos. Te consuelan, esconden tus heridas. No te agitan, no te llaman y no te invocan. No te piden que seas aventurero, no te piden que seas atrevido, no te atraen hacia una vida peligrosa. Son como lubricantes. En una sociedad tan numerosa necesitas lubricantes a tu alrededor, para que no se produzca tanto conflicto. Te puedes mover fácilmente, el movimiento no es demasiado difícil, y no te rozas con el vecino. No surge conflicto ‑el lubricante fluye a tu alrededor.

Vas a la iglesia como un lubricante. Ayuda, ayuda en una forma social; es una formalidad. Si satisfaces esa formalidad, te vuelves respetable. Es como hacerse miembro del Rotary Club ‑es respetable, ayuda. Te haces miembro de una iglesia y eso también ayuda. Te haces miembro de una religión y eso también ayuda. La gente piensa que eres religioso.

Cuando la gente cree que eres religioso, puedes engañarles más fácilmente. Teniendo a tu alrededor una vestidura de religiosidad, tienes un arma potencial a tu disposición. Tu religión es un consuelo para ti mismo, y también representa respetabilidad. De hecho, es política, diplomacia‑ parte de la lucha por la supervivencia, parte de tu ambición, parte de toda la política del ego. Es el juego político por conseguir el poder.

LA MORALIDAD

Estas cosas deben recordarse cuando trates de entender a Jesús. La religión tampoco equivale a moralidad. La moralidad, nuevamente, es solo las reglas del juego. Aquellos que quieran jugar el juego social, tienen que seguir sus reglas ‑tal como cuando juegas a las cartas, tienes que respetar ciertas reglas. No es que esas reglas sean nada supremo, no es que provengan de Dios. Tú creas el juego; tú creas las reglas y sigues esas reglas. Pero si deseas jugar, tienes que seguir las reglas.

La moralidad no tiene nada supremo. Por ese motivo, cada sociedad tiene su propia moralidad, cada cultura tiene su propia moralidad. Algo puede ser moral en la India e inmoral en América; otra cosa puede ser moral en América e inmoral en la India. Sí la moralidad fuera verdaderamente real, no podría haber diferencias.

En la India, divorciarse de un hombre o de una mujer es inmoral. Es mal visto. Una vez que estás casado, tienes que vivir con tu compañero. Pero en América, el hecho de vivir con una mujer que no quieres es considerado inmoral. Si no la amas, es inmoral dormir con esa mujer. Sólo el amor, solamente un profundo amor, te autoriza a estar con esa mujer. De lo contrario, abandónala. No la engañes; no desperdicies su vida.

La moralidad es un juego; cambia, varía. De una sociedad a otra, de una edad a otra, de un período a otro, va variando. Depende, no hay nada de lo supremo en ella.

OJOS NUEVOS

Pero la religión es suprema. No tiene nada que ver con América o la India. Guarda relación con una nueva consciencia dentro del individuo. Es un amanecer en el individuo, es un nuevo ser que surge y se expande dentro del individuo. A través de ella, adquieres una nueva forma de mirar, adquieres nuevos ojos. Puedes ver los viejos problemas, pero éstos desaparecen. No es que éstos se hayan solucionado ‑simplemente desaparecen, se disuelven. Con nuevos ojos, no pueden permanecer allí por más tiempo. Tienes una nueva visión, una nueva dimensión.

Estas cosas deben recordarse, porque cuando llega un Jesús ‑un hombre como Jesús‑ estas cosas se convierten en un problema.

He oído un proverbio árabe que dice: Muéstrale a un hombre demasiados huesos de camello, o bien muéstraselos con demasiada frecuencia, y no será capaz de reconocer a un camello cuando se cruce con uno vivo.

Muéstrale a un hombre huesos de camello demasiadas veces, o bien con demasiada frecuencia, y ‑dice el proverbio árabe‑ ese hombre no será capaz de reconocer a un camello cuando se cruce con uno vivo. Esto sucede cuando un Jesús viene al mundo. Has visto a tantos falsos sacerdotes, has visto a tantos predicadores estilo abracadabra, has visto a tantos eruditos ‑que no saben nada pero crean mucho jaleo‑ que cuando un Jesús llega, no puedes reconocerle. Cuando un Jesús o un Buda llega, resulta casi imposible reconocerle. Para la mayoría, es casi imposible. Sólo unos seres especiales que tienen algún potencial o que están un poco alertas ‑solo ellos pueden tener algunos vislumbres.

Reconocer a un Jesús es un gran logro, porque eso quiere decir que tienes una cierta consciencia que puede relacionarse con Jesús. Tienes cierta cualidad que puede relacionarse con Jesús: tú ya estás en vías de transformarte en un Jesús. Sólo puedes reconocer lo que ya tienes dentro de ti ‑abierto, floreciente. Puede que solo sea un capullo, pero puedes reconocer, al menos vagamente; tus ojos no están completamente cerrados.

Hay sacerdotes que son unos hipócritas. Para ellos, la religión es un oficio. Es un medio de subsistencia, no su vida. Para Jesús, la religión es la vida; para los rabinos, los sacerdotes, es un medio de subsistencia. También están los eruditos, que hablan y hablan de nada ‑y es tanto lo que pueden hablar, hablan en forma tan clara, que nunca te será posible darte cuenta de que, en el fondo, están vacíos.

He oído acerca de un concurso internacional. Un concurso fue preparado, y se enviaron invitaciones a muchos países a participar con un ensayo. El tema de la competencia era El Elefante. El inglés se dirigió de inmediato a Sudáfrica con cámaras y un grupo de seguidores, e investigó todo el asunto. Volvió al cabo de seis meses y escribió un libro ‑una impresión de buena calidad, ilustrada. El título del libro fue La caza del Elefante en Sudáfrica.

El francés nunca fue a ninguna parte. Simplemente acudió todos los días a visitar la jaula del elefante en el zoológico de París. Después de dos o tres semanas, empezó a escribir un libro ‑en una edición muy descuidada, ni siquiera de cubierta dura: solo un libro de bolsillo. El título del libro fue: La vida amorosa del Elefante.

El indio ‑que fue elegido por el Gobierno de la India‑ nunca había visto a un elefante, porque siempre había vivido en los Himalayas. Era un gran yogi, poeta y erudito en Sánscrito. Ni siquiera fue nunca al zoológico. Escribió un gran libro, un gran tratado. El título fue El Divino Elefante. Estaba escrito en forma de poesía, y citaba grandes libros en Sánscrito, desde los Vedas a Shree Aurobindo. Cualquiera que leyese el libro tenía la impresión de que este hombre nunca había visto un elefante. Era un poeta; puede que hubiera visto uno en sus sueños. Habló del elefante que había visto la madre de Buda antes de que él fuera concebido ‑mitología, un elefante blanco.

Y finalmente, los alemanes. Designaron seis profesores de filosofía para escribir el libro. Viajaron por todo el mundo, a todos los museos y bibliotecas, a estudiar todo lo que se había escrito acerca del elefante. Nunca fueron a ver a ningún elefante, ni fueron a ningún zoológico ‑solo museos y bibliotecas. Buscaron por todas partes: les tomó casi seis años, y luego escribieron un libro ‑doce volúmenes, casi una Enciclopedia Británica. ¡El título del libro fue: Breve Introducción al Estudio del Elefante! Profesores de filosofía ‑¿qué tienen que ver ellos con los elefantes? Y aún así, una breve introducción ‑un prólogo. Ni siquiera se refería al elefante. Era solo una introducción al estudio del elefante.

Cuando llega un Jesús, ya estás repleto de conocimientos. Has leído los libros, has escuchado a los eruditos, has escuchado a los sacerdotes. Estás demasiado lleno de ideas; y cuando Jesús ‑o un hombre como Jesús‑ viene, simplemente no puedes reconocerle. El animal vivo está ahí, pero te has aficionado demasiado a los huesos muertos. Reconocer a Jesús implica tener que tirar a un lado todo lo que ya sabes.

Jesús no fue asesinado por gente mala, no fue asesinado por criminales: fue asesinado por rabinos muy respetables. En realidad, la gente religiosa le mató. La gente irreligiosa nunca pone en peligro a la religión, porque ellos no están interesados. La religión siempre peligra debido a la mal llamada gente religiosa, porque su vida entera está en peligro. Si Jesús tiene la razón, significa que todos los rabinos están equivocados. Si Jesús está en lo correcto, toda la tradición está equivocada. Si Jesús está en lo correcto, la Iglesia entera está equivocada.

Todo el mundo se opone a Jesús. Jesús está siempre solo, muy solo. No puedes comprender su soledad. Todo lo que tú sabes acerca de la soledad solo se refiere a la soledad física. A veces no hay nadie en la casa, la casa está oscura y estás solo. También la electricidad se ha descompuesto, y no puedes prender la luz, no puedes prender la radio o la TV. De improviso has sido arrojado a la soledad. Pero ésta es una sensación física de soledad; no sabes lo que Jesús siente.

El está espiritualmente solo, entre extraños donde es tan difícil encontrar a un amigo que te reconozca. El mira a todos y cada uno de los que encuentra en el camino, mirando profundamente, penetrando los ojos del otro. Nadie le reconoce, nadie le entiende. Más bien, la gente le malinterpreta. Están listos para saltar hacia la mal interpretación, pero nadie está dispuesto en forma alguna a comprenderle.

Siempre que hay un ser religioso, la llamada gente religiosa se vuelve en masa en su contra. Les gustaría matarle de inmediato, para así evitar el peligro y poner nuevamente a salvo su propia seguridad.

Recuerda: ¡él fue asesinado por muy buena gente! Vayan .. aún es lo mismo. Vayan a pasearse por Poona y pregunten a la que llaman gente buena: siempre les encontrarás en mi contra. Tienen que estarlo. Todo su estilo de vida está en peligro. Tienen miedo hasta de escucharme, porque, ¿quién sabe? ‑una verdad puede entrar en ellos. No se acercarán a mí, no leerán mis libros; no pueden arriesgarse tanto. Tienen siempre sus propias opiniones.

Un día presencié una hermosa escena. Un hombre estaba hablando con Mullá Nasrudín. El hombre dijo: ¿Por qué eres tan miserable y tan tacaño con tu mujer?.

El Mullá respondió: Debes haber oído algo equivocado acerca de mí, porque hasta donde yo sé, normalmente soy un hombre muy generoso.

El hombre se puso furioso, porque siempre que desafías la opinión de los demás, se ponen furiosos. Se puso furioso y dijo: Deja de defenderte. Todo el mundo en la ciudad sabe que eres demasiado duro con tu esposa. Hasta para los gastos del día tiene que rogarte como un mendigo. Y deja de defenderte. ¡Todo el mundo lo sabe! .

Nasrudín respondió: De acuerdo; si te enojas tanto, no me defenderé. Pero, ¿puedo decir una cosa, solo una cosa? .

El hombre dijo en voz muy alta: ¡¿Qué?!.

Nasrudín dijo: Que no estoy casado.

Desde ese día, ese hombre está en contra de Nasrudín. Una vez me encontré con él y le dije que, puesto que Mullá Nasrudín no está casado, todo el asunto es absurdo. Todo su argumento no tiene base. ¿Por qué está furioso?.

El respondió: No hace diferencia; es solo cuestión de tiempo. Espere, tarde o temprano se casará y entonces, ¡yo tendré razón! Aún estoy diciendo la verdad. Es solo cuestión de tiempo. Espere, mi opinión no puede estar errada.

La gente se aferra a sus opiniones. No tienen base, pero aún así se aferran a ellas. Cuanto menos base tenga su opinión, más apego le tienen. Si se basa en fundamentos reales, no es necesario aferrarse: es verdad en sí misma. Es cuando no tiene fundamento que necesitas aferrarte a ella, porque solo tu aferrarte puede convertirse en la base. Recuerda siempre: nunca te enojas si alguien contradice algo que tú sabes que es verdad. Te pones furioso en la misma proporción en que sabes que no es verdad. La ira demuestra que tienes solo una mera opinión, no el saber.

La gente estaba muy en contra de Jesús, porque él estaba arruinando todos sus edificios. Creían que sus casas estaban construidas sobre rocas, y la mera presencia de Jesús les mostró que estaban construidas sobre arena, que ya se estaban cayendo. Saltaron sobre él, le mataron. No fue asesinado por el poder político; fue asesinado por los poderes seudo-religiosos, por los sacerdotes.

Así es como yo lo entiendo: si la religión se halla desaparecida en el mundo hoy en día, no es debido a la ciencia ‑no. No es debido a los ateos ‑no. No es a causa de los racionalistas ‑tampoco. Es debido a la seudo‑religión. Hay demasiada seudo‑religión, y es tan artificial, tan falsa, que solo la gente falsa puede estar interesada en la religión. La gente que tiene un ápice de realidad irá en contra de ella: se rebelarán.

La gente auténtica siempre ha sido rebelde, porque la realidad quiere defender su ser, expresar su libertad. La gente auténtica no se transforma en esclava. Recuerda esto, y luego entraremos en los sutras.

Y habiendo partido de allí, vio Jesús a su paso
a un hombre llamado Mateo
sentado en el recibo de impuestos,
y le dijo: Sígueme.
Y él, levantándose, le siguió.

Todo el asunto parece un poco irreal. Es mucho lo que el mundo ha cambiado. Parece teatro más que vida real. Jesús llega y le dice a un hombre que está sentado en el recibo de impuestos, trabajando allí ‑quizá un escribiente o algo así‑; simplemente le mira y le dice: gueme. Y él, levantándose, le siguió. Parece teatro, no realidad, pues la realidad que conocemos hoy es absolutamente diferente. El mundo ha cambiado, la mente humana ha cambiado.

Durante tres siglos, la mente humana ha sido entrenada para dudar. Antes de Jesús, la mente humana vivió durante siglos con confianza, vivió con la simplicidad del corazón. Los ojos de la gente eran claros. Este Mateo ‑un hombre corriente‑ debió de mirar los ojos de Jesús, su manera de caminar, la presencia que traía consigo, la penetrante mirada que agitaba el corazón. Todo esto le llegó profundamente.

Esto ocurre rara vez en nuestros días. Me cruzo con mucha gente, pero rara vez veo a una persona tan abierta que cualquier cosa que yo diga simplemente le llegue al corazón y se convierta inmediatamente, sin pérdida de tiempo, en una semilla. De otra forma, la gente se protege.

Vienen a mí y afirman que les gustaría entregarse, que les gustaría seguirme; pero veo que una gran armadura les rodea ‑muy sutil, pero se están protegiendo por todos lados. No permitirán que exista ninguna brecha por donde pueda entrar en ellos. Si me esfuerzo demasiado, empiezan a protegerse mucho más. Siguen diciendo una y otra vez que les gustaría relajarse y dejarse ir; sus bocas dicen una cosa, sus cuerpos muestran otra. Sus pensamientos son una cosa; su realidad es precisamente la opuesta.

JESÚS

La gente era simple en la época de Jesús. Sólo debieron mirarle, y cuando Jesús dijo: Seguidme, simplemente le siguieron. Era natural. Cuando estos evangelios fueron escritos, los que los estaban escribiendo no se dieron cuenta de que algún día estas cosas parecerían ficticias. Era tan natural en aquellos días, que los escritores del evangelio no pudieron imaginar que algún día este asunto parecería falso, que no sonaría real.

Esto está ocurriendo ahora en todas partes del mundo.

Entra en la atmósfera de Buda: una cualidad diferente de humanidad le rodea.

Prasanjit, un rey, fue a ver a Buda. Era amigo del padre de Buda ‑ambos eran reyes‑ y cuando llegó a sus oídos que el hijo de su amigo había renunciado al mundo, se quedó muy preocupado. Cuando Buda llegó a su ciudad capital, fue a verle y a convencerle.

Le dijo a Buda:

¿Qué es lo que has hecho? Si no eres feliz con tu padre, ven y quédate en mi palacio. Cásate con mi hija ‑solo tengo una hija‑ y este reino será tuyo. Pero no andes como un mendigo: es doloroso. Eres el único hijo de tu padre ‑¿qué estás haciendo? Estos dos reinos serán tuyos. Ven a mi casa.

Buda miró a los ojos de Prasanjit y le dijo:

Sólo una pregunta. ¿Has logrado alguna felicidad a través de tu reino? Sólo di sí o no. Si dices , te sigo. Si dices no,, entonces tú tendrás que seguirme.

Prasanjit cayó a los pies de Buda y dijo:

No. Renuncio; iníciame. Dejo todo esto ‑un tipo muy diferente de inmediación.

La misma cosa me sucedió, la misma. Uno de los amigos de mi padre era un abogado, un abogado muy astuto. Cuando volví de la universidad a casa, mis padres naturalmente‑ estaban preocupados. Querían que me casara y me estableciera, pero no querían decírmelo directamente. Sabían que decirlo en forma directa sería una interferencia en mi vida, y no son nada agresivos ‑más bien silenciosos, simples. Así que pensaron en su amigo y le pidieron que viniera.

Vino con todos sus argumentos a la mano ‑¡era un abogado! Me dijo:

Si te convenzo de que debes casarte, ¿te casarás?.

Yo le contesté:

Naturalmente. Pero si no puedes, ¿estarás entonces dispuesto a dejar a tu esposa y a tus hijos?.

¡El hombre no había pensado en eso! Me dijo:

En ese caso, tendré que pensarlo.

Nunca regresó. La cualidad de la mente ha cambiado ‑‑de lo contrario, había una oportunidad para él, una abertura en el cielo. Esperé y esperé, pero nunca volvió. Se asustó, porque todos saben que la vida, tal corno la has vivido, no te ha dado nada. Pero uno necesita valor para reconocerlo, porque junto con decir esto, ocurre una profunda renunciación. Una vez que te das cuenta de que la vida, tal como la has vivido, ha sido fútil, infructuosa, irrelevante, ya has entrado en otro sendero.

Y Jesús le dijo: Sígueme. Y él, levantándose, le siguió. ¡Qué mundo tan maravilloso, qué consciencia tan hermosa! Tú puedes tener esa consciencia; y, a través de ella, todo se vuelve posible: hasta lo imposible se vuelve posible. Prueba. Tira las dudas, porque siempre que dudas eres destructivo. La duda es destructiva; la confianza es creativa. La duda mata, la duda es un veneno. La confianza te da vida, vida en abundancia, vida infinita ‑porque cuando confías te relajas.

Con la confianza no hay miedo, con la confianza no hay necesidad de defenderse, con la confianza no hay lucha. Te dejas ir, fluyes con el río. Ni siquiera nadas: el río te lleva al océano. Ya se dirige hacia el océano. Luchas innecesariamente; y, a través de la lucha, destruyes tu energía. Cuando luchas, te frustras,‑ cuando luchas, pierdes la oportunidad en que podrías haber bailado, en que podrías haber celebrado. La misma energía se convierte en lucha. La misma energía puede transformarse en entrega.

Y he aquí que, estando Jesús a la mesa en la casa, muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron a la mesa con él y sus discípulos.

Esto debe ser entendido. Es un punto muy delicado: cuando un hombre como Jesús está en la tierra, los pecadores le reconocen antes que la mal llamada gente de bien ‑porque los pecadores no tienen nada que perder, excepto sus pecados. Los pecadores no tienen mentes obstinadas; no tienen teologías y escrituras. Los pecadores tienen la sensación de que sus vidas han sido fútiles, los pecadores sienten una urgencia por arrepentirse y retornar.

Pero la mal llamada gente respetable ‑guardianes de templos e iglesias, alcaldes, políticos, dirigentes, sabihondos, eruditos‑ tienen mucho que perder y ninguna urgencia de ser, ningún apremio por transformarse a sí mismos ‑ningún deseo, en realidad. Están embotados y muertos. Los pecadores están más vivos que los mal llamados santos, y los pecadores son más valientes que los mal llamados santos. Necesitas valor para acercarte, para aproximarte a Jesús.

¿Has observado que los mal llamados santos no son en verdad religiosos, sino simplemente gente temerosa? Miedo del infierno, miedo del castigo de Dios... o codiciosos, codiciosos y ambiciosos por obtener el cielo: los premios y bendiciones de Dios. Pero no son realmente religiosos. Cuando eres de verdad religioso, no te interesa el cielo y el infierno, no te molestas por nada. En este mismo instante estás tan totalmente sumergido en el paraíso, que ¿a quién le importa el paraíso que vendrá después de la muerte?

Los pecadores tienen más valor, se arriesgan. Y he aquí que, muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron a la mesa con él y sus discípulos.

Y cuando los Fariseos vieron esto la gente respetable, la gente buena les dijeron a sus discípulos:

¿Cómo es que vuestro Maestro come con publican os y pecadores?

Sus mentes siempre están pendientes de esas tonterías: con quién estás comiendo, con quién estás sentado. No miran directamente a Jesús: están más interesados en los que están sentados con él. Está sentado con pecadores: ése es el problema que tienen en este momento. Jesús no les produce absolutamente nada, pero los pecadores les producen ansiedad. ¿Cómo pueden llegar y sentarse con este Maestro?

Los pecadores están ahí. Los condenados para los cuales ellos han inventado el infierno están ahí sentados. Tus mal llamados santos no permitirán a esos pecadores estar tan cerca ‑nunca. No les gustaría en absoluto estar en su compañía. ¿Por qué? ¿Por qué tus santos temen tanto a los pecadores?

Temen su propio miedo interior, temen que al estar con pecadores, la posibilidad de que los pecadores les conviertan a ellos sea más probable que la de que ellos conviertan a los pecadores. Tienen miedo. Tienen miedo de los pecadores que tienen en su interior. De ahí surge el miedo al pecador allí afuera. Recuerda siempre que cualquier cosa que digas, a fin de cuentas se refiere a ti, a nada más. Si temes ir a un sitio donde se reúnen borrachos, eso simplemente muestra que tienes cierta tendencia hacia el alcohol, hacia los intoxicantes, y que tienes miedo. De lo contrario, ¿por qué temer? – puedes estar tranquilo allí. Nadie te puede corromper, excepto tú mismo.

Les dijeron a sus discípulos ... Esto también debe recordarse; no se lo dijeron a él. Conozco a esos Fariseos que andan por ahí. Te lo dirán a ti, no vendrán a decírmelo a mí. Se lo dicen a los discípulos ‑porque incluso acercarse a Jesús a decírselo es peligroso. El puede hipnotizarte, es arriesgado ‑habla solo con los discípulos. Y es gente tan impotente la que ha llegado a ser importante; poseen todos los puestos clave en el mundo, poseen todo el poder ‑‑‑y son absolutamente impotentes. Ni siquiera están dispuestos a acercarse y a enfrentar a Jesús.

¿Cómo es que vuestro Maestro come con publicanos y pecadores? ‑como si los pecadores no fueran seres humanos. Como si ellos mismos no fueran pecadores. ¿Quién puede decir: No soy un pecador? Estar aquí en este mundo es estar de una manera u otra envuelto en el pecado. Nadie puede proclamar lo contrario.

Cuando toda la humanidad está envuelta en el pecado.

¿Cómo puedes tú permanecer ajeno a él? Tienes parte en ello. Si el pecado ocurre en algún sitio, soy parte de él, porque soy parte de la humanidad. Produzco el clima ‑‑quizá una parte muy pequeña de él, pero aún así, también creo el clima. Ocurre un Vietnam: soy parte de él, soy un pecador. ¿Cómo puedo imaginarme fuera de ello? Todo lo que cualquier ser humano esté haciendo en algún sitio: él es parte de mí y yo soy parte de él. Unos formamos parte de los otros.

Un verdadero santo siempre se siente humilde, porque sabe que también es un pecador. Sólo un santo falso se siente orgulloso y piensa que está por encima. Nadie está por encima. Si existe un Dios, El también debe ser parte de tu pecado. Y El lo sabe, porque El está involucrado contigo. El late en tu corazón, respira en ti; y si cometes un pecado, El es parte de él. Sólo los mal llamados santos ‑los falsos, los de mentira pueden pensar lo contrario y sentirse orgullosos.

Pero Jesús, oyéndoles, les dijo:

No tienen los sanos necesidad de médico, sino los que están enfermos

El simplemente dijo: Son aquellos que están enfermos los que necesitan al médico. Yo soy el médico; por lo tanto, los enfermos se han acercado a mí. Este debería ser el indicador: alrededor de un santo se reunirán los pecadores. Este debería ser el criterio. Si ves a un santo rodeado solo de gente respetable, querrá decir que no es un santo en absoluto. El médico es falso, porque cuando un gran médico viene al mundo, los enfermos siempre corren hacia él. Siempre se aglomeran a su alrededor, porque ahí se encuentra su necesidad. Quieren sanar y curarse, y el médico ha llegado.

No tienen los sanos necesidad de médico, sino los que están enfermos.

Pero lo contrario no es cierto, recuérdalo. Un pecador necesita a un santo, pero si piensas que tú no necesitas a ese santo, no significa que no seas un pecador. Un hombre enfermo busca a un médico ‑ y no es necesario que lo busque un hombre sano; pero si tú no lo buscas, no te engañes creyendo que estás sano. Recuerda que lo contrario no es cierto. Por ese motivo, en el siguiente sutra Jesús dice:

Id, pues, y aprended lo que eso significa.

El dijo: Esta es la verdad: los pecadores necesariamente me buscarán y la gente enferma necesariamente vendrá a mí. Soy el médico de sus almas. No soy para aquellos que están sanos; ellos no necesitan venir. Id, pues, y aprended lo que eso significa: no es simple. Ve y medítalo. Puede que tú también estés enfermo y me necesites, puede que solo hayas estado pensando que no lo estás.

La mayor enfermedad que puede sufrir un hombre es estar enfermo y creer que no lo está. Entonces nadie le puede curar, ninguna medicina le puede ayudar. El médico puede vivir en la casa contigua, pero el hombre morirá sin curarse. Esta es la mayor desgracia que pueda ocurrirle a un hombre: estar enfermo y creer que está sano.

Id, pues, y aprended lo que eso significa; más estimo la misericordia que el sacrificio.

Este es uno de los dichos más significativos que Jesús nunca haya pronunciado. Este es todo su secreto: más estimo la misericordia que el sacrificio. Mahavir no es tan misericordioso, ni Mahoma, ni siquiera el compasivo Buda es tan misericordioso como Jesús, porque todos ellos dicen que tendrás que sacrificarte, tendrás que cambiar de forma de actuar y tendrás que dar cuenta de tus karmas pasados.

En la India hemos hablado de compasión durante mucho tiempo, pero hemos hablado continuamente acerca del karma. Uno debe arreglar cuentas, y todas las malas acciones que hayas hecho tendrás que contrarrestarlas con buenas acciones. Tendrás que llegar a un equilibrio; solo entonces puedes saldar cuentas. A esto se refiere Jesús con sacrificio.

El dice: más estimo la misericordia. Esta es su llave secreta. ¿Qué quiere decir cuando dice: más estimo la misericordia? Quiere decir que te será casi imposible anular todos los malos karmas que has cometido, porque la totalidad es inmensa, gigantesca. Durante millones de vidas has estado haciendo cosas, y todo lo que has hecho ha sido malo: tiene que serlo, porque has estado inconsciente. ¿Cómo puedes hacer algo bueno estando inconsciente? Has hecho millones de cosas, pero todas malas.

Mientras uno está dormido no puede hacer nada bueno. La virtud es imposible en la inconsciencia; solo el pecado es posible. La inconsciencia es la fuente del pecado. Has cometido tantos pecados que la tarea parece casi imposible. ¿Cómo saldrás de esto? ‑el esfuerzo mismo no parece probable, el esfuerzo mismo parece inútil. Jesús dice: La misericordia lo hará. Sólo entrégate a mí. Jesús dice: Y yo tendré misericordia. ¿Qué es lo que quiere decir? Simplemente quiere decir que: Si puedes confiar en mí y confías en que has sido perdonado, eres perdonado ‑porque has cometido todos esos karmas mientras estabas en un sueño inconsciente. No eres responsable de ellos.

Este es el mensaje clave de Jesús: que el hombre no es responsable, a menos que esté alerta. Es igual que si un niño cometiese un pecado. Ningún tribunal castigará al niño, porque dirán que el niño no sabe, que lo ha hecho en forma inconsciente. No tenía intención de hacerlo: simplemente ha ocurrido. El no es responsable. O bien, un loco que comete un crimen, que asesina a alguien. Una vez que se ha probado que el hombre está loco, el tribunal tiene que perdonarle, porque un loco no es responsable. O un borracho que ha hecho algo, y se prueba que estaba bebido, absolutamente borracho. A lo más, puedes castigarle por beber. No puedes castigarle por su acto.

Jesús dice: He venido. Tendré misericordia. No quiere decir que dependa de Jesús el perdonarte, recuérdalo. Esa ha sido una equivocación. Los Cristianos han creído que, puesto que Jesús es el único hijo engendrado por Dios y que él es misericordioso, no hay necesidad de hacer nada. Sólo rezarle, confesar tus pecados. El es misericordioso, te perdonará.

De hecho, Jesús es solo un pretexto. El dice: si llegas a estar alerta, y llegas a darte cuenta de que todo lo que has hecho hasta ahora, lo has hecho en inconsciencia ‑‑esta sola consciencia de que eras inconsciente, la sola comprensión, perdona, se convierte en perdón. No es que Jesús esté haciendo nada.

Es tal como cuando te prometo que si te entregas a mí, te transformaré. No hay promesa y yo no voy a hacer nada. Te entregas, eso es todo ‑y la transformación ocurre. Pero será difícil para ti entregarte si no hay nadie a quien entregarse. Entonces dirías: ¿A quién me entrego?. Será casi imposible, absurdo. ¿Sólo entregarse, sin tener a nadie a quien entregarse? Te sentirás ridículo: ¿qué estás haciendo? ‑‑‑se necesita a alguien a quien entregarse. Ese alguien es solo una excusa para la entrega.

Cuando digo: Te prometo que te transformaré, no quiero decir que vaya a hacer nada, porque nadie puede transformarte. Pero si te entregas, en el mismo esfuerzo ... Cuando te entregas, el ego se entrega y surge la transformación ‑porque el ego es la única barrera. Es debido al ego que no cambias; es debido al ego que tu corazón está cargado de rocas y no late bien. Una vez que quitas la roca ...

Has desarrollado tal adicción a esa roca que dices: A menos que encuentre unos pies de loto dorado, no voy a entregar esta roca.

Por lo tanto, digo: De acuerdo, deja que mis pies sean la excusa. Te has vuelto tan adicto a la roca que crees que a menos que encuentres unos pies de loto, unos pies dorados, a menos que halles a un dios, no te vas a entregar, porque la roca es muy valiosa. Es debido a tu necedad que tengo que jugar el rol de dios. Así que digo: De acuerdo: yo seré un dios. Pero por favor, entrega tu roca, para que tu corazón comience a latir bien, para que empieces a sentir, a amar, a ser.

Cuando Jesús dice: más estimo la misericordia, está diciendo lo mismo. Está diciendo: Estoy aquí para perdonarte. Tú solo entrégate. Ven y sígueme, y más estimo la misericordia que el sacrificio. Pues no he venido a llamar a los virtuosos al arrepentimiento, sino a los pecadores. Esto es tremendamente hermoso. Cada vez que sucede un Jesús, un Buda o un Krishna: es a esto que vienen.

Pues no he venido a llamar a los virtuosos...

En primer lugar, ellos nunca escuchan la llamada. Los virtuosos son gente muerta; están sordos, están demasiado llenos de su propio ruido. Y están tan seguros respecto a sus virtudes. No tienen tierra en la cual pararse más que la de sus creencias y la de su imaginación; creen estar parados en un terreno muy seguro. No tienen base alguna ‑su edificio es tal como uno de naipes hecho por un niño: una brisa y la casa se habrá ido. Pero ellos creen en ella. La casa existe solo en su imaginación.

En primer lugar, ellos no escucharán la llamada. En segundo lugar, si insistes demasiado, se pondrán furiosos. En tercer lugar, si eres obstinado ‑como lo era Jesús‑ te matarán. Y en cuarto lugar, cuando estés muerto, te venerarán. Así se dan las cosas.

Pues no he venido a llamar a los virtuosos al arrepentimiento, sino a los pecadores.

De hecho, darte cuenta de que eres un pecador es ya una transformación. Apenas reconoces que eres un pecador, te has arrepentido. No hay otro arrepentimiento.

Míralo de esta manera. Por la noche estás profundamente dormido, soñando. Si te das cuenta de que estás soñando, ¿qué significa? Significa que ya no estás durmiendo. Una vez que te das cuenta de que estás soñando, estás despierto. Una vez que te das cuenta de que estás dormido, ya no lo estás ‑terminado. El sueño ya te ha abandonado.

Para seguir siendo un pecador, necesitas creer que no eres un pecador, sino que un hombre virtuoso. Para esconder el pecado, necesitas la seguridad de que eres virtuoso, no un pecador. A veces la gente que se llama a sí misma virtuosa piensa que, aunque pequen algunas veces, es solo para proteger su virtud, para proteger su rectitud.

Sucedió: India y Pakistán estaban en guerra, y todo el mundo estaba en ánimo guerrero. Hasta los santos Jains estaban en ánimo de guerra. Por lo menos ellos no deberían haberlo estado ‑han predicado la no violencia durante siglos. Pero me encontré con la noticia de que Acharya Tulsi, uno de los más grandes munis Jains, había dado sus bendiciones a la guerra. ¿Qué fue lo que él dijo?

Dijo que era para proteger al país de la no‑violencia. Si hay que usar la violencia, hay que usarla, para proteger al país de Buda, Mahavir, Gandhi. ¿Te das cuenta del truco? La no‑violencia tiene que ser protegida por medio de la violencia. Uno tiene que ir a la guerra para que reine la paz. Tengo que matarte porque te quiero; lo estoy haciendo por tu bien.

Un hombre que cree que es un pecador ya se ha entregado. Se da cuenta: Soy un pecador y no he hecho otra cosa que pecar y pecar. No es que a veces haya cometido un pecado. Más bien, lo contrario: soy un pecador. No es cuestión de actos: es una continuidad de inconsciencia. Soy un pecador, y no importa si he hecho algo malo o no. A veces no hago nada malo, pero aún así soy un pecador.

Ser un pecador es una cualidad de la inconsciencia. No guarda relación con los actos. Puede que no hayas hecho nada malo durante veinticuatro horas ‑‑puede que te hayas quedado en casa, ayunando, sentado en silencio, meditando; no has hecho nada malo‑ pero aún así, sigues siendo un pecador. Si estás inconsciente, eres un pecador.

El que seas un pecador no es consecuencia de los pecados que has cometido. El ser un pecador es simplemente el estado de inconsciencia. No es porque cometas pecados que eres un pecador. Cometes pecados porque eres un pecador. Es una continuidad de inconsciencia ‑un continuo, sin intervalo alguno. Una vez que te das cuenta de esto, el mismo darte cuenta es un despertar. La mañana ha llegado, ha llamado a tu puerta: has despertado. ‑La consciencia aún es muy frágil, muy delicada puedes adormecerte otra vez, sí, existe la posibilidad pero aún así, estás consciente. Puedes utilizar este momento y salir de la cama.

Pues no he venido a llamar a los virtuosos al arrepentimiento, sino a los pecadores. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome cada día su cruz a cuestas, y sígame.

Si alguno quiere venir en pos de mí.. Si has decidido venir en pos de mí, entonces esto es lo que tienes que hacer. Esta es la disciplina, la única disciplina que Jesús jamás dijo: niéguese así mismo.

Cuando llegas ante un hombre como Jesús, tienes que tirar tus propias ideas y tu ego. Tienes que abandonar totalmente tus propias decisiones, porque solamente si tiras tus ideas, tus decisiones, tu ego, puede Jesús penetrar dentro de ti. Al poco tiempo, no necesitarás a Jesús ‑una vez que has tirado tu ego, las cosas empezarán a pasarte por sí solas‑ pero como primer paso: niéguese a sí mismo.

Mira ... puedes venir a mi y entregarte. Pero es posible que esa entrega sea tu idea. Entonces deja de ser una entrega. La entrega es entrega cuando es idea mía no tuya.. entonces no es entrega ‑estás siguiendo tu propia idea.

Sucede todos los días. Alguien llega y le pregunto: ¿Te gustaría iniciarte en sannyas?.

El me contesta: Espera, tengo que pensarlo.

Yo le digo: Si lo piensas, entonces será tu sannyas, no el mío .

Entonces lo piensas y llegas a una conclusión, pero es tu ego el que piensa y llega a una conclusión. Y luego te haces sannyasin, pero has perdido la oportunidad. Cuando te lo pregunté, la oportunidad estaba ahí para dar el salto. Si hubieras saltado sin pensarlo, hubiera sido un arrepentimiento, un vuelco, una conversión. Si piensas que está bien, pero simplemente que está bien y nada más, entonces has entrado, pero es tu idea la que estás siguiendo. No hay entrega en ello.

Niégate a ti mismo. Y la segunda cosa: Y tome cada día su cruz a cuestas. Una vida con Jesús es una vida momento‑a‑momento. No es un planeamiento del futuro. No hay plan; es algo espontáneo. Uno tiene que vivir momento a momento y tomar cada día su cruz a cuestas.

¿Y por qué una cruz? ‑porque entregarse equivale a morir. ¿Y por qué una cruz? ‑porque entregarse es dolor. ¿Por qué una cruz? ‑porque entregarse es sufrimiento. Todo tu ego sufrirá y arderá. Tus ideas, tu pasado, tu personalidad, estarán ardiendo continuamente. De ahí la cruz. La cruz es un símbolo de muerte y hasta que mueras, nada es posible; antes de que mueras, la resurrección no será posible.

Niéguese a sí mismo, y tome cada día su cruz a cuestas. Esto tiene que hacerse cada mañana, diariamente. No puedes pensar que: Sí, me he entregado una vez. Ya se acabó. No es tan fácil. Tendrás que entregarte un millón de veces. Tendrás que entregarte a cada momento, porque la mente es muy astuta. Tratará de recuperarte. Si piensas que te has entregado una vez y que con ello has liquidado el asunto, la mente te envolverá de nuevo. Tiene que hacerse a cada momento ‑ hasta que estés totalmente muerto y una nueva entidad haya surgido, hasta que un nuevo hombre haya nacido en tu interior, hasta que no tengas continuidad con el pasado: cuando haya ocurrido una ruptura.

Lo sabrás, porque no te reconocerás a ti mismo. ¿Quién eres? No te será posible ver en qué forma estabas conectado con el pasado. Reconocerás solo una cosa: que ha surgido un repentino intervalo. La línea se ha roto, el pasado ha desaparecido, y algo nuevo ‑que no tiene nada que ver con el pasado, que no está conectado con él en absoluto‑ ha entrado en ti. El hombre religioso no es un hombre modificado, el hombre religioso no es un hombre con un nuevo decorado. El hombre religioso no guarda ninguna relación con el pasado. Es absolutamente nuevo.

Pues quien quisiera poner a salvo su vida, la perderá; no te aferres al ego... Pues quien quisiera poner a salvo su vida, la perderá; mas quien perdiera su vida por mí, la salvará.

Piérdela y la tendrás; aférrate a ella y la perderás. Parece paradójico, pero es una simple verdad. La semilla muere en la tierra, y se transforma en un gran árbol. Pero la semilla puede aferrarse a su propio ser, protegerse y defenderse a sí misma, porque para la semilla lo que viene aparece como la muerte. A la semilla nunca le será posible ver la planta; por lo tanto, es una muerte.

Nunca podrás ver al hombre del que estoy hablando; por lo tanto, es una muerte perfecta. Ni siquiera te puedes imaginar a ese hombre, porque si te lo imaginas, éste será un continuo de lo que eres ahora. No puedes tener esperanzas respecto a ese hombre, porque si son tus esperanzas, entonces tus esperanzas serán el puente . No, estás en total oscuridad respecto a ese nuevo hombre: por eso, la confianza es necesaria.

No puedo probártelo, no puedo discutir respecto a eso, porque mientras más discuta acerca de eso y trate de probarlo, más imposible te resultará. Si llegas a estar convencido, la barrera será perfecta, porque tu convicción será tu convicción ‑y lo nuevo llegará solamente cuando tú te hayas ido totalmente. Todas tus convicciones, ideologías, argumentos, pruebas, se han ido ‑en liquidación‑ y solo se ha quedado la ausencia. Y en esa ausencia, los cielos se abren y el espíritu de Dios desciende como una paloma y se posa sobre ti.

Mas quien perdiera su vida por mí, la salvará.

¿Por qué Jesús insiste en: por ? Mira bien el problema: si vas a morir completamente y un nuevo hombre va a surgir solo cuando tú ya no estés ... ¿quién será el puente entre lo que eres ahora y lo que vendrá? ¿Quién será el puente? Tú no puedes ser el puente; de lo contrario, el nuevo no será nuevo: será solo una modificación de lo viejo.

El Maestro se transforma en el puente. El dice: Muere silenciosamente. Estoy aquí para cuidar de ti. Entra en la muerte; me ocuparé de que lo nuevo pueda surgir. No te preocupes, relájate ... por mi.

Es por ese motivo que la religión nunca se convertirá en filosofía, nunca se transformará en una teología. Nunca estará basada en argumentos; no puede estarlo. Su misma naturaleza lo prohíbe. Seguirá siendo una confianza. Si confías en mí, puedes morir fácilmente, sin miedo. Sabes que estoy ahí. Me amas y sabes que te amo; por lo tanto, ¿de qué tener miedo?

Sucedió una vez: un joven, recién casado, estaba pasando su luna de miel. Era un Samurai, un guerrero japonés. Se dirigían hacia una isla en un bote, cuando de repente vino una tormenta. El bote era pequeño y la tormenta tremendamente violenta, así que era muy probable que se ahogaran.

La esposa se asustó muchísimo. Empezó a temblar. Miró al samurái, su marido, pero éste estaba sentado en silencio. Era como si nada estuviera pasando. ¡Y estaban al borde de la muerte! En cualquier momento el barco se hundiría.

La mujer dijo: ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás sentado como una estatua?.

El samurái desenvainó su espada ‑la esposa no lo podía creer: ¿qué es lo que estaba haciendo?‑ y puso la espada desnuda cerca de la garganta de su mujer. Ella empezó a reír, y él dijo: ¿Por qué te ríes? La espada está tan cerca de tu garganta ... solo un pequeño movimiento y tu cabeza caerá.

La mujer le dijo: Pero está en tus manos; por lo tanto, no hay problema. La espada es peligrosa, pero está en tus manos.

El samurái volvió a poner la espada en su sitio y dijo: La tormenta está en las manos de mi Dios. La tormenta es peligrosa, pero está en manos de alguien que amo y que me ama. Por ese motivo, no tengo miedo.

Cuando la espada está en las manos de tu Maestro y él va a matarte ... solo si confías en él morirás en paz, con amor, lleno de gracia. Y de esa gracia ... y de esa paz ... y de ese amor ... crearás la posibilidad de que lo nuevo pueda llegar. Si mueres con miedo, lo nuevo no llegará. Simplemente morirás. Por eso, Jesús dice: por ‑deja que yo sea el puente.

Pues ¿qué provecho saca el hombre obteniendo el mundo entero, si se pierde o perjudica a sí mismo?

Y recuerda, puedes adueñarte del mundo entero y perderte a ti mismo, tal como la gente lo está haciendo en todo el mundo, a través de los tiempos: obteniendo el mundo y perdiéndose a sí mismos. Entonces, un día, repentinamente descubren que todo lo que han ganado no es suyo. Vienen con las manos vacías; con las manos vacías se van. Nada les pertenece. Entonces la angustia se posesiona de ellos.

Pues ¿qué provecho saca el hombre obteniendo el mundo entero, si se pierde o perjudica a sí mismo?

La única manera de ser realmente inteligente en el mundo es ganarse primero a sí mismo. Aunque vayas a perder el mundo entero, vale la pena. Si obtienes tu propio ser, tu propia alma, tu centro más interno, y pierdes el mundo entero, vale la pena.

Para obtener ese centro más interno, no solo tendrás que perder el mundo. Tendrás que perder el concepto de ti mismo ‑porque ésa es la barrera más interna: el ego. El ego es una falsa identidad. Sin saber quién eres, sigues pensando que eres alguien. Ese alguien ‑‑la falsa identidad‑ es el ego. Y a menos que lo falso se vaya, lo verdadero no puede entrar.

Deja que lo falso se vaya y lo verdadero estará cerca. Arrepiéntete, retorna, responde; el reino de Dios está a tu alcance.


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