Don de dar - Cuento

La verdadera diferencia religiosa no es entre quienes dan culto y quienes no lo dan, sino entre quienes aman de verdad y quienes no aman de verdad.

ANTHONY DE MELLO

EL ARTE DE SABER DAR

Quienes aman y quienes no aman.

Dos hermanos, el uno soltero y el otro casado, poseían una granja cuyo fértil suelo producía abundante grano, que los dos hermanos se repartían a partes iguales. Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un momento en que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado todas las noches, pensando: No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que en mi ancianidad tendré todo cuanto necesite. ¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es, evidentemente, mayor que la mía.

Entonces se levantaba de la cama, acudía sigilosamente adonde su hermano y vertía en el granero de éste un saco de grano. También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo: Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. Pero yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. ¿Es justo, acaso, que mi pobre hermano, cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo?.

Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero de su hermano. Un día, se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano a la espalda. Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se divulgó. Y cuando los ciudadanos decidieron erigir un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquél. La verdadera diferencia religiosa no es la diferencia entre quienes dan culto y quienes no lo dan, sino entre quienes aman y quienes no aman.

SOBRE EL AMOR

Debes aprender a salir del campo del pensamiento y de la locución y emigrar a los dominios de los sentimientos, de las sensaciones, del amor y de la intuición.

El egoísmo es exigir que el otro haga lo que tú quieras. El dejar que cada uno haga lo que quiera es amor. En el amor no puede haber exigencias ni chantajes.

El amor perfecto se moldea fuera del miedo. Donde hay amor, no hay demandas, no hay expectativas, no hay dependencia. Yo no demando que me hagas feliz; mi infelicidad no reside en ti. Si me dejases, no sentiría pena de mi mismo; disfruto enormemente de tu compañía, pero no me aferro a ella.