La iluminación espiritual

Compilación Gibran Jalil Gibran

Imagen; Compilación Gibran Jalil Gibran; Khalil Gibran

¿POR QUÉ LEER A KHALIL GIBRÁN?

Khalil Gibrán fue un escritor de obras cortas, pero llenas de contenido y de poesía.

Hay tres razones por las que recomiendo la lectura del escritor libanés Khalil Gibrán. La primera es que fue un revolucionario de su época. En segundo lugar, no se tragaba lo que la sociedad en la que vivió, en especial la burguesía y el clérigo, le intentaban imponer. Y la tercera, porque su forma de narrar le hace creer al lector que lo que está leyendo le pasó de verdad al autor.

Gibrán nació en el Líbano en enero de 1883, y murió en Nueva York (Estados Unidos) en abril de 1931. Su principal característica fue luchar por la idea de la espiritualidad, pero oponiéndose a la forma en que la iglesia proponía la aplicación de ésta.

Así es como nace una de sus obras más ricas en narrativa, que es Espíritus rebeldes. Este es un libro compuesto por, en una primera edición, dos cuentos: Khalil el hereje y El llanto de los sepulcros. En esta obra, publicada en 1908, el autor intenta rasgar las vestiduras de los obispos, quienes, denuncia Gibrán, se aprovechaban de los campesinos, explotándolos laboralmente y sin una paga justa.

En 1912 este escritor, que además fue poeta, pintor y filósofo (esta última faceta se puede comprobar en cada uno de sus libros), publica Alas rotas. Esta obra, a mi parecer, es la segunda mejor de Gibrán, después del consagrado Espíritus rebeldes.

Alas rotas es la historia de un hombre, se hace suponer que es el propio Gibrán, ya que el libro está narrado en primera persona, que a sus dieciocho años encuentra el amor en Selma, una joven que es sentimental y que todo lo ve con los ojos del espíritu, a como Gibrán la describe. Ambos muchachos se enamoran y se crean un mundo de fantasías impregnadas de ese sentimiento tan apetecido: el amor.

A lo largo del libro nos deleitamos con la riqueza de narración poética que posee Khalil. Frases llenas de sentimientos y descripciones que te adentran en cada estrofa del libro, más el dolor que no sabemos por qué, pero va apareciendo poco a poco, desde el prefacio, componen Alas rotas.

El libro es una historia de amor, pero no con el final feliz como los que los cuentos de hadas o las novelas mejicanas nos acostumbraron. La historia está hilvanada de poesía, de amor, de sentimentalismo puro. Pero al final… al final sucede lo que no nos imaginamos. Selma muere. ¿Cómo muere? Les invito a leer la historia completa.

Khalil Gibrán fue un escritor de obras bastantes cortas de tamaño, pero llenas de contenido y de poesía. Lastimosamente no es un autor muy conocido ni muy alabado. Menos en Nicaragua.

Les comento, ahora, sobre otras obras de este libanés:

El profeta: Un hombre, profeta, va ofreciendo conceptos sobre la vida y lo que en esta hay: amor, matrimonio, hijos, el trabajo, los alimentos, la bebida, etcétera, llenando de esperanza y de fe los oídos de las personas que le rodean. El pueblo sigue al profeta y ellos mismos le van pidiendo que les hablen acerca de los temas que forman la vida humana.

El loco: Está compuesto por una serie de relatos cortos, al estilo de micro literatura, que despojan de todo maquillaje o máscara los sentimientos de quien los lee. Los relatos están narrados con ironía, e incluso humor, que hacen de cada uno una lectura única y, además, promueven el pensamiento crítico de los actos del día a día.

Las Tempestades: Este libro es una recopilación de ensayos y poemas que Gibrán, inicialmente, escribió en árabe, y que luego fueron editados y traducidos. Estos textos contienen pensamientos profundos que raspan lo más hondo del ser humano. En este libro se logra ver más clara la parte filosófica de Khalil Gibrán.

LAS MUJERES DE GIBRÁN

Fueron las mujeres quienes abrieron las ventanas de mis ojos y las puertas de mi espíritu.

En su mansión creativa personal, Gibrán Khalil tiene una historia de mujeres: Kamileh Rahme, su madre; Marianna y Sultana, sus hermanas; Mary Haskell, su amiga y mecenas; Josephine Preston Peabody, Posy, su musa; Gertrude Barrie, Charlotte Teller y Emilie R. Michel, Micheline, sus amantes; May Ziadeh, Isis Copia, Alice Raphael Eckstein y Adele Watson, sus colegas; y Henrietta Breckenridge Boughton, mejor conocida como Barbara Young, asistente y compañera hasta el final de sus días, quienes dieron al escritor de El Profeta buena parte de aquella sustancia de vida y expresión.

Kamileh, columna de Baalbek

Kamileh, que significa la perfecta, fue la madre de Gibrán. Había enviudado en Brasil, de donde regresó a Becharre, el pueblo natal, con un hijo: Boutros. Se casó con Khalil Saad Gibrán con el que tendría tres hijos: Gibrán, Marianna y Sultana. Cuentan que Kamileh era bella y talentosa, tocaba el laúd; inteligente y sensible, fue de la mano de esta mujer de la que el joven Gibrán, de 12 años, parte a la primera de sus estaciones existenciales cuando la familia emigra a los Estados Unidos para residir en Boston.

Fueron años difíciles en los que Kamileh se conformó como sustento único (el padre se había quedado en Líbano) de una familia que se enfrentaba a un nuevo mundo, desconocido en costumbres e idioma. Como columna de Baalbek, enorme, maciza, entera -que parte el horizonte con su presencia-, la madre de Gibrán le dio al poeta del exilio, aquella fortaleza anímica que perdurará por siempre.

Marianna, zurcidora de sentimientos

Con la ausencia de la madre, con un padre ausente, y las dos muertes prematuras de los hermanos, Gibrán y Marianna conforman un binomio anímico especial en varios sentidos. No se casó nunca. No se sabe nada de su vida sentimental y amorosa más que la que vertió en hiladas y correspondencia para su hermano. La costura y la caligrafía, dos formas de escrituras íntimas y entrañables. Muy joven Marianna había aprendido el oficio de costurera y durante toda su vida le confeccionó las prendas a su adorado Gibrán. Artesanales y sugerentes, se conservan aún algunas que vistieron al autor de El Profeta. De telas de colores crudos y claros, de líneas sencillas, por dentro están las puntadas esmeradas y tiernas de una compañera que le dedicó, durante toda su vida, una gran devoción.

Por su parte, Gibrán tuvo una enorme gratitud por su hermana mayor. En El Profeta, un tejedor pide: Háblanos del vestir. Y el protagonista le dice: Vuestra ropa cubre mucho de vuestra belleza y, sin embargo, no cubre lo que no es bello.

Posy, canciones para un profeta

Josephine Preston Peabody, conocida también como Posy, poeta y dramaturga, establecerá con Gibrán una profunda relación intelectual. Fotografías de ella forman parte del menaje más íntimo de Gibrán. Un cuello alongado sostiene un óvalo de facciones sutiles, rostro enmarcado por molotes de cabello, que por ser tres, dirigen la mirada del espectador -como para completar un rombo perfecto- hacia una boca delicada. Mira, a la vez, con decisión y ternura.

Crítica literaria de gran calado, se dice que la máxima obra del libanés, El Profeta, se debe al ingenio y profundidad inventiva de la autora de Canciones (1923), cuando advirtió, tras conocer el manuscrito en 1903, que se trataba, efectivamente, de un texto profético. Ella le llamó mi joven profeta. Él dedicará el emblemático libro a su memoria

Mary Haskell, bello huerto

En Boston, lleno de otoño verdadero, crujiente de hojas e historias, la nostalgia tiene su mejor paisaje. Mary Haskell, que había nacido en Carolina del Sur, se hizo propietaria de un reconocido colegio de señoritas en esa ciudad. Ya plena y con una dimensión intelectual vasta, conoce a Gibrán durante la inauguración de su primera muestra de dibujos al carbón. Se inicia la relación intelectual y amorosa más trascendente de Gibrán.

Como mecenas, Mary insiste que el poeta árabe escriba en inglés, el idioma que le dará fama mundial. Es ella la que le paga las estancias en París para estudiar pintura. Es ella quien después de la muerte de Gibrán, junto con Marianna y Barbara Young, conserva y difunde el patrimonio del autor.

Perdurabilidad, trascendencia, la unión sin papeles de por medio, pero con una vasta producción de cartas plenas de intensidad y amor. Queda para ellos y nosotros la edición de un epistolario, The love letters of Khalil Gibrán and Mary Haskell and her private journal. En él encontramos estas líneas de Gibrán:

Cuando estoy triste, querida Mary, leo tus cartas. Cuando la bruma vence a mi yo, saco dos o tres cartas de su pequeña caja y las releo. Ellas me recuerdan la verdad de mí mismo. Me hacen dejar de lado todo aquello que no es ni alto ni hermoso en la vida. Cada uno de nosotros, querida Mary, debe tener un lugar de descanso en algún sitio. El lugar de descanso de mi alma es un bello huerto donde vive mi conocimiento de ti.

Barbara Young, al final del camino

Barbara Young, cuyo verdadero nombre era Henrietta Breckenridge Boughton, fue crítica literaria en la década de los veinte. La admiración por el autor de El Loco la llevó a conocerlo en Nueva York en 1926. A partir de ese año se convierte en su secretaria y compañera hasta el final de su vida.

Gibrán establecerá con ella una relación amorosa y perdurable en tiempo y obra. Ella, finalmente desempeñará un papel fundamental en la administración y difusión del archivo personal y los manuscritos del artista.

Bárbara Young escribió el libro This man from Lebanon, un ensayo sobre la vida y obra de Gibrán Khalil Gibrán. Al hacerlo, Henrietta Breckenridge Boughton, debió decir de él lo que Decroix de Chaplin: al artista cuya alma seguramente rebasa al oficio.

LOS EVANGELIOS

Gibrán nació en una familia cristiana maronita.

En sus escritos el pensador y poeta Gibrán Khalil Gibrán nos trajo sus buenas nuevas, del latín evangelĭum, de las cuales habla en sus libros: El Profeta, El Jardín del Profeta, El Vagabundo, y El Loco. Gibrán nació en una familia cristiana maronita, y se educó en escuelas maronitas. Fue influido no solo por su propia religión sino también por el Islam, y especialmente por el Misticismo Sufí. Su conocimiento de la sangrienta historia del Líbano, con sus destructivas luchas fraccionales, fortaleció su creencia en la unidad fundamental de las religiones, que sus padres le inculcaron acogiendo a personas de distintas religiones en su hogar. Josephine Preston Peabody, dramaturga y poetisa, quien intercambió un sinnúmero de cartas con Gibrán Khalil, lo denominó un profeta...

Gibrán aprendió de los sufíes cómo a través del misticismo se logra el conocimiento intuitivo, el conocimiento de la verdad espiritual que llega a través de experiencias personales e intuitivas, en lugar de revelado o adquiridos de manera racional. También Gibrán, mantuvo una serie de encuentros con la Fe Bahai. Juliet Thompson, artista y miembro de esta Iglesia, quien conoció personalmente al poeta, relató varias anécdotas relacionadas con él. Recordó que Gibrán había conocido a Abdul-Bahá, el líder de la religión bahai, en el momento de su visita a los Estados Unidos, hacia 1911-1912.

Gibrán no pudo dormir la noche, antes de conocerlo en persona, para dibujar su retrato. De acuerdo a Thompson, a lo largo de toda su escritura de Jesús, el Hijo del Hombre, Gibrán pensó en Abdul-Bahá. Años más tarde, después de la muerte del líder religioso, Gibrán dio una charla sobre religión con los bahais, y en otro evento, al ver una película sobre Abdul-Bahá, proclamó en lágrimas una exaltada alabanza de Bahá, y dejó el evento llorando. Un conocido erudito y educador, el profesor libanés Suheil Bushrui, autor, poeta, crítico, y luchador por la paz, publicó más de un volumen sobre Gibrán, y ocupó la Cátedra Khalil Gibrán para los Valores y la Paz de la Universidad de Maryland, y ganó el Premio Juliet Hollister del Templo de la Comprensión.

Gibrán Khalil también es conocido como el poeta del exilio. Gibrán no era en absoluto un político y solía decir como un profeta o Jesús de Nazareth: No soy político ni deseo serlo y Me alejo de los acontecimientos políticos y las luchas de poder, pues toda la tierra es mi patria y todos los hombres son mis compatriotas.