La iluminación espiritual

Camino diferente

POR: ANTHONY DE MELLO

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La katinka

En cierta ocasión, una mujer acudió al rabino Israel y le hizo saber su secreta aflicción: llevaba veinte años casada y no había tenido ningún hijo. ¡Qué casualidad!, dijo el rabino. Exactamente lo mismo le ocurrió a mi madre. Y le contó la siguiente historia:

Durante veinte años, su madre no había tenido ningún hijo. Un día se enteró de que el santo Baal Sem Tob se hallaba en la ciudad, de modo que le faltó tiempo para ir a la casa donde se alojaba y suplicarle que rezara por ella para que pudiera tener un hijo. ¿Qué estás dispuesta a hacer al respecto?, le preguntó el santo varón. ¿Qué puedo hacer?, replicó ella. Mi marido es un pobre librero, pero yo sí tengo algo que puedo ofrecer le al rabino. Y, dicho esto, salió corriendo hacia su casa, sacó una katinka del arca donde había estado celosamente guardada y regresó corriendo a ofrecérsela al rabino. (La katinka, como todo el mundo sabe, es una esclavina que lleva la novia el día de su boda, una preciosa reliquia de familia transmitida de generación en generación). Cuando la mujer llegó, el rabino ya se había marchado a otra ciudad, de modo que ella le siguió. Pero, como era pobre, tuvo que ir andando y, al llegar, el rabino también había abandonado aquella ciudad. Seis semanas estuvo siguiéndole de ciudad en ciudad, hasta que, finalmente, logró alcanzarlo. El rabino tomó la katinka y se la donó a la sinagoga del lugar.

El rabino Israel concluyó:

¡Qué casualidad, verdaderamente!, exclamó la mujer.

¡Ah, no, querida!, dijo apenado el rabino.

Cuando un santo ha empleado una escalera, ésta se desecha y no puede ser usada de nuevo.


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