La iluminación espiritual

El amor llega a quienes entienden la vida

EL AMOR Y LA RAZÓN

No se debe razonar el amor, los razonamientos sobre éste lo destruyen.

Todos sabemos que en el sentimiento amoroso hay algo especial, capaz de resolver todas las contradicciones de la vida y darnos un bienestar total, un motivo a partir del cual constituir nuestra vida. Pero se trata de un sentimiento que aparece rara vez, dura poco, y es seguido de grandes sufrimientos, declaran los hombres que no entienden la vida.

Para ellos, el amor no se presenta como la única y legítima manifestación de la vida (como sí lo hace para una conciencia razonable), sino como una de las muchas eventualidades de la existencia; como una de las miles de fases por las que un hombre pasa durante su vida. Para esta clase de personas, el amor no responde a la idea que involuntariamente nos vincula al mundo. No es una actividad benigna que da bienestar a quien ama y quien es amado.

Tienen razón en decir que uno no debe razonar el amor, y que todos los razonamientos sobre éste lo destruyen. Pero el punto es que las personas que no necesitan razonar sobre el amor ya han usado la razón para entender la vida, y han renunciado a los beneficios de su existencia individual; aquellos que no han entendido la vida y existen solamente para el bienestar de la individualidad, no pueden evitar razonar al respecto. Tienen que razonar para poder entregarse a ese sentimiento que llaman amor.

En realidad los hombres prefieren a sus propios hijos, su esposa, sus amigos y su propio país, que a los hijos, esposa, amigos o país de alguien más, y llaman a este sentimiento amor. Amar significa, en general, hacer el bien. Es así como todos entendemos el amor y no sabemos cómo pensarlo de otra forma.

DEMANDAS DEL AMOR

El amor habita exclusivamente en el presente.

Si un hombre decide que es mejor para él resistirse a las demandas de un amor presente (un amor supuestamente débil) en el nombre de otro, de una manifestación futura, está engañándose o engañando a otras personas, y no ama a nadie más que a sí mismo.

Hay que tomar conciencia y, finalmente, aceptar que el amor es vasto y diverso, que existen infinitas manifestaciones del amor y que para vivirlo se requiere un estado activo del ser.

Las demandas del amor son tantas, y todas están tan entretejidas, que la satisfacción de las demandas de algunas privan al ser humano de la posibilidad de satisfacer otras. Pero si admito que no puedo vestir a un niño entumecido por el frío, con la pretensión de que mis hijos un día necesitarán ropa provista por mí, puedo también resistir a otras demandas de amor en nombre de mis futuros hijos.

El amor futuro no existe. El amor es una actividad que habita exclusivamente en el presente. El hombre que no manifiesta amor en el presente, no tiene amor que dar.

¿QUÉ ES EL AMOR?

La definición del amor llega a quienes entienden la vida.

Cada ser humano sabe que en el sentimiento de amor hay algo especial, capaz de resolver todas las contradicciones de la vida y de dar a la existencia un bienestar completo. Sin embargo, la definición pura del amor solo llega a las personas que a su vez son capaces de entender la vida.

Por lo tanto, el amor no solo aparece como la única y legítima manifestación de la vida; como manifestación de la conciencia razonable, sino como una de las miles de diferentes eventualidades de la vida; como una de las varias fases por las que atraviesa un ser humano durante su existencia.

Es decir, que si bien es una actividad que ofrece tantas dificultades pues sus manifestaciones se pueden convertir en dolorosas y en ocasiones en imposibles, debe experimentarse sin razonarla porque, todo razonamiento sobre el amor lo destruye.

Es decir, que solo las personas que han usado ya su raciocinio para entender la vida y han renunciado al bienestar de la existencia individual, pueden entender el amor. Sin embargo, aquellos que no han entendido la vida no pueden evitar razonar sobre el amor y necesitan una razón para ser capaces de entregarse a este sentimiento.

El ser humano, al enfrentarse a la paradoja central de reconciliación con su inherente egoísmo con el inevitable amor universal, necesita superar el mayor obstáculo para el amor que es el temor secreto de no ser dignos de ser amados.

El respeto se inventó para cubrir el lugar vacío donde el amor debería estar. Leon Tolstoi