Vida después de la muerte
El nacimiento y la muerte no son dos extremos de la vida; en la vida hay muchas muertes y muchos nacimientos. La vida misma no tiene principio ni fin.
OSHO
NUESTRA VIDA Y NUESTRA MUERTE
El nacimiento y la muerte no son dos extremos de la vida.
En el momento que nace un niño, crees que es el comienzo de su vida. Eso no es verdad. En el momento que muere un anciano, crees que es el fin de su vida. No lo es. La vida es mucho más grande que el nacimiento y la muerte. El nacimiento y la muerte no son dos extremos de la vida; en la vida hay muchas muertes y muchos nacimientos. La vida misma no tiene principio ni fin; la vida y la eternidad son equivalentes. Pero no puedes comprender fácilmente cómo se convierte la vida en muerte; es difícil de concebir.
Hay varias cosas inconcebibles en el mundo, y ésta es una de ellas: no puedes concebir que la vida se transforme en muerte. ¿En qué momento deja de ser vida y se transforma en muerte? ¿Dónde puedes poner el límite? Tampoco puedes marcar el límite del nacimiento, el momento en que comienza la vida: ¿es cuando nace el niño o cuando es concebido? Pero incluso antes de la concepción, el óvulo de la madre estaba vivo, y el espermatozoide del padre estaba vivo... no estaban muertos, porque la unión de dos cosas muertas no puede resultar en vida. ¿Cuándo nace el niño? La ciencia todavía no ha sido capaz de decidirse. No hay forma de decidirse, porque la madre lleva los óvulos en el útero desde su nacimiento...
Hay que aceptar una cosa, que la mitad de tu ser está vivo en tu madre, incluso antes de la concepción. Y tu padre contribuye a la otra mitad, la cual también está viva. Cuando los espermatozoides salen del cuerpo de tu padre están vivos, pero no tienen una vida larga, solo duran dos horas. Tienen dos horas para unirse con el óvulo materno. Si no se unen, empezarán a dar vueltas por aquí y por allá...
No hay duda de que cada espermatozoide tiene una personalidad característica. Algunos son vagos, mientras los demás van corriendo hacia el óvulo ellos se quedan dando un paseo. De esta forma nunca llegarán, pero ¿qué culpa tienen? Estas características están presentes desde su nacimiento: no pueden correr, prefieren morirse, y ni siquiera se dan cuenta de lo que va a suceder.
Pero hay otros que inmediatamente se ponen a correr. Y hay una gran competencia, porque no se trata de algunos centenares de células que corren hacia el único óvulo materno... El útero materno tiene una reserva de óvulos limitada, y solo libera un óvulo al mes. Por eso la mujer tiene un período cada mes; cada mes se libera un óvulo. Solo un espermatozoide de toda esa turba, que consiste en millones de células vivas... ¡realmente es un gran problema filosófico!
No es nada, solo es la biología; el problema es que de tantos millones de potenciales personas, solo nace una. Y ¿quiénes son los otros millones que no llegan al óvulo materno?
Yo hago el siguiente cálculo: si un hombre tiene relaciones sexuales normales, desde los catorce hasta los cuarenta y dos años liberará tantos espermatozoides como población tiene la Tierra. Un solo hombre podría poblar toda la Tierra —¡súper poblarla!— y ya está superpoblada. Todas esas personas serán individuos únicos, sin nada en común excepto su humanidad.
No, la vida tampoco comienza ahí; la vida comienza antes. Pero, para ti solo es una hipótesis, y para mí es una experiencia. La vida comienza al morir en tu vida pasada. Cuando mueres, por un lado, cierras un capítulo de tu vida que la gente piensa que es toda tu vida. Sólo es un capítulo de un libro que tiene infinidad de capítulos. Se cierra un capítulo, pero no se cierra el libro. Vuelves la página y empieza el siguiente capítulo.
Una persona que se está muriendo empieza a imaginarse su próxima vida. Es un hecho que conoces, porque sucede antes de acabar el capítulo. De vez en cuando, hay personas que vuelven desde el límite de la vida. Uno de estos hechos es que, en el último momento, cuando sienten que se están muriendo, que se ha terminado todo, recuerdan toda su vida como un destello, desde el nacimiento hasta ese momento. En una décima de segundo ven todo lo que les ha sucedido en su vida, todo lo que recuerdan y también cosas que no recordaban; muchas cosas que ni siquiera habían tenido en cuenta y que no sabían que estaban guardadas en su memoria. La película de su vida en la memoria pasa muy deprisa, es una centella, y tiene que suceder en una décima de segundo porque la persona se está muriendo, no queda tiempo, unas tres horas para ver toda la película.
Aunque veas toda la película no podrás contar la vida de una persona con todos los pequeños e insignificantes detalles. Pero toda su vida pasa por delante, esto es un fenómeno cierto y muy importante. Antes de acabar el capítulo recuerda todas sus experiencias, sus deseos insatisfechos, sus expectativas, sus decepciones, frustraciones, sufrimientos, alegrías... todo.
Tu vida comienza mucho antes de tu nacimiento, antes del embarazo de tu madre, mucho antes, al final de tu vida pasada. Ése es el principio de esta vida. Se cierra un capítulo y se abre otro. El noventa y nueve por ciento de esa nueva vida estará determinado por el último momento de tu muerte. Lo que has reunido, lo que traes contigo en forma de semilla... esa semilla se convertirá en un árbol, dará frutos, dará flores, o lo que le suceda. No puedes leer dentro de la semilla, pero esa semilla esconde el anteproyecto.
Hay posibilidades de que algún día la ciencia sea capaz de leer el programa de la semilla; qué tipo de ramas tendrá el árbol, cuánto vivirá, qué le sucederá. Porque el anteproyecto ya está allí, pero no conocemos el lenguaje. Todo lo que sucederá ya está presente en potencia.
Lo que haces en el momento de tu muerte determina cómo será tu nacimiento. La mayoría de la gente muere aferrándose. No quieren morirse, y es comprensible que no quieran morir. Cuando llega el momento de la muerte se dan cuenta que no han vivido. Se les ha pasado la vida como si fuese un sueño, y ha llegado la muerte. Ahora ya no queda tiempo para vivir, la muerte está llamando a la puerta. Cuando quedaba tiempo para vivir, estabas haciendo mil y una tonterías, perdiendo el tiempo en lugar de vivir la vida.
El secreto más básico del zen: Soltar
La vida se manifiesta a sí misma cuando no te agarras a ella, cuando no te apegas, cuando no acaparas, cuando no res miserable. Cuando estás suelto y dispuesto a soltar, cuando no cierras el puño, cuando tienes la mano abierta.
La vida se revela a sí misma llanamente cuando no te agarras a ella ni de sentimiento ni de pensamiento.
Desapego, ése es el secreto, todo el secreto, todo un arte. Todo lo que se guarda acaba estropeándose, todo.
Acumula algo y lo matarás, acumula y se ranciará. La razón es que todo lo que es importante, vivo y en movimiento, es momentáneo.
Al acumularlo pretendes convertirlo en permanente. Amas a una mujer, amas a un hombre, y quieres poseerlo, o poseerle, quieres que sea permanente. Inténtalo. Es momentáneo, pero si vives el momento soltando por completo, entonces es eterno. Un momento vivido por completo, en un estado mental relajado, es la eternidad. Pero no vives en el momento y no sabes qué es la eternidad, por ello quieres convertirlo en permanente. Quieres que también dure mañana, y al día siguiente, también al año siguiente, y tal vez en la próxima vida. Quieres acumularlo.
Estas tres palabras son muy importantes:
Momentáneo, permanente, eterno.
En los diccionarios normales y corrientes, el significado de eterno parece ser: para siempre jamás. Es erróneo. Ése no es el significado de eterno, sino de permanente. Entonces la permanencia se transforma en eternidad, pero no es así.
Eternidad no es duración; eternidad es profundidad en el momento. Eternidad es parte de lo momentáneo, no está contra lo momentáneo. Lo que está en contra de lo momentáneo es lo permanente.
Si profundizas en el momento, si te dejas hundir en lo momentáneo, disolviéndose por completo en ello, tendrás un vislumbre de eternidad. Todo momento vivido. La eternidad está siempre presente. El ahora es parte de la eternidad, no parte del tiempo.
Soltar... al igual que una hoja desciende en la corriente de un arroyo.
Los predicadores y sacerdotes religiosos ordinarios no dejan de afirmar que la vida es efímera, que la vida pasa, que se escapa. Te crean el deseo de acumular, de codiciar. Y crean la ambición por el otro mundo: el cielo, paraíso, nirvana, o lo que sea. La vida es efímera; antes de que desaparezca debes utilizar este tiempo para acumular algo para el otro mundo, por ejemplo algo de virtud.
A la gente zen le gusta mucho la ipomea, también conocida como dondiego de día, y la razón es que se abre por la mañana y desaparece por la noche. Ahí está, por la mañana, tan hermosa, auténtica y real, y por la noche se desvanece, caída en el suelo, dispuesta a desaparecer.
La ipomea es un símbolo exacto para la vida. Cuando la ipomea florece, en esa vidita, en ese corto espacio de tiempo, su floración es completa. Es total, y no le falta nada. Esos pocos instantes son suficientes. Es un contacto de eternidad.
Vivís durante setenta años, pero no vivís realmente. Un acaparador nunca vive, un miserable nunca vive.
Y me preguntas: ¿Puede explicar en pocas palabras cuál es el secreto más básico del zen?. Soltar, y desapego.
Habrás llegado cuando te olvides incluso de la iluminación. Eso es relajación total; eso es soltar.
Morir de manera relajada y vivir de manera tan relajada es de lo que se trata el zen.
Ése es el secreto, su arte.