La iluminación espiritual

Somos reflejo del todo

Somos reflejo del todo

El británico Alan Watts (1915-1973) fue uno de los distinguidos filósofos que acercó el budismo zen al mundo occidental recomienda usar la mente solo para lo necesario y no permitir que la mente nos aleje de la realidad. El estilo de enseñanza del filósofo Alan Watts se caracterizaba por utilizar analogías, una de mis favoritas es la analogía que utiliza para explicar nuestro lugar en el mundo o Nuestra verdadera naturaleza.

Es como si tomaras una botella de tinta y la tiraras contra la pared. ¡Paf! Y toda la tinta se esparce. En el medio está más denso, pero comienza a correr y a esparcirse más, las gotitas se tornan cada vez más delgadas y crean patrones cada vez más complejos ¿Cierto? De la misma manera, en un inicio hubo un Big-Bang, el cual se fue esparciendo. Nosotros somos los pequeños patrones complejos al final de este. Hace billones de años tú fuiste un Big-Bang, y ahora eres un ser humano complejo. Pero tú te sacas de este panorama y dejas de sentirte como parte de este todo, pero lo eres. Tu eres el Big-Bang, la fuerza original del universo, representada en quien quiera que seas.

En otras palabras, toda la vida existe dentro de nosotros al mismo tiempo – cada uno de nosotros. Todos somos el reflejo perfecto de la maravilla completa de la vida.

Tu eres una función de todo lo que está haciendo el universo, de la misma manera que una ola es una función de todo lo que está haciendo el océano. -Alan Watts-

Pasamos tanto tiempo preocupados por cosas pequeñas, dándonos golpes a nosotros mismos por errores pequeños y por nuestras imperfecciones, nonos lamentamos por el pasado y no dejamos de preocuparnos por el futuro.

Casi ninguno de nosotros, si es que alguna vez ocurre, nos tomamos un segundo para parar, sentarnos y contemplar las maravillas del momento y para sentirnos como una parte inseparable de ese hermoso momento. Intenta vivir de manera que esta toma de conciencia ocurra en cada momento, esto traerá gran alegría a tu vida.

Observar es mejor que pensar

Lo nocivo del pensamiento compulsivo.

Una persona que piensa todo el tiempo, no tiene más en qué pensar que en los pensamientos mismos, de esta manera pierde el contacto con la realidad y está destinado a vivir en un mundo de ilusiones, afirma Alan Watts —filósofo del espíritu y uno de los principales responsables de acercar el budismo zen al pensamiento occidental— en una iluminadora conferencia.

Al momento de explicar a qué se refiere exactamente con Pensamientos, Watts los describe como esas Charlas dentro del cráneo, una manera simple y precisa de hablar sobre nuestros frecuentes (y también evitables) diálogos y cálculos internos, repeticiones esclavizantes de palabras que, al presentarse compulsivamente, son la fuente principal de la angustia en la que muchas personas viven cotidianamente.

El pensamiento, reflejo de nuestra mente racional Un buen sirviente, pero un mal amo, como afirma Watts y también lo hace la filosofía budista, no es malo por sí mismo; es quizá una de las herramientas más poderosas que un hombre tiene a la mano, pero debe ser usada con moderación, como un instrumento que podemos utilizar para resolver problemas y dejar a un lado cuando no nos sirve más, y de esta manera, vivir el resto del tiempo habitando la realidad. De otra forma, esto solo puede llevarnos a confundir los símbolos, las palabras, las ideas y los números con el mundo real.

Pensamientos de dimensiones épicas y tan comunes como la idea de que tenemos que sobrevivir en el mundo, seguir adelante, no fallar, mantenernos vivos (aún cuando sabemos que la muerte se avecina) y para ello hacer dinero, o, simplemente, la noción de que tenemos que no ser lo que somos, agotan nuestra mente impidiéndonos disfrutar del mundo que habitamos, ese que existe afuera de nuestra mente.

Para Watts, la respuesta es simple: no tenemos que ser algo más que lo que somos o sentir una cosa distinta a la que sentimos. Cuando nos rendimos a lo que estamos siendo y estamos sintiendo en el presente, el callejón sin salida te permite el paso, te dice algo, un mensaje que vale la pena escuchar.

El ego y la idea del yo son, según el filósofo estadounidense, el principal problema: esa pesada imagen de nosotros mismos que está hecha de lo que nos han dicho que somos o que tenemos que ser, de nuestra educación y nuestro estilo de vida. No hay nada más alejado de lo que realmente somos que todas estas ideas. Nosotros somos el universo, de la misma forma que un río, una galaxia o una nube lo son; somos el universo expresado en el lugar que sentimos como aquí y ahora. En otras palabras, a través de nuestros ojos, el universo se observa a sí mismo.

Watts asegura que la observación en calma del universo es la respuesta, y es también el principio de la meditación. Si no sabemos qué hacer, hay que observar. Watts utiliza como ejemplo el acto de escuchar música, escucharla hasta que eventualmente la entendemos, no en palabras, pero sí de otra forma, porque el punto es la música, hasta que nos convertimos en la música. De la misma manera, la vida adquiere un sentido insospechado con el simple acto de observarla, no solamente lo que pasa afuera de nosotros, sino también lo que pasa dentro. Los pensamientos, las emociones, los miedos deben observarse desde el punto de vista de un espectador, sin querer cambiarlos o juzgarlos, como nubes que pasan velozmente por el cielo.

Es preciso despertar a la realidad y vivir en el presente, explica finalmente Watts con una elocuencia resplandeciente y un encantador sentido del humor, observar la vida hasta que logremos transformarnos en ella, dejar de pensarla y codificarla, para finalmente vivirla.