Significado de la oración
El emperador, avergonzado, no supo qué decir. Más tarde confiaría a sus amigos que una simple campesina le había enseñado lo que significa la oración.
ANTHONY DE MELLO
Namaaz
La verdadera oración.
El emperador mogol Akbar en la oración de la tarde, desmontó de su caballo, tendió su estera en el suelo y se arrodilló para orar, tal como hacen en todas partes los devotos musulmanes.
Pero, en aquel preciso momento, una campesina, inquieta por la desaparición de su marido, que había salido de casa aquella mañana y no había regresado, pasó por allí como una exhalación, sin reparar en la presencia del arrodillado emperador, y tropezó con él, rodando por el suelo; pero se levantó y, sin pedir ningún tipo de disculpas, siguió corriendo hacia el interior del bosque. Akbar se sintió irritado por aquella interrupción, pero, como era un buen musulmán, observó la regla de no hablar con nadie durante el Namaaz.
Más tarde, justamente cuando él acababa su oración, volvió a pasar por allí la mujer, esta vez alegre y acompañada de su marido, al que había conseguido encontrar. Al ver al emperador y a su séquito, ella se sorprendió y se llenó de miedo. Entonces Akbar dio rienda suelta a su enojo contra ella y le gritó: ¡Explícame ahora mismo tu irrespetuoso comportamiento si no quieres que te castigue!.
Entonces la mujer perdió de pronto el miedo, miró fijamente a los ojos al emperador y le dijo: Majestad, iba tan absorta pensando en mi marido que no os vi, ni siquiera cuando, como decís, tropecé con vos. Ahora bien, dado que vos estabais en pleno "Namaaz", habíais de estar absorto en Alguien infinitamente más valioso que mi marido. ¿Cómo es que reparasteis en mí?
El emperador, avergonzado, no supo qué decir. Más tarde confiaría a sus amigos que una simple campesina, no un experto ni un Mullah, le había enseñado lo que significa la oración.
ORACIÓN
Una noche, mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Pero, al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: ¡Silencio! ¡Estoy rezando!.Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer su oración.
Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: Quizás a Dios le agrade tanto el croar de esa rana como el recitado de tus salmos... ¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios?, fue la displicente respuesta de Bruno. Pero la voz siguió hablando: ¿Por qué crees tú que inventó Dios el sonido?.
Bruno decidió averiguar el porqué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó: ¡Canta! Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire, con el acompañamiento de todas las ranas del lugar. Y cuando Bruno prestó atención al sonido, éste dejó de crisparle, porque descubrió que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho, para enriquecer el silencio de la noche.
Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significa orar.