La iluminación espiritual
POR: ANDRE ROCHAIS
El niño herido que llevamos dentro.
Cuando uno se encuentra comprometido en un proceso de crecimiento es importante haber clarificado todo lo que sobresale en la infancia, aquello que nos ha marcado dolorosamente. Los sufrimientos del pasado consumen nuestras energías porque estas son necesarias para relegarlos al inconsciente y bloquearlos. Estos sufrimientos enquistados engendran reacciones repetitivas y desproporcionadas que hacen a la persona vivir en desarmonía, siendo un obstáculo para la plena realización de uno mismo.
La necesidad de ser pequeño (a):
Para poder vivir las potencialidades que le habitan y llegar a ser él mismo, el niño necesita recibir un cierto número de cosas de las personas que son importantes para él. Si la recibe, crece como el junquillo en primavera que, recibiendo el sol, el agua, el alimento que necesita, sale de la tierra y se despliega en todo su ser de junquillo. Si el niño no recibe todo lo que necesita, vegeta, o puede experimentar una represión, incluso puede llegar a negar sus necesidades para no sufrir de quienes no las oyen.
Las necesidades no satisfechas, e incluso las necesidades negadas, no por eso están menos vivas. Se despertarán cuando, al llegar a ser joven o adulto, el niño de ayer se encuentre frente a una persona en una relación de ayuda que sea susceptible de responder a ellas. Consciente o inconscientemente, sentirá a esa persona como un padre o una madre, es decir, como un lugar matriz en el que pueda permitirse vivir su necesidad de ser pequeño, es decir, todas esas necesidades que no encontraron entonces una respuesta adecuada.
Es importante dejar que se despierte conscientemente la necesidad de ser pequeño (a) y atreverse a expresar a la persona en cuestión las diversas necesidades que, entonces, están naciendo.
Si esa persona puede acoger esas necesidades sin reírse o burlarse, si las comprende en profundidad y si puede responder a ellas, entonces:
Se genera un doble proceso:
La desaparición de la necesidad de ser pequeño (a) es uno de los síntomas de la curación total, es decir, de la curación de la no-existencia y de la curación de todas las heridas periféricas.
Como he compensado mi herida de no existencia:
Para poder existir en el corazón de sí mismo y traducir en actos los aspectos esenciales de lo que él es, el niño necesitaba ser visto y reconocido. En lo esencial, era necesario vivir esa experiencia, más aún: necesitaba que los otros fueran felices por ello. Si ha sido negado en lo esencial, ha sido herido y no ha podido traducir en actos lo que era esencialmente. A esto le llamamos la herida de la no-existencia.
Deseando vivir a pesar de todo, y deseando conseguir la benevolencia de las personas importantes que lo habían herido y de las que no puede prescindir, se ponen en marcha mecanismos de supervivencia y de compensación. (Es importante aclarar que a la palabra compensación y al verbo compensar no se le da aquí un sentido peyorativo. Compensar aquí, es hacer algo para restablecer el equilibrio).
Cómo se puede compensar la imposibilidad de existir en lo esencial de uno para esas personas que nos son tan importantes?
Al llegar a adulto, uno puede llegar a construirse sobre aspectos personales disponibles, es decir, en los aspectos no-heridos. Se puede alcanzar una buena estatura de personalidad, enfrentarse a la vida, construir un lugar importante en la sociedad y ser eficaz. Pero, no por ello uno está menos herido en el corazón de sí mismo. Pero, efectivamente se ha compensando y el equilibrio puede incluso ser satisfactorio. al menos, para los que miran desde el exterior.
Mi Sistema de Defensa:
El sistema de defensa empieza muy temprano en la infancia. Aparece cuando uno se siente en peligro frente a alguien. En el niño que empieza a existir según lo que él es, este sistema aparece cuando las personas que son importantes a sus ojos no lo reconocen, o no lo aceptan en lo que él aspira a vivir.
Pueden aparecen dos sistemas de defensas: Uno es frente a los otros que es la que primero aparece, y la otra es frente a uno mismo.
Las defensas se pueden representar como murallas o barreras. Estas pueden ser más o menos altas, más o menos gruesas.
Mis reacciones desproporcionadas y repetitivas:
Dentro de nosotros existen zonas sanas y también zonas heridas, éstas pueden ser conscientes, pero en muchas ocasiones ellas permanecen en forma inconsciente.
Durante nuestra vida diaria nos vemos afectados por diversas situaciones con las personas que nos rodean, frente a las cuales reaccionamos en general de forma normal. Cuando decimos que una reacción es normal estamos diciendo que la reacción es proporcional a la situación que estamos viviendo. Pero muchas veces nos sucede que sobre-reaccionamos a estas situaciones, es decir, la reacción es agresiva y además desproporcionada. Estas reacciones desproporcionadas son la puerta real para entrar en nuestras heridas del pasado, nos revelan la existencia de bolsas de sufrimiento desconocidas, que nos pueden conducir al corazón de nuestro pasado doloroso para revivirlo y curarnos de él.
Nuestras reacciones desproporcionadas se detectan fácilmente cuando estamos atentos a ese fenómeno. Sin embargo, se nos pueden escapar. Por eso es que hay que vigilar para detectarlas. y para ello, primero hay que darse cuenta cuando una reacción es desproporcionada a la situación que estoy enfrentando, y luego tirar del hilo para hacer consciente la historia que hay detrás de dicha reacción.
Para ir en búsqueda de mis heridas del pasado puedo:
Desdramatizar el presente es importante para no exagerar los acontecimientos y no envenenar las relaciones de hoy. Efectivamente por causa de estas bolsas de sufrimiento uno ha exagerado la situación que, si uno la analiza, se da cuenta que tiene relación con lo que causó la herida.
Llegará un día en que nuestro sistema de defensa desaparecerá porque estaremos sanados totalmente de nuestro pasado. Esto sucede progresivamente a medida que uno se vuelve fuerte en su ser interior y es capaz de existir según lo que realmente es.
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