La iluminación espiritual

Reforma revolución y rebelión

OSHO

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CLAVES PARA EL CAMBIO

Tres interpretaciones del cambio: reforma, revolución o rebelión.

La evolución del ser humano atraviesa por tres etapas: Reforma, Revolución y Rebelión. La reforma es la más superficial; va por la superficie pero no profundiza. Cambia simplemente el escaparate del ser humano, las formalidades. Le hace entrega al hombre de etiqueta y modales –es una especie de civilización– sin cambiar en absoluto lo esencial en su ser. Colorea a las personas, las barniza, pero en el fondo siguen siendo las mismas. Es una ilusión, una falsedad. Te vuelve respetable, hipócrita. Te enseña buenos modales aunque vayan en contra de tu ser más profundo. Tu ser más profundo no ha sido comprendido aún. Pero la reforma, para la sociedad, suaviza.

LA REFORMA

La segunda perspectiva es como un lubricante.

Mantiene vivo el status quo, permite que las cosas sigan como siempre; esto puede parecer paradójico porque el reformista afirma que está transformando la sociedad pero, en realidad, lo que está haciendo es pintar con colores nuevos la antigua sociedad. La antigua sociedad pintada con colores nuevos seguirá manteniéndose más fácilmente que si tuviese los colores antiguos. Los colores antiguos se habían descascarillado; la reforma es una especie de renovación. La casa se está cayendo, las vigas se rompen, los cimientos se hunden, pero la sigues apuntalando para que siga en pie un poco más. La reforma está al servicio del status quo, al servicio del pasado y no del futuro.

LA REVOLUCIÓN

La segunda perspectiva va un poco más allá.

La reforma solo cambia las ideas pero ni siquiera cambia la estrategia. La revolución va un poco más allá y aborda la estructura, pero solo la estructura externa, no la interna.

El hombre vive en dos planos, el plano físico y el espiritual. La revolución solo afecta a la estructura física…, lo económico y lo político pertenecen al plano físico. Cuanto más a fondo vaya la reforma, más cosas antiguas destruye y más cosas nuevas crea, pero el ser, el ser más profundo del hombre permanece sin cambios.

La revolución se ocupa de la moralidad, de la reputación. La reforma se ocupa de los modales, la etiqueta, la civilización, es un cambio en el comportamiento formal de alguien. La revolución cambia las estructuras externas, realmente las cambia. Contribuye con una nueva estructura, pero la disposición interna sigue siendo la misma; no afecta a la conciencia interna. La revolución crea una división.

La primera perspectiva, la reforma, crea la hipocresía. La segunda perspectiva, la revolución, crea esquizofrenia, divisiones insalvables. El ser humano empieza a dividirse en dos seres y se rompe el puente que los une. Por eso los revolucionarios niegan el alma; todos ellos, Marx y Engels, Lenin y Mao, niegan el alma. Es necesario, tienen que hacerlo, no pueden admitir el alma porque toda su revolución sería superficial, quedaría en evidencia que no es una revolución completa.

Recuerda que los reformistas no niegan el alma. La aceptan porque no les causa ningún trastorno, no van a profundizar hasta ese punto. Gandhi acepta el alma; es un reformista. Los reformistas no dicen que no a nada, son personas que siempre dicen que sí; son muy educados. No descartan nada a menos que sea absolutamente necesario, lo admiten todo. Pero los revolucionarios niegan el alma. Es necesario para que su revolución no parezca parcial.

LA REBELIÓN

La tercera perspectiva se produce en núcleo esencial.

Cambia la conciencia, es radical, te transmuta, es alquímica. Te proporciona un nuevo ser; no solo te un nuevo cuerpo, ropa nueva, sino un nuevo ser. Nace un nuevo hombre.

En la historia de la conciencia siempre ha habido tres tipos de pensadores: el reformista, el revolucionario y el rebelde. Manu, Moisés y Gandhi eran reformistas, los más superficiales. San Juan Bautista, Marx y Freud eran revolucionarios. Y Jesús, Buda y Krishnamurti eran rebeldes.

Comprender la rebelión es comprender el corazón de la espiritualidad. La espiritualidad es rebelión, es un cambio absoluto. La espiritualidad es una discontinuidad con el pasado, el principio de algo nuevo, dejar lo viejo totalmente. No hay que continuar nada porque, si no, lo viejo seguirá estando vivo.

La reforma pinta la fachada. La revolución destruye la antigua estructura exterior pero la estructura interna permanece igual. En las sociedades comunistas post-revolucionarias el hombre interior ha seguido siendo el mismo, no ha cambiado nada, no ha cambiado en lo más mínimo. Tienen la misma mente avariciosa, ambiciosa, egoísta; es la misma mentalidad que existe en los Estados Unidos y en los países capitalistas. Pero la estructura externa de la sociedad ha cambiado. Lo que ha cambiado es la estructura externa de las leyes, el estado, la economía, la política. Pero, cuando desaparezca la fuerza policial y el poder gubernamental, la gente volverá a caer en los mismos patrones. La sociedad centralizada, post-revolucionaria, solo se puede controlar mediante el uso de la fuerza; no puede volverse democrática porque si permites que la gente sea independiente, estarás permitiendo que vuelva a haber un ser interno en su vida. Y el ser interno sigue estando ahí, pero no les han dejado, se lo han impedido; no han podido vivirlo. Tienen que vivir de acuerdo a lo que les diga el gobierno, no pueden vivir según a su propio ser.

Las sociedades comunistas básicamente han sido dictatoriales y lo seguirán siendo, porque temen que al devolverle la libertad al hombre, la conciencia, la avaricia, la ambición, y todo eso que siempre ha estado ahí, vuelva a actuar. La gente será rica o pobre, poderosa o impotente. Seguirán explotándose unos a otros, seguirán luchando por sus ambiciones. Por supuesto, los poderosos de todos esas sociedades siguen haciendo lo mismo. Krushchev solía alardear del número de coches que poseía. En Rusia nadie podía tener coches aunque todo el mundo los quisiese. En realidad, fue una imposición y no una verdadera revolución.


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