La iluminación espiritual

La revolución interna total

CONOCIMIENTO PROPIO

La ignorancia es el mayor de los males.

Para traer paz al mundo, por lo tanto, para detener todas las guerras, tiene que haber una revolución en el individuo, en vosotros y en mí. La revolución económica sin esta revolución interna carece de sentido, pues el hambre es el resultado del defectuoso ajuste de las condiciones económicas producido por nuestros estados psicológicos: codicia, envidia, mala voluntad y espíritu de posesión. Para poner fin al dolor, al hambre, a la guerra, es preciso que haya una revolución psicológica, y pocos de nosotros están dispuestos a enfrentar tal cosa.

LOS CONFLICTOS

Las causas fundamentales de todo conflicto y antagonismo.

He hecho lo posible por señalar que solo dando importancia a las cosas primordiales, los problemas secundarios podrán ser entendidos y resueltos. Los males sociales y económicos no podrán remediarse sin comprender qué es lo que los causa. Para entenderlos y de tal modo efectuar un cambio fundamental, tenemos que empezar por comprendernos a nosotros mismos, causantes de esos males. Nosotros, individual y colectivamente, hemos engendrado el desorden, las luchas económicas y sociales. Solo nosotros somos responsables de todo eso; y es por ello que nosotros mismos, individual y quizá colectivamente, podremos establecer el orden y la claridad. Para actuar colectivamente, tenemos que empezar por la acción individual. Para obrar como agrupación, cada cual tiene que entender y alterar radicalmente dentro de sí mismo aquellas causas que engendran conflictos y constante dolor. Con ayuda de leyes podréis obtener determinados resultados benéficos; pero si no se altera lo que hay en el fondo de todos los males, es decir, las causas fundamentales de todo conflicto y antagonismo, la obra legislativa terminará por ser subvertida y cederá su lugar a un nuevo desorden. Las reformas meramente externas exigirán nuevas reformas, y por ese camino se llega a la opresión y a la violencia. El orden y la paz creadores y duraderos vendrán tan solo si cada cual establece la paz y el orden dentro de sí mismo.

Cada uno de nosotros, sea cual sea su posición, busca el propio engrandecimiento: es codicioso, sensual y violento. Si no pone término a eso dentro de sí mismo y por sí mismo, las reformas externas podrán, por cierto, dar buenos resultados superficiales; pero éstos, en un momento dado, serán anulados por hombres que andan constantemente en busca de fama, de posición, de poder. Para producir los cambios indispensables y fundamentales en el mundo externo, con sus guerras, rivalidades y tiranías es evidente que deberéis empezar por vosotros mismos, transformándoos profundamente. Me diréis que en esa forma llevará un tiempo enorme modificar el mundo. ¿Y qué hay con eso? ¿Acaso una revolución superficial, por rápida e implacable que sea, alterará el hecho íntimo? ¿Sacrificando el presente podrá crearse un mundo futuro de felicidad? ¿Empleando malos medios podrán lograrse buenos fines? Esto no se nos ha probado, a pesar de lo cual continuamos haciendo siempre lo mismo, ciegamente, irreflexivamente, con el resultado de que el mundo ha llegado a la más extrema destrucción y miseria. No es posible alcanzar la paz y el orden si no es por medios ordenados y pacíficos. ¿El propósito de las revoluciones meramente externas económicas y sociales, es acaso libertar al hombre ayudándole a pensar y sentir plenamente, a vivir de un modo completo? Los que quieren cambios rápidos, inmediatos, en el orden económico y social, también crean normas rígidas de conducta y de pensamiento. No aspiran a que se sepa cómo pensar; dictan lo que hay que pensar. ¿No es así? El cambio brusco defrauda, pues, su propio objetivo, y el hombre vuelve a ser juguete del medio ambiente.

He tratado de explicar en estas conferencias que la ignorancia, la mala voluntad y la concupiscencia, engendran dolor, y que si el hombre no se purifica, no elimina de su ser esos estorbos, inevitablemente produce conflictos, desorden y miseria. La ignorancia, es decir, la falta de conocimiento propio, es el mayor de los males. La ignorancia impide el recto pensar y pone el principal acento en cosas que son secundarias, con lo cual la vida se torna vacía, monótona, mera rutina mecánica de la que buscamos salida en diversas formas: arrojándonos al dogma, a la especulación y a una serie de engañosos espejismos. Nada de eso es misticismo. Pero si procuramos entender al mundo externo, alcanzaremos el mundo interior; y éste, cuando se lo busca acertadamente y se lo entiende de verdad, conduce a lo Supremo. Esta realización no es fruto de ninguna escapatoria, y solo esta realización traerá orden y paz al mundo.

El mundo se ha sumido en el caos porque nosotros hemos perseguido valores falsos. Hemos dado importancia a lo terrenal, a la sensualidad, a la gloria y a la inmortalidad personal, cosas todas que engendran conflictos y dolor. El verdadero valor se halla en el recto pensar; y no hay recto pensar sin conocimiento propio. El conocimiento propio nos llega cuando adquirimos clara y alerta conciencia de nosotros mismos.

LA FALTA DE CONOCIMIENTO PROPIO

Si no se corrige, el futuro va a ser más destructivo, más intolerable.

Muchos podrán decir que esto es demasiado fatigoso, tal vez innecesario. Pero si no le prestamos atención, si no le hacemos caso, el futuro no solo va a ser más destructivo, más intolerable, sino que carecerá de mayor significación. Éste no es un punto de vista deprimente, desalentador; es realmente así. Lo que somos ahora, es lo que seremos en los días que vendrán. No podemos evitarlo. Es algo tan preciso como la salida y la puesta del Sol. Esto lo compartirán todos los seres humanos, toda la humanidad, a menos que cambiemos todos nosotros, cada uno de nosotros, que cambiemos hacia algo que no sea proyectado por el pensa­miento

Por eso, como ya dije, es importante entender el proceso, el comportamiento de nuestro propio pensar. No puede adquirir conocimiento propio a través de nadie, de ningún libro, de ninguna religión, psicología o psicoanálisis. Tiene que descubrirlo usted mismo, porque es su vida; y sin ampliar y profundizar en ese conocimiento del yo, haga lo que haga, cambie cualquier circunstancia o influencia externa o interna, siempre estará abonando la tierra de la desesperación, del dolor y del sufrimiento. Y para ir más allá de esas actividades limitadas de la mente, uno debe comprenderlas; y para comprenderlas es necesario darse cuenta de la acción en las relaciones, la relación hacia las cosas, las personas y las ideas.

Y en esa relación, que es un espejo, comenzamos a vernos a nosotros mismos, sin ninguna justificación o condena; y desde ese conocimiento más amplio y profundo del comportamiento de la mente se puede proseguir; entonces la mente puede estar tranquila, recibir aquello que es real.