Preceptos esenciales del buscador

La liberación, iluminación o despertar no es otra cosa que intuir el innombrable estado de potencialidad total previo a la llegada de la consciencia.

RAMESH BALSEKAR

EL BUSCADOR ES LO BUSCADO

EL ÉXITO

El orgullo del éxito.

He trabajado duro y considero que soy en este momento un hombre exitoso. Mentiría si no admitiera que me siento muy satisfecho y, sí, muy orgulloso de lo que he logrado. ¿Hago mal?

Cierta tarde, un visitante extranjero se dirigió a Sri Nisargadatta con estas palabras. Era un hombre de cuarenta y tantos años, soberbio, seguro de sí y un poco agresivo. La conversación se desarrolló entonces sobre las siguientes líneas:

Maharaj: Antes de que consideremos qué está bien y qué está mal, dime por favor quién hace esta pregunta.

Visitante (un poco sorprendido): ¿Cómo? Yo, desde luego.

¿Y quién es ése?

Yo. Este yo, quien está sentado frente a ti.

¿Y tú crees que eso eres?

Me ves. Yo me veo. ¿En qué puede haber duda?

¿Te refieres a este objeto que tengo frente a mí? Retrocede en tu memoria tanto como te sea posible; ¿cuál es el recuerdo más antiguo que guardas de lo que crees ser?

(Después de un par de minutos): ...Quizá el primer recuerdo que tengo sea el de verme cuidado y abrazado por mi madre.

Como un niño muy pequeño, quieres decir. ¿Tú dirías que el hombre triunfador de la actualidad es ese mismo niño desvalido, o alguien distinto?

Sin duda es el mismo.

Bien. Ahora, si vuelves la vista más atrás, estarás de acuerdo en que ese niño, al cual recuerdas, es el mismo al que dio a luz tu madre, el cual alguna vez fue tan desvalido que no se daba cuenta siquiera de lo que sucedía cuando su cuerpo realizaba las funciones físicas naturales, y solo podía llorar al sentir dolor o hambre.

Sí, yo era ese niño.

Y antes de que ese bebé adquiriera un cuerpo y nacieras, ¿qué eras?

No entiendo.

Sí entiendes. Piensa. ¿Qué sucedió en el vientre de tu madre?, ¿qué fue lo que se desarrolló hasta convertirse en un cuerpo con huesos, sangre, médula, músculos, durante un periodo de nueve meses?, ¿no fue un espermatozoide combinado con un óvulo en el vientre femenino donde se inició una nueva vida, pasando además durante el proceso por numerosas contingencias? ¿Es acaso ese espermatozoide infinitesimalmente pequeño el que se enorgullece ahora de sus logros? ¿Quién te esperaba particularmente a ti? ¿Tu madre, tu padre?, ¿ellos te querían en especial a ti como hijo? ¿Tiene algo que ver contigo el hecho de haber nacido de estos padres en particular?

Estoy asombrado, en realidad nunca había pensado en ello.

Precisamente. Reflexiona a este respecto. Luego tal vez puedas hacerte una idea de tu verdadera identidad. Medita más tarde sobre si puedes enorgullecerte de lo que has logrado.

Creo que empiezo a entender lo que quieres decir.

Si ahondas más en esto, te darás cuenta de que el origen del cuerpo -el espermatozoide y el óvulo- es, en sí, la esencia del alimento que consumieron los padres; que la forma física está compuesta, y se alimenta, de los cinco elementos que constituyen el alimento; te darás cuenta también de que, con mucha frecuencia, el cuerpo de una criatura se convierte en el alimento de otra.

Pero seguramente yo, como tal, debo de ser una cosa distinta de este cuerpo-alimento.

En realidad lo eres, pero no una cosa. Indaga qué es lo que da sensibilidad a un ser sensible, aquello sin lo cual no sabrías siquiera de tu existencia, y mucho menos de la del mundo exterior. Y, por último, ve más a fondo aún y analiza si esta cualidad de ser, esta conciencia, no está sujeta al tiempo.

Por supuesto profundizaré en las diversas cuestiones que me has planteado, aunque confieso que nunca antes había explorado estos terrenos y me siento un poco aturdido a causa de mi ignorancia en estos nuevos campos a los que me has abierto. Vendré a verte en otra ocasión, maestro.

Serás siempre bienvenido.

EL CAPITAL

La conciencia, el único capital.

Maharaj expresa a menudo la idea de que la conciencia es el único capital con que nace un ser sensible. Esto, dice, es así solo en apariencia. La situación real, empero, es que lo que nace es la conciencia, la cual necesita de un organismo para manifestarse, y ese organismo es el cuerpo físico.

¿Qué es lo que da sensibilidad a un ser sensible, es decir, lo que le permite tener sensaciones, responder a estímulos? ¿Qué es lo que distingue a una persona viva de una muerta? Es, claro está, el sentido de ser, el conocimiento de estar presente, la conciencia, el espíritu vitalizante que anima la estructura física que es el cuerpo.

En verdad es la conciencia lo que se manifiesta en formas particulares y da a éstas una existencia aparente. De dicha manifestación surge en los seres humanos la idea de un yo separado. En cada individuo el Absoluto se halla reflejado como conciencia y, por lo tanto, la Conciencia en sí pura se convierte en autoconciencia, o conciencia.

El universo objetivo está en continuo flujo, constantemente se crean y se disuelven un sinnúmero de formas. Siempre que se crea una forma y se infunde vida (Prana) en ella, aparece la conciencia (Chetana) de manera simultánea y automática, como reflejo del Absoluto en la superficie de la materia, lo cual produce un sentido de dualidad. En tanto algo distinto de la materia, la Conciencia en sí pura, el estado Absoluto, no tiene principio ni fin, no necesita ningún soporte a no ser ella misma. La Conciencia en sí se vuelve conciencia únicamente cuando tiene un objeto en el cual reflejarse. Entre la Conciencia en sí pura y la Conciencia en sí reflejada como conciencia, dice Maharaj, hay un abismo que la mente no puede traspasar. ¡El reflejo del sol en la gota de rocío no es el sol!

La conciencia manifestada está atada al tiempo, ya que desaparece tan pronto como llega a su fin la estructura física que habita. No obstante según Maharaj, es el único capital con que nace un ser sensible. Y dado que la conciencia manifestada es su único vínculo con el Absoluto, se convierte en el único medio por el cual el ser sensible puede esperar conseguir una liberación ilusoria del individuo que cree ser.

Siendo uno con su conciencia y tomándola como su Atma, su Dios, el ser sensible puede confiar en alcanzar lo que considera inalcanzable.

¿Cuál es la sustancia real de esta conciencia animante? Debe ser, claro está, un material físico, pues no puede sobrevivir en ausencia de una forma de este tipo. La conciencia manifestada puede existir solo mientras su morada, el cuerpo, se conserve sana y habitable. Aunque la conciencia es un reflejo del Absoluto, está atada al tiempo y requiere para su sostén del alimento material, compuesto por los cinco elementos, que forman el cuerpo físico. La conciencia reside en un cuerpo saludable y lo abandona cuando éste va a morir y se deteriora. El reflejo del sol únicamente puede ser visto en una gota de agua clara, nunca en una de agua turbia.

Maharaj dice a menudo que podemos observar la naturaleza y función de la conciencia en nuestros estados cotidianos de sueño profundo, sueño y vigilia. En el sueño profundo, la conciencia se recoge, por así decirlo, en un estado de reposo. Cuando se encuentra ausente la conciencia, no hay sentido de la existencia o presencia de uno mismo, mucho menos de la existencia del mundo y sus habitantes, ni idea alguna de liberación y esclavitud. Esto sucede porque el concepto mismo de yo se halla ausente. En el estado de sueño, comienza a moverse una chispa de conciencia -uno no está del todo despierto aún- y entonces, en una fracción de segundo, se crea en esa chispa de conciencia un mundo entero de montañas, valles, ríos, lagos, ciudades y pueblos con construcciones y gente de edades diversas, Un mundo en que aparece la persona misma que sueña. Y, lo que es más importante, ¡el que sueña no tiene control sobre lo que hacen las imágenes que ve en su sueño! En otras palabras, en una fracción de segundo se crea un nuevo mundo viviente producto tan solo de la memoria y la imaginación con un solo movimiento de esa chispa de conciencia. Imagínense, dice Maharaj, por lo tanto, el extraordinario poder que tiene esta conciencia, una sola chispa de la cual puede contener y proyectar un universo entero. Cuando despierta el que sueña, desaparecen el mundo y los personajes soñados.

¿Qué sucede cuando terminan tanto el estado de sueño como el de sueño profundo y reaparece la conciencia? La sensación inmediata es entonces la de existencia y presencia, pero no de mi presencia sino de la presencia como tal. Empero, en seguida se hace cargo la mente y crea el yo, concepto que da lugar a la conciencia del cuerpo.

Maharaj dice con frecuencia que estamos tan acostumbrados a concebirnos como cuerpos con conciencia que nos resulta muy difícil aceptar, o al menos entender, la condición real. En realidad, es la conciencia la que se manifiesta en un sinfín de cuerpos. Por consiguiente, es esencial percatarse de que nacimiento y muerte no son sino el principio y el fin de una serie de movimientos de la conciencia, los cuales se interpretan como sucesos en el tiempo y el espacio. Si podemos darnos cuenta de esto, podremos darnos cuenta también de que somos Ser, Conciencia y Bienaventuranza puros en nuestro estado original, y cuando estamos en contacto con la conciencia, solo somos testigos, completamente separados, de los diversos cambios que en ella se operan. Este es un hecho indiscutible, pues es obvio que no podemos ser lo que percibimos; el que percibe tiene que ser distinto de lo que percibe.

LA MUERTE

Frente a la muerte.

Visitante: Mi único hijo murió hace unos días en un accidente automovilístico, y me resulta casi imposible aceptar su muerte con entereza filosófica. Sé que no soy la primera persona que sufre una pérdida semejante. También sé que todos tenemos que morir algún día. He buscado alivio en mi mente recurriendo a todas las tácticas usuales mediante las cuales nos consolamos y confortamos unos a otros en conflictos como éste. Y sin embargo, vuelvo al hecho trágico de que un destino cruel ha privado de todo a mi hijo en la flor de su vida. ¿Por qué? ¿Por qué?, me pregunto todo el tiempo. Maestro, no puedo superar mi dolor.

Maharaj (después de permanecer con los ojos cerrados durante un minuto o más): Es inútil y vano decir que estoy afligido, pues en ausencia de yo (de mí como individuo) no hay otros, uno se ve a sí mismo reflejado en todos los demás. Obviamente, tú no has venido a mí buscando solo compasión, la cual con seguridad has recibido en abundancia de tus familiares y amigos. Recuerda, uno va por la vida, año tras año, disfrutando los placeres habituales y sufriendo las penas normales, pero sin apreciar jamás la vida en su justo valor. ¿Y cuál es su justo valor? Es éste: No existe mí ni tú ; no pueden existir tales entidades. Todo hombre debe entender esto y tener valor para vivir la vida con esta comprensión.

¿Tienes ese valor, amigo mío, o tendrás que sumirte en lo que llamas tu pena?

Discúlpame, Maharaj, no entiendo del todo lo que me has dicho, me encuentro sorprendido y desconcertado. Me has expuesto la esencia de mi ser, y lo que has dicho en forma tan sucinta parece ser la regla de oro para vivir. ¿Podrías, por favor, explicar con más detalle lo que acabas de decir? ¿Qué es exactamente lo que debo hacer?

¿Hacer? Nada, absolutamente nada: solo ve lo transitorio como transitorio, lo irreal como irreal y lo falso como falso, y te darás cuenta de cuál es tu verdadera naturaleza. Has hablado de tu pena, ¿pero alguna vez has mirado de frente el dolor y has intentado comprender lo que es en realidad?

La perdida de alguien o algo que has amado mucho inevitablemente causará dolor. Y puesto que la muerte es aniquilación total, con irrevocabilidad absoluta, el dolor que causa es profundo.

Con todo, ni siquiera este dolor agobiante puede durar demasiado si lo analizas intelectualmente. ¿Qué es exactamente lo que te aflige? Volvamos al principio: ¿tú y tu esposa acordaron con alguien que tendrían un hijo -un cuerpo particular- y que tendría un destino determinado? Que el feto haya sobrevivido a muchos peligros en el vientre fue otra casualidad. Que ese bebé fuera un niño también fue azaroso. En otras palabras, lo que llamas tu hijo no fue más que un acontecimiento fortuito, un suceso sobre el cual no tuviste control en ningún momento, y ese suceso ha llegado ahora a su fin.

¿Qué es exactamente lo que lamentas? ¿Lamentas acaso las pocas experiencias placenteras y las muchas dolorosas que se ha perdido tu hijo en los años venideros? ¿O en realidad te afligen los placeres y ventajas que no podrás recibir ya más de él?

¡Ten cuidado, todo esto parte desde el punto de vista de lo falso! Pero, ¿me sigues hasta aquí?

Estoy asustado y me sigo sintiendo aturdido. Sí te sigo en lo que acabas de decir, solo que no alcanzo a comprender qué querías decir cuando hablaste de que todo esto se encuentra en el nivel de lo falso.

¡Ah! Pasaremos ahora a lo verdadero. Entiende por favor como verdadero el hecho de que no eres un individuo, una persona. La persona, lo que uno cree ser, es tan solo un producto de la imaginación y el yo es víctima de esta ilusión. La persona en sentido estricto no existe. Es el yo, la conciencia, el que erróneamente cree que existe una persona y es conciente de ser ésta. Cambia tu punto de vista. No mires el mundo como algo externo a ti. Ve a la persona que imaginas ser como parte del mundo -un mundo soñado en realidad- al cual percibes como una apariencia en tu conciencia y mira todo el espectáculo desde fuera. Recuerda, no eres la mente, la cual no es sino el contenido de la conciencia. En tanto te identifiques con el complejo, cuerpo-mente, serás vulnerable al dolor y al sufrimiento. Más allá de la mente está solo el ser, no el ser padre o hijo, esto o aquello.

Tú te encuentras más allá del espacio y el tiempo, solo estás en contacto con ellos en el aquí y ahora, pero por lo demás eres atemporal, ilimitado e invulnerable a cualquier experiencia. Comprende esto y no te aflijas más. Una vez que te des cuenta de que no hay nada en este mundo que puedas o necesites llamar tuyo, mirarás éste desde fuera, como ves un juego en el estadio o una película en la pantalla, admirando y disfrutando, quizá también sufriendo, pero, en el fondo, impasible por completo.

LA UNIDAD

Lo manifestado y lo inmanifestado son uno.

¿Es el yo una entidad sempiterna que aparece en niveles diferentes: manifestado y no manifestado? Esta pregunta se la plantean a menudo a Maharaj en formas diversas, con distintas palabras, diferentes personas, pero la esencia de la interrogante es siempre la misma. En ocasiones un visitante audaz puede haber llegado a formular la pregunta justo al principio de una sesión, al mencionar Maharaj, cosa que hace a menudo, que sus oyentes deben siempre tener presente que no está hablando como un individuo a otro, sino como la conciencia a la conciencia con respecto a la naturaleza de ella misma.

Según Maharaj, en el nivel mental el yo puede ser considerado bajo tres aspectos:

  1. El impersonal, Avyakta (no manifestado), el Yo absoluto, más allá de toda percepción o experiencia sensorial e inconsciente de sí mismo.
  2. El supra personal, Vyakta (manifestado), el cual es el reflejo del Absoluto en la conciencia como yo soy;
  3. El personal, Vyakti, el cual es un complejo de procesos físicos y vitales, el aparato sicosomático en el que la conciencia se manifiesta.

No obstante, Maharaj hace esta observación para recordar reiteradamente que tal distinción es tan solo teórica y no puede existir en la realidad. En esencia, no hay distinción entre lo manifestado (Vyakta) y lo no manifestado (Avyakta), así como no hay ninguna diferencia esencial entre la luz y la luz de día. El universo está lleno de luz pero esa luz solo puede ser vista hasta que se refleja sobre una superficie como luz de día; y lo que revela la luz de día es la persona individual (Vyakti). El individuo en la forma de un cuerpo humano es siempre el objeto; la conciencia (en tanto testigo) es el sujeto y su relación de dependencia mutua (la conciencia no puede aparecer sin el aparato de un cuerpo y el cuerpo no puede tener sensibilidad sin la conciencia) es la prueba de su identidad básica con el Absoluto. Ambos son la misma conciencia; una en reposo y la otra en movimiento, cada una conciente de la otra.

El universo entero, explica Maharaj, existe solo en la conciencia. La conceptualización de este proceso sería como sigue: la conciencia se origina en el Ser puro, por ninguna causa o razón particular que no sea el hecho de que es su naturaleza hacerlo así, al igual que las olas en la superficie del mar. El mundo aparece y desaparece en la conciencia; y cada uno de nosotros tiene derecho a decir: todo lo que existe forma parte de mí, todo lo que existe es mío, antes de todo principio, después de todo fin, estoy ahí para atestiguar todo lo que sucede. Yo, tú y él son solo apariencias en la conciencia; todo es básicamente Yo.

No es que el mundo no exista. En tanto apariencia en la conciencia, el mundo es la totalidad dé lo conocido en el potencial de lo desconocido. Puede decirse que el mundo aparece, pero no es. La duración de la apariencia, por supuesto, diferirá de acuerdo con las diferentes escalas de tiempo. Aparte del hecho de que el mundo desaparece en el sueño profundo y reaparece en el estado de vigilia, la duración de su aparición suele variar con el periodo del tiempo que dura nuestra vida; unas cuantas horas en el caso de un insecto y eones en el de la trinidad de Brahma, Vishnú y Maheshwara. Finalmente, sin embargo, todo lo que es apariencia en la conciencia debe tener un fin y no puede tener realidad alguna.

La forma en que expone Maharaj este conocimiento sublime es, en verdad, asombrosa por la diversidad de aspectos que presenta, mientras el tema central permanece anclado con firmeza. Dice que la conciencia en sí procede del Absoluto (Avyakta) y permea el yo interno (Vyakta). El yo externo (Vyakti) es la parte de nuestro ser de la que no nos damos cuenta, ya que, si bien podemos ser concientes (pues todo ser sensible tiene conciencia), es posible que no nos percatemos de ello. En otras palabras, el yo externo (Vyakti) está delineado por el cuerpo físico; el yo interno (Vyakta) por la conciencia y solo puede tenerse contacto con lo Supremo (Avyakta) en la Conciencia Pura.

No puede haber ninguna experiencia como tal del Absoluto, por la simple razón de que no puede haber nada objetivo en el Absoluto, que es en esencia subjetividad pura. La conciencia del yo interno es el vehículo de toda experiencia. El Absoluto proporciona la potencialidad de la experiencia; el yo, la factibilidad.

El contacto de la persona individual con la conciencia del Absoluto solo puede producirse cuando la mente se encuentra en ayuno, por así decirlo, pues en ese momento cesa el proceso de conceptualización. Cuando la mente está en calma, refleja la Realidad; cuando la mente está en reposo absoluto se disuelve y no queda más que la Realidad. Esta es la razón, nos dice Maharaj continuamente, por la que es necesario ser uno con la conciencia. Cuando la mente se deleita, desaparece la Realidad; cuando la mente ayuna, aparece la Realidad.

La conciencia en sí, señala Maharaj de otra manera más, cuando está en contacto con un objeto, una forma física, se vuelve testigo. Si al mismo tiempo se auto identifica con el objeto, tal estado se convierte en la persona. En la Realidad no hay más que un estado; cuando se corrompe y contamina a causa de la identificación con el yo, puede denominarse persona (Vyakti); cuando se tiñe con un sentido de ser, la conciencia resultante se convierte en el testigo; cuando permanece en su pureza original, sin contaminación ni matiz alguno, es lo Supremo, el Absoluto.

Es necesario tener clara la diferencia, si bien teórica, entre la conciencia en sí del Absoluto y la conciencia en la que aparece el universo, nos advierte siempre Maharaj. Una es solo reflejo de la otra. Pero el reflejo del sol en la gota de rocío no es el sol. En ausencia de la objetivación, como en el sueño profundo, no está el universo aparente, pero estamos nosotros. Es así porque lo que somos es lo que el universo aparente es, y viceversa -dual en la presencia, y no dual si está ausente; irreconciliablemente alejados en concepto, inviolablemente unidos en ausencia de toda concepción.

LA CONCIENCIA

Conciencia en sí y conciencia.

La característica sobresaliente de las pláticas de Maharaj con sus visitantes es la sensación de total espontaneidad por parte dé Maharaj. Nunca se eligen los temas con anterioridad; no obstante, las palabras de Maharaj tienen una flexibilidad única que les da en cada ocasión una frescura estimulante. Uno se maravilla aún más cuantío piensa que ha estado hablando de cuestiones análogas sin ninguna preparación previa en dos sesiones diarias, todos los días de la semana, incluyendo domingos, durante los últimos años. Además, por si fuera poco, Maharaj dice, con Una risa divertida: ¿Acerca de qué hablo? De un solo tema, sobre la misma cuestión: ustedes y yo, el mundo externo y Dios.

En general, Maharaj no se molesta por tener que esperar a su audiencia antes de exponer algún tema que ronda su mente. En ocasiones su pequeño piso se llena por completo en quince minutos. Otras veces, cuando empieza a hablar -uno podría decir a pensar en voz alta hay apenas tres o cuatro personas presentes. Pero esto no hace ninguna diferencia para él. Puede hablar incluso a un solo interesado, si así lo decide, y exponerle con entusiasmo los elementos básicos de su enseñanza, relacionándolos y dando a cada uno su lugar justos La suya es una mente total que va más allá del pragmatismo. Su pensamiento es reflexión total.

Una mañana, después de presentar mis respetos a Maharaj y sentarme, me di cuenta de que solo había otras dos personas. Maharaj dijo de pronto: ¿Qué diferencia hay entre la conciencia en sí y la conciencia, si es que existe alguna? Cuando esto sucede, uno no sabe si en realidad él espera una respuesta, o si solo piensa en voz alta, y vacila en responder por temor a romper el hilo de sus pensamientos. Pero entonces puede acontecer que pregunte: ¿Por que no responden? ¿Acaso me han hecho perder el tiempo escuchando mis pláticas todos estos días? Esa mañana, sin embargo, continuó, sin esperar respuesta.

Señaló que la conciencia en sí es conciencia del Absoluto, y, en consecuencia, se encuentra más allá de los tres gunas (Gunatita), mientras que la conciencia es algo nutrido y limitado por el cuerpo físico. Cuando este cuerpo-alimento se destruye, desaparece también la conciencia. La verdad es que nadie muere -el cuerpo, compuesto de los cinco elementos, se mezcla con ellos cuando se encuentra sin vida, y la conciencia, la cual está sujeta a los tres gunas, se libera de éstos-. La conciencia en sí es el estado original primordial, anterior al concepto de espacio-tiempo, y no necesita de ninguna causa o sustento. Simplemente es. Sin embargo, en el momento en que surge el concepto de conciencia en este estado original de unicidad, aparece el sentido de yo soy, provocando una condición de dualidad. La conciencia, en tanto que posee una forma, es un reflejo de la conciencia en sí sobre la superficie de la materia. No podemos concebir la conciencia de manera separada de la conciencia en sí; no puede haber un reflejo del sol sin el sol. Pero sí puede haber conciencia en sí sin conciencia.

En el sueño profundo, por ejemplo, no hay conciencia (ésta se encuentra en reposo) pero ciertamente sí hay conciencia en sí, pues en la vigilia uno es conciente de haber dormido; pero solo en el estado de vigilia.

Maharaj no nos permite olvidar nunca que la conciencia es nuestro único compañero constante y que es la atención continua en el flujo de nuestra conciencia lo que nos lleva a la conciencia en sí; la existencia básica, aquello que es vida-amor-gozo. De acuerdo con Maharaj, la conciencia misma de ser conciente es ya un paso hacia la conciencia en sí. La mente, por su misma naturaleza, es extrovertida, siempre tendiendo a buscar el origen de las cosas en las cosas mismas. Cuando se dirige hacia el origen interno, es como el inicio de una vida nueva. La conciencia en sí remplaza a la conciencia. El yo soy, que es un pensamiento de la conciencia, desaparece. En la conciencia en sí no hay pensamiento. La conciencia en sí es la fuente, el origen de la conciencia. Maharaj sugiere que un excelente ejercicio espiritual es sentarse quietamente y observar lo que llega a la superficie de la mente. Lo que llamamos pensamientos son como ondas en la superficie del agua. Los pensamientos conducen siempre a la identificación o al rechazo; son producto de ideas preconcebidas y constituyen un obstáculo para la comprensión real. Así como el agua está tranquila cuando no hay ondas, así la mente está serena cuando se encuentra libre de pensamientos, cuando es pasiva y por completo receptiva.

En el espejo de tu mente, dice Maharaj, aparecerán toda clase de imágenes, permanecerán por un momento y desaparecerán. Obsérvalas ir y venir en silencio. Debes estar alerta, pero no permitir que te atraigan, ni rechazarlas. Es importante no involucrarse. Esta actitud de contemplación silenciosa tendrá el efecto, de manera gradual, de alejar todo pensamiento inútil, como invitados no deseados a los que se ignora. Permaneciendo así en tu interior, es decir, en la condición de yo soy, observando el flujo de la mente sin interferir ni juzgar, como un testigo desapasionado, se puede propiciar que el interior desconocido salga a la superficie de la conciencia y se manifiesten sus inusitadas energías que te permitirán comprender el misterio del origen de la vida.

LA ESCLAVITUD

La esclavitud del espacio y el tiempo.

Visitante: Recuerdo haber leído en alguna parte que la combinación de espacio y tiempo es la causa de nuestra esclavitud. Desde entonces, me pregunto cómo pueden el espacio y el tiempo hacernos esclavos.

Maharaj: Aclaremos de qué estamos hablando. ¿Qué quieres decir con esclavitud?, ¿esclavitud para quién? Si te sientes satisfecho con este mundo que consideras real y con la forma en que has sido tratado, ¿en qué radica para ti la esclavitud?

Debo reconocer que a mí el mundo me parece bastante real, pero no es cierto que me sienta satisfecho con el papel que tengo en él. Estoy profundamente convencido de que la vida debe consistir en mucho más que solo pasarla, como la mayoría de nosotros hace, sin ningún objetivo específico, tan solo de manera rutinaria. Desde este punto de vista, creo que la vida misma es esclavitud.

¿Exactamente qué imagen tienes de ti mismo cuando empleas la palabra yo? Cuando eras pequeño te considerabas solo un niño y el solo hecho de jugar te hacía feliz. Con el tiempo, te convertirías en un joven, con fuerza suficiente en los brazos para arrear una pareja de elefantes, y la idea de que podías enfrentarte a cualquier cosa o persona de este mundo. Ahora te encuentras en la mitad de tu vida, un poco más maduro pero disfrutando, con todo, de la vida y sus placeres; y crees que eres un hombre feliz y con éxito, bendecido con una hermosa familia. En este momento tienes una imagen de ti mismo bastante distinta de la que tuviste en tiempos pasados. Imagínate de aquí a diez años, y aún más lejos, veinte años después. La imagen que tendrás de ti mismo será distinta de todas las anteriores. ¿Cuál de estas imágenes es el tú real? ¿Alguna vez lo has pensado? ¿Hay alguna identidad particular que puedas llamar la tuya propia y que haya permanecido contigo desde el principio, siempre presente y sin sufrir cambios?

Ahora que lo mencionas, reconozco que al usar la palabra yo no tengo ninguna idea particular sobre mí mismo y estoy de acuerdo en que todas las ideas que he tenido sobre mí han cambiado con los años.

Pues bien, hay algo que ha permanecido inmutable todos estos años, en tanto todo lo demás ha ido cambiando. Y es el sentido constante de presencia, el sentido de que existes. Este sentido o sensación de yo soy, no ha cambiado nunca. Esa es tu imagen constante. Tú estás sentado frente a mí. Lo sabes con certeza, sin necesidad de confirmación por parte de alguien más. Sabes, de igual modo, que eres, que existes. Ahora dime, ¿en ausencia de qué te sería imposible sentir tu existencia?

Si estuviera dormido o inconsciente no sabría que existo.

Precisamente. Vayamos ahora más allá. En la mañana, en el momento mismo en que despiertas y entra en acción tu conciencia, ¿no sientes tu presencia conciente, tu existencia, el yo soy, como presencia sin más y no como la de una persona individual?

Sí, así es. Yo diría que mi personalidad individual aparece en cuanto miro mi cuerpo y los objetos que me rodean.

Cuando dices que ves un objeto, lo que en realidad sucede es que tus sentidos reaccionan a un estímulo cuyo origen es externo con respecto al aparato corporal. Y lo que tus sentidos han percibido y tu mente ha interpretado no es más que algo que aparece en tu conciencia. Esta apariencia presente en la conciencia se interpreta como un suceso que se manifiesta en el espacio y el tiempo. Toda manifestación depende de la combinación de dos medios estrechamente ligados a los que se denomina espacio y tiempo. En otras palabras, en ausencia de la combinación espacio-tiempo no podría surgir en la conciencia ninguna manifestación. ¿Me sigues?

Sí, entiendo lo que dices. Pero, ¿dónde entro yo como individuo en este proceso?

Precisamente ahí reside la dificultad. Toda existencia es un proceso continuo de objetivación. Solo existimos como uno de tantos objetos y, como tales, solo en la conciencia que nos conoce. Cuando cesa la objetivación, como sucede en el sueño profundo, desaparece el universo objetivo.

Siempre que uno se concibe como una entidad aparte, como persona, no puede percibir el paisaje total de la realidad impersonal. Y la idea de una personalidad independiente se debe a la ilusión del espacio y el tiempo, los cuales no tienen existencia por sí mismos, pues solo son instrumentos, simples medios para hacer cognoscible la manifestación.

En la conciencia solo puede reflejarse un pensamiento, sentimiento o percepción en cada momento, pero los pensamientos, sentimientos y percepciones se presentan uno tras otro, creando la ilusión de durabilidad. La personalidad aparece entonces como resultado simplemente de la memoria, al identificar el presente con el pasado y proyectarlo al futuro.

Piénsate efímero, sin pasado ni futuro, ¿dónde se halla entonces la personalidad? Inténtalo e indaga tú mismo. En la memoria y en la anticipación, que pertenecen una al pasado y la otra al futuro, hay una clara sensación de que existe un estado mental al cual se observa, mientras que en el ahora la sensación es básicamente la de tener conciencia y estar presente aquí y en este momento.

Creo entender. Debo sentarme en calma y tratar de captar esta forma completamente nueva de pensar.

¿Entiendes ahora en qué sentido el espacio y el tiempo, cuya disposición en la conciencia hace perceptible la manifestación, son culpables? Lo único que puedes decir con verdad es: Yo soy (queriendo decir con ello que lo que es, es). En el momento en que hay un pensamiento sobre mí como personalidad independiente, aparece lo que se denomina esclavitud. Comprender esto es el fin de toda búsqueda. Cuando te das cuenta de que todo lo que crees ser solo se funda en la memoria y la anticipación, termina tu búsqueda y te mantienes alejado, con conciencia cabal de la falsedad de lo falso.