La iluminación espiritual

Observar es la cualidad del alma

OSHO

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¿QUIÉN ERES TÚ PARA INTERFERIR?

Observarte a ti mismo. No desperdicies energía observando a los demás.

Por favor no trates de observar a los demás; no es un asunto de tu incumbencia. Si ellos han decidido jugar los juegos de siempre, si quieren jugar los viejos juegos, si son felices jugando sus viejos juegos, ¿Quién eres tú para interferir? ¿Quién eres tú siquiera para juzgar?

Hay que acabar con este constante deseo de juzgar a los demás. No ayuda a los demás y te hace daño a ti, solamente te hace daño a ti. ¿Por qué tienes que preocuparte? . No tiene nada que ver contigo. Si se quiere quedar en lo de siempre y continuar por la misma ruta, en la misma rutina, es su gusto. ¡Bien! Es su vida y tienen todo el derecho a vivirla a su manera...

¿Por qué tendrías tú que cansarte de sus juegos?. Deja que ellos se cansen de sus juegos si quieren; y si no quieren, también es su elección. Por favor no te fijes en los demás.... Por favor no te dediques a observar a los demás. No te va a servir de nada. Utiliza tu energía de observación en ti misma.

Y hay algo en la observación tremendamente transformador. Si te observas a ti misma, las cosas empezarán a cambiar. Si empiezas a observar tu ira, un día descubrirás que de repente la ira ya no tiene la energía que solía tener; ya no es tan fogosa. Algo en ella ha muerto.

Si empiezas a observarte a ti misma, verás que poco a poco lo negativo va muriendo y lo positivo se va haciendo más y más vivo; que el sufrimiento va desapareciendo y la felicidad va entrando en tu vida; que sonríes más...; que si empiezas a observar, el sentido del humor empieza a surgir en ti. Esa cara larga, vieja , deprimida, va desapareciendo; ha nacido el sentido del humor...

Comienza a observarte a ti mismo. No desperdicies tu energía observando a los demás; ¡Es una pura pérdida de tiempo! , y nunca nadie va a darte las gracias por ello, es un trabajo muy desagradecido. Y además a quienquiera que observes se sentirá ofendido, porque a nadie le gusta que le observen, todo el mundo quiere tener su vida privada. Buenos o malos, estúpidos o sabios, todos quieren tener su vida privada. ¿Y quién eres tú para interferir? Así que no seas mirón, no mires a través de las cerraduras de los demás. Es su vida.

OBSERVA – SÓLO OBSERVA

Buddha nos dice qué tiene que ser observado todo tu ser – ¡Todo!

Caminando, observa tu caminar. Comiendo, observa tu comer. Tomando una ducha, observa el agua, el agua fría cayendo sobre ti, el tacto del agua, la frescura, el temblor que pasa por tu columna – obsérvalo todo, Hoy, mañana, siempre.

Finalmente llega el momento en que puedes observar incluso tu sueño. Ése es el momento cumbre del observar. El cuerpo va a dormir y todavía hay un vigilante despierto, mirando silenciosamente el cuerpo completamente dormido. Ése es el momento cubre del observar. En este momento justo lo contrario es el caso: tu cuerpo está despierto pero tú estás dormido. Entonces estarás despierto y tu cuerpo estará dormido. El cuerpo necesita descanso pero tu conciencia no necesita sueño alguno. Tu conciencia es conciencia; es estar alerta, es su misma naturaleza.

Mientras más observador te vuelves comienzas a tener alas – entonces todo el cielo es tuyo. El hombre es un encuentro de la tierra y el cielo, del cuerpo y el alma.

OBSERVAR CON EL ALMA

Observar no es una cualidad de la mente.

Observar es la cualidad del alma, de la consciencia. Observar no es un proceso mental en absoluto. Cuando observas, la mente se detiene, deja de existir. Sí al principio te distraerás muchas veces y la mente entrará y empezará a jugar a sus juegos de siempre. Pero cuando recuerdes que te has distraído, no hay necesidad de sentirse culpable o arrepentido... simplemente, reanuda la observación, vuelve a observar una y otra vez tu respiración.

Poco a poco, poco a poco, la mente interferirá cada vez menos.

Y cuando seas capaz de observar tu respiración durante cuarenta y ocho minutos seguidos, quedarás iluminado. Esto te va a sorprender. ¿Solo cuarenta y ocho minutos? Porque te parece que no es muy difícil... ¡solo cuarenta y ocho minutos!

Pues es muy difícil. En solo cuarenta y ocho segundos, caerás muchas veces víctima de la mente. Inténtalo con un reloj delante; al principio no podrás mantenerte vigilante ni sesenta segundos. En solo sesenta segundos, en un minuto, caerás dormido muchas veces. Te olvidarás de observar... la observación y la vigilancia quedarán olvidadas. Alguna idea te llevará lejos, muy lejos. Y de pronto te darás cuenta... mirarás el reloj y verás que han pasado diez segundos. Durante diez segundos no estuviste vigilando.

Pero poco a poco, poco a poco... es cuestión de tino; no es cuestión de práctica, sino de tino... poco a poco lo irás absorbiendo.

Porque esos pocos momentos en los que estás vigilante son de una belleza tan exquisita, de una alegría tan tremenda, que una vez que hayas saboreado esos pocos momentos querrás volver una y otra vez... sin más motivo que por el gozo de estar ahí, presente ante la respiración.


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