La iluminación espiritual

La multiplicación fue solo de panes y no de peces

Jesús no comió cordero en la Ultima Cena

La multiplicación fue solo de panes y no de peces, Jesús no comió cordero en la Ultima Cena y los primeros cristianos, siguiendo el ejemplo de su maestro, fueron vegetarianos. Eso es al menos lo que creen a pie juntillas los Cristianos vegetarianos que proliferan en Estados Unidos y que comienzan a instalarse también en España. Y aducen pruebas, testimonios y hechos que parecen demostrarlo.

El Antiguo Testamento está trufado de citas en las que se aboga por una dieta de respeto a la vida, y parece probado que la alimentación vegetariana fue la que mantuvo el hombre en el Paraíso. Yhavé rechaza el sacrificio de animales. No quiero sangre de toros, ni de ovejas, ni de machos cabríos (Isaías, 1,11). Prefiero la misericordia al sacrificio y el conocimiento de Dios al holocausto (Oseas 6,6). Pero está claro que los israelitas no cumplían todos los preceptos de su Dios.

Cada día se sacrificaban en el Templo de Jerusalén, en nombre de todo el pueblo, dos toros, un carnero, siete corderos y un macho cabrío. Aparte había, naturalmente, multitud de sacrificios privados por las más variadas razones. Algún historiador da la cifra de más de 250.000 corderos sacrificados solo por Pascua.

Pero los cristianos vegetarianos aseguran que Jesús se opone a toda esta carnicería y al sacrificio de animales, desde la primera actividad pública de su ministerio (el bautismo) hasta la última (la crucifixión). Su vida entera está dedicada a predicar la compasión y la misericordia. En una época en la que el sacrificio de animales era considerado como el único método para el perdón de los pecados, tanto Juan Bautista como Jesús lo reprueban e instituyen el bautismo como medio de purificación y como rechazo radical al sacrificio de animales. El primero dedica gran parte de su vida a bautizar en el Jordán y Jesús convierte el bautismo en el signo externo de la llegada del Reino de Dios a la tierra.

El masivo sacrificio de animales se efectuaba en el templo y ésa fue, precisamente, una de las razones por las que Jesús siempre se opuso al templo y a lo que representaba, profetizó que sería destruido y, un día, indignado porque la casa de Dios se había convertido en una cueva de ladrones, echó a latigazos a los que allí vendían animales para el sacrificio, proclamando Dios quiere compasión y no sacrificios. Eso significaba condenar la cultura del templo y el enorme negocio que giraba a su alrededor. Por eso, inmediatamente después de este episodio, los sumos sacerdotes y los escribas Se reunieron para ver la manera de acabar con él.

Aseguran los cristianos vegetarianos que Jesús nunca aparece comiendo carne ni pescado en los Evangelios. Más aún, sostienen que los primeros relatos del milagro de la multiplicación no incluían los peces, tal y como cuenta el evangelista Juan. ¿Cómo vamos a hallar bastantes panes para alimentar a tanta gente?, preguntan los discípulos a Jesús, sin mencionar para nada los peces.

Jesús formaría, pues, parte de un sector de judíos vegetarianos. Un sector realmente minoritario en su tiempo y a contracorriente, pero firme en sus convicciones, que mantenían incluso en la fiesta de la Pascua, la más solemne de las fiestas de Israel. Se celebraba en el primer mes del año judío, el mes de Nisán y duraba una semana. En esos días, los mercados de Jerusalén rebosaban de productos típicos para la cena más sagrada del año. El centro de la cena era el cordero, que se solía comprar en los atrios del templo y se sacrificaba allí mismo. Los sacerdotes, descalzos, con las vestiduras propias del culto, degollaban ante el altar, uno tras otro, los corderos que los israelitas varones llevaban después a sus casas o a los hornos colectivos para asarlos.

En la cena pascual, el cordero iba acompañado de una ensalada de lechuga, achicoria, berros, cardos u otras hierbas amargas. El amargor era un recuerdo del dolor y las lágrimas del pueblo durante su esclavitud en Egipto. Al cordero y a la ensalada se les añadía la jaroset, una mermelada ritual, hecha con higos, dátiles, pasas, manzanas, almendras, canela y vinagre, cuyo color y consistencia recordaban a los israelitas la arcilla con que sus antepasados esclavos en Egipto amasaban los ladrillos del faraón. Y nunca podía faltar el pan, que en la cena pascual eran los massot o panes ázimos, sin levadura. Según los vegetarianos, en la Ultima Cena se sirvieron todos estos platos, menos el cordero. Y la verdad es que ninguno de los textos evangélicos hace referencia al cordero y sí al pan que Jesús unta en la jaroset para dárselo a Judas.

Más aún, Jesús procedía de una familia pobre y, en aquella época, el menú de los pobres era de simple subsistencia. Por ejemplo, no desayunaban propiamente o masticaban algún trozo de pan camino del trabajo. La comida del mediodía estaba compuesta por pan, aceitunas y fruta. Y la de la tarde, por un potaje de verduras, con un trozo de pan que servía de cuchara y se introducía en el puchero común. La carne no se comía nunca o casi nunca. Las principales fuentes de alimento eran los cereales, las frutas y las verduras. Vegetarianos a la fuerza. De hecho, parece demostrado que al menos tres de los apóstoles (Pedro, Santiago y Mateo) solo comían vegetales.