La iluminación espiritual

Mindfulness y Mindlessness

ATENCIÓN Y CONCIENCIA

Son habilidades que pueden desarrollarse.

Probablemente lo que los maestros más quieren es contar con la atención sostenida de sus discípulos.

Pero esto no es fácil, a menos que el maestro logre que lo que esté explicando, sea lo que sea, cobre vida y pueda convertir el aprendizaje, dentro de un clima de seguridad, inclusión y pertenencia, en una aventura urgente e importante. De poco sirve, cuando los niños se portan mal, pedirles a gritos que presten atención. Pero puede ser muy útil —de hecho, puede ser un regalo precioso— convertir el proceso de aprendizaje en una aventura y enseñarles a prestar atención. Prestar atención es una habilidad susceptible de desarrollo y perfeccionamiento.

Como bien sabía una luminaria como William James, el padre de psicología americana, la atención y la conciencia derivada de ella configuran el dintel de la educación y el aprendizaje verdaderos, regalos que duran toda la vida y, con el uso, pueden profundizarse. Bien podríamos decir que, además de equilibrar el poder del pensamiento y proporcionarnos una perspectiva más sabia, la capacidad de descansar en la conciencia sin distracción puede permitirnos acceder a un tipo de pensamiento completamente diferente. Quizás la investigación futura acabe mostrándonos que el adiestramiento en el mindfulness aumenta la creatividad y libera la mente para producir tipos de pensamiento menos rutinarios y asociaciones más libres e imaginativas.

¿QUÉ ES LO QUE PASA CUANDO NO PASA NADA?

Ajustando nuestro funcionamiento por defecto.

Te animo a comprobar por ti mismo lo que, en tales casos, ocurre. En la mayoría de los casos, lo que pasa es… el pensamiento, un pensamiento que asume formas muy diferentes.

Y es que nuestra modalidad por defecto no parece ser tanto la conciencia como el pensamiento.

Es muy interesante que nos demos cuenta de esto porque, de ese modo, podemos pasar lentamente de esa modalidad automática que da vueltas y más vueltas al pensamiento a otra modalidad mental mucho más interesante, la conciencia misma. Quizás, con el paso del tiempo, podamos conseguir que nuestra modalidad por defecto se incline más hacia la atención (mindfulness) que hacia la distracción (mindlessness) y no nos perdamos tanto en el pensamiento.

Lo primero que adviertes cuando te sientas o acuestas a meditar es que la mente parece tener vida propia. Siempre está en movimiento, yendo de un lado a otro; pensando, cavilando, fantaseando, planificando, anticipando, preocupándose, alegrándose, disgustándose, olvidando, valorando, reaccionando y contándose historias; una corriente de actividad aparentemente interminable que quizás ni siquiera advirtieras hasta que diste la bienvenida a un momento de no hacer, a un momento de solo ser.

Y, lo que es más, ahora que te has decidido a cultivar una atención plena a tu vida, tu mente corre el peligro de llenarse de muchas nuevas ideas y opiniones —sobre la meditación, el mindfulness, lo bien que lo haces o dejas de hacerlo, etcétera—, además de todas las ideas y opiniones que se arremolinan en torno a la mente.

Es como uno de esos partidos comentados de la televisión. Por una parte, está lo que realmente ocurre en el campo de juego y, por la otra, un comentario que parece no tener fin. Es casi inevitable que, cuando emprendas la práctica formal de la meditación añadas, en una u otra medida, tus propios comentarios que, en ocasiones, puede llenar todo el espacio de tu mente. Pero eso no es la meditación, la meditación es el simple juego, el simple hecho de jugar por jugar.

Pero basta con apagar el sonido de la televisión para contemplar directamente el juego, sin intermediación de mente ajena, en primera persona. Y lo mismo sucede con la meditación, con la salvedad de que, en este caso, son tus propios pensamientos los que están realizando el comentario radiofónico que convierte la experiencia directa de primer orden del momento en una historia de segundo orden sobre aquella. ¡Qué difícil es!, ¡qué grande es!, etcétera, etcétera, etcétera.

Hay veces en que el pensamiento insiste en que la meditación es aburrida, en que es absurdo pensar que este no-hacer pueda tener alguna importancia, porque lo único que parece aportar es malestar, tensión, aburrimiento e impaciencia. Quizás te descubras, en tal caso, preguntándote cuánta incomodidad debes soportar para liberarte o reducir tu estrés y ansiedad o ayudarte, de algún modo, a pasar el tiempo sin sucumbir a un tedio que te parece interminable.

Esto es lo que hace la corriente del pensamiento y por ello debemos familiarizarnos con nuestra mente a través de la observación cuidadosa. De otro modo, el pensamiento acaba dominando nuestra vida y tiñendo todo lo que sentimos, todo lo que hacemos y todo lo que nos preocupa. Y tú no eres, en este sentido, nada especial. Todo el mundo se ve afectado por una corriente similar de pensamiento que está en movimiento las veinticuatro horas de los siete días de la semana sin darse, a menudo, la menor cuenta de ello.

ATENCIÓN Y DISTRACCIÓN

El verdadero reto consiste en aprender a relacionarnos con lo que ocurra.

Ahí es precisamente donde se encuentra la libertad. Ahí es donde podemos experimentar un momento de auténtica felicidad, ecuanimidad y paz. Cada instante nos brinda una ocasión para darnos cuenta de que no estamos condenados a sucumbir a los viejos hábitos que operan por debajo del umbral de la conciencia. Siempre podemos, de manera resuelta y deliberada, experimentar la no distracción y experimentar, del mismo modo, que no es necesario hacer nada ni corregir nada.

Si estamos dispuestos a descubrir, de este modo, nuestros viejos hábitos, sin orientar la no-distracción y la no-acción hacia ideales inalcanzables y asumimos, una y otra vez, una actitud amable y bondadosa hacia el proceso, aunque solo sea durante breves instantes, podremos disfrutar de la posibilidad real de estar en casa y en paz con las cosas tal cual son, sin pretender cambiar ni corregir absolutamente nada.

Es mucho más importante esta conciencia que si tu atención se halla, en un determinado momento, concentrada o no en la sensación de la respiración. Si entiendes esto, la distracción y la falta de fiabilidad de tu mente se convertirán entonces en nuevos e interesantes objetos de atención en todos y cada uno de los instantes.

No es un problema que la atención se aleje de la respiración y tampoco significa que seas un mal meditador. Eso es lo que está ocurriendo en este momento. Lo que importa es que te des cuenta de ello. ¿Puedes descansar ahí y ser consciente de ello… sin agregarle absolutamente nada? Ahí es donde entra en escena el no juicio.

Toda la historia humana, por otra parte, todos los horrores y las atrocidades más espantosas perpetradas por una persona, un grupo, una tribu o una nación sobre otra o sobre sí mismos se derivan también de la misma mente humana que, desconociéndose a sí misma, se niega a descubrir el lugar que ocupa en la totalidad y decide decantarse por el egoísmo, la codicia, la animadversión, el engaño, la violencia y la distracción, en lugar de hacerlo por la conciencia, la atención y la sensación de interconexión, cooperación y amabilidad que naturalmente acompaña a una forma más atenta y amorosa de ser, conocer y estar en el mundo.

Tenemos el hábito de pensar en nosotros de un modo limitado y contraído, y de identificarnos con el contenido de nuestros pensamientos y emociones y de la narración que, basándonos en lo que nos gusta o nos desagrada, elaboramos sobre nosotros. Esta es nuestra modalidad de funcionamiento por defecto. El poder del mindfulness es el poder de examinar esas identificaciones y sus consecuencias y el poder de examinar las visiones y perspectivas que adoptamos de un modo reflejo y automático y que acabamos creyendo que somos nosotros. El poder del mindfulness consiste en prestar atención de un modo diferente y más amplio al despliegue real de la vida instante tras instante y pasar así de la distracción a la atención.