La iluminación espiritual

La meditación te libera de lo que te atrapa

POR: JIDDU KRISHNAMURTI

Imagen; La meditación te libera de lo que te atrapa; Jiddu Krishnamurti

LA MEDITACIÓN TE LIBERA

Liberarse de las cosas en que uno se halla atrapado, es meditación.

No cómo meditar; no la meditación conforme a un sistema; no la práctica de la meditación, sino más bien lo que la meditación es en verdad. Si uno puede descubrir, muy profundamente, la significación, la necesidad y la importancia que la meditación tiene para uno mismo entonces descartará todos los sistemas, los métodos, los gurús, junto con todas las cosas peculiares que se hallan, involucradas en el tipo oriental de meditación.

En realidad, no de acuerdo con las teorías y las aseveraciones y las experiencias de los psicólogos, filósofos y gurús, sino por la investigación de toda la naturaleza y el movimiento de uno mismo, por el ver qué es uno realmente.

Parecemos incapaces de comprender lo extraordinariamente importante que es ver lo que somos, vernos de hecho, como si nos estuviéramos mirando psicológicamente en un espejo, lo cual produce una transformación en la propia estructura interna. Cuando uno realiza fundamentalmente, profundamente, una transformación o mutación semejante, entonces esa mutación afecta toda la conciencia del hombre. Este es un hecho absoluto, una realidad. Producir una transformación fundamental se vuelve muy importante si uno es totalmente serio, si uno está preocupado por el mundo tal como es con toda su espantosa infelicidad, confusión e incertidumbre, con todas las divisiones religiosas y nacionales, con la acumulación de armamentos, el gasto de sumas enormes en la preparación de la guerra, para matar a la gente en el nombre de la nacionalidad, etcétera, etcétera.

Para ver lo que uno es realmente, resulta vital que haya libertad, libertad con respecto a todo el contenido de la propia conciencia -siendo el contenido de la conciencia todas las cosas acumuladas por el pensamiento. Liberarse del contenido de la propia conciencia, de las cóleras y brutalidades, de las vanidades y la arrogancia, liberarse de todas las cosas en que uno se halla atrapado, es meditación. El mismo ver lo que uno es, constituye el principio de la transformación. La meditación implica el cese de toda lucha, de todo conflicto internamente y, por tanto, externamente. De hecho, no existe lo interno o lo externo, es como el mar con su flujo y reflujo.

Cuando uno descubre lo que realmente es, se pregunta: ¿Es uno mismo, el observador, diferente de lo que observa? - psicológicamente hablando, desde luego. Yo soy iracundo, codicioso, violento; ¿es ello diferente de la cosa observada, que es la ira, la codicia, la violencia? ¿Es uno diferente? Obviamente, no lo es. Cuando estoy iracundo no existe un yo que esté iracundo, solo existe la ira. Por lo tanto, yo soy la ira, el observador es lo observado. La división es eliminada por completo. El observador es lo observado y, en consecuencia, el conflicto se termina.

Por todo el mundo los seres humanos están siempre buscando la seguridad, tanto la fisiológica como la psicológica. La seguridad física es negada cuando la seguridad psicológica -que en realidad no existe- trata de obtenerse en diversas formas de ilusión y en creencias divisivas, dogmas, sanciones religiosas y así sucesivamente. Cuando existen estas divisiones psicológicas, inevitablemente tiene que haber división física con todos sus conflictos, sus guerras y el sufrimiento, la tragedia y la inhumanidad del hombre hacia el hombre. Adondequiera que uno vaya por el mundo, no importa si en la India, en Europa, Rusia, China o América, los seres humanos son psicológicamente más o menos lo mismo: sufren, son ansiosos, viven en la incertidumbre, en la confusión, a menudo en medio de un gran pesar; son ambiciosos, luchan perpetuamente los unos contra los otros.

Como básicamente, psicológicamente, los seres humanos son iguales, uno puede decir con razón que el mundo es uno mismo y que uno es el mundo. Ese es un hecho absoluto, como podemos verlo cuando lo investigamos en profundidad. Y el contenido de la conciencia humana es todo el movimiento del pensar y el deseo de poder, posición, seguridad, y la persecución del placer -en la que hay temor. El temor y el placer son dos caras de la misma moneda. Sin comprender toda la estructura y naturaleza del placer, que tiene su base en el deseo, uno jamás comprenderá ni vivirá una vida en la que haya amor.

El miedo y la persecución del placer forman parte de la conciencia. Pero, ¿también es parte de la conciencia el amor? Cuando hay miedo, ¿existe el amor? Cuando lo que hay es una mera persecución del placer, ¿hay amor? ¿Es el amor placer y deseo, o no tiene en absoluto nada que ver con el placer y el deseo?

Nuestro cerebro, a través del constante hábito de buscar seguridad, se ha vuelto mecánico; mecánico en el sentido de seguir ciertos patrones definidos, repitiendo eso: patrones una y otra vez. en la rutina diaria. Está, pues, la repetición del placer y la carga del temor; y está la incapacidad de resolverlo. Así, gradualmente, el cerebro, o una parte del cerebro, se ha vuelto repetitiva, mecánica, tanto biológica como psicológicamente; uno está preso en determinados patrones de creencias, dogma:, ideologías -la ideología norteamericana, la ideología rusa, la ideología india y así sucesivamente. Existe la dirección hacia un fin, la persecución de ese fin, y tanto la mente como el cerebro se deterioran.

Por placentera que pudiera ser, la vida que uno vive es una vida reiterativa; por deseable, por compleja que sea, es una vida de reiteración permanente -la misma creencia desde la infancia a la muerte, los mismos rituales, tanto en el templo como en la iglesia con la tradición que ello implica, una y otra y otra vez. Está la repetición del placer, el placer sexual o el placer de la realización, el placer de la posesión, el placer del apego, todo lo cual, por ser repetitivo, ocasiona el deterioro del cerebro. Mientras exista la persecución del placer como un proceso repetitivo, con la carga de temor que trae consigo y que el hombre no ha resuelto -lo ha rehuido, ha escapado de él, lo ha racionalizado pero, no obstante, el temor permanece-, el cerebro habrá de estar atrapado y termina por deteriorarse.


Liberarse del contenido de la propia conciencia y de todas las cosas en que uno se halla atrapado, es meditación.

Jiddu Krishnamurti


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