Lo complicado lo complejo lo simple - Sencillez

Nos habituamos sin duda a complicarnos la vida. Complicarnos la vida es generarnos trabas que nos impidan vivirla en plenitud. Buscamos problemas.

PABLO VAUDAGNA

SEAMOS COMPLEJOS PARA SIMPLIFICAR

Nos habituamos a complicarnos la vida. Complicarnos la vida es generarnos trabas que nos impidan vivirla en plenitud. Buscamos problemas, los creamos donde no los hay, nos quejamos, acusamos, criticamos, juzgamos, sostenemos pensamientos limitantes, experimentamos emociones tóxicas, pronunciamos palabras terminantes, definitivas, no hacemos nada para movernos del lugar en el que estamos. Todo es muy complicado.

ESPIRAL DE DURERO

Lo paradójico es que, para complicarnos la vida, solemos recurrir a grandes simplificaciones. Explicamos nuestras vidas desde una posición de víctimas a las que nos suceden cosas. Somos hojas al viento, marionetas del destino, juguetes del azar. Repartimos culpas. A nosotros, a los otros, a Dios, a la genética, a los gobernantes. Algo, alguien, justifica por qué somos como somos, por qué nos pasa lo que nos pasa. Juancito es un desgraciado, Olga me tiene una envidia bárbara, Pedro es un egoísta, Marcela me engañó, los dirigentes roban y así podríamos seguir al infinito.

Esto es coherente y correspondiente con el paradigma mecanicista que durante siglos dominó el conocimiento, pretendiendo explicar la realidad en función de un solo aspecto de ella. Hay una causa que produce un efecto. Acción y reacción. Pensemos, por dar un ejemplo, en la Medicina desde este enfoque: excluye al espíritu de su consideración, y al cuerpo lo fragmenta en innumerables parcelas (el híper-especialista de ojos no tiene la menor idea acerca de los pulmones o del hígado, para expresarlo gráficamente). Como se particulariza tanto, se pierde de vista el contexto en que se desenvuelve la particularidad (el ojo en el marco del cuerpo todo). Se simplifica, y como resultado de ello, se complica, pues al no prestar atención al contexto, se están ignorando también componentes tanto del problema como de las soluciones.

Desde hace algunas décadas, este paradigma se halla fuertemente cuestionado, y hoy, aunque no lleguen a ser aún de difusión masiva y generalizada, existen alternativas de peso como la Teoría General de los Sistemas de Ludwig VON BERTALANFFY, el Paradigma de la Complejidad de Edgar MORIN, la Teoría del Caos (cada vez que alguien habla del efecto mariposa, lo sepa o no, está moviéndose dentro de este ámbito), la Geometría Fractal, las Teorías de la Autopoiesis, de las Catástrofes, de la Autoorganización, etc. No es el caso ni el momento de entrar en detalle en estos puntos, pero basta retener la idea de que existen otros paradigmas que ya no merecen ser despectivamente llamados alternativos, pues cada vez cuentan con mayor resonancia.

Digamos sí, como más que breve resumen y para dejar claras ciertas ideas, que el paradigma de la Complejidad aspira a abordar el entramado de las diversas dimensiones sobre las que se organiza la realidad como un todo. A tal fin, el conocimiento científico, más que por la interdisciplinariedad, está guiado por la transdisciplinariedad, esto es, como describe el epistemólogo y físico Basarab NICOLESCU, aquello que se ubica entre, a través y más allá de las disciplinas particulares. La unidad del conocimiento no radica en la simplificación de la realidad, sino en la integración de la pluralidad de la realidad.

Lo más extraordinario es que cuando se vislumbra la complejidad, todo se vuelve más sencillo, podemos elegir relajarnos y desconectar nuestro GPS interno buscador de complicaciones. Cuando se roza la maravilla de que el todo está en cada parte, y cada parte en el todo, podemos ser conscientes de nuestra pequeñez y de nuestra grandiosidad. Es hacerse consciente de que aún cuando no logremos ver el todo a simple vista y de una sola mirada, cuando enfocamos nuestros ojos en una cualquiera de las partes, el todo está presente allí. Es hacerse conscientes de que en nuestra existencia hay una dimensión de misterio a la que no podemos acceder, una dimensión colectiva que creamos conjuntamente, y una dimensión individual en la que somos responsables directos. Es en esa perspectiva que puede transitarse la experiencia del fluir a la que se refiere Mihaly CSIKSZENTMIHALY, cuando uno está absorbido por una actividad de tal modo que pierde noción del tiempo y se halla inmerso en una sensación de disfrute y satisfacción.

Cuando uno se atreve a abandonar las simplificaciones que complican, para lanzarse a lo complejo, elige expresar la plenitud de su propio ser. Y el propio ser encuentra su mejor modo de realización en la sencillez. Lo simple, lo sencillo que se experimenta cuando uno transita el camino de la complejidad, es de una calidad absolutamente diferente a la simplicidad que se tiene originalmente, a la simplicidad que no aporta paz sino que nos hunde en el drama, en los conflictos. Es como si uno fuese escalando una montaña. El camino cuesta arriba es la representación de las complicaciones con que nos cargamos cotidianamente. Cuando accedemos a la perspectiva compleja, damos el salto a la cima de nuestra montaña personal. Y, desde ese mirador privilegiado, se nos abre la conmovedora contemplación de paisajes que ni siquiera habíamos imaginado cuando aún estábamos en la ladera. Uno puede entregarse, simplemente, a experimentar esa belleza, esa completitud.

No nos compliquemos simplificando.
Seamos complejos para simplificar.
Seamos simples para ser.