La iluminación espiritual

Hay una gran necesidad de espiritualidad

BUSCANDO SER ESPIRITUALES

La gente de todo el mundo sufre de gran tensión y preocupación, pero se sienten aun más inquietos e infelices cuando descubren que los objetos materiales pueden traer comodidad al cuerpo, pero absolutamente ninguna paz al alma. Sant Kabir nos dice que el alma es una entidad Consciente y no puede recibir alivio de ningún artículo material. Todos los poderosos esfuerzos de la ciencia y de la tecnología no han podido traer felicidad a la gente. Entre más avanza el hombre materialmente, más se encuentra a sí mismo a la deriva en un estado de continua inquietud y desesperación. El logro de posesiones mundanas solo trae pena y dolor, y la persona termina dando rienda suelta al orgullo y a la codicia. ¡No solo eso, sino que tiene que custodiar todos esos bienes!

Esta es la Kali Yuga (Edad de la Oscuridad) de grandes avances científicos y tecnológicos. Aun más, Sant Kabir dice que el hombre ha hecho poco progreso, si acaso ha hecho alguno, hacia el descubrimiento delas verdades básicas de su vida presente y futura. La mayoría de la gente es Espiritualmente Ciega como Él la califica. Esto no significa que la persona no tenga ojos sino, más bien, que su Ojo Interno (el Tercer Ojo u Ojo Único) no se ha abierto todavía para revelar los Misterios Interiores de la Luz y el Sonido Divino. Hay una historia muy interesante sobre Hazrat Ibrahim Adham, el Rey de Balkh-Bokhara (ahora en Afganistán). Era un seguidor del Camino de la vida Espiritual, que buscaba, regularmente, la compañía delos hombres sagrados de su reino. No obstante, como era un Rey estaba rodeado por mucha riqueza y lujuria, tanto, que dormía en una cama llena de pétalos de rosa, frescos y fragantes.

Una noche cuando se preparaba para dormir, escuchó un ruido en el techo del palacio. Inmediatamente fue allí pero no encontró nada. De repente apareció un hombre, vestido con ropas muy sencillas que comenzó a aproximarse. El Rey primero se asustó de ver a alguien ahí y, después, quiso saber quién podría ser aquel hombre. Le preguntó:

¿Qué quieres?

El hombre afirmó que buscaba sus camellos perdidos. ¡El Rey estaba pasmado y asombrado al pensar quealguien tuviera la esperanza de encontrar sus camellos en el techo del palacio! ¿Cómo podría ser posibleesto? ¿Cómo podría alguien siquiera pensar tal cosa?

Pues de la misma manera, ¿cómo puede ser posible que realices a Dios en tu suave cama de flores?, replicó el hombre. Esta observación le llegó como una sacudida al Rey; quedó confundido y no pudo responder. El hombre desapareció antes de que pudiera, siquiera, pensar en alguna respuesta; esto lo hizo reflexionar sobre lo que había pasado y sobre las ¡extrañas palabras que había escuchado esa noche! Pensó, una y otra vez, en ello y luego, repentinamente, comprendió que lo que quería lograr no podía ser obtenido con la clase de vida que llevaba. Su ángulo de visión, inmediatamente, comenzó a cambiar. Él preguntó en todo su reino por alguien que pudiera ayudarlo a resolver el misterio de la vida y de la muerte, pero ¡ay! nadie podía responder a sus preguntas. No importaba a quién preguntara o a dónde viajara, el Rey no podía calmar su sed. Eventualmente, recorrió todo el camino hacia India, donde comenzó una larga búsqueda en muchas ciudades, hasta que llegó donde el gran Santo Kabir Sahib. Este mundo es un lugar de sufrimiento y pena; con todo, el hombre exclama ¡qué dulce es esta vida!¿Quién conoce de alguna mejor? Fueron las personas que, cuidadosamente, reflexionaron sobre su condición, las que se afanaron en buscar su salvación y en asegurarse que no tendrían que estar yendo y viniendo en este cuerpo físico. Kabir Sahib dice:

Si uno se dedicara a mirar a su alrededor en todo el mundo,
no encontraría a nadie que fuera realmente feliz.

Cada uno en este mundo está triste y preocupado.

He ido a todas partes del Norte al Sur y del Este al Oeste, pero cada uno de los que he encontrado estaban llenos de dolor e infelicidad. ¡No he visto tan siquiera una persona que fuera verdaderamente feliz!

Algunos son infelices porque no tienen dinero, o debido a alguna enfermedad, muchos sufren por sus esposas, padres o hijos. El patrimonio se puede desvanecer en una noche, la salud fallar, la fuente de riqueza desaparecer, los hijos presentar toda clase de problemas o la esposa quejarse de infelicidad. Nadie encuentra la paz interior, aunque Dios esté allí presente, porque hay un número de cosas mundanas también presentes. Las ambiciones, las esperanzas y los sueños de cada persona parecen inestables y frustrantes. Toda la humanidad sufre por una cosa u otra. Parecía que hubiera una atmósfera de oscuridad depresiva.

Excepto el Hombre Dios nadie está libre de preocupación y temor, dice Sant Kabir. Mientras los objetos materiales se apoderan más y más de la vida, la voz de la Espiritualidad se hace menor y menor. En este caos resultante, las almas de la gente tienden a estar muy inquietas. Puede haber tremendos inventos y logros muy alabados, pero no ha habido ni un logro siquiera en la esfera del conocimiento del alma. Se han explorado las profundidades del gran océano y se han escalado las más altas montañas, pero muy pocos han tenido el cuidado de encontrar su propia Verdad. Dios derrama con abundancia Su Ilimitada Gracia sobre todos por igual, precisamente como la lluvia misma cae en todas partes. No obstante, los valles se llenan porque ellos están vacíos, mientras las montañas permanecen secas, como si estuvieran llenas de sí mismas. Entre más cambia la vida, es más grande el desasosiego del hombre, y mientras la ciencia avanza más y más rápidamente, mayores cambios se suceden. Especialmente, en las grandes ciudades donde nada permanece lo mismo siquiera por unos pocos días.

¿Cómo puede una cosa que es perecedera, por lo menos, dar un indicio de lo Imperecedero? Positivamente, Sant Kabir conocía el sutil arte de leer entre líneas. Muchas de las Escrituras del mundo ya se han perdido y muchas más se perderán, pero la Verdad permanecerá siempre la misma. Aquellos que saben acerca de Dios se callan. Si ellos han escrito alguna cosa, ha sido siempre apuntando hacia el Silencio interior. Sant Kabir explica que para tener verdadero conocimiento, uno debe conocerse a sí mismo.

Si una persona se ganara el mundo entero y luego tuviera el conocimiento de todo,
si no conociera su propia alma, no sabría nada y su vida se habría desperdiciado.

Así, una persona puede tener todo el conocimiento del mundo exterior, pero no tener información sobre su alma. El hombre no sabe nada sobre el alma, su identidad o su fuente. Sobre la base del conocimiento del alma, se adquiere el conocimiento de cómo trabaja la Creación. Sant Kabir explica que la gente vive inquieta y preocupada porque está separada de Dios. El hombre ha olvidado la Paternidad de Dios y la hermandad de su prójimo. Una persona que no tiene conciencia del verdadero valor de sí misma, es la persona más tonta de todas. La gente gasta sus preciosas respiraciones en obtener el poder y la fama, pero todo sin propósito alguno. Con todo su saber sobre sí, el hombre anda a tientas, ciegamente, en la oscuridad, sin poder encontrar el Camino de la Luz. Se dirige a sus profesores, religiosos y predicadores en vano. Sant Kabir sutilmente pregunta, ¿Cómo puede ser posible que una persona analfabeta le enseñe a los demás a leer y escribir? ¿Cómo puede quien sea Espiritualmente ciego guiar a otros a la Luz? Los Sacerdotes y otros Predicadores solo tratan de adivinar los Secretos Interiores de las palabras Sagradas. La gente, descuidadamente, sigue a quienes no tienen la Experiencia Práctica del Creador.

Cuando el Maestro viene a este mundo le ofrece a la gente el correcto entendimiento mientras está en su cuerpo físico, pero después que su Alma Bendita se ha marchado, el populacho cae, nuevamente, por puro hábito, en sus mundanas costumbres, descuidadas. Sant Kabir dice que la mente constantemente desperdicia sus preciosos momentos por el disfrute de los sentidos. ¡La gente mata el tiempo!

El espíritu no es todavía el maestro de la casa en que vive

La persona derrocha toda su vida y después muere, pensando que ésta fue su última vida por gozar. Alguna gente siente que disfrutar la vida es estar ebrio con la bebida, y comer la mejor comida posible (la creencia Epicúrea de ¡Comer, beber y ser feliz!), pero esa misma gente olvida, totalmente, que un día morirá. ¡El hombre piensa que lo ha ganado todo en este mundo por tener toda clase de riquezas y lujos, pero todo lo perderá cuando los deje atrás, al morir! Incluso el cuerpo mismo se pierde porque, el cuerpo físico que Kal le ha prestado al nacer, tiene que ser devuelto.

Sant Kabir explica las costumbres temporales de la gente.

¡Todo el mundo suele decir que este bien me pertenece a mi, solo a mi, y únicamente a mi!.

¡Esta es mi esposa, este es mi carro, esta es mi casa, esta es mi tierra!

Pero esta clase de persona nunca satisface, verdaderamente,
alguno de sus deseos, porque estos crecen a pasos agigantados.

Entre más tenga una persona, más quiere poseer. Los deseos crecen, enormemente, por el apego a esas cosas materiales. En su búsqueda por ganar más y más, el hombre se pierde a sí mismo en sus deseos y olvida, totalmente, al yo y al Súper Yo, al Dios Omnipotente. Sant Kabir señala que mientras se diga ¡Esto en mío! nada del trabajo real se ha realizado. Por el contrario, cuando todo lo de ¡Mío! ¡Mío! termina, entonces, el Señor mismo cuida, todas las necesidad es del devoto. La persona se hace más pura y, entonces, Dios le da el conocimiento interior del Más Allá. Le concede la salvación de la vida y de la muerte. Sant Kabir lo reitera; dice que la persona que renuncia a todo los deseos y se separa, a sí misma, de las atracciones mundanas mientras vive en este mundo, es la única que puede conocer la Verdad y al Creador.

Él usa la ilustración del barco que cruza el Océano de la existencia mundana

Quien gana en la ruta del mundo se hundirá y quien pierde (vuelve la espalda al mundo), con la gracia del Maestro, cruzará este Océano del espejismo mundano. Por lo tanto, se debe dirigir la atención, todo el tiempo, hacia Dios o el Maestro.