La fantasía del crecimiento de nuestro hijo - Familia
James Hillman nos dice que favorecer la fantasía del crecimiento de nuestro hijo crea una necesidad estática que no evoluciona hacia su independencia.
JAMES HILLMAN
AMA A TUS HIJOS
El crecimiento del hijo no es una fantasía
La estructura básica de la humanidad es la posesividad: el esposo posee a la esposa y ambos poseen a los hijos; y cuando posees a un ser humano le quitas su dignidad, su libertad, su misma humanidad. Le quitas todo lo que es hermoso y únicamente le das grilletes, posiblemente hechos de oro –hermosas jaulas en reemplazo de sus alas– pero esas jaulas de oro no pueden proporcionarle el firmamento y la libertad del firmamento.
Solo una cosa puedes hacer, y es compartir tu propia vida.
Decir que has sido condicionado por tus padres, que has vivido dentro de ciertos límites, de acuerdo a ciertos ideales, y que debido a esos límites e ideales te has perdido de la vida por completo, y que no quieres destruir la vida de tus hijos. Quieres que sean completamente libres, libres de ti, porque para ellos tu representas todo el pasado.
Ama a tus hijos, disfruta con su libertad.
Permite que cometan errores, ayúdales a ver en dónde han cometido un error. Diles: Cometer un error no es malo; comete tantos errores como sea posible, porque de esa manera aprenderás más. Pero no cometas el mismo error una y otra vez, porque eso te vuelve estúpido.
Veamos a James Hillman hablar de La fantasía del crecimiento de nuestros hijos...
LA FANTASÍA DEL CRECIMIENTO
Mejorar el crecimiento y la personalidad sana de nuestros hijos
Si hay una sola idea que ahora une las variadas escuelas de psicología terapéutica, ésta es la fantasía del crecimiento. Para un crecimiento y una personalidad sana de nuestros hijos, logrando un sentido aumentado de unidad interior, con un aumento del buen juicio, y un aumento en la capacidad de hacer bien.
La fantasía del crecimiento es fácilmente atractiva para el hijo: todo lo que es puede llegar a ser otra cosa, transformable mediante un proceso natural de aumento y de acuerdo con el desarrollo natural de modelos innatos básicos. La personalidad no se concibe en pecado original, sino en bondad, no en la ausencia del bien que requiere el bautismo, sino en salud y plenitud.
No debemos sino adecuarnos al plan básico de nuestro ser individual y crecer a partir de allí. Enfermedad, perversión, locura, mal; estos son solo fenómenos secundarios del crecimiento, lagunas, o fijaciones en el proceso de crecimiento, que es lo primario. La psicología no advierte que sus construcciones e interpretaciones se han vuelto expresiones dogmáticas de una fantasía, de modo que la psicología ya no puede reflejar la psique real en condiciones que no indican esperanza ni crecimiento, y que no son ni naturales ni plenas.
Sorprendentemente, la psicología se vuelve al hijo a fin de entender al adulto, culpando a los adultos por no ser demasiado infantil o por llevar demasiados residuos del hijo aún en la adultez. Esta fantasía es difícil de conciliar con ese sentimiento de decadencia en nuestra civilización y con nuestras experiencias subjetivas de especialización cada vez más precisa, limitación y depresión. La fantasía de crecimiento de la psicología parece un curioso residuo de la fascinación colonial, industrial y económica del comienzo del siglo veinte por el aumento: mientras más, mejor.
Poco sorprende que en cierto momento de nuestras vidas sintamos que estamos hartos de la psicología, nos sentimos incapaces de tolerar otra explicación psicológica, puesto que todo es demasiado simple, demasiado ingenuo, demasiado optimista. En cierto momento escuchamos al hijo hablar a través de nuestras palabras psicológicas, y esta única perspectiva arquetipal resulta inadecuada para la complejidad de nuestras almas. Además, el infantilismo no es apreciado en sí por la fantasía del crecimiento, que abandona al hijo con una idea nada sofisticada de crecer.
Las ideas sofisticada de crecer:
- Expansión.
- Evolución.
- Progreso.
- Conjunción.
- Maduración.
- Espontaneidad.
Estas dos últimas necesitan clarificación ulterior, puesto que el proceso de maduración de estadio en estadio ocurre, de acuerdo con la fantasía del crecimiento, tanto racional como espontáneamente -no al azar- siguiendo la bondad esencial del hijo. El crecimiento representa esta bondad, manifiesta su actividad realizándose, y esta bondad es parte del instinto del hijo, de su naturaleza creativa, del corazón, y no parte de su intelecto o cabeza, que es ulterior y aprendida y no tan profunda.
Aún hay más en ello; además de los seis componente que he intentado separar dentro de la fantasía del crecimiento, hay también una idea subyacente de que crecimiento es igual a salud. Dejar de crecer es estar fijado, estancado, neurótico. Además la decadencia, que ciertamente forma parte de los modelos menos ingenuos de crecimiento, es aparentemente olvidada por la psicología. Lo que aquí aparece como mi simplificación simplemente refleja las simplificaciones de las teorías psicológicas.
Pero la idea de crecimiento podría separase de la versión del hijo y entonces podría ser menos simplificada. La psicología podría adoptar un análisis más sofisticado del crecimiento en términos de cambio de forma. Entonces podríamos imaginar el crecimiento menos como un aumento y un desarrollo linear, y más como cambios de modelos de significación e imaginería. La precisión de esta imaginería surge en respuesta a los aspectos vacíos no formados de la psique. Sus lagunas y vacíos proporcionan el fondo negativo.
La significación psicológica crece a partir de las áreas negativas, absurdas, de nuestro sufrimiento. La significación acaece en relación con la psicopatía; encontramos significado cuando el sinsentido absurdo e insignificante de nuestros complejos asume una forma cambiada. Los cambios son formales. La completitud implicaría entonces menos una integración de partes en una unidad, tal como en la fantasía ingenua del crecimiento, pero una mayor discriminación de modelos y de libertad en sus cambios.
Tenemos que tener la claridad de no culpar a la biología por la metáfora ingenua del crecimiento. En psicología muchas imágenes del crecimiento se toman por supuesto del lenguaje del naturalista. La inteligencia sigue leyes de maduración inherente, produciendo progresivamente estadios más estables de adaptación. Nos movemos a través de estadios más pequeños y períodos más amplios, y cada estadio y período proveen los fundamentos para el siguiente.
Por dentro y por debajo yace la naturaleza, el determinante que rige el crecimiento.
Para expresar la fantasía en el lenguaje de la psicología arquetipal: los arquetipos del hijo como crecimiento y su madre, la naturaleza, rigen la visión principal que del ser humano tiene la psicología. La idea de naturaleza mistifica además la imprecisión, pues es una idea tan rica, tan variada, tan simbólica, que se han distinguido más de sesenta connotaciones conceptuales diferentes.
Este tema complejo de la salud, la naturaleza, y el crecimiento; afortunadamente nuestra parte consiste solo en unas pocas reflexiones sobre la fantasía en relación con el hijo.
Al favorecer esta idea del hijo que no ha de crecer, podríamos imaginar el abandono del hijo y su necesidad de salvación como un estado continuo, una necesidad estática que no evoluciona hacia la independencia, no evoluciona en absoluto, sino que permanece como un requerimiento de la persona madura y completa.
Picasso dice a punto: El cambio no significa desarrollo. Cuando oigo cómo habla la gente del desarrollo del artista, me parece como si estuvieran viendo al arista entre dos espejos opuesto que estuvieran reflejando interminablemente su imagen, y como si vieran la serie de imágenes en un espejo como su pasado y las imágenes en el otro como su futuro, mientras que supuestamente él mismo representara su presente. No se dan cuenta de que todas son la mismas imágenes pero en niveles diferentes. Me sorprende el modo en que la gente abusa de la palabra desarrollo. Yo no me desarrollo; yo soy.
Y finalmente, respecto al abandono, Picasso dice, Nada puede producirse sin soledad. He creado una soledad para mí que nadie puede imaginar.
Tus hijos te conocen más por la manera en que vives que por lo que dices.
James Hillman