La iluminación espiritual

Los dos YOS de la felicidad

LA FELICIDAD MENTAL

La realidad que hay que comprender es la felicidad.

El placer es algo fisiológico; la felicidad es algo psicológico. La felicidad es un poco mejor, algo un poco más refinado, un poco más elevado... pero no muy distinto del placer. Podría decirse que el placer es una clase más baja de felicidad y que la felicidad es una clase más elevada de placer: las dos caras de la misma moneda. El placer es un poco primitivo, animal; la felicidad es un poco más refinada, un poco más humana, pero es el mismo juego que se juega en el mundo de la mente. No te preocupas tanto de las sensaciones fisiológicas como de las sensaciones psicológicas, pero no existe diferencia en lo fundamental.

La realidad que hay que comprender es la alegría.

La alegría es algo espiritual. Es algo distinto, completamente distinto del placer y de la felicidad. No tiene nada que ver con lo externo, con el otro; es un fenómeno interno. La alegría no depende de las circunstancias; es algo tuyo. No es una excitación producida por las cosas; se trata de un estado de paz, de silencio, un estado meditativo. Es espiritual.

La realidad que hay que comprender es la dicha.

Pero Buda tampoco habla de la alegría, porque existe otra cosa que va más allá de la alegría. Él lo llama dicha. La dicha es algo absoluto. No es algo fisiológico, ni psicológico ni espiritual. No sabe de divisiones; es indivisible. Es absoluta en un sentido y trascendente en otro. Buda solo emplea dos palabras en esta frase. La primera es el placer, que incluye la felicidad. La segunda es la dicha, que incluye la alegría.

La dicha significa alcanzar el núcleo más profundo de tu ser. Se encuentra en las profundidades últimas de tu ser, donde ni siquiera el ego existe, donde reina el silencio: tú has desaparecido. En la alegría existes un poco, pero en la dicha dejas de existir. Se ha disuelto el ego; es un estado de no ser.

Veamos que nos dice el psicólogo y nobel Daniel Kahneman...

LA PERCEPCIÓN DE LA FELICIDAD

La experiencia frente a la memoria: la percepción de la felicidad.

El razonamiento humano es un proceso intrincado que lleva a evaluar y analizar muchos aspectos de la vida. Y más que hablar de las dos formas de pensar, el psicólogo Daniel Kahneman también ha hablado sobre los hallazgos que la psicología ha aportado al concepto de la felicidad.

Hoy día la felicidad es algo que todos buscan descifrar. Existen muchos libros que hablan de ella y de cómo encontrarla. Sin embargo, Kahneman explica en esta obra la importancia de no confundir la experiencia y la memoria, ya que hacerlo puede causar un entendimiento erróneo de lo que es la felicidad.

Experiencias y recuerdos

Daniel Kahneman afirma que se debe aprender a distinguir las experiencias vividas de los recuerdos que se tiene de esas experiencias. Se trata de dos entidades distintas, y confundirlas es parte del problema que se tiene de la noción de felicidad.

Las experiencias son los momentos que forman parte del presente, que tan solo duran pocos segundos. Y los recuerdos no son más que las formas cómo evaluamos dichas experiencias.

Por ello, para diferenciar estos elementos el autor propone pensar en dos yos, que son el yo que tiene experiencias y el yo que recuerda. Aunque ambas entidades son importantes para juzgar la felicidad, cada una la percibe de forma diferente.

Mientras que el yo que tiene experiencias es el responsable de registrar las sensaciones que se tienen, el yo que recuerda es el encargado de darle sentido a esas experiencias.

A veces lo que se experimenta en cada momento puede ser muy diferente a lo que se recuerda, ya que el yo que recuerda puede verse afectado por elementos como, la duración o la intensidad de los momentos vividos. Por lo que el autor afirma que los dos yos plantean nociones de felicidad distintas.

LOS DOS YOS

La trampa de los dos yos que nos habitan.

Con la teoría de Daniel Kahneman analizamos brevemente a qué se refiere cuando nos dice que tenemos Dos Yos, el de la memoria y el de la experiencia.

Hacer una larga caminata, una que nos tome varios días, digamos para este ejemplo de 100 kilómetros, nos ayudará a entender lo que se quiere decir con los Dos Yos que nos habitan. Cuando se realiza el trayecto, la experiencia puede no ser de lo más agradable: cansancio, sed, hambre, calambres; además está la intensa lucha mental que se tiene que superar para alcanzar metas como esta. Sin embargo, y quien haya hecho este tipo de caminatas o quien haya corrido un maratón o, simplemente, quien haya tenido una relación amorosa que ya terminó, sabrá bien que al pasar ese evento lo que queda es el recuerdo de eso que se vivió y esto muchas veces es un engaño. Me explico.

¿Por qué cuando recordamos la larga caminata, estamos cayendo en la trampa de los yos?

Porque según Daniel Kahneman existen Dos Yos que nos habitan: el yo de la experiencia y el yo de la memoria. Con ambos yos interpretamos lo que vivimos, es decir, con el primero cómo somos felices EN la vida y con el segundo ACERCA de nuestra vida. Esta abismal diferencia es la que llamamos aquí trampa y esto porque muchas veces la experiencia puede no ser lo más satisfactorio, como decíamos sobre la caminata y sus múltiples dificultades, sin embargo, el terminar la meta, el cumplir nuestro objetivo le da un significado distinto y nos hace recordar la caminata con el yo de la memoria, con la cual convertimos los malos ratos en parte del triunfo y lo atesoramos de forma muy distinta en nuestros recuerdos.

¿Qué nos hace más felices, la experiencia o la memoria?

¿Es mejor el trayecto que la meta?

Bajo la perspectiva de Kahneman ambos aspectos son importantes y nos dan distintas grados de bienestar. Y va más allá, pues propone el ejercicio siguiente: imagina que puedes ir a cualquier lugar de vacaciones, ¡a cualquiera!, con la única condición de que una vez de vuelta olvidarás todo lo ocurrido. ¿Qué tal, aceptarías esta propuesta? Nadie dice que no disfrutarás tu estancia en ese lugar soñado y que siempre has querido visitar, pero ¿de qué puede servirte si no lo recuerdas? Con este ejemplo nos pone en perspectiva la importancia de los Dos Yos y, como decíamos, de su gran Trampa.

CONCLUSIÓN

Si tú eres feliz, eres feliz; nadie te pregunta por qué eres feliz.

Sí, si tú eres desdichado, la pregunta es pertinente. Si tú eres desdichado, alguien te puede preguntar por qué eres desdichado, y la pregunta es adecuada, porque la infelicidad está en contra de la naturaleza, está sucediendo algo equivocado. Cuando eres feliz, nadie te pregunta por qué eres feliz, excepto algún neurótico.