La iluminación espiritual

Culpa y consuelo del dinero

EL DINERO

Amado Osho, ¿Por qué el tema del dinero está tan cargado? Parece que cuando tenemos dinero nos sentimos culpables por ello y por tanto estamos obligados a gastarlo; o nos sentimos inseguros y entonces queremos aferrarnos a él.

Obviamente el dinero afecta a una multitud de áreas que giran alrededor del eje central del poder y la libertad. Lo curioso es que hablar de dinero en la mesa a la hora de la cena es tan tabú como hablar de sexo o de la muerte. Por favor, coméntalo.

El dinero es un tema cargado por la simple razón de que no hemos sido capaces de inventar un sistema sano en el que el dinero pueda ser un servidor de toda la humanidad en lugar de ser el maestro de unos pocos codiciosos. El dinero es un tema cargado porque la psicología humana está llena de avaricia; por lo demás el dinero es un simple medio para intercambiar cosas, un medio perfecto. No hay nada malo en el dinero, pero nuestra forma de resolver esta cuestión hace que todo lo relacionado con él parezca viciado. Si no tienes dinero, estás condenado; toda tu vida será una maldición y tratarás de conseguirlo por cualquier medio.

Y si tienes dinero, el punto básico no cambia: quieres más y no hay un momento en el que dejes de querer más. Cuando por fin consigues tener demasiado dinero -aunque no sea suficiente, nunca es suficiente, pero es más de lo que tienen los otros-, entonces comienzas a sentirte culpable porque los medios que has utilizado para acumularlo son repugnantes, inhumanos, violentos. Has explotado, has chupado la sangre a la gente, has sido un parásito. Por tanto, ahora tienes dinero pero él te recuerda todos los crímenes que has cometido para ganarlo.

Esto hace que haya dos tipos de gente: uno es el que empieza a dar dinero a las instituciones de caridad para liberarse de la culpabilidad. Hacen un buen trabajo, hacen un trabajo espiritual. Abren escuelas y hospitales. Pero en realidad, lo único que están haciendo es tratar de que la culpabilidad no les vuelva locos. Todos vuestros hospitales, todas vuestras escuelas y universidades, y todas vuestras instituciones de caridad son producto de la gente culpabilizada.

Por ejemplo, el premio Nobel fue creado por un hombre que ganó mucho dinero en la primera guerra mundial fabricando todo tipo de bombas y maquinaria destructiva. La primera guerra mundial se libró con el equipamiento suministrado por el señor Nobel. Y ganó tanto dinero... Ambos bandos se abastecían de material de guerra en el mismo proveedor; él era el único que lo fabricaba a gran escala. Cualquiera que muriera era asesinado por él. No importaba a qué bando perteneciera, cualquiera que muriera, moría por sus bombas. Por eso cuando ya era anciano y tenía todo el dinero del mundo, estableció los premios Nobel. Es el premio a la paz ¡de un hombre que ganó su dinero en la guerra! Quien quiera que trabaje por la paz recibe un premio Nobel. Se concede a los grandes inventos científicos, a los grandes artistas, a las grandes creaciones. Y junto con el premio Nobel dan mucho dinero; ahora mismo está dotado con una cantidad cercana al cuarto de millón de dólares. Es el mejor premio y además está dotado con doscientos cincuenta mil dólares; y la cantidad va aumentando cada año porque el valor del dinero disminuye. La fortuna del señor Nobel era tal, que los premios que se conceden cada año salen exclusivamente de los intereses. El fondo de dinero original permanece intacto, y seguirá intacto para siempre. Cada año se acumulan tantos intereses que se pueden conceder veinte premios Nobel.

Todo el trabajo caritativo es en realidad un esfuerzo por librarse de la culpa, literalmente. Cuando Poncio Pilatos ordenó la crucifixión de Jesús, lo primero que hizo fue lavarse las manos. ¡Qué extraño! Ordenar una crucifixión no mancha las manos, ¿por qué debería uno lavárselas? Esta acción tiene un significado: se está sintiendo culpable. El hombre ha tardado dos mil años en comprender esto, porque durante dos mil años nadie mencionó, ni se molestó en comentar, por qué Poncio Pilatos se había lavado las manos. Fue Sigmund Freud el que descubrió que la gente que se siente culpable comienza a lavarse las manos. Es algo simbólico...; es como si tuvieran las manos llenas de sangre.

Así, si tienes dinero te sientes culpable. Una de las formas de quitarse la culpabilidad de encima es lavarse las manos ayudando a instituciones caritativas. Las religiones explotan esta culpabilidad, pero fortalecen tu ego diciéndote que estás haciendo un trabajo espiritual. Pero no tiene nada que ver con la espiritualidad; solamente están intentando consolar a los criminales.

El primer camino es el que han tomado las religiones. El segundo es que el hombre se sienta tan culpable que, o se vuelve loco, o se suicida. Toda su existencia se vuelve angustiosa. Cada respiración se va haciendo más pesada. Y lo extraño es que ha estado trabajando toda su vida para conseguir ese dinero porque la sociedad provoca el deseo y la ambición de ser rico, de ser poderoso. El dinero da poder; puede comprarlo todo, excepto esas pocas cosas que no pueden ser compradas. Pero son cosas por las que nadie se molesta.

La meditación no puede ser comprada, el amor no puede ser comprado, la amistad no puede ser comprada, la gratitud no puede ser comprada; pero a nadie le importan esas cosas. Todo lo demás, el mundo de las cosas, puede ser comprado. Así, cada niño comienza a ascender por la escalera de la ambición sabiendo que si tiene dinero, todo es posible. La sociedad cultiva la idea de ser ambicioso, de ser poderoso, de ser rico.

Es una sociedad completamente equivocada. Crea gente psicológicamente enferma, insana. Y cuando alcanzan los objetivos señalados por la sociedad y el sistema educacional, se encuentran en un callejón sin salida. El camino se acaba, no hay nada más allá. Por eso se convierten en personas falsamente religiosas o dan el salto a la locura, al suicidio, y se destruyen a sí mismos.

El dinero puede ser una cosa muy hermosa si no está en manos de los individuos, si es parte de las comunas, parte de las sociedades, y la sociedad cuida de todo el mundo. Todo el mundo crea, todos contribuyen, pero no todo el mundo recibe dinero como pago; se les paga con respeto, se les paga con amor, con gratitud y se les da todo lo que necesitan para vivir.

El dinero no debería estar en mano de los individuos porque crea este problema de la culpabilidad. Y el dinero puede enriquecer mucho la vida del individuo. Si la comuna es dueña del dinero, puede darte todos los bienes que necesitas para vivir, toda la educación, todo lo relacionado con las dimensiones creativas de la vida. La sociedad se verá enriquecida y nadie se sentirá culpable. Y como la sociedad ha hecho tanto por ti, te gustará pagarle con tus servicios.

Si eres médico, cuidarás de la gente lo mejor que puedas; si eres cirujano, lo harás lo mejor que puedas porque es la sociedad la que te ha ayudado a convertirte en el mejor cirujano dándote una educación, todo tipo de facilidades y cuidando de ti desde que eras niño. A esto es a lo que me refiero cuando digo que los niños deberían pertenecer a las comunas, y que las comunas deberían hacerse cargo de todo.

Así las creaciones de la gente no serían acaparadas por los individuos; serían recursos comunales. Será tuyo, será para ti, pero no estará en tus manos. No te hará ambicioso, sino que te hará más creativo, más generoso, más agradecido, así la sociedad se irá haciendo mejor y más hermosa. El dinero no un problema.

Las comunas pueden usar dinero para intercambiar entre ellas, porque cada comuna no puede fabricar todo lo que necesita. Puede comprar de otras comunas utilizando el dinero como medio de intercambio, pero de comuna a comuna, no de individuo a individuo; así cada comuna puede adquirir las cosas de las que no dispone. La función básica del dinero permanece, pero su propiedad pasa del individuo al colectivo. Para mí esto es el comunismo básico: la función del dinero pasa del individuo al colectivo.

Pero las religiones no querrán este cambio. Los políticos tampoco lo querrán, porque todo su juego sería destruido. Todo su juego depende de la ambición, del poder, de la codicia, de la lujuria.

Parece extraño afirmar que las religiones dependen para su existencia de cosas no religiosas, o mejor aún, de cosas antirreligiosas. Es algo que no se ve a nivel superficial. Ves las obras de caridad, pero no ves de dónde proceden ni por qué. En primer lugar, ¿por qué deberían necesitarse las obras de caridad? ¿Por qué tiene que haber huérfanos, por qué tiene que haber mendigos? ¿Por qué deberíamos permitir su existencia? Y en segundo lugar, ¿por qué hay gente que está dispuesta a hacer trabajos caritativos, a dar dinero, a dar toda su vida a la caridad y servir a los pobres?

A nivel superficial todo parece estar bien porque hemos vivido en este tipo de estructura durante mucho tiempo, pero es absolutamente absurda. Ningún niño es huérfano si la comuna es dueña de los niños; y si la comuna se adueña de todo nadie es un mendigo: todos compartimos lo que tenemos. Pero entonces las religiones ya no tendrán sus fuentes de explotación. Ya no podrán consolar a los pobres, ya no tendrán que ayudar a los ricos a librarse de su culpabilidad. Por todas estas razones se oponen tanto a mí. Mi trabajo es casi como el del enterrador que va desenterrando maravillosas tumbas de mármol y sacando los esqueletos. Nadie quiere verlas, la gente los teme.

Uno de mis amigos era estudiante de medicina y cuando viajaba me quedaba con él de vez en cuando. Si tenía que pasar la noche en la ciudad donde él vivía, en lugar de quedarme en el hotel de la estación prefería quedarme en el hostal con este amigo estudiante. Un día ocurrió que avanzada la noche y después de hablar de multitud de cosas, acabamos hablando de fantasmas. Yo estaba de broma y le dije: Son reales. Es muy extraño que no te hayas topado con ellos.

Estaban presentes en aquella habitación casi quince estudiantes, y todo ellos dijeron: No, no creemos en fantasmas. Hemos diseccionado muchos cuerpos y no hemos encontrado ningún alma; no hay fantasmas, no hay nada.

Así que preparé a mi amigo... En el pabellón de cirugía había muchos esqueletos, y junto a él estaba otro pabellón en el que hacían las autopsias cuando moría algún vagabundo, o en casos de suicido y asesinato; era una gran ciudad, la capital del estado. Los pabellones estaban unidos entre sí. En un lado del pabellón estaban los esqueletos, y en el otro lado solían estar esperando muchos cadáveres. ¿Y a quién le importaban aquellos vagabundos? Cuando tenían tiempo, los profesores realizaban las autopsias y emitían sus informes.

Yo le dije a mi amigo: Haz una cosa: mañana por la noche, túmbate en una camilla junto a los cadáveres y yo llevaré a tus amigos. No tienes que hacer nada especial. En medio de la conversación, cuando esté allí con tus amigos, te sientas. Simplemente pasas de estar tumbado a sentarte.

Era algo muy simple y él me dijo: De acuerdo.

Pero surgió un problema... y la cosa se complicó enormemente. Entramos en aquel pabellón quirúrgico donde mi amigo estaba tumbado. Mientras estábamos allí, él se sentó y sus quince amigos comenzaron a temblar. No podían creer que un cuerpo muerto... ¡Pero el problema se hizo real porque de repente un cuerpo realmente muerto se levantó! Así es que mi amigo dio un salto y dijo: ¡Los fantasmas son reales! ¡Mirad ese cuerpo!.

Hubo un malentendido: aquel hombre estaba en coma. Sus sirvientes lo habían traído de noche al hospital y se le había colocado junto a los cadáveres. En un momento dado, recuperó repentinamente la consciencia y por eso se puso de pie. Cuando nos vio debió pensar que ya era por la mañana y era el momento de levantarse y preguntar qué estaba pasando. Al principio yo mismo no podía explicarme lo ocurrido: yo solo había enviado a una persona. ¿Y aquel otro hombre...? Cerramos las puertas y nos fuimos. El hombre se quedó gritando: Esperad, ¡estoy vivo! ¿Por qué me han puesto aquí?

Cerramos las puertas. Nos dijimos: Esto no tiene nada que ver con nosotros, y nos fuimos. Resultó difícil convencer a mi amigo de que aquel hombre no era un fantasma, de que simplemente se había cometido un error... Me dijo: ¡No volveremos a hacerlo más! Fue una suerte que se levantara mientras estabais todos presentes. Si se hubiera levantado cuando yo estaba solo, ¡me habría muerto del susto! No habría sobrevivido.

Si sigues cavando en las raíces, que son feas, que nadie quiere ver... Esa es la causa de que palabras como sexo o muerte o dinero se hayan convertido en tabúes. No hay nada en ellas que no se pueda comentar a la hora de la cena, pero las hemos reprimido profundamente y no queremos que nadie excave para sacarlas a la superficie. Tenemos miedo.

Tenemos miedo a la muerte porque sabemos que vamos a morir y no queremos morir. Queremos seguir con los ojos cerrados. Queremos vivir en un estado tal que es como si nos dijéramos: todos los demás van a morir, pero yo no. Ésta es la psicología normal de la gente: yo no voy a morir.

Sacar el tema de la muerte es un gran tabú. La gente siente miedo porque les recuerda su propia muerte. Están tan ocupados con trivialidades, y la muerte viene. Pero quieren que las trivialidades les sigan manteniendo ocupados. Son como una cortina: ellos no van a morir, al menos de momento. Más tarde... bueno, cuando ocurra, ya veremos. También temen el sexo porque aparecen los celos. Sus experiencias de la vida han sido amargas. Han amado y fracasado, y realmente no quieren sacar el tema, les hace daño.

Y lo mismo pasa con el dinero, porque el dinero trae inmediatamente a colación las jerarquías sociales. Por eso si hay doce personas sentadas alrededor de una mesa, puedes establecer una jerarquía entre ellas inmediatamente; en un momento, la igualdad, la similitud, se pierde. Los demás son más ricos que tú, o más pobres que tú, y de repente no os veis como amigos sino como enemigos, porque estáis luchando por el mismo dinero, estáis aferrados al mismo dinero. No sois amigos sino competidores, enemigos. Por eso, al menos mientras estás sentado a la mesa cenando, no quieres jerarquías, no quieres la lucha de la vida ordinaria. Quieres olvidarte por un momento, solo quieres hablar de cosas buenas, pero todas ellas no son más que fachadas.

¿Por qué no crear una vida realmente buena? ¿Por qué no crear una vida en la que el dinero no cree una jerarquía, sino que dé oportunidades a todo el mundo? Por qué no crear una vida en la que el sexo no cree experiencias amargas, celos, fracasos; en la que el sexo sea simplemente algo divertido, nada más que cualquier otro juego, solo un juego biológico.

Una simple comprensión... No puedo concebir por qué..., si amo a una mujer y ella disfruta de otro hombre, todo está perfectamente bien. Mi amor no se ve alterado. De hecho, la amo más porque está siendo amada por más gente; he elegido una mujer verdaderamente hermosa. Sería muy feo estar con una mujer que solo yo amase, que no pudiese encontrar ninguna otra persona en el mundo que la amase. Eso sería un auténtico infierno.

¿Qué problema hay si ella es feliz de vez en cuando con otra persona? Un corazón comprensivo se sentirá feliz cuando ella sea feliz. Amas a una persona y deseas que se sienta feliz. Si es feliz contigo, bien; si es feliz con otra persona, también está bien. No hay ningún problema en que sea así.

Una vez que pongamos freno a las viejas tonterías que se han vertido constantemente en nuestras mentes -la monogamia, la relación de uno-a-uno, la fidelidad-, que no son más que tonterías... Habiendo tanta gente hermosa en el mundo, ¿por qué no habría de entremezclarse? Te gusta jugar al tenis; eso no quiere decir que tengas que jugar toda la vida con el mismo compañero, ¡fidelidad!... La vida debería ser más rica.

Solo hace falta una pequeña comprensión para que el amor deje de ser un problema, para que el sexo no sea tabú. La muerte tampoco será un tabú una vez que tu vida no tenga problemas ni ansiedades; una vez que hayas aceptado tu vida en su totalidad, la muerte no es el final de la vida, sino parte de ella.

Al aceptar la vida en su totalidad, has aceptado también la muerte; solo es un descanso. Has estado trabajando todo el día y al llegar la noche quieres descansar, ¿o no?

Algunas personas chifladas no quieren dormir. Una vez me trajeron a una persona que no quería dormir. Hacía esfuerzos durante toda la noche para mantenerse despierta. El problema era que si se dormía, no tenía ninguna garantía de que volvería a despertar. Pero, ¿quién puede darle esa garantía? Es realmente un gran problema: ¿Quién puede darle una garantía?

Él quería una garantía de que iba a despertar: ¿Qué garantía tengo de que no seguiré durmiendo? He visto a mucha gente que simplemente se va a dormir y... ¡se acabó! Los demás dicen que han muerto, se los llevan al crematorio y los queman. Como no quiero que me quemen, ¿para qué correr el riesgo? ¡Dormir es arriesgado! Ir a dormir se había vuelto un problema.

La muerte es un sueño un poco más largo, un poco más profundo. El sueño diario te rejuvenece, te permite funcionar mejor, ser más eficiente. El cansancio desaparece y vuelves a sentirte joven. La muerte hace lo mismo a un nivel más profundo. Cambia el cuerpo, porque en este caso el cuerpo ya no puede rejuvenecer con el sueño ordinario, es demasiado viejo. Se necesita un cambio más drástico, hace falta un nuevo cuerpo. Tu energía de vida quiere una nueva forma. La muerte es simplemente un sueño para que puedas pasar fácilmente a una nueva forma.

Una vez que aceptas la vida en su totalidad; ves que la vida incluye también la muerte. Entonces la muerte no es algo que va contra la vida, sino simplemente una sirviente, como el sueño. Tu vida es eterna, va a estar ahí por siempre jamás. Pero el cuerpo no es eterno y tiene que cambiarse. Se hace viejo y entonces es mejor tener otro nuevo, asumir una nueva forma, en lugar de arrastrar la vieja.

Para mí, la persona que comprenda no tendrá ningún problema. Con un poco de claridad para ver, los problemas se evaporan. Detrás queda un gran silencio, un silencio de gran belleza y gran bendición.