La iluminación espiritual

La verdad muere

La Verdad no puede morir

LA REALIDAD ESTÁ JUSTO AHÍ

Siempre esperando cerca de tu corazón, cerca de tus ojos, cerca de tus manos. Puedes tocarla, puedes sentirla, puedes vivirla, pero no puedes pensarla. Se puede ver, se puede sentir, se puede tocar; pero no se puede pensar. Intenta entender la naturaleza del pensamiento. El pensamiento siempre es acerca de, nunca es directo. Puedes ver la realidad, pero si piensas en ella tendrá que ser acerca de y ese acerca de es la trampa, porque cuando piensas acerca de algo ya te has alejado de ello. Acerca de quiere decir indirectamente. Acerca de quiere decir que no verás la flor aquí y ahora, que pensarás acerca de ella, y ese acerca de se convertirá en una barrera. A través de este acerca de nunca llegarás a esta flor.

Ver es algo directo, tocar es algo directo; pero pensar es algo indirecto. Es por eso que el pensar no toca la realidad. Un amante puede conocer la realidad, hasta un bailarín puede conocerla, un cantante puede sentirla, pero un pensador sigue sin tocarla. Por eso debe morir el pensador para que nazca el sentimiento.

He oído acerca de un filósofo judío. Era un campesino ordinario pero muy filosófico. Se llamaba Yossel. Pensaba acerca de todo, como suelen hacer los filósofos. Le era muy difícil hacer nada porque el pensar llenaba todo su tiempo, y cuando por fin estaba listo ya había pasado la oportunidad.

Una vez fue al mercado de una aldea cercana para vender su trigo. Le dijo a su esposa: En cuanto haya vendido el trigo, te mandaré un telegrama. Vendió el trigo obteniendo una gran ganancia, y luego fue a mandar el telegrama; entró en la oficina de correos, rellenó el impreso de envío y empezó a pensar en qué poner.

Escribió: Trigo vendido provechosamente. Llego mañana. Amor y besos, Yossel.

Entonces empezó a reflexionar y pensó: Mi esposa se va a creer que me he vuelto loco. ¿Por qué provechosamente? ¿Acaso vendería el trigo con pérdidas?. Así que tachó la palabra provechosamente. Entonces se preocupó más aún porque, si había cometido un error con una palabra, puede que hubiera cometido otros errores. Así que volvió a leerlo todo parándose a pensar en cada palabra. Y pensó: ¿Por qué poner: Llego mañana? ¿Acaso voy a regresar el mes que viene? ¿El año que viene? Ella ya sabe que voy a regresar tan pronto como haya vendido el trigo. Así que tachó las palabras llego mañana.

Más tarde pensó: Mi esposa también sabe que he venido a vender el trigo, ¿entonces para que escribir: Trigo vendido?. Y también tachó eso.

Entonces se echó a reír y dijo: Le estoy escribiendo a mi propia esposa, ¿para qué le voy a poner amor y besos? ¿Acaso le estoy escribiendo a la esposa de otro? ¿Acaso es su cumpleaños o algo por estilo?. Y también tachó eso.

Ya solo quedaba su nombre: Yossel. Y se dijo a sí mismo: ¿Yossel, te has vuelto loco? Tu mujer ya sabe tu nombre. Así que rompió el telegrama, contento de haberse ahorrado un dinerillo y algunas palabras sin sentido.

Pero así es como son las cosas: si vas pensando acerca de, te pierdes la vida entera; poco a poco vas tachándolo todo. Y al final hasta tú acabas tachado; no solamente quedan tachadas las palabras, sino que al final hasta tú quedas tachado. El pensar se convierte en humo; todo se vuelve humo y se acaba. Hacer algo se vuelve imposible; ni siquiera puedes mandar un telegrama. La acción se vuelve imposible porque es algo directo, y el pensar es algo indirecto. Nunca se encuentran.

Este es el problema que hay en el mundo. La gente que piensa, nunca actúa; y los que no piensan, actúan. El mundo es un caos. Los estúpidos continúan actuando porque nunca piensan, se meten de cabeza en todo. Los Hitlers, los Napoleones, los Maos, siempre están haciendo cosas, y la gente sabia, los llamados pensadores (Aristóteles, o Kant, o Hegel), siempre están pensando y nunca hacen nada.

El problema para un hombre que busca la realidad es cómo parar el círculo vicioso del pensar y aun así ser consciente. Porque los estúpidos tampoco piensan, pero no son conscientes. Sé consciente; la energía que va al pensar tiene que volverse consciencia. La consciencia que se mueve en un círculo vicioso al pensar tiene que conservarse, tiene que purificarse. El pensar tiene que parar, el girar de la consciencia tiene que parar, pero la consciencia no. La consciencia tiene que cristalizarse y la acción tiene que permanecer, la acción no debe parar.

Al unir la consciencia y la acción inmediatamente alcanzas la realidad. Y no solo tú, sino que crearás una situación en la que otros también podrán encontrar la realidad. Te convertirás en el ambiente, en el clima alrededor del cual las cosas empezarán a ocurrir. Esto es lo que ocurrió con Buda, con Sosan, con Chuang Tzu.

Recuerda: La acción es buena; el pensar es un círculo vicioso, nunca te lleva a ninguna parte. Así que hay que dejar de pensar pero no de actuar. Hay gente que continuará pensando; dejará de hacer. Eso es lo que ocurre cuando una persona renuncia a la vida, se va a la selva, a los Himalayas. Renuncia a la acción, no al pensar. Renuncia al mundo en el que se necesita la acción. Renuncia a la propia realidad, porque es a través de la acción que te pones en contacto con la realidad. Ver es una acción, moverse es una acción, danzar es una acción, pintar es una acción. Cuando haces cualquier cosa, sea lo que sea, te pones en contacto con la realidad.

Tienes que volverte cada vez más sensible en tu hacer. No hay que renunciar a la acción; la acción tiene que estar totalmente presente, porque ese es el puente a través del cual tú te mueves en la realidad y la realidad se mueve en ti. Intenta comprenderlo, porque esto es algo muy básico; básico para mí: renuncia al pensar, no renuncies a la acción.

Hay gente que piensa y piensa, hay gente que renuncia a actuar. ¿Pero qué van a hacer en los Himalayas? Allí toda la energía, al no ser usada en la acción, se irá al pensamiento. Se harán grandes filósofos. Pero la filosofía es una tierra de tontos; se vive en palabras, no en realidades. El amor desaparece, solo queda la palabra amor. Dios desaparece; porque él estaba en los campos, en el mercado, en el mundo, y ahora tan solo queda la palabra Dios. Las acciones desaparecen y solo quedan los conceptos. Tu cabeza se convierte en todo tu ser.

Evítalo. Nunca renuncies a la acción, renuncia solamente al pensar. Pero si renuncias al pensar cabe la posibilidad de que te vuelvas inconsciente o de que te conviertas en un estúpido. Puede que empieces a hacer cualquier cosa, puesto que ahora no sabes qué hacer y tampoco piensas. Puedes volverte loco. Uno tiene que renunciar a pensar, pero no tiene que hacerse menos consciente, más inconsciente. Al contrario, tienes que hacerte más consciente.

En esto consiste todo el arte de la meditación: en cómo estar totalmente en la acción, cómo renunciar al pensar, cómo convertir en consciencia la energía que se empleaba en pensar.

Un Cuento LOS BAMBÚES

Anthony de Mello

Nuestro perro, Brownie, estaba sentado en tensión, las orejas aguzadas, la cola meneándose tensamente, los ojos alerta, mirando fijamente hacia la copa del árbol. Estaba buscando a un mono. El mono era lo único que en ese momento ocupaba su horizonte consciente. Y, dado que no posee entendimiento, no había un solo pensamiento que viniera a turbar su estado de absoluta absorción: no pensaba en lo que comería aquella noche, ni si en realidad tendría algo que comer, ni en dónde iba a dormir. Brownie era lo más parecido a la contemplación que yo haya visto jamás.

Tal vez tú mismo hayas experimentado algo de esto, por ejemplo cuando te has quedado completamente absorto viendo jugar a un gatito. He aquí una fórmula, tan buena como cualquier otra de las que yo conozco, para la contemplación: Vive totalmente en el presente.

Y un requerimiento absolutamente esencial, por increíble qué parezca: Abandona todo pensamiento acerca del futuro y acerca del pasado. Debes abandonar, en realidad, todo pensamiento toda frase, y hacerte totalmente presente. Y la contemplación se produce.

Después de años de entrenamiento, el discípulo pidió a su maestro que le otorgara la iluminación. El maestro le condujo a un bosquecillo de bambúes y le dijo: Observa qué alto es ese bambú. Y mira aquel otro, qué corto es.

Y en aquel mismo momento el discípulo recibió la iluminación.

Dicen que Buda intentó practicar toda espiritualidad, toda forma de ascetismo, toda disciplina de cuantas se practicaban en la India de su época, en un esfuerzo por alcanzar la iluminación. Y que todo fue en vano. Por último, se sentó un día bajo un árbol que le dicen 'bodhi' y allí recibió la iluminación.

Más tarde transmitió el secreto de la iluminación a sus discípulos con palabras que 'pueden parecer enigmáticas a los no iniciados, especialmente a los que se entretienen en sus pensamientos: Cuando respiréis profundamente, queridos monjes, sed conscientes de que estáis respirando profundamente. Y cuando respiréis superficialmente, sed conscientes de que estáis respirando superficialmente. Y cuan­do respiréis ni muy profunda ni muy superficialmente, queridos monjes, sed conscientes de que estáis respirando ni muy profunda ni muy superficialmente. Conciencia. Atención. Absorción. Nada más.

Esta forma de quedarse absorto podemos observarla en los niños,
que son quienes tienen fácil acceso al Reino de los Cielos.