La iluminación espiritual

El reino de la espiritualidad

EL REY MENDIGO

El Rey que acostumbraba disfrazarse como un mendigo.

Había una vez un rey que amaba a su pueblo y acostumbraba disfrazarse como un mendigo para poder observar las vidas de sus súbditos sin ser reconocido. Un día notó a un joven sentado junto a la fuente de una plaza, con la mirada perdida en la distancia en serena contemplación. Se acercó al joven y le preguntó qué hacía. Volviendo su mirada hacia el rey disfrazado, le respondió, con los ojos tan llenos de amor que el rey se sintió sobrecogido: Estoy observando mi reino.

Aunque esta respuesta normalmente habría sido una gran ofensa para el monarca –después de todo, era su reino, no el del chico–, él se sintió tan conmovido por la profunda presencia del joven que no supo cómo responder. Dio vuelta y regresó apresurado al castillo en total desconcierto.

En los días siguientes, el rey se aseguró de visitar siempre al joven durante sus viajes al pueblo. Cada vez que lo veía, le hacía la misma pregunta, y cada vez recibía la misma mirada de profunda paz e inocente amor, y la misma enigmática respuesta: Estoy observando mi reino.

Después de mucho pensarlo, el rey concluyó que este joven no era un tonto insolente, sino un gran sabio, y decidió revelarle su verdadera identidad y pedirle que viniera a pasar la noche en el castillo. Él quería descubrir el secreto de la iluminación de este chico y lograr esta misma experiencia interna de libertad.

LA REVELACIÓN

Una vez que se quitó su disfraz en una revelación dramática y triunfalista de su verdadera identidad, el rey fue un tanto sorprendido por la respuesta despreocupada y en apariencia desinteresada del joven. Su incredulidad creció cuando el joven aceptó su invitación a pasar la noche en el castillo sin la menor señal de excitación ni gratitud. Sin embargo, complacido de que el chico había aceptado, lo llevó directamente al castillo en el carruaje real y le ofreció la suite más suntuosa del palacio. El joven aceptó.

Al día siguiente, esperando pasar más tiempo cerca de su nueva fuente de sabiduría, el rey invitó al joven a quedarse una noche más. Él aceptó. Pasó el tiempo y el joven continuó aceptando con indiferencia la generosa hospitalidad del rey. Después de unas semanas, el rey se sintió obligado a ofrecerle un regalo, y el chico aceptó los finos trajes que el rey colocó ante él.

A medida que el tiempo pasaba, le impaciencia del rey crecía. Le había dado lo mejor de todo al chico, ¡pero el joven todavía no le había revelado su secreto! El rey comenzó a resentirse. Empezó a preguntarse si el joven era realmente un sabio, o si solo estaba aprovechándose de su generosidad.

EL REY BUSCANDO LA VERDAD

Un día, cansado de esperar y receloso de las intenciones del chico, el rey decidió confrontarlo. Se dirigió al dormitorio del joven decidido a preguntarle si todavía estaba observando su reino. Estaba seguro de que el muchacho no estaría haciendo nada por el estilo, y abrió la puerta, con el pecho henchido de orgullo, pasó a hacerle al joven su pregunta. Pero antes de que tuviera tiempo de hablar, vio que el joven estaba mirándolo fijamente con los ojos llenos de serenidad. El joven levantó su mano y dijo, ¡Espera! Sé lo que vas a preguntarme. Has tenido algo para preguntarme desde hace largo tiempo, pero no voy a responder. En vez de eso, quiero que ensillen tus dos mejores caballos. Hoy, iremos a cabalgar.

El rey, mandó a alistar los caballos. Los dos hombres en sus caballos ensillados, y el joven salió, galopando tan rápido que al rey le tomó algunos segundos alcanzarlo. Por días, cabalgaron y cabalgaron por áreas del reino que el monarca nunca antes había visto. Un día, después de muchas semanas, llegaron a una cerca.

El joven iba a saltar la cerca con su diestro caballo pero antes de que lo hiciera el rey exclamó:

  • ¡Espera! Yo no puedo cruzar esta cerca.
  • El joven volteó a mirarlo, sus ojos brillando con alegría e inquisitivo regocijo esperando una explicación.
  • El rey explico: Esta cerca marca el límite de mi reino, más allá de ella, no tengo nada. Todo lo que soy está en este lado de la cerca. No puedo continuar.
  • Ésa –respondió el joven– es la diferencia entre tú y yo. Tu reino está contenido en esta cerca, pero el mío está en mi corazón. Lo llevo conmigo donde quiera que voy.
  • Con eso se dio vuelta, pasando sobre la cerca con un grácil salto y siguió galopando.

MORALEJA

El reino de una religión va hasta donde empieza el reino de la otra. La espiritualidad puede incursionar en ambas sin que nada la detenga. La espiritualidad te invita a razonarlo todo, a cuestionarlo y a decidir tus acciones. La espiritualidad lo trasciende todo, te hace verdadero. La espiritualidad es el TODO y por lo tanto es Dios. La espiritualidad puede buscar lo sagrado en todas las religiones.