Reflexiones sobre el Misterio del Silencio
Si reflexionamos sobre el silencio de la mente y su misterio. Sabremos que el ego puede disminuir su energía debilitándose y volvemos más silenciosos.
ILIE CIOARA
EL MISTERIO DEL SILENCIO
Reflexiones sobre el silencio de la mente y su misterio.
La vida es como un río cuyas aguas se renuevan a cada momento en su fluir constante, determinado por la Ley Universal del movimiento. Se origina en la eternidad, y hacia la eternidad fluye en un proceso de cambio perpetuo. Nada ni nadie puede detenerlo ni cambiar su curso natural, que su propia realidad determina.
Si lo que acabo de decir está en consonancia con la verdad innegable, me pregunto: ¿Qué relación tenemos con la vida? ¿La consideramos algo separado de nosotros, simplemente tumbados en la orilla, meros espectadores, viendo correr el río? ¿O nos zambullimos en sus aguas y fluimos con él?
Cuando estamos integrados en la vida, cuando somos uno con ella, contemplamos todos los sucesos tal como llegan, sin oponer resistencia. No queremos nada salvo lo que es, de hecho, en cada momento. En la quietud que sigue de modo natural al silencio de la mente, recibimos de la vida impulsos intuitivos sobre lo que tenemos que hacer para abrazar como corresponde el momento que llega. Así, nuestro encuentro con el presente vivo y activo es un movimiento sin causa, del que el yo, con todo su condicionamiento, está ausente.
Este sencillo y espontáneo encuentro directo es el único modo de entrar en contacto con la Verdad.
En esta circunstancia, la movilidad y la originalidad de la vida nos guía con sabiduría. El ego ha desaparecido por completo; no hay ni deseo, ni aspiración, ni ideal. La persona sabia vive solo en el presente, contenta con todo lo que la vida crea y manifiesta sin aspirar a nada distinto de lo que tiene en cada momento.
La riqueza y el encanto de la existencia consisten en esa completa y pura felicidad que emana de la quietud de la mente y que, con cada impulso de Amor transformativo, inunda todo nuestro ser. Si el ser humano descubriera la realidad de su propio ser, todos los problemas se resolverían de la manera más feliz posible, y las relaciones interhumanas crearían un auténtico paraíso en este planeta.
Cuando soy perfectamente consciente, veo con claridad la vacuidad de este mundo y mi mente se queda en silencio. No tengo elección, ni siquiera en el nivel de entendimiento de esta mente limitada. En el silencio que sigue, el misterio nos revela por sí solo sus secretos. El ser entero se expande hasta lo Infinito, y una luz como nunca antes habíamos experimentado nos envuelve y nos sana. Fuera del tiempo y el espacio, tenemos una Conciencia Pura, en perfecta unión con el Ser Supremo.
Todo esto demuestra que la Vida que hay en nosotros es, por su esencia, inmortal. No tiene principio ni fin, y nunca duerme, lo cual significa que está siempre despierta. Este es el resultado final de la práctica correcta del conocerse a sí mismo.
¿Cómo podría esta pequeña concha que es la mente humana abrazar y comprender la inmensidad del océano de Energía Cósmica? Sin embargo, el ego tiene el atrevimiento de asegurar insistentemente que sabe lo que es Dios, lo que es el Amor creativo, la inmortalidad, etc. Y no solo eso, sino que además formula e incluso ofrece soluciones para abordar y resolver los grandes problemas que acechan a la humanidad.
Este ego no quiere darse cuenta de que es su propia presencia la causante de toda la tragedia y el sufrimiento que asolan la faz de la Tierra. Él es el principal y único enemigo del ser humano, pues su movimiento ficticio, caótico y engañoso genera y perpetúa la desdicha y el dolor humanos. Pero cuando un rayo de luz, que emana de la Conciencia Pura, atraviesa el limitado caparazón de la mente y pone en evidencia su gran farsa, con humildad esa mente se queda en silencio.
He pasado muchos años perdido, vagando, buscando a tientas, probando distintas prácticas, acumulando información... Me he aventurado también por caminos que no conducían a ninguna parte, auténticas estupideces. Por eso a ti, amigo mío y compañero de viaje, te ofrezco esta posibilidad de, mediante la experiencia directa, descubrir desde el principio la manera directa de encontrarte con la Verdad.
Depende solo de ti conocer esta Realidad, que excluye categóricamente la dualidad egotista. Y los medios que has de utilizar para conocerla son una atención omnímoda, observar y escuchar. Observa todo lo que aparezca en la pantalla de la conciencia superficial: pensamientos, imágenes, deseos, miedos... La sencillez del encuentro los disipa espontáneamente, y disipa asimismo la estructura del ego en su totalidad. Al instante, olvidamos el éxito de ese momento y, limpios y vacíos de nuevo, nos abrimos al momento siguiente. Así eliminamos, uno a uno, todos los traumas psicológicos que nos ha causado la existencia.
Solo así eres, de verdad, dueño y señor de tu vida, al tiempo que perece la ficción del ego.
Como también yo estuve en un tiempo dominado por distintos patrones de pensamiento, entiendo perfectamente a mis semejantes, condicionados por la conciencia social del entorno en el que nacieron y la educación que han recibido. El fanatismo de los fieles religiosos, la arrogancia del filósofo y el ego del metodista son tan solo algunos de los patrones de pensamiento que es difícil abandonar, pero no imposible.
¡No generalicemos estas dificultades aparentes! En los diálogos con distintas personas interesadas en conocerse a sí mismas, muchas veces he oído decir: ¡No puedo conseguir ese sencillo encuentro conmigo mismo!. Ese no puedo, mera reacción del ego, nunca debe pronunciarse, pues el simple hecho de aceptar que es así nos hace impotentes.
¿Puede la mente pensante estar en silencio, como una flor de par en par abierta que se deja envolver por los rayos del sol y, a la vez, cuando es necesario algún tipo de comunicación, responder de modo natural con la totalidad del ser? De hecho, esto es lo que la vida exige de nosotros sin cesar, que respondamos solo cuando la respuesta es necesaria; el resto del tiempo, el ser debería estar en silencio y observando con absoluta serenidad.
La iluminación es un fenómeno sorpresa, que abre en el ser humano la puerta a la grandeza divina y que viene acompañado de dos cambios sustanciales: el desmoronamiento del ego y la trascendencia del ser, del mundo finito a lo Infinito. Este afortunado acontecimiento no es producto ni de los conocimientos que la mente atesora, ni de la imaginación, ni del esfuerzo o la voluntad empleados para cumplir un propósito o alcanzar un ideal.
Nadie puede ofrecernos la iluminación. Ningún santo, maestro ni profesor puede dárnosla de ninguna manera ni bajo ninguna forma o aspecto. La iluminación es el premio a tu trabajo contigo mismo, y el vacío psicológico representa tanto el punto de partida como la compleción de cada acción.
Una vez que has descubierto la vida verdadera, te transforma y, con ello, transforma a la humanidad entera, ya que en el Gran Todo ―esencia real por sí y a través de sí mismo―, todo cuanto existe forma una única masa compacta, homogénea; por consiguiente, la transformación de una parte influye en la totalidad.
SILENCIO ABSOLUTO
La mente permanece en silencio absoluto, y si estamos atentos, con conciencia cristalina.
Todos los conceptos, delimitaciones, desaparecen; somos Uno con lo Infinito. En la práctica tenemos una mente nueva, siempre flamante. En ese intervalo, ¡soy infinito! Se separan dos mundos: dejo atrás el mundo limitado y entro en la Infinitud, por la fusión total. El ser entero está en calma: un destello constante. No hay tiempo, no hay espacio, solo Eternidad sin fin. Fluyo en contacto directo con la vida, en un presente perpetuo.