La iluminación espiritual

La poeta Mexicana con sabiduría

SABIDURÍA EN POESÍA

Cuando una cosa es más que la suma total de las partes, hay poesía.

La poesía no da explicaciones. Da mucha clarividencia, intuición, visión, pero no tiene explicaciones. No se puede plasmar en una doctrina, en un dogma. El futuro les pertenecerá a quienes tengan poesía en el corazón. El pasado ha sido demasiado lógico. Hasta las personas religiosas eran eminentemente lógicas. Hilaban y tejían la lógica en nombre de la teología; creaban la filosofía en el nombre de Dios. En el pasado, la forma más elevada de religión era la filosofía, y la forma inferior era la superstición. Pero ambas son falsas. Pero la espiritualidad tiene que ser poética, necesita que haya un cierto misticismo.

Veamos a Rosario Castellanos, una de las mejores poetas de México...

MI OFICIO

Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los
otros chorreaban importancia.

No, no es envidia. Era algo más grave.
Era otra cosa. ¿Comprende usted?
Las únicas pasiones lícitas a esa edad
son metafísicas. No me malinterprete.

EL YO

—Cuando decimos yo
nos atamos al cuello una vocal redonda,
una cuerda de ahorcar; nos taladramos
la nariz con un aro como el que rige al buey;
nos ceñimos grillete de prisionero.

Círculo de exclusión, rómpelo, sáltalo.

Tus ojos son poliédricos como los de la avispa.
Cuando lo miras tú se quiebra el mundo.

Pero los cielos narran lo que saben:
El tiempo no es la Tenia que añade día a los días.
Su transcurrir continuo, su historia, es la de un río.
Y los del coro cantan:
Aquí y allá; los cuatro
puntos; las dieciséis atmósferas; los siete
mares, los veinte climas,
lo numerable, en fin, es uno y único.

No estás solo y aparte.
Tú le dueles a Dios; el universo
se hace pequeño en ti; se hace ciego, borracho.
Y loco.

Algo te roban si una estrella cae.

Tu furia tiene hocico de tigre; tu memoria
cabeza de elefante y tu curiosidad
pescuezo de jirafa.

¿Dónde, para apuntar la flecha, está tu centro?
¿En quién te va a matar la muerte?

—En los que amo.

LA LIBERACIÓN FEMENINA

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana.

No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Algún otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.

VIVIR COMO POETA

Malhumorada, irónica, levantas los hombros como a quien no le importa.

Yo digo que no sé, sino que sobrevivo a mínimas tragedias cotidianas:
la uña que se rompe, la mancha en el mantel,
el hilo de la media que se va,
el globo que se escapa de las manos de mi hijo.

Contemplo esto y no muero.

Y no porque sea fuerte
sino porque no entiendo si lo que pasa es grave,
irreversible, significativo,
ni si de un modo misterioso estoy atrapada en la red de los sucesos.

Pero la verdad es que, aún soñolienta,
me levanto, me baño, canturreo
pensando en otras cosas.

Y luego desayuno,
tranquila, sobriamente, leo la noticia
del viejo avaro al que sus asesinos
buscaron las monedas que escondía
(a puñaladas) dentro de su entraña.

No, me palpo y no siento la herida.

Todavía soy una mujer sola.

ME ENAMORE

Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro interés a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
equitativo en piezas, en valores, en posibilidad de movimientos.

Aprendimos las reglas, les juramos respeto y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditamos encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.

LA AMISTAD

Amigas… hmmm… a veces, raras veces y en muy pequeñas dosis.

En general, le huyo a los espejos.

Me dirían lo de siempre: que me visto muy mal
y que hago el ridículo cuando pretendo coquetear con alguien.

LOS HIJOS

Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba
ocupaba un lugar que era mi lugar,
existía a deshora,
haciéndome partir en dos cada bocado.

Fea, enferma, aburrida
lo sentía crecer a mis expensas,
robarle su color a mi sangre, añadir
un peso y un volumen clandestinos
a mi modo de estar sobre la tierra.

Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso,
darle un sitio en el mundo,
la provisión de tiempo necesaria a su historia.

Consentí. Y por la herida en que partió, por esa
hemorragia de su desprendimiento
se fue también lo último que tuve
de soledad, de yo mirando tras de un vidrio.

Quedé abierta, ofrecida
a las visitaciones, al viento, a la presencia.

EL DOLOR

Tal vez cuando nací alguien puso en mi cuna
una rama de mirto y se secó.

Tal vez eso fue todo lo que tuve
en la vida, de amor.

Porque después (oh, rostro traicionado
por la memoria, nudo deshecho en el adiós)
nada sino el cilicio de aquella nervadura
me exprimió el corazón.

RECUERDOS VIOLENTOS

No busques lo que no hay:
huellas, cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.

No hay lugares en los archivos pues nada consta en actas.

Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.

Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.

Duele, luego es verdad.

Sangra con sangre.

Y si la llamo mía, traiciono a todos.

Recuerdo, recordamos.

Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca sobre tantas conciencias
mancilladas, sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta, sobre el rostro
amparado con la máscara.

Recuerdo, recordemos hasta que la justicia se siente entre nosotros.

LA FELICIDAD

Si te digo que fui feliz, no es cierto.

No creas lo que yo creo cuando me engaño.

El recuerdo embellece lo que toca:
te quita la jaqueca que tuviste,
el sopor de la siesta lo transfigura en éxtasis
y, en cuanto a ese zapato que apretaba
tanto que te impidió bailar el primer baile,
no hubo zapato. Mira: estás descalza, danzas
eternamente ingrávida en el círculo
cerrado de un abrazo.

Danzas sin esa doble barbilla de tu gula,
sin esa arruga artera
que está acechando alrededor de tu ojo.

LA MUERTE

¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared?

¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye?

¿Se echa uno a correr, como el que tiene
las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?

¿Cuál es el rito de esta ceremonia?

¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la sábana?

¿Quién aparta el espejo sin empañar?

Porque a esta hora ya no hay madre y deudos.

Ya no hay sollozo. Nada, más que un silencio atroz.

LAS IDEAS

¿Mujer de ideas? No, nunca he tenido una. Jamás repetí otras
(por pudor o por fallas nemotécnicas).

¿Mujer de acción? Tampoco. Basta mirara la talla de mis pies y mis manos.

Mujer, pues, de palabra. No, de palabra no. Pero sí de palabras, muchas,
contradictorias, ay, insignificantes,
sonido puro, vacuo cernido de arabescos,
juego de salón, chisme, espuma, olvido…