El milagro de san Genaro
Parece que Jorge Bergoglio hace milagros con la misma tendencia de todo milagrero católico, un milagro que no ayuda a calmar el hambre en el planeta.
JBN LIE
SANDECES CATÓLICAS
Parece que Jorge Bergoglio hace milagros con la misma tendencia de todo milagrero católico, un milagro que no ayuda a calmar el hambre, ni hacer justicia con los pederastas y mucho menos a que los fanáticos aboguen por la devolución de las riquezas de procedencia oscura en manos del vaticano, el jerarca hizo que la sangre de San Genaro entrara en estado de licuefacción, lógico, hoy más que nunca la institución católica necesita milagros antes que se esparzan sus devotos que son materia prima para subsistir, porque al paso que vamos muy pocos creerán en milagros sin ningún significado.
Traeré a colación del escritor Klaus Ziegler unas reliquias milagrosas del pasado para que se den cuenta como la iglesia hace el ridículo con sus milagros y reliquias, dice: De las reliquias corporales de Cristo, la catedral de Murcia alberga una de las más santas: un pelo "Vultus Divini Jesuchristi" (de la barba de Cristo), solo superada por el "Sanctum Praeputium", quizá la reliquia más famosa de todas, ya desaparecida. Se supone que Cristo, siendo judío, fue circuncidado al octavo día después de su nacimiento, como confirman los evangelios apócrifos. Cuenta la leyenda que San Juan Bautista entregó a María Magdalena la piel divina en un vaso de aceite de nardos. Pero tras la resurrección, ¿ascendió Jesús a los cielos sin su prepucio? El tema fue motivo de interminables discusiones teológicas. Después de estudiar a Santo Tomás, Piedro del Frate concluyó que Jesucristo debió subir a las alturas desprovisto del cuero santo. Mientras que en su opus, "De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba" (discusión acerca del prepucio de Nuestro Señor Jesucristo), el teólogo de origen griego Leo Allatius especuló que el pellejo ascendió a la par que Jesús, pero quedó a medio camino, convertido en los anillos de Saturno.
La Iglesia prohíbe
Para aclarar dice Klaus Ziegler: La Iglesia ha prohibido en épocas pasadas la veneración de algunas de sus reliquias más santas por considerar que atentan contra su credibilidad. Es difícil explicar entonces por qué ahora resuelven recorrer los países católicos cargando relicarios con sangre coagulada. O por qué insisten en perpetuar engaños, como aquel de la licuefacción de la sangre de algunos santos. Cada 19 de septiembre, día de San Genaro, patrono de Nápoles, el sacerdote de oficio, en frente de la urna que contiene la cabeza del santo, expone un relicario de plata el cual encierra una ampolleta de cristal con la sangre seca del mártir. Durante varios minutos, lo voltea de un lado a otro, lo mueve de arriba abajo... Lentamente, y ante los ojos incrédulos de los feligreses, el sólido oscuro de su interior se convierte en un líquido viscoso. Anuncia entonces: "¡milagro, milagro!", mientras agita un pañuelo blanco y se oyen las notas del Te Deum.
Pero, ¿Por qué agitar la ampolleta cuando podría dejarse sobre el altar y esperar a que obre el milagro? Un examen forense de la sangre eliminaría de facto cualquier duda, pero los jerarcas católicos se oponen a que se extraiga siquiera una pequeña muestra. Desde hace siglos se sabe que la mezcla de cloruro férrico, cal, sal y agua, además del aspecto marrón oscuro que simula la sangre coagulada, posee propiedades tixotrópicas, lo cual significa que al agitarse pasa de sólido a líquido. El milagro se torna aún más sospechoso si consideramos que en cierta ocasión en que el relicario tuvo que ser reparado, la sangre del santo también se licuó ante los ojos del restaurador, en sus impías manos, fuera de agenda, según cuenta un miembro del CSICAP, organización italiana dedicada a investigar lo paranormal.
Pero las irreverencias continúan, dice el escritor Klaus Ziegler: Desde sus comienzos, y a lo largo de su historia, la Iglesia de Roma ha rendido culto a la sangre y al martirologio. Durante siglos se han venerado los despojos mortales de mártires y de santos, que infunden entre los fieles tanto respeto como temor. De Santa Águeda se custodian restos de su cuero cabelludo. Y hay dos brazos de Santa Tecla en la Catedral de Santa María de Tarragona. En el Monasterio de la Santa Espina, en Valladolid, se conserva un dedo de San Pedro; en la Catedral de Nápoles, la sangre y la cabeza de San Genaro. Y en la iglesia de San Francisco, en Catamarca, Argentina, se veneró durante más de un siglo el corazón incorrupto de Fray Mamerto Esquiú.
Hasta hace poco se exhibía en la Iglesia de Blois, en Francia, una botella que encerraba un suspiro de San José. Y en la Parroquia de San Frontino se veneró durante siglos una ampolleta que guardaba un estornudo del Espíritu Santo. Por desgracia, estas extraordinarias reliquias fueron retiradas de sus urnas, y yacen hoy en el Sancta Santorum del Vaticano. Testimonio de la infinita credulidad humana es la pluma que se conserva en el obispado de Maguncia, la cual creen los más píos se desprendió de una de las alas del arcángel Gabriel, en casa de María, durante la anunciación.
Concluyo, una humanidad seguidora de milagros está dormida, el doping que genera todo acto sobrenatural es arma enceguecedora, para mí, existen los milagros, pero los milagros que tienen sentido, por ejemplo, que un carnívoro deje de decidir quien vive y quien muere para alimentarse, o que un político actué con honestidad, o que se respete la naturaleza con toda la seriedad del caso. Señores, si sigue la decadente afinidad al catolicismo lo más probable es que los milagros sean la moda para un futuro no muy lejano.