La iluminación espiritual

Frases Carmelo Urso

Citas Carmelo Urso


No hay dos cerebros iguales; las circunvoluciones y protuberancias que se delinean en tu materia gris son como tus huellas dactilares y tus papilas gustativas: únicas en su disposición, formas y características.

Tú no eres menos que ninguno de esos campeones. Si cada uno de nosotros develara su don a ese nivel... ¡imagina el planeta que tendríamos!

El don del hombre le abre caminos y le lleva en presencia de los grandes, con un propósito que puede cambiar al mundo. Encomienda tus obras al Señor y tus propósitos se afianzarán y cuando el mundo se ilumina eres tú quien lo ilumina.

Buda develó su don y comprendió su propósito recién a los cuarenta años: iluminó a la humanidad; Jesús a los treinta: dividió las eras y develó el Amor infinito que estaba escondido en cada uno de nosotros; el genial Mozart a los cinco; el arte de la música no volvió a ser el mismo; Einstein a los treinta y tantos; nos hizo comprender el Universo; Gandhi en su cuarta década; nos enseñó que el poder de los orantes puede más que el de los fusiles.

Muy sencillo: ¡para que desarrolles en esta Vida una misión única, un propósito absolutamente diferente al de los trillones de seres que habitan el resto del Universo!

Tu ADN es único; lo revelan las más arduas investigaciones sobre el genoma humano. La combinación de tus genes no idéntica a la de nadie que exista, a la de nadie que existió o existirá sobre la faz de la Tierra.

Bueno, lo creas o no, es así: tú eres el único que puede cumplir la misión y el propósito para los cuales te creó el Uno.

Tu don -hecho Uno con la amorosa naturaleza y propósito de la Divinidad- se torna en inextinguible llama de entusiasmo, en pasión que le da sentido a cada segundo de tu existencia, en lumbre que ilumina a tus prójimos.

Tú no eres la obra de una fábrica que produce objetos en serie; tú eres un sujeto sin par en el Universo, la obra maestra e irrepetible de un Diseñador Exclusivo: la Deidad de la que eres parte inseparable...

¡Más nadie puede hacerlo por ti!

Dios te creó único, en circunstancias irrepetibles, en un planeta incomparable.

Porque cuando avivas el fuego de tu don, avivas el fuego de Dios que hay en ti. Y para era eso fue que Él te hizo: para transformar al mundo transformándote a ti mismo...

En tal entorno, es de lo más normal creer que ser "normal" es la norma. ¡Dios no te creó para que fueras "normal"! Dios te creó a Su extraordinaria similitud y analogía... ¡y como mínimo, Él desea para ti una Vida extraordinaria!

No obstante, para abrir caminos, estar en presencia de los grandes y afianzar tus propósitos, tu don debe ser puesto al servicio del Amor absoluto -sin dudas, miedos, recelos, o incertidumbres.

Tus papilas gustativas son únicas; por tal razón, a algunos de nosotros nos atraen los sabores picantes y a otros no; por ello, tú prefieres los manjares dulces y tu pareja los salados; es por eso que los macarrones, las tortas y las hallacas que preparan nuestra madre o nuestra abuela son únicos: su inigualable sazón es producto de su singular e irrepetible sentido del gusto.

Tus huellas digitales son únicas; miles de millones de personas viven en el tercer orbe más cercano al Sol; miles de millones vivieron en él: ninguno tuvo, tiene ni tendrá señales dactilares idénticas a las tuyas.

Vivimos en sociedades de masas que producen todo en serie: latas en serie, carros en serie, películas en serie, presidentes en serie y (lamentable) seres humanos en serie que nunca descubren el don único, el talento singular, el propósito divino que los reconecta con el Dios que es infinito Amor.

Eres un ser Único... por ello el Dios que es Uno te hizo a Su imagen y semejanza.

No te lo terminas de creer, ¿verdad?

Tu rostro, tu cuerpo, tus ojos, tus manos, tu forma de percibir la Realidad, las sinapsis de tus neuronas, tus gestos, tus caricias, tu modo de experimentar o propiciar el orgasmo, tu manera de Amar... ¡son únicos! Y bien... ¿para qué Dios te hizo único?

Eres único... aunque vivas en sociedades que producen todo en serie.