Al maestro le gusta elegir

CUENTO ZEN CON MORALEJA

Saber elegir es darte la posibilidad de vivir positivamente. No elegir, es la posibilidad de vivir sin preocupaciones en total aceptación. ¡Tú eliges!

Cuento zen sobre elegir o no elegir

A un maestro zen le pregunto un discípulo: Como es posible que seas una persona positiva todo el tiempo. ¿Cómo lo haces?

El maestro respondió: Cada vez que sucede algo malo, me digo:

Tienes dos opciones: puedes escoger entre ser una víctima o aprender de eso; elijo aprender. Cada vez que alguien se queja, puedo aceptar su queja o puedo enseñarle el lado positivo de lo que trae; elijo buscar el lado positivo.

Para que me entiendas, te cuento lo que me sucedió cuando sufrí un accidente que me llevo a estar entre la vida y la muerte. Lo primero que pensé es que podía elegir: Podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí vivir y cuando los médicos me llevaban en la ambulancia y vi las expresiones en sus caras, realmente me asombre, podía escuchar decir, este maestro está mal, muy mal. Supe entonces que debía comunicarles mi elección.

¿Qué hiciste? Pregunto el discípulo.

Bueno, mientras uno de los médicos me preguntaba si era alérgico a algo yo le dije: sí, a quedarme sin la posibilidad de elegir y en este momento estoy escogiendo vivir, trátenme como si tuviera esa probabilidad.

MORALEJA

Elegir o no elegir, he ahí el gran dilema.

Saber elegir es darte la posibilidad de vivir positivamente. No elegir, es darte la posibilidad de vivir sin preocupaciones en total aceptación. ¡Tú eliges!

Solo me ocuparé en esta moraleja de la parte de «No elegir».

En el momento en que no eliges, toda preocupación desaparece. Surge una gran aceptación, y así es como tiene que estar tu mente, esa es la naturaleza de la mente; y no es tu problema, porque tú no eres la mente. Si fueras la mente, no habría habido ningún problema en absoluto.

Estás separado, totalmente separado de la mente. Sólo eres un testigo y nada más.

Tú eres el que ha provocado todos los problemas. Cayendo de la posición del testigo, te identificas. La historia bíblica de la caída es sólo una ficción. Esta es la caída real: la caída de ser un testigo a identificarse con algo y perder la observación.

Inténtalo de vez en cuando: deja que la mente sea lo que es. Recuerda que no eres ella. Y te vas a llevar una gran sorpresa. A medida que te identificas menos, la mente empieza a perder poder, porque su poder radica en la identificación; te chupa la sangre. Pero cuando comienzas a sentirte alejado y desvinculado, la mente empieza a disminuir.

El día que dejas completamente de identificarte con la mente, incluso por un momento, hay una revelación: la mente simplemente muere; ya no está allí. Antes estaba tan llena, era tan continua, día tras día, dormido, despierto, siempre estaba allí y de repente ya no está.

La mente sólo es una procesión de pensamientos que pasan ante ti en la pantalla cerebral. Eres un observador. Pero empiezas a identificarte con las cosas hermosas: son los sobornos. Y una vez que te identificas con las cosas hermosas también estás atrapado en las cosas desagradables, porque la mente no puede existir sin dualidad.

La consciencia no puede existir con dualidad, y la mente no puede existir sin dualidad. La identificación es la causa raíz de tu miseria. Y cada identificación es una identificación con la mente. Quédate a un lado, deja pasar la mente.