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Citas Andres Schuschny


Vivimos, no es novedad, en un mundo de enorme complejidad. Son crecientes y cada vez más intrincadas, las complementariedades que día a día se generan entre actores sociales, sectores, organizaciones y países. Se trata de la globalización, sinónimo de (inter) dependencia. Estamos cerca del fin de una época. Las amenazas no sobran. El cambio climático y la continua degradación ambiental, la tremenda desigualdad que día a día se incrementa, la crisis de seguridad alimentaria producto del incremento de los precios de los alimentos, la crisis del agua, la incesante inestabilidad socio-polítco-económica registrada a escala global, la pobreza y, tal vez la peor de las penurias que se viene: la crisis energética en ciernes que tendrá consecuencias aun impensadas desde el actual paradigma de conocimiento y gestión.

Cuando el mundo alcance el “peak del petróleo“, otro mundo será. Durante los últimos 150 años, nos hemos estado moviendo en la parte ascendente de la curva de producción petrolera global. El peak del petróleo o peak de Hubert es el término empleado para el punto en que se alcance la máxima producción, el punto que separa nuestro mundo de otro. Una vez que pasemos esa cresta, bajaremos por una empinada cuesta abajo con el consecuente incremento de los precios del crudo y de su primo cercano, el gas. A menos que encontremos un producto que sustituya tecnológicamente a los hidrocarburos, estaremos condenados a vivir en un mundo muy distinto al actual. Quienes deseen conocer más sobre este tema puede husmear los documentales que puse en Humanismo TV.

Pensar en esta situación me provoca una suerte de angustia esperanzadora. Angustia, por descubrir que estamos frente a una realidad abrumadora capaz de despertar los más primales impulsos por la supervivencia individualista. Esperanzadora por que creo que solo nueva forma de ver la realidad y de actuar, más colaborativa y basada en crear una cultura de comunidad humana solidaria serán el único resguardo que asegure la sostenibilidad de la nuestra especie. El día que se confirme que hemos alcanzado el peak del petróleo deberemos replantearnos si nuestros modos de vida pueden realmente continuar así, con esta creciente dependencia del consumo y la dilapidación. El mundo habrá cambiado para siempre.

Hace ya casi medio siglo Richard Gregg acuñó el termino “simplicidad voluntaria” describiéndola como un modo de vida con un nuevo balance entre el crecimiento interior y exterior del ser humano. En esencia, la simplicidad voluntaria o el downshifting como algunos lo llaman, significa vivir de un modo simple, sencillo, pero más rico interiormente. Propone consumir frugalmente, con un fuerte sentido del impacto sobre el entorno y el riesgo ambiental que nuestras acciones provocan, el deseo de retornar a residir y trabajar en ámbitos con una escala más acorde al hombre y con la intención de realizar nuestro potencial humano más elevado tanto psicológica como espiritualmente, estando en comunidad con otros.

Puede ser que el Buda, Jesús, Mahoma, Lao Tse, Sócrates, Pitágoras, Confucio, San Francisco de Asís y tanto otros maestros de la humanidad, no hayan coincidido en su visión sobre cual es la verdadera naturaleza del Universo, pero en cambio si fueron muy similares sus preceptos éticos y sus propuestas de acción mundana. Todos ellos coincidieron en que la persecución de bienes materiales por si misma era un objetivo errado promoviendo todos ellos, en cambio, formas de vida más austeras que apunten prioritariamente a la búsqueda de la auto-realización espiritual y el vínculo virtuoso con el mundo circundante. De diferentes maneras y lenguajes, todos ellos expresaron que mientras nuestros afanes persiguieran logros materiales exclusivamente, ello nos llevaría al desastre. Y es casualmente hacia allí adonde estamos dirigiéndonos.

Hace más de 2.000 años, en el mismo período en el cual los cristianos decían “Oh Señor, no me concedas ni pobreza ni riqueza” (Proverbios 30:8), los taoístas señalaban que “aquel que sabe lo que es suficiente, es rico” (Lao Tsé); Platón y Aristóteles proclamaban la importancia en la sociedad del “hombre de oro”, cuyo sendero en la vida no tenía excesos ni carencias; y los budistas promovían “el sendero medio” entre la pobreza y la acumulación sin sentido. Claramente, la vida simple no es una invención social nueva. Lo que es nuevo son los cambios radicales, tanto ecológicos, tecnológicos y sociales como psicoespirituales de las circunstancias del mundo actual.

Los cambios que se avizoran en el futuro cercano nos obligarán a un necesario cambio de perspectiva que nos permita evolucionar para poder adoptar un modo de vida “realmente” sostenible. Ya lo apuntó Gandhi al decir que el mundo tiene suficientes recursos para todos los seres humanos, pero no los tiene para satisfacer sus codicias.

Pensar desde la “simplicidad voluntaria” es cuestionar profundamente la actual tendencia de nuestra sociedad de identificar dinero y posesiones materiales con calidad de vida. Puede ser que el concepto signifique cosas diferentes para personas diferentes ya que para una persona una vida simple y enriquecedora puede significar para otra, una vida de privación y sufrimiento. Genéricamente, la mejor manera de alcanzar la simplicidad voluntaria es reducir intencionalmente nuestras actividades vitales a sus elementos básicos, es decir aquellas cosas, actividades o relaciones que realmente necesitamos o deseamos fervientemente. La simplicidad supone descargar la vida de todo lo que está de más, vivir más ligeramente, dejando de lado todas aquellas distracciones que nos alejan de esa verdadera calidad de vida que podemos denominar como plenitud. Se ha dicho muchas veces que no es rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Se puede vivir simplemente en las ciudades, en los pueblos y en las áreas rurales.

Eliminar el exceso de posesiones y actividades que producen desorden físico o mental, o que son incompatibles con nuestros valores más importantes.

Limitar el consumo de bienes materiales a aquellos que realmente necesitamos o valoramos, centrándonos en cosas que producen bajo impacto en los recursos no renovables, que son durables, funcionales y agradables estéticamente.

Trabajar en algo satisfactorio y con sentido, que nos permita expresar nuestras habilidades y talento único y creativo, y que supone una contribución a la comunidad.

Vivir de manera que se conserven los recursos naturales, reciclando, preciclando (evitando compras que son un despilfarro de dichos recursos) y compartiendo lo que tenemos.

Desarrollar una actitud compasiva y de apoyo hacia la gente sin medios o con dificultades, apoyo afectivo y económico.

Invertir tiempo y energía en desarrollar unas relaciones estrechas y enriquecedoras con la familia y con los amigos.

Experimentar el placer de la belleza natural, sentir la conexión entre la naturaleza y nuestro ser interno, la fuerza del espíritu que se hace presente cuando estamos disfrutamos de la naturaleza en silencio.

Explorar nuestro ser espiritual e interior, a través de la meditación, la oración, la escritura, la conciencia del presente, el yoga o cualquier otra práctica religiosa o espiritual.

Desarrollar un sentido profundo de paz y alegría, aprendiendo a vivir el presente y disfrutar el milagro diario de nuestras vidas.

Cuidar nuestro cuerpo con una alimentación sana, rica en alimentos no procesados, y hacer ejercicio regularmente, caminando, yendo en bicicleta, corriendo o con otras actividades que ayuden a aumentar nuestra conciencia del cuerpo y que no son competitivas.

Ser más autosuficientes en nuestras necesidades diarias, aprendiendo a reparar nuestras cosas o practicando el intercambio de servicios con amigos y conocidos.

Depender menos de la forma de transporte "un coche por persona", y buscar métodos alternativos como andar, la bicicleta y el transporte público.

Simplicidad en el vivir, en el consumo, en nuestras relaciones, y en todas las esferas de nuestra vida diaria; el movimiento de la simplicidad voluntaria aboga por eliminar todo lo superfluo e innecesario en nuestras vidas para liberar tiempo y recursos para vivir un vida más consciente, libre y plena.

Esta tendencia en creciente gestación no es privativa de un grupo de acólitos de la new age, en 1992 más de 1.600 científicos de primer nivel, incluida a la mayoría de los premios Nobel en ciencias aún vivos, firmaron un documento sin precedentes llamado “Advertencias para la Humanidad”. En esa histórica declaración, señalaron que “los seres humanos y la naturaleza están en vías de colisionar …. y esto podría alterar el mundo viviente de tal manera que éste fuera incapaz de sostener la vida tal como la conocemos”. Los firmantes concluyeron que se requiere un gran cambio en nuestra relación con la Tierra y la vida en ella si se desea evitar una amplia miseria humana y que nuestra casa global en el planeta no sea irremediablemente mutilada.

Aproximadamente una década después, apareció otra advertencia de 100 ganadores de premios Nobel, que señalaban que “El peligro mayor para la paz mundial en los próximos años no vendrá de actos irracionales de los estados o individuos, sino de la legítima demanda de los desposeídos”. Tal como se ha indicado en estas dos advertencias de destacados científicos, poderosas tendencias adversas (como el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales claves como el agua y el petróleo barato, una creciente población mundial y un aumento en la diferencia entre pobres y ricos) están convergiendo en una crisis del sistema a nivel global, creando la posibilidad de una caída evolutiva humana en el contexto de unos pocas generaciones. Si en lugar de ello establecemos un salto evolutivo, éste seguramente incluiría un cambio hacia formas de vida más simples, sustentables y satisfactorias.

Desde un movimiento marginal en la década de los 60′ hacia una corriente con fuerza en este nuevo siglo son cada vez más numerosas las fuerzas que se alzan contra el consumismo, la codicia, el invididualismo y la falta de sentido. Diversas expresiones de la simplicidad en el vivir florecen en respuesta a los desafíos y oportunidades de nuestros tiempos.

Con el fin de ofrecer un panorama realista de éstas en el complejo mundo moderno, se detallan diez aproximaciones a la simplicidad voluntaria que parecieran merecer una categoría diferente unas de otras.

Significa elegir nuestro camino a través de la vida en forma consciente, deliberada y con nuestro propio sentido de simplicidad. Significa organizar conscientemente nuestra vida, de manera de dar nuestros verdaderos dones al mundo, que es dar la esencia de nosotros mismos.

Existe un mercado de rápido crecimiento con productos saludables y sustentables para el medio ambiente y servicios relacionados de todo tipo (desde materiales para construcción de casas hasta alimentos) y de comercio justo.

Significa sentir tal nivel de empatía con los demás que “elegimos vivir simplemente para que otros vivan”. Se trata de la realización social del Bodhisatva. La simplicidad compasiva implica sentir una relación con la comunidad de la vida y transitar el camino de la reconciliación, con otras especies y con las futuras generaciones, como por ejemplo, aquellas con grandes diferencias en bienes y oportunidades. La simplicidad compasiva es el camino de la cooperación, la colaboración, la responsabilidad y la justicia, que busca un futuro de desarrollo para todos, sin exclusiones. Se trata de no querer nada para sí, que no sea para todos.

Significa escoger un tipo de vida que afecte lo menos posible al planeta y que reduzca nuestro impacto ecológico en él. La simplicidad ecológica valora la interconexión profunda con toda la trama de la vida y se moviliza ante amenazas al bienestar global (tales como el cambio climático, la reducción de la biodiversidad y el agotamiento de los recursos). Fomenta el “capitalismo natural”, la responsabilidad individual y social y las prácticas económicas que valorizan la importancia de los ecosistemas y la salud de las personas por sobre la economía meramente productiva.

Significa que la forma en que vivimos representa el trabajo de un artista en desarrollo. Como dijo Gandhi: “mi vida es mi mensaje”. En este espíritu, la elegancia en la simplicidad es discreta, modesta y orgánicamente estética, contrastando con el exceso y la exuberancia del estilo de vida consumista.

Significa cortar aquel gasto que realmente no sirva a nuestras vidas, y practicar una administración hábil de nuestras finanzas personales, para lograr una gran independencia financiera. La frugalidad y el manejo financiero personal cuidadoso otorgan un aumento de libertad económica y la oportunidad de elegir más conscientemente nuestro camino en la vida. Vivir con menos también reduce el impacto de nuestro consumo sobre la Tierra y libera recursos para otras personas.

Significa recordar nuestras raíces profundas en el mundo natural; experimentar nuestra conexión con la ecología de la vida en la que estamos inmersos y, a la vez, equilibrar nuestra experiencia de vivir en un ambiente artificialmente creado por los humanos con el tiempo empleado en la naturaleza. También significa celebrar la experiencia de vivir a través de la toma de conciencia del milagro la propia existencia.

Significa organizar nuestra vida colectiva de manera que nos permita vivir menos pesadamente y más sustentablemente, lo que a su vez significa cambios en prácticamente todas las áreas del quehacer público, desde el transporte y la educación, hasta el diseño de nuestras casas, ciudades y lugares de trabajo. Los políticos de la simplicidad voluntaria son también políticos de los medios de comunicación, por ser éstos los principales vehículos para fortalecer y transformar la conciencia de masas hacia el consumismo y hacia la simplicidad.

Significa un enfoque de vida basado en la realización de alguna práctica o psico-tecnología de la conciencia, como las denomina Ken Wilber. Se trata pues de cultivar la experiencia de conexión intima con todo lo que existe, la atención alerta, la presencia, o como quiera llamarse. Este tipo de estados virtuosos de conciencia infunden en el mundo una atmósfera de paz difícil igualar. La simplicidad de alma apunta al disfrute de saborear conscientemente la vida en su real riqueza, sin elementos superfluos y evasivos.

Significa asumir que la vida es ocupada, estresada y fragmentada. Una simplicidad ordenada implica cortar con las distracciones triviales, tanto materiales como no materiales, y enfocarse en lo esencial. Como dijo Thoreau, “nuestra vida es desperdiciada por los detalles…simplifica, simplifica”. O, como escribiera Platón “ con el fin de buscar nuestra propia dirección en la vida, se debe simplificar lo mecánico de lo ordinario, la vida diaria”.

Tal como lo he ilustrado, la cultura creciente de la simplicidad voluntaria contiene un floreciente jardín de expresiones de una gran diversidad y, al vez, de una unidad interconectada, que está creando un aprendizaje flexible y a la vez fuerte de cómo vivir nuestras vidas con mayor sentido y en forma más sustentable para el medio ambiente.

El movimiento cultural que avanza en pro de la simplicidad voluntario parece tener un enorme potencial de crecimiento, particularmente si fuera nutrido y cultivado en los medios de difusión masiva como una forma legitima, creativa y promisoria de forma de vida para el futuro.

Hoy existe un entramado de numerosos movimientos y organizaciones que promueven la simplicidad voluntaria.

Muy relacionado con los movimientos de la simplicidad voluntaria está la promoción del Consumo Responsable.

The Simplicity Resource Guide. Aquí encontrarán numerosos recursos de información acerca de cómo instaurar un modo de vida basado en la simplicidad voluntaria. Lamentablemente el sitio está en inglés.

Simplicity Forum. Se trata de un sitio europeo que contiene información sobre la temática.

Freegan.info. Desde New York. EE. UU., se autodenominan freegan a aquellos que emplean estrategias alternativas para vivir, basadas en una participación limitada en la economía convencional, y en un mínimo consumo de recursos. El Freeganismo es un boicot total a un sistema económico donde el beneficio ha eclipsado las consideraciones éticas y donde complejos sistemas de producción masiva aseguran que todos los productos que compramos tengan impactos perjudiciales, la mayoría de los cuales ni siquiera habíamos considerado. De esta manera, en vez de evitar la compra de productos de una mala compañía, solo para beneficiar a otra, evitamos comprar en el mayor grado en que somos capaces.

Sin Dinero. Actualmente vivimos en una sociedad en la que se fomenta un consumismo fuera de control. Nuestra importancia social reside en nuestra capacidad de consumo…tanto tienes, tanto vales. ¿Cuántos ciudadanos están malgastando sus breves e inciertas existencias en llevar un modo de vida irracional e inhumano?. Hipotecas cada vez más onerosas, el colegio de los niños, las letras del mono-volumen, vacaciones exóticas cada vez más horteras,…mantener toda esta mierda nos obliga a dejarnos la salud en trabajos esclavizantes que lo único que dignifican es la cuenta de resultados y los balances de las empresas.

The Simple Living Network. Otro excelente portal con gran cantidad de contenidos, muchos de ellos de gran interés. También está en inglés.

Vivir mejor consumiendo menos. Hartos de la tiranía de las compras a plazos, las hipotecas y la ansiedad por lograr el más alto escalafón, cada vez más hombres y mujeres empiezan a preguntarse si su calidad de vida no mejoraría renunciando a ganar más y procurando gastar menos.

Ecologistas en Acción.. Esta iniciativa pretende ser una propuesta solidaria individual y colectiva para transformar nuestros hábitos de consumo hacia una mayor austeridad, justicia, respeto por el medio ambiente, y una economía sostenible para todo el planeta.

Downshifting: Cómo dejar de ser esclavo del dinero y mejorar la calidad de vida.

Joe Domínguez (coautor de libro), trabajaba en Wall Street hasta que a los 31 años se jubiló. En 1.969 abandonó su trabajo para vivir solamente con 750.000 ptas/año (de 1.969) originados por los intereses de sus ahorros acumulados en su vida laboral. En 1.969 Joe Domínguez conoció a Viki Robin, que abandonó su carrera teatral exitosa porque no creía que mereciese la pena el estres que le ocasionaba dicho trabajo.

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