La iluminación espiritual

El zapatero y la oración

Cuento Zen (296)

Lo auténtico vale más que lo aprendido.

Un zapatero remendón acudió al rabino Francisco y le dijo: No sé qué hacer con mi oración de la mañana. Mis clientes son personas pobres que no tienen más que un par de zapatos. Yo se los recojo a última hora del día y me paso la noche trabajando; al amanecer, aún me queda trabajo por hacer si quiero que todos ellos los tengan listos para ir a trabajar. Y mi pregunta es: ¿Qué debo hacer con mi oración de la mañana?

Pregunto el rabino Francisco: ¿Qué has venido haciendo hasta ahora?

Unas veces hago la oración a todo correr y vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me pase la hora de la oración, y también entonces tengo la sensación de haber faltado; y de vez en cuando, al levantar el martillo para golpear un zapato, casi puedo escuchar como mi corazón suspira: ¡Qué desgraciado soy, pues no soy capaz de hacer mi oración de la mañana!

Le respondió el rabino Francisco: Si yo fuera Dios, apreciaría más ese suspiro que la oración.

MORALEJA

Una de las energías del amor es la oración. Las religiones y las Iglesias organizadas la han destruido. Te han dado oraciones prefabricadas. La oración es un sentimiento espontáneo. Deja que tu oración sea un fenómeno espontáneo. Si ni siquiera tu oración es espontánea, entonces ¿qué más puede ser espontáneo? Si tienes que ser prefabricado incluso con Dios, ¿cuándo vas a ser auténtico, sincero y natural?

Incorpora el amor a tu oración. ¡Entonces podrás decir algo! Es hermoso, es un diálogo con el universo.

Pero si oras espontáneamente, la gente pensará que estás loco. Toman la espontaneidad por locura. Creen que las formalidades son sanas. Y la realidad es justo lo contrario. Si entras en un templo y repites una oración de memoria eres tonto. ¡Ten una conversación de corazón a corazón! La oración es hermosa, a través de ella empezarás a florecer.

La oración es estar enamorado, enamorarse de la totalidad. Es un bello gesto, no estás muerto. Pero cuando rezar repetitivamente no es orar, porque al rezar Dios no te escucha. Se trata de una relación en la que estás muy implicado, te enfadas. A veces te sientes muy bien, estás agradecido, das las gracias; a veces te desanimas. Pero deja que sea una relación viva. Entonces, será una oración sincera. Repetir todos los días lo mismo como si fueses un gramófono, eso es rezar como un loro.

La oración debería ser una experiencia viva, un diálogo de corazón a corazón. Y si es de corazón, pronto sentirás que no solo estás hablando, sino que la respuesta está ahí. Entonces, la oración ha alcanzado su madurez. Cuando sientes la respuesta, cuando sientes que no estás hablando tú solo —si es un monólogo sigue sin ser una oración—, entonces se convierte en un diálogo. No solo hablas, sino que escuchas.

Y toda la existencia está preparada para responderte. Cuando tu corazón se abre, la totalidad te responde.